martes, 29 de septiembre de 2015

26 DE SEPTIEMBRE. POR EL VALLE DE LA ANGOSTURA.


Hace unos días que entró el otoño...  Vamos a visitar una zona de la cabecera del Río Lozoya, cubierta por un extenso pinar silvestre, en la que son comunes los abedules y otras especies forestales la alta montaña.




Son las 8,15. La mañana llega con nubes. La temperatura es templada y muy agradable. En la orilla del río sólo se escucha el murmullo de sus aguas.




Entre los pinos van a pareciendo acebos y abedules de diversos tamaños.




Un petirrojo sale al encuentro. Se para un instante en la orilla del río y me observa; después desaparece entre los árboles y los arbustos.




Las aguas claras del pequeño embalse transmiten tranquilidad, bienestar, aroma a pino...




La última variedad de zarza que fructifica en el valle, ofrece ahora sus moras.




El ambiente en la orilla del río es grandioso y variado... Aquí no hay prisas, ni ruidos desagradables, ni humos... ni estrés.




En ciertas zonas se forman pequeñas chorreras y pozas, donde no faltan los sauces de montaña y los abedules.




Ahora entramos en un pequeño bosque de galería, formado principalmente por sauces de montaña y algunos abedules.




Posado en una roca veo a un pico picapinos macho bebiendo... Al sentir mi presencia, se queda un instante inmóvil observándome. Después se sube al tronco de un sauce y se oculta.




En la base de un sauce habita una comunidad de musgo Polytrichum commune. Un musgo muy llamativo, escaso y muy poco conocido.




Dejo la orilla del río y me voy entre los grandes pinos, donde no faltan los acebos.




Uno de los pájaros más comunes de estos bosques es el pinzón común. Muchos individuos permanecen aquí durante todo el año.




Los grandes helechos comunes que cubren la mayor parte del suelo del bosque, van cambiando de color. Van a pasar por una serie de tonos, que van desde el verde, amarillo, hasta llegar casi al rojo.




A pesar de las escasas lluvias que han caído en toda la zona, en ciertos lugares más húmedos han salido algunas especies de setas. La mayoría no comestibles o tóxicas.




Cerca del río, donde acaba una antigua morrena glaciar de grades rocas, habitan grandes ejemplares de robles albares.




Si nos fijamos en el aspecto de sus hojas, veremos que están "como mordidas". Son las consecuencias de las heladas tardías, que cayeron entre finales de mayo y principios de junio.
También vemos las curiosas agallas, que están terminando de "madurar". En su interior se encuentran los huevos de la avispilla que las causó.




Ahora, en esta época, el pinar es un bosque muy agradable. La temperatura es templada, el agua no falta y los tonos ambientales están cambiando...




Otro habitante típico de los pinares de montaña es el herrerillo capuchino. Ahora vuela por el bosque en compañía de otro pájaros, buscando insectos y semillas con los que alimentarse.




Sobre el tocón de lo que fue un roble centenario, hace ya bastante tiempo, crece ahora un joven pino silvestre.




En esta zona del río, donde apenas llegan los rayos del sol de la mañana, se desarrollan arraclanes, sauces de montaña y grandes abedules.




En la chorrera vemos a uno de sus habitantes más típico, el mirlo acuático. Un pájaro que vive de los insectos que captura fuera y dentro del agua, durante todas las épocas del año.




Los colores de las hojas de los abedules empiezan a variar... A lo largo del otoño van a poner las luces y los colores en el pinar.




Donde la humedad no ha faltado durante el verano, habitan los grandes helechos machos. Otra especie que va a poner mucho contraste y color en el panorama del bosque.




En esta zona, debido a la situación de las grandes rocas que configuran el fondo del río, se ha formado una poza de considerable profundidad. En estas pozas viven las truchas durante el verano.




Las dulces y finas aguas de la alta montaña, disuelven y esculpen a su paso las duras rocas de granito, creando pequeñas y grandes pozas. Sólo es cuestión de tiempo...




A lo largo de la mañana he visto algunos buitres negros, adultos y jóvenes. Ahora sobrevuela la zona un águila real adulta. Una de las pocas que han sobrevivido en Madrid, debido a la situación geográfica en la que vive.




En un pequeño claro del bosque, me paro un instante para observar el panorama... Caen pequeñas gotas, pero me parece que todavía no va a romper a llover.




En los pequeños claros florece el azafrán silvestre. Una flor de montaña que anuncia la llegada del otoño.




La luz de la tarde resalta los contrastes de las hojas; del otoño que ya está entrando en el bosque. A lo largo del mes de octubre, todo este panorama va a cambiar cada día...




Una lavandera cascadeña, nacida la primavera pasada, se arregla las plumas sobre un tronco caído. Cuando termine, volverá a recorrer la orilla del río... 


martes, 15 de septiembre de 2015

EL FINAL DEL VERANO POR EL MONTE MEDITERRÁNEO


Este verano ha sido el más seco y el más cálido del que se tiene constancia oficialmente en Madrid. Afortunadamente las tormentas han caído a finales de agosto, y han parado la sequía por el momento. Han evitado la catástrofe forestal que se presentaba...
Hoy vamos a visitar uno de los montes mediterráneos localizado cerca de la ciudad de Madrid, y vamos a ver cual es su situación en los últimos días de este verano que se acaba.



La mañana llega templada. En el cielo se aprecian algunas nubes dispersas. La luz clara nos deja ver muy bien el relieve que tiene el monte de encinas, enclavado en un valle de la campiña.




En el cielo planea la enorme silueta del buitre leonado. Estamos en un área importante de campeo, alimentación y dispersión de la especie.




Por esta zona del valle nos vamos a meter en el interior del monte. Vamos a ver como es y cual es su situación en estas fechas.




