El otoño, se manifiesta en el monte mediterráneo a través de los árboles y arbustos caducifolios que le habitan. Dependiendo de la situación geográfica, y de la gestión forestal que haya tenido a lo largo de la historia, será el número de especies de árboles y arbustos que pueblen las manchas.
A través de la ventana de la casa en ruinas, donde vivió en guarda forestal con su familia, vamos a ver como transcurre el otoño...
Ya sólo quedan las cuatro paredes. El techo y todo lo demás ya no existe. La antigua ventana, por la que se asomaba el guarda forestal para ver el monte, sigue teniendo las mismas vistas. Un monte mixto de quejigos, encinas, enebros, arces mediterráneos, fresnos, cornicabras...
Por las fechas, grandes bandos de grullas pasan por el monte, camino de los encinares de Extremadura y Sierra Morena.
Los días nublados las lluvias hacen su presencia. Despiertan los variados tonos naturales... El monte huele distinto, se ve y se percibe de otras formas.
El jabalí encuentra ahora más variedad de recursos para alimentarse. Todo le gusta. Las suculentas bellotas, las bayas del enebro y del majuelo, los abundantes insectos que encuentra en la tierra húmeda, las setas, las trufas...
En los valles profundos y cerrados, donde el sol calienta menos y la humedad aguanta más en el suelo, las especies de hoja caduca son más variadas y numerosas. Fresnos, arces, higueras, quejigos, cornicabras, parras silvestres, ruscos, zarzas y rosales silvestres, entre otros, suelen ser los más comunes.
Millones de zorzales charlos, alirrojos, reales y comunes, procedentes de Europa y de Rusia, invernan en las manchas mediterráneas de La Península Ibérica. En ellas encuentran los numerosos recursos para alimentarse durante el otoño y el invierno.
Entre las grietas de las rocas, donde la humedad medra durante casi todo el año, crecen los helechos culantrillo menor (Asplenium trichomanes) Una variedad que habita en la mayor parte de los montes mediterráneos ibéricos.
Los arces mediterráneos van cambiando el tono de sus hojas, según avanzan las lluvias y disminuyen las temperaturas.
Muy típica del sotobosque, observamos a una curruca carrasqueña como recorre en entramado de una zarza, capturando pequeños insectos.
El sol consigue meterse entre las nubes... Juega con las luces y las sombras de la vera del arroyo.
Entre finales de octubre y mediados de diciembre, caen las abundantes bellotas de las encinas. Van a ser durante el resto del otoño y todo el invierno, el alimento más importante que va a consumir la fauna y la ganadería que habita en el monte.
Un ciervo recorre la vega del arroyo. De vez en cuando se para y observa... Después lanza un berrido a los cuatro vientos.
Entre la hierba, a la sombra de un fresno, habita la elegante matacandelas (Lepiota procera). Una seta típica del otoño mediterráneo.
Las abundantes precipitaciones hacen posible que salgan distintas variedades de setas por todo el monte. Entre la hojarasca de las encinas crecen las setas borrachas (Lepista nuda). Unas setas comestibles de fuerte sabor.
El día llega con niebla al encinar sobre arenas del centro. A lo largo de la mañana se va retirando con el empuje de los rayos del sol.
La urraca va registrando las hojas caídas de los chopos. Aquí encuentra numerosos y variados insectos.
En la ladera de la sierra baja, orientada al Norte, se desarrolla una mancha importante de alcornoques, acompañada por quejigos, encinas, enebros, arces menores, cornicabras, romeros...
Las hojas de los quejigos se muestran como pequeñas vidrieras en el claroscuro del monte, cuando la luz del sol las atraviesa.
El conejo de monte se acerca al arroyo para beber. Después se queda pastando los tallos verdes de la grama.
La mañana llega fría y sin nubes al fondo de la sierra. Un valle cubierto por un espeso monte de encinas y de enebros principalmente, por el que pasa un río de aguas cristalinas. En sus orilla habita un bosque importante de alisos.
Bajo los grandes alisos y chopos que acompañan al río, encontramos a la hembra del mirlo buscando lombrices entre las hojas.
En el sotobosque habita el rusco. Una especie tropical, que se quedó en la selva mediterránea cuando la tropical retrocedió, con los cambios climáticos.
Por las ramas de una cornicabra va un herrerillo común buscando pequeños insectos y sus puestas.
En los lugares inaccesibles, donde el hacha hizo menos daño, habitan algunos madroños. Son los últimos exponentes, bioindicadores, que atestiguan con su presencia, que estas manchas estuvieron pobladas por la especie.
A media mañana escuchamos en el cielo un "choc-choc-choc-choc"..."choc-choc-choc-choc"..."choc-choc-choc-choc"... Al mirar al cielo la vemos. Es el macho de águila imperial ibérica, que está marcando su territorio.
La luz cálida del medio día, enciende las hojas del elegante chopo negro que habita en la vera del arroyo.