google-site-verification=W4JiPUkp_G2kZZVS-o62liN40WEVgPWgCCloRv-xIdc la luz del monte: enero 2017

viernes, 20 de enero de 2017

LOS ÁRBOLES GRANDES DEL BOSQUE. 2 PARTE




El quejigo (Quercus faginea) en su estado natural consiente la presencia de otros árboles, como el enebro, el fresno, el arce menor, la cornicabra y el pino piñonero, entre otros.
Debido a la calidad de su madera y a la distribución geográfica que ocupa, la mayoría de los quejigares han desaparecido, y los que quedan, están muy alterados y sobreexplotados. 




En la actualidad, es muy difícil encontrar notables ejemplares, con troncos que tengan más de cinco metros de perímetro en su base.
En la fotografía, vemos un ejemplar de unos trescientos años de vida, con un porte muy natural. Localizado en una sierra baja del Sistema Central.




El piquituerto es el más grande de todos los pájaros cantores, que forman la familia de los frigílidos. En la actualidad, se ha hecho más abundante en los montes que ocupan las sierras bajas, formados por quejigares mixtos de encinas y enebros.
En la fotografía, vemos a un macho con el pico marcado por el celo, que ha parado en el arroyo para beber y bañarse. 




El labiérnago (Phillyrea angustifolia) es otra especie que ha desaparecido de la mayor parte de los montes ibéricos, encontrándose en el mejor de los casos, formando pequeñas manchas o disperso entre los árboles.
En la fotografía, vemos a un notable ejemplar maduro en la ladera de una sierra baja, localizada en el Sistema Central.




Se ha especulado mucho sobre la distribución natural de los pinares piñoneros (Pinus pinea) que cubren muchas zonas de la geografía ibérica. Los análisis de pólenes, han demostrado que muchos pinares están ahí desde que los puso la ley natural. Otros, muy intervenidos por el hombre, y repoblados, también los puso en su tiempo la naturaleza. Muchos de ellos los quitó la mano del hombre, y ahora son pastizales, o sus suelos han sido ocupados de forma natural por otras especies nativas.




Hoy, la mayoría de los pinares piñoneros que tienen un alto valor ecológico y económico, están gestionados desde tiempo inmemorial. El piñón, es uno de los frutos mundiales que más se cotiza, y su madera, es de notable calidad si el pino se corta con una edad avanzada. Por este motivo, es raro encontrar ejemplares sobresalientes en los montes. Pero también los hay.
En la fotografía, vemos un ejemplar que tiene unos cinco metros de perímetro en la base de su tronco, con una altura de unos dieciséis metros. Localizado en el Valle del Oso, valle alto del Río Alberche. Madrid.




El pito real es el pájaro carpintero más habitual de este ecosistema, junto con el pico picapinos. Aquí no le faltan árboles para hacer sus nidos, ni los abundantes hormigueros para alimentarse.
En la fotografía, vemos a una hembra joven del año, que está buscando insectos en la corteza muerta de un fresno.




Los madroños, ocuparon La Península Ibérica cuando estaba poblada por las selvas tropicales. Se quedaron en las regiones y en los valles más templados y húmedos. Pero en los últimos quinientos años, la mano del hombre ha sido feroz con ellos. Como ejemplo más notable y afamado, tenemos el escudo de Madrid, representado por un oso y un madroño.
En la fotografía, vemos a un viejo y notable madroño entre los grandes pinos piñoneros del monte, localizado en el valle alto del Río Alberche. Madrid.




En el último siglo, los alcornocales (Quercus suber) han sufrido una regresión muy dura por la mano del hombre. Quemas, desmontes, sobreexplotación, infecciones... Y las sequías encadenadas de los últimos 25 años, están acabando con masas forestales enteras. En La Península Ibérica se localizan todavía manchas muy importantes y muy considerables. En la provincia de Cádiz, en El Parque Natural de Los Alcornocales y zonas limítrofes, se localizan las manchas de alcornoque más extensas de Europa.




Hoy, después de los huracanes que han pasado por nuestros montes mediterráneos, guiados por la mano del hombre, todavía podemos encontrar grandes alcornoques, ocupando un lugar entre las encinas, los quejigos y los enebros.
En la fotografía, vemos a un considerable ejemplar en El Monte de El Pardo. Madrid.




El  jabalí es un habitante típico de este ecosistema. Parece ser, según la bibliografía histórica de los montes ibéricos, que esta especie siempre ha sido abundante en los montes mediterráneos, hasta que llegó su explotación forestal y ganadera. A partir de los años cuarenta del pasado siglo, con la proliferación de los grandes cotos y reservas de caza, el jabalí se fue recuperando, debido a la falta de enemigos naturales, hasta llegar a ser una especie que está arrasando muchos espacios naturales, debido a su abundancia.
En la imagen vemos a una jabalina, controlando las andanzas de sus pequeños rayones.




Dentro del monte mediterráneo que ocupa el alcornoque, habitan otras especies considerables e interesantes, muy poco conocidas, debido a su escasez, como consecuencia de la sobreexplotación que tuvieron en el pasado. Me refiero a especies como el aladierno o sanguino, madroño, labiérnago...
En la fotografía, vemos a un notable ejemplar de aladierno (Rhamnus alaternus) con aspecto de árbol. Localizado en una sierra baja del Sistema Central.




