La primavera renueva la vida en las ganaderías bravas. Es época de nacimientos, de abundancia de recursos en las dehesas.
Con el otoño, es la estación del año que más llueve. Las temperaturas se templan, como consecuencia de los frentes de nubes que llegan desde el Atlántico, causando abundantes precipitaciones que refrescan los ambientes.
Esta meteorología mediterránea natural, hace que se desarrollen los pastos, los arbustos y los árboles. Que florezcan y den frutos durante el verano y el otoño. Asegurando la alimentación a todos los habitantes del monte, durante la mayor parte del año.
En las grandes cercas, donde pastan las vacas, se ven numerosos becerros en compañía de sus madres, que han nacido al final del invierno o a lo largo de los últimos días. Con los abundantes pastos y los recursos forestales que van a florecer durante la estación, los becerros se van a desarrollar muy bien, con la abundante leche que van a mamar de sus madres.
En otras zonas de la finca observamos a los añojos, a los erales, a los novillos de tres años... En los cerquillones menos extensos, está repartida la camada de toros.
En este panorama natural, donde vive el toro bravo, de más de quinientas mil hectáreas de dehesas, pobladas por encinas, quejigos, enebros de la miera, alcornoques, melojos, álamos, sauces... habitan águilas imperiales ibéricas, linces ibéricos, lobos, cigüeñas negras, grullas, buitres negros, águilas perdiceras... Y la mayor parte de nuestra fauna. Un mundo natural mediterráneo, ibérico, que el hombre comenzó a gestionar, a dar forma, hace casi mil años.
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