Estamos en un monte sobre arenas de clima continental, de inviernos muy fríos y secos; primaveras y otoños que apenas duran; y veranos largos, cálidos y secos. Un espacio forestal que ha tenido unos usos agroforestales diversos en los últimos mil años.




Entre las grandes encinas del monte vemos a un elegante ejemplar de gamo. Ya tiene limpias las cuernas. En un mes, más o menos, dará comienzo el celo. Las peleas entre los grandes machos por aparearse con las hembras.




Los escasos quejigos que habitan en la mancha, están cargados de abundantes bellotas. Durante el mes de octubre van a terminar de madurar, se van a  convertir en alimento para la numerosa fauna, o en un pequeño arbolito la próxima primavera.




Dentro del monte podemos apreciar grandes contrastes. Vemos verdes y grandes encinas, sobre suelos agostados y "calcinados" por el sol y el calor del verano.




Estamos en época de paso, de cambios en la meteorología y de la estación del año. Ahora por el monte están pasando miles de aves que van a invernar en África o en la Península Ibérica. Aves como el papamoscas gris de la fotografía, que ha nacido en un bosque templado y lluvioso.




En esta zona vemos las consecuencias de una tormenta de verano, que cayó en el monte hace unos cuantos años... Un rayo sesgó uno de los grandes brazos de la encina.




Entre las pequeñas hojas pinchudas de los enebros de la miera, van madurando las enebrinas. Frutos muy apreciados por la fauna, desde la garduña, el zorro, el ciervo, el gamo, y todo el tropel de pájaros de los bosques que van a invernar en el monte.




La supervivencia de estos ecosistemas forestales se basa en tres puntos principales. Que los árboles se encuentren en buen estado físico, al no haber sufrido podas abusivas en el pasado, y puedan retener el agua en su interior; que los acuíferos se hayan recargado bien durante las estaciones húmedas; y que las regulares tormentas del verano se produzcan en ciertos días de la estación.




El papamoscas cerrojillo es uno de los pájaros migratorios que más se hace notar por su comportamiento y canto. El enorme ejército de pequeños papamoscas que está pasando por la península, va a eliminar millones de insectos perjudiciales de los montes ibéricos. Esto supone un ahorro económico muy importante en insecticidas.




Al medio día el sol y el calor se dejan notar... Me paro unos instantes bajo la copa de una encina grande. La sombra que proyecta es fresca y muy agradable. A su lado el sol y el calor son inapreciables.




Después de pasar un verano seco, abrasador, que ha estado a punto de costarle la vida a las encinas, estas "se defienden" fructificando y dando una abundante cosecha de bellotas. Es increíble...




El final del verano marca el inicio de la vida para muchas especies que habitan en este ecosistema... Los grandes ciervos van abandonando el monte espeso y cerrado; se van dejando ver por las zonas más claras. Muy pronto, si caen las tormentas esperadas, comenzará la berrea. El juego de la vida para perpetuar la especie.




En el monte hay especies forestales que nos indican con el color de sus hojas, en que estación del año estamos. El espino blanco o majuelo es una de ellas.




Ahora los majuelos están cargados de abundantes frutos de agradable sabor. Otra especie forestal que se ha sacrificado durante el verano para perpetuar su especie, y para que no falte alimento a la fauna durante todo el otoño.




En esta zona del arroyo, entre unos espinos observo a otro pájaro insectívoro. Un colirrojo real macho, nacido posiblemente en el centro o norte de Europa, que va en su viaje migratorio hasta África tropical.




En estos días ya se aprecia la humedad en el ambiente al amanecer y a la puesta del sol. Ciertas especies como el erizo y el lirón careto rompen la estivación, y se les empieza a ver por el monte. Para ellos el otoño es su segunda primavera...




Posado en la rama grande de un chopo negro, descubro a un joven pico menor buscando insectos entre la corteza. Después de observarle durante un buen rato y hacerle algunas fotografías, le dejo.




En esta zona del arroyo crecen algunas zarzas. Ahora están cargadas con abundantes frutos maduros de agradable sabor.




La situación hídrica y ambiental está estabilizada. Si los temporales de lluvia se fijan en en centro durante varias semanas, todos los arroyos de la zona volverán a correr, y el suelo del monte se cubrirá de pasto nuevo y verde.




En un pequeño claro del arroyo observo a un conejo de monte... Ahora se lame y se limpia una de sus manos. El conejo es otro de los grandes supervivientes de este verano. Después de librar una lista larga de depredadores que viven gracias a él, ha tenido que soportar una enfermedad mortal, producida por el hombre, que ha dejado muy mermadas sus poblaciones. Me refiero a la mixomatosis.




Un año más, el monte mediterráneo asentado sobre arenas del centro de España, ha soportado los rigores extremos del verano ardiente mediterráneo. Un verano extremo, que las personas ancianas nunca habían conocido, por sus temperaturas y por haber comenzado a primeros de junio. 




Desde una ladera observo el paisaje de esta zona del monte. Veo grandes, medianas y pequeñas encinas, acompañadas por espesas jaras pringosas. También veo encinas muertas. Dos grandes encinas que murieron hace años, como consecuencia de una serie de factores negativos que han tenido a lo largo de su vida: Podas excesivas, sequías prolongadas, hongos, insectos parásitos... Una serie de factores negativos encadenados, que no las habrían matado si las encinas hubiesen estado bien físicamente, al haber recibido un uso racional por parte del hombre.




Posado en la rama alta de una encina muerta, observo a un alcaudón común. Un pequeño matador de estos montes que se alimenta de insectos y de pequeños vertebrados.
El también se marcha hasta el África tropical para pasar el invierno. Cuando vuelva por el monte el próximo año, todo estará verde... Será primavera.