Los enebros de la miera, junto con las sabinas, son los árboles más austeros y mejor adaptados al clima continental. De extremos calores en verano, con escasas precipitaciones, y del frío y seco invierno. Son montes en transición. Cuando las situaciones son extremas y merman los quercus, estos  se expanden; cuando vienen los periodos de templados de lluvias, los enebros mueren y avanzan los quercus. Consecuentemente, si varían las especies forestales, varían las especies faunísticas.
En la fotografía, vemos una mancha localizada en una sierra baja del Sistema Central, en la que son más abundantes los grandes enebros que las encinas.




Los enebros de la miera (Junniperus oxycedrus) debido a las resinas que producen y a la dureza de su madera, no son atacados por insectos perforadores. Por este motivo, eran muy cotizados los grandes troncos de los enebros centenarios, para la fabricación de vigas para la construcción, pues su madera no admite la carcoma y es imputrescible. Por esta gestión, es raro encontrar en los montes enebros de grandes dimensiones.
En la fotografía, vemos a un enebro de la miera centenario, con un perímetro en la base de su tronco de más de tres metros. Localizado en una sierra baja del Sistema Central.




El águila culebrera, es un habitante típico de los montes mediterráneos mixtos. Pasa el otoño y el invierno en África, y viene a Europa para criar, a lo largo de la primavera y el verano.
Debido a la persecución ilegal a la que están sometidas en muchos puntos de nuestra geografía, estas grandes águilas han aprendido a construir sus pequeños nidos, en las copas escondidas de los grandes enebros de la miera.
En la fotografía, vemos al macho de la pareja posado en la copa de un enebro, desde donde controla el nido, ocupado por su pareja.




Las cornicabras (Pistacia terebinthus) como otras especies mediterráneas forestales, hoy día sólo ocupan las sierras bajas. En los montes y dehesas llanas, practicamente han sido exterminadas por la nefasta gestión forestal.
En la fotografía, vemos a un sobresaliente ejemplar con forma de árbol, localizado en una sierra baja del Sistema Central.




Los bosques de galería de alisos (Alnus glutinosa) tienen un nicho muy definido en el panorama forestal. Sólo habitan en una zona muy definida del monte, justo en los límites de las orillas de los ríos y arroyos, por los que corre el agua durante todo el año. En los cursos estacionales no existen, y en las riberas bajas, donde abundan los sauces y los álamos, ocupan sólo ciertas orillas.
Es un árbol que no tolera las aguas muy contaminadas de los ríos. Por otra parte, fijan y crean el suelo donde no existe, ayudando a otras especies a establecerse.
En la fotografía, vemos una aliseda madura cubriendo el tramo de un río, que transcurre por una sierra baja del Sistema Central.




El aliso es un árbol de crecimiento rápido, que raramente sobrepasa los doscientos años de edad, debido principalmente a las zonas donde habita. Son zonas muy influenciadas por las crecidas, muy agresivas con los árboles que empiezan a morirse.
En la fotografía, vemos a un aliso con más de seis metros de perímetro en la base de su tronco, acompañado por otros ejemplares y fresnos. Localizado en la orilla de un río que transcurre por una sierra baja del Sistema Central.




En estos cursos de aguas limpias, no suele faltar el mirlo acuático. Un pájaro que se ha especializado en la captura de insectos, que habitan debajo de las piedras que hay bajo las aguas.
En la fotografía, vemos a un mirlo acuático descansando en la piedra de un río.




En la tapia de piedra que hay junto al río, se localiza un monumental e impresionante ejemplar de sauce blanco (Salix alba) con más de diez metros de perímetro en la base de su tronco. Digo más de diez metros, porque fue imposible medirle con exactitud, debido a su tronco retorcido, la tapia y las rocas.




Debido a la situación geográfica en la que se sitúa La Península Ibérica, sus altitudes, latitudes y el clima, el ecosistema mediterráneo de encinas, es el que más se ha extendido por toda ella.
Pero los encinares que hoy conocemos, en nada se parecen a los originarios. Faltan muchas especies forestales, los han invadido otras, son monoespecíficos, y desgraciadamente, en muchas zonas de nuestra geografía están abocados a la extinción, porque las pocas encinas que quedan ya, no pueden crear un hábitat, un microclima, para que el bosque pueda regenerarse de forma natural... Gracias a la nefasta gestión que se ha hecho en ellos durante los últimos dos mil años.




Dicen, que El Valle de Alcudia tiene tantas fincas como días tiene el año. En una de ellas se localiza una encina muy célebre, muy conocida en el mundo ambiental.
En la primavera de 1994, fuimos a la provincia de Ciudad Real a visitar esta majestuosa encina, conocida con el nombre de La Encina de Las Mil Ovejas, pues bajo su enorme copa, podían sestear unas mil ovejas. Con una edad de unos 700 años y casi siete metros de perímetro en la base de su tronco, está considerada como una de las encinas más grandes del mundo.




El ciervo es el espíritu libre del bosque... Que habita en los encinares que todavía mantienen unