Hoy vamos a caminar por una mancha de pinos piñoneros autóctona, que se extiende por las provincias de Ávila, Madrid y Toledo...
El día ha amanecido claro, con algunas nubes dispersas en el cielo. La temperatura es muy agradable. Viendo la panorámica que dibuja el monte, creo que el día promete... Va a ser muy interesante.
Las laderas, cubiertas por grandes pinos piñoneros, acompañados por otras especies mediterráneas, son el hábitat de una fauna característica muy interesante. Por su valor ecológico y por el número de especies de aves, algunas de ellas muy escasas a nivel mundial, fue catalogada la zona en 1990 como Zepa, Zona de Especial Protección para las Aves.
De un punto del pinar sale un águila imperial ibérica madura. Vuela en círculo donde estoy, y se eleva como una cometa hasta que se pierde en el cielo... Ahora hay que andar con mucho cuidado por el monte, pues la mayoría de las especies están criando. Si vemos un nido grande de una rapaz en un árbol, con no hacer ruido y alejarse, es suficiente para no molestar a sus inquilinos.
Estos pinares están ordenados y gestionados desde hace bastante tiempo. Anualmente se cogen muchas toneladas de piñas para la producción de piñones, y se cortan los grandes pinos maderables, cuando su madera tiene la calidad deseada. Los grandes ejemplares que no son maderables, se quedan en el monte, produciendo piñas y oxígeno, y eliminando gases de efecto invernadero... Y engrandeciendo el ambiente natural.
Las jaras estepas abren ahora sus rosadas flores, muy atractivas para los variados insectos... Cuando caigan los pétalos, serán un valioso recurso para los grandes herbívoros.
Según me contó un guarda forestal hace tiempo, en estos montes se mataban anualmente unos noventa mil conejos, antes de que llegara la neumonía vírica hemorrágica, a mediados de los año 80. En la actualidad el conejo de monte es muy escaso en estos pinares. Esta enfermedad ha traído muy malas consecuencias para todos los carnívoros de la zona, en especial para las rapaces amenazadas, como el águila imperial ibérica, el águila perdicera, el águila real, el búho real y el buitre negro.
En las zonas donde se asientan estos importantes pinares, los suelos apenas existen o no son muy profundos. Aquí, apenas hay acuíferos. Sólo hay que ver la orografía del terreno, donde apenas hay arroyos y fuentes. Los grandes árboles tiene que soportar largos periodos de sequía durante el año. Aunque son árboles que han evolucionado en la zona con el clima, las sequías que están soportando en los últimos veinticinco años, han acabado con la vida de muchos ejemplares.
En muchas zonas, se ve como la mano del hombre ha modificado el monte, en favor de la especie con mayor rendimiento económico. En esta panorámica vemos como los pinos piñoneros ocupan las mejores zonas. Los enebros, encinas, arces, alcornoques y madroños, ocupan las áreas con peores y escasos suelos, hasta donde llegan también los pinos.
Posada en una peña de la cresta de la sierra, observo al macho de águila real. Está inmóvil. Desde ahí lo ve todo, y me está viendo... Cerca, en un pequeño farallón, está uno de los nidos de la pareja. Posiblemente en él, esté la hembra calentando uno o dos huevos. El tiempo lo dirá...
Entre los grandes pinos se ven las aguas azules del embalse de San Juan. Aunque aquí no hay mar, esta imagen les puede parecer familiar a las personas que viven en Mallorca, Ibiza, La Costa Brava...
En esta zona de la ladera vemos una pequeña muestra de como era el monte original. Un bosque mediterráneo mixto, en el que la especie predominante y potencial es el pino piñonero.
En los grandes risco y farallones que hay en las sierras, se asientan algunas de las históricas buitreras que aguantaron y soportaron el exterminio de la especie en Madrid. En los años setenta y ochenta, había que venir hasta aquí para ver este espectáculo... Ahora, afortunadamente, la silueta del elegante buitre leonado se ve por toda la Comunidad... Aunque todavía no es todo lo abundante que debiera.
En las zonas más húmedas, donde menos incide el sol y en el pasado el fuego pegó menos, aparecen grandes alcornoques dispersos entre los grandes pinos. En sus densas cortezas podemos ver la huella del fuego que pasó por aquí...
En la actualidad, los grandes pinos que no tienen un valor importante para madera, se respetan y se dejan el monte para la producción de fruto. Estos legendarios seres vivos, tienen más valor ecológico-económico en el monte, que en el aserradero.
En un manantial que medra a la vera de unas zarzas, muchos pájaros de la zona se acercan para beber y bañarse. Un elegante macho de verderón, con el plumaje de la primavera, se posa en rama caída de una encina. Paso a paso la recorre hasta llegar al agua.
Caminando entre los grandes pinos, la figura de una persona es algo casi insignificante...
La tarde se va dejando sentir en el valle... Las nubes han cubierto por completo el cielo. Cada vez se van poniendo más oscuras. El canto de los mirlos y los zorzales charlos, se va haciendo monótono... Pero agradable.
Posado e inmóvil en lo alto de una peña, descubro a un cuervo. Después de hacerle unas fotografías, me doy cuenta que cerca se encuentra el nido, donde está la hembra incubando los huevos.
En una zona de la ladera que cae al río, paso junto a dos grandes madroños. Aquí habita la única y escasa "mancha" de madroños que queda en Madrid. Son ejemplares grandes, con forma de árbol, que viven entre las encinas, enebros y los grandes pinos piñoneros.
Como un duende, una corza aparece entre los arbustos y los árboles. Se alimenta con el pasto nuevo y nutritivo de la primavera. Pronto, en una zona tranquila del monte, parirá uno o dos corcinos.