Existe un camino histórico... Una vereda que utilizaron los pueblos celtíberos para mover el ganado por los valles. Que se convirtió en calzada romana, para unir Buitrago del Lozoya con Segovia. En camino principal en la edad media, y en carretera en la edad moderna.
Hoy vamos a hacer un recorrido por ese camino, desde El Puerto de Los Cotos hasta la Cartuja de Santa María de El Paular, pasando entre pinares silvestres y robledales...
El día llega cubierto y con nieve al Puerto de los Cotos, a 1829 metros de altitud. Cerca del antiguo camino se localiza este coto. Una piedra tallada de granito, que deslinda con otras de su misma forma, la propiedad de una parte del pinar.
Afortunadamente, el invierno está siendo de nieves y de lluvias en las montañas del Sistema Central. Desde el puerto, mirando hacia las montañas de La Cuerda Larga, tenemos una interesante panorámica de la cabecera del Río Lozoya y del pinar...
El camino comienza con más de un metro de nieve a ambos lados. Las nubes siguen metidas en la ladera alta de Peñalara. La mañana es fría, estamos a -3ºC.
Pero la vida no se detiene en estos ambientes... Siempre hay alguien que se resiste a marcharse. Por los pinos viene una familia de trepadores azules. Buscan semillas y los pequeños insectos que se esconden entre las cortezas de los pinos...
Cerca de la carretera van apareciendo grandes ejemplares de pino silvestre. De gruesos troncos, derechos y altos. Estos pinares naturales se están explotando comercialmente para madera, de forma regular, desde el siglo XIV.
Aquí, en la cabecera del Río Lozoya, se producen de forma natural, las primeras aguas que consume la ciudad de Madrid y su área metropolitana.
Estamos en una de las zonas más inhóspitas del Sistema Central. Durante semanas enteras, cuando el sol se pone, el termómetro baja hasta los -21ºC. Para ver algo igual, nos tendríamos que ir a los bosques Escandinavos y a las taigas de Siberia y Canadá.
Por los árboles de un arroyo viene un pequeño bando de pájaros del pinar. Está formado por carboneros garrapinos, reyezuelos, herrerillos capuchinos, trepadores azules, dos pico picapinos y un arrendajo que viene dando la nota. Siempre hay alguien que quiere vivir, aunque sean duras las circunstancias ambientales.
A ambos lados de la carretera van apareciendo numerosos pinos muertos de grandes tallas. En los últimos veinticinco años, como consecuencia de la utilización de sal en las carreteras de estas montañas, han muerto cientos de pinos maderables, que cumple una función ambiental irreemplazable. Por otra parte, a lo largo del camino no he visto un sólo ejemplar de verderón serrano y piquituerto. Estos pájaros, habitantes típicos de los pinares de montaña, eran muy abundantes aquí hace treinta años. Los granos de sal que se esparcen por la carretera, al consumirlos los piquituertos y los verderones serranos, les causan la muerte.
Por otra parte, todos sabemos ya donde terminan las cincuenta y cinco toneladas de sal que se vierten en estas carreteras... En los embalses que abastecen de agua a los ciudadanos de Madrid.
Hasta finales del siglo XVIII, parece ser, todavía habitaba alguna pareja de osos por estas montañas. En nuestros días todavía habita alguna pareja de lobo y gato montés. Son comunes los jabalíes, los corzos, las cabras monteses, los buitres negros, el águila real...
La gestión que han tenido los pinares en el último siglo, los ha privado de los grandes y viejos árboles, en los que abundan los agujeros naturales. Donde la fauna vive, cría, duerme, aguanta las inclemencias adversas, se alimenta, se transforma... Si se eliminan los árboles viejos y muertos del bosque, varias especies desaparecen y otras dejan de ser abundantes o comunes.
En las umbrías, donde los suelos son más profundos, aparecen rodales y grandes ejemplares solitarios de acebo. En un pasado reciente, hace dos siglos, esta especie fue muy abundante en estos pinares, pero aquellas modernas técnicas de silvicultura, irracionales, los hicieron desaparecer de la mayoría de las zonas, porque competían económicamente con los pinos. En los últimos treinta años, con las nuevas técnicas y leyes forestales, se está recuperando bastante bien en la mayoría de las zonas.
El pico picapinos recorre el tronco de un pino muerto por el viento. Va arrancando la corteza, bajo la que se esconden varias especies de insectos.
Esto es todo lo que queda de un pino silvestre de unos doscientos años de edad, que habitó aquí hace décadas. En el tocón, ahora habita una comunidad de insectos. Como podemos ver, los pájaros carpinteros y posiblemente los trepadores azules y agateadores, vienen aquí para capturarlos. ¡Hasta después de su tala, muchos años después, los árboles siguen creando vida!
Estos pinares tampoco se escaparon de las garras de las desamortizaciones del siglo XIX. Ciertos cuarteles o montes, no salieron a subasta pública, y siguen cubiertos de bosque. Otros cayeron en manos sensatas, y su acertada gestión los salvó de la tala. Los menos afortunados fueron comprados por personas carentes de sensatez, que los talaron a matarrasa para obtener grandes ganancias rápidas, mientras la administración miraba para otro lado. Todos los cuarteles que se talaron a matarrasa, no se han recuperado. Sus suelos están ocupados por matorrales, robles melojos y pinos dispersos; o repoblados de pinos silvestres con dinero del estado.
