google-site-verification=W4JiPUkp_G2kZZVS-o62liN40WEVgPWgCCloRv-xIdc la luz del monte: LA BERREA DEL CIERVO
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lunes, 13 de octubre de 2014

LA BERREA DEL CIERVO.


Al comienzo del otoño, cuando los árboles y arbustos de los montes se encuentran cargados de frutos, y los pastos comienzan a brotar por las primeras lluvias, se produce un acontecimiento muy llamativo e importante, como es el celo o berrea de los ciervos...




El día empieza a clarear... La espesa y húmeda niebla que se ha metido en el monte durante la noche, lo oculta y lo transforma todo. De vez en cuando se oye el canto de un pájaro, o el berrido de un ciervo...




Poco a poco, la niebla se va disipando... En el arroyo, poblado por grandes chopos negros, observo a un grupo de ciervas pastando con sus cervatillos.




El sol al final ha podido con la niebla. Por el arroyo observo a un buen ciervo marcando su territorio. El también quiere formar parte este año...




Las grandes laderas, cubiertas por pinos piñoneros, encinas, enebros, alcornoques, y un apretado matorral de jaras pringosas y romeros, fijan el suelo y detiene la erosión del monte. En estas zonas durante el día, se encaman los grandes y viejos machos solitarios.




En otra zona, otro macho marca su territorio con su potente voz. Con mucha cautela, me acerco y le observo durante un buen rato... Tiene un territorio definido en una parcela del arroyo, pero todavía no tiene hembras.




Sobre las diez de la mañana, descubro a un buen ciervo junto a un grupo de ciervas, que descansan a la sombras de los grades fresnos. Este ejemplar ya ha formado un harén de hembras, que puede crecer o mermar, según vaya su potencia sexual a lo largo del ciclo.




En estas grandes manchas mediterráneas asentadas sobre arenas, habitan todavía los ciervos autóctonos ibéricos... De estos montes han salido cientos de ejemplares, para repoblar muchos espacios naturales de la península.




Por estas fechas, las encinas se encuentran cargadas de abundantes bellotas. Van a ser el reconstituyente natural que estaban esperando los ciervos, para continuar y acabar con fuerzas el acontecimiento natural.




Dos buenos ejemplares miden sus fuerzas... Uno defiende el harén formado y el otro quiere hacerse su dueño. El que más fuerte esté y aguante, será su dueño.




La mañana está siendo muy variable. El sol y la temperatura son muy agradables. En una zona un poco elevada, me detengo unos instantes para observar el panorama. Veo un monte mediterráneo variado, poblado por grades encinas y enebros, y grades quejigos y arces menores, que ya han encendido sus hojas con los colores del otoño.




En estos valles todavía podemos encontrar una variedad importante de arbustos nobles, ya desaparecidos en la mayoría de los montes. Los grandes madroños, escapan a la voracidad de los ciervos, que todo lo rumian. Ahora ofrecen sus apetecibles frutos y sus elegantes flores.




Durante la berrea, los ciervos apenas comen. Sus actividades se limitan a formar y a defender el harén; a cubrir a las ciervas y controlar que no se vallan con otro macho.




El ciervo diariamente repasa a sus ciervas, y si alguna está receptiva, la cubre. Si este ciervo pierde el harén en una pelea o sus ciervas se van con otro, y siguen en celo, volverán a ser cubiertas por el nuevo galán. De esta forma, la variedad genética viable se transmite y se fija en las nuevas generaciones. La naturaleza siempre selecciona lo más sano, lo más potente, lo mejor; para perpetuarse, evolucionar y no degenerar.




La luz cálida de la tarde, resalta los colores intensos y elegantes de los grandes chopos negros. A estas horas del día, la mayoría de los ciervos están metidos en el monte, descansando entre las encinas y el sotobosque.




A la caída de la tarde, vuelven a oírse por el monte los grandes berridos... Los ciervos salen a los claros del monte, a sus pequeños territorios, donde el ciclo vuele otra vez a iniciarse...




La berrea es la mejor época del año para ver a los ciervos. Podemos ver los mejores o peores ejemplares, los más jóvenes y los más viejos... Todo un espectáculo, que se produce todos los años en los montes donde habita este sensacional animal.