A
primeros de junio el verano ya se siente en los montes mediterráneos.
Las temperaturas van subiendo progresivamente, hasta hacerse
extremadamente cálidas. Las precipitaciones son de carácter
tormentoso. Gracias a estas torrenciales lluvias, el monte
mediterráneo puede llegar en optimas condiciones al otoño.
La
vida se ralentiza durante las horas centrales del día. Sólo se
manifiesta durante la noche, al amanecer y la caída de la tarde. La
flora soportar la agresiva radiación del sol, la escasez de lluvias
y la nula humedad ambiental.
Los
mamíferos que han criado durante la primavera, anda ahora por el
monte en compañía de sus crías. Algunas aves están terminando de
criar, y otras van acompañados de sus pollos a las fuentes y en
busca de alimento. Los anfibios se resguardan en los cursos fluviales
y lugares frescos durante el día. Cuando se pone el sol, inician sus
actividades. Los reptiles son los que más se benefician de las altas
temperaturas del verano. Cuando el resto de la fauna está al
resguardo de las altas temperaturas, ellos inician sus actividades.
Las
vacas bravas, acompañadas por sus becerros, pastan y transitan por
el monte durante las “horas frescas”. Del medio día a la caída
de la tarde, sestean en ciertas querencias donde se alzan grandes
árboles. Están gordas y lustrosas, como sus becerros, debido a los
abundantes pastos de la primavera.
Los
añojos y los erales van cambiando de aspecto con el paso de los
meses. Los novillos se van pareciendo a ese toro que llevan dentro.
Algunos no van a llegar al verano, como consecuencia de las peleas.
Los
toros están en plenitud, completamente formados. Ahora es complicado
verlos por el monte, pues sólo salen de sus querencias cuando cae la
tarde.
El
verano es una estación agradable por su estabilidad, pero duro por
su clima. Un clima que ha condicionado a los montes mediterráneos y
a sus habitantes, durante miles de años, a unas condiciones
naturales extremas...
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