Ha pesar de las lluvias y las nevadas que están cayendo este invierno, los arroyos no terminan de recuperarse totalmente. Hasta que los suelos no se saturen de agua, los arroyos no correrán como deben.
Por la orilla va un mirlo común... De vez en cuando se para y escarba con el pico en la tierra húmeda, para capturar una lombriz.
El viejo camino de Rascafría que sube al Puerto de Los Cotos o El Paular, se transforma en carretera a mediados del siglo XIX. Esta vía de comunicación, debido al tránsito de comerciantes y viajantes, fue muy "explotada" por los bandoleros de la zona. Debido a la espesura de los montes, acechaban a su víctimas y escapaban de los guardias con soltura.
Pasamos ahora por la presa del Pradillo. Un embalse que se construyó en el siglo pasado, para llevar el agua a Rascafría y producir energía eléctrica para los pueblos del alto valle.
Posados en un prado, donde pastan las vacas, descansan tres buitres negros de diferentes edades. En los pinares del valle se asienta una colonia considerable, de más de cien parejas reproductoras.
El pinar silvestre va dando paso al robledal. Aquí se juntan dos ecosistemas, el bosque boreal de pinos y el bosque atlántico de robles.
Ahora nos metemos en un robledal que se extiende por todo el valle, poblado principalmente por roble melojo. También podemos encontrar, dependiendo de los suelos y la situación geográfica, robles comunes y albares. Estos dos robles fueron más abundantes en el pasado, pero debido a la mala gestión forestal, en la actualidad son muy escasos.
Cerca del río, en un prado de siega, campean dos cigüeñas blancas. Están a la búsqueda de pequeños seres vivos... En estas fechas, las cigüeñas del valle ya están incubando.
Desde el fondo del valle, tenemos una panorámica de las montañas que separan Segovia y Madrid. Un ambiente natural único, variado e importante, que ha hecho posible que estas montañas sean declaradas parque nacional.
En las zonas soleadas, entre las hojas de los robles, florece el azafrán serrano. La última flor del invierno.
Llegamos a la Cartuja de Santa María de El Paular. Fue mandada construir por el rey Enrique III de Castilla. Gobernada o gestionada por monjes que vinieron desde la Cartuja de Scala Dei, localizada en el Priorato, Tarragona.
En la actualidad está gestionada por monjes que pertenecen a la orden de San Benito.
Por los árboles que acompañan al río viene un pequeño grupo de pájaros del bosque... Van en busca de la cena, antes de que el sol se ponga en lo alto de las montañas. Un carbonero común registra la rama muerta de un sauce. Picotea la corteza y la madera muerta, en busca de pequeños insectos.
En el cartel, muy curioso y particular, podemos ver las dos formas de llegar a este punto desde la ciudad de Madrid, y volver. Hoy, hemos bajado desde el Puerto de los Cotos hasta aquí.
El Puente del Perdón es un puente con historias... Con leyenda. Se construyó para unir el camino principal de Segovia, por el Puerto del Reventón, el Monasterio y Madrid, por El Puerto de La Morcuera.
Entre las piedras del río, cubiertas por una densa costra de musgos, un mirlo acuático busca las larvas de los insectos que habitan en las piedras que hay bajo las aguas. Otro habitante histórico que vive la vida en estos entornos naturales...
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Espectacular ruta !!! Es bellisimo el valle de Lozoya. Yo creo que este valle junto al su vecino de Valsain, tienen los bosques más pristinos y autenticos del Sistema Central. Yo que soy más gredense, me maravillo con la pureza y calidad de los inmesos pinares de la sierra de Guadarrama. En Avila lo unico parecido que tenemos es la pequeña joya botanica de el Pinar de Hoyocasero, y algunas repoblaciones de buena calidad en Navarredonda y Hoyos del Espino.
ResponderEliminarUn saludo !!!
Después de los abusos cometidos en siglos pasados, de las desamortizaciones y las talas a matarrasa del siglo XIX, y de los incendios intencionados de los años 60-70 y 80 del siglo pasado, los últimos pinares silvestres naturales del Sistema Central no son los mejores... Son lo que queda de esa inmensa mancha de pinos que corría por las altas montañas del Sistema Central, desde La Sierra de Ayllón hasta las Sierra de Gata.
EliminarUn saludo Roberto.
El reportaje precioso . Hace años había una estación de ski pequeña.
ResponderEliminarAfortunadamente, cuando se creó el Parque Natural de Peñalara, se quitó esa estación de esquí, que no pintaba nada y hacía mucho daño al entorno... Ahora va más gente, disfrutan del medio natural y el impacto apenas se nota.
EliminarGracias Nemesio. Un saludo.
Muy bonito recorrido por este maravilloso lugar repleto de naturaleza e historia.. Un cordial saludo..
ResponderEliminarGracias Ana. Un saludo.
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