El 4 de julio de 1978, España aprueba y ratifica, prometiendo cumplir y hacer que se cumpla, El Convenio Sobre la Prohibición de Utilizar Técnicas de Modificación Ambiental con Fines Militares u otros Fines Hostiles, aprobado en la Asamblea de las Naciones Unidas el 10 de diciembre de 1976.
Prohibir efectivamente la utilización de las técnicas de modificación ambiental con fines militares u otros fines hostiles, a fin de eliminar los peligros que para la humanidad entrañaría esa utilización, y afirmando su voluntad de trabajar para lograr ese objetivo.
El Artículo II dice, que a los efectos del artículo I, la expresión “técnicas de modificación ambiental” compromete todas las técnicas que tienen por objeto alterar -mediante la modificación deliberada de los procesos naturales- la dinámica, la composición o estructura de la Tierra, incluida su biótica, su litosfera, su hidrosfera y su atmósfera, o del espacio ultraterrestre.
El Artículo IV dice, que cada Estado Parte en la presente Convención, se compromete a tomar las medidas que considere necesarias, de conformidad con sus procedimientos constitucionales, para prohibir y prevenir toda actividad contraria a las disposiciones de la Convención, en cualquier lugar situado bajo su jurisdicción o control.
La seguridad nacional de España, se fundamenta principalmente en la defensa de los ciudadanos, su patrimonio natural y su economía. Que seguridad nacional es esa, donde el gobierno de la nación permite que se altere el clima con productos criminales, que atentan contra la salud de sus ciudadanos, destruye el patrimonio natural, y arruina con el tiempo importantes sectores de la economía, como son los montes, la agricultura, la ganadería y el turismo.
El presente convenio, firmado hace 43 años, lo expone muy claro. Existen técnicas y productos patentados, para modificar el clima de cualquier país de la tierra. Para crear campañas internacionales, globales, bajo patentes con nombres como “Cambio Climático”, “Agenda 2030” o “Incendios Forestales”.
En España, donde vivimos todos los días, estas técnicas de geoingeniería se están aplicando desde 1980, bajo la supervisión de los diferentes partidos políticos que han gobernado y gobiernan.
Las consecuencias las podemos ver todos los días en los cielos, en las diferentes estelas de fumigación que dejan los aviones y los drones preparados para fumigar con productos disueltos en gases.
En los montes, donde se están muriendo de sed y de contaminación por metales manchas enteras; las últimas dehesas ibéricas y los últimos arboles centenarios y milenarios que quedan en España.
En la fauna, donde los insectos, especies insectívoras y otras, están desapareciendo de la mayor parte del territorio nacional.
En la agricultura, donde se siembra con semillas transgénicas patentadas, preparadas para aguantar las sequías artificiales y los productos con los que se fumiga a diario. Unas semillas que después se dedican a la alimentación.
En la ganadería, donde el ganadero tiene que alimentar al ganado durante nueve meses por falta de pastos. Llevarle agua a las fuentes durante cinco meses, porque en España ya no llueve de forma natural. Casi cuesta lo mismo criar una res, que el beneficio que da.
En la salud de sus ciudadanos, donde enfermedades penosas y criminales se han disparado en los últimos cuarenta años. El cáncer, el alzheimer, el parkinson, los ictus, las enfermedades cardiorrespiratorias, las neumonías, las gripes, las afecciones oculares... Nos están cayendo todos los días desde el cielo
En la economía, donde el consumo y el precio de la energía eléctrica se han disparado. El aumento de la calefacción en invierno y el aire acondicionado durante los ocho meses que dura el veroño, hacen rentables las campañas de geoingeniería para las compañías eléctricas.
Os acordáis del anticiclón de Las Azores, ese que hace posible que no lleguen las borrascas atlánticas a La Península Ibérica. A principios de los años ochenta se puso de moda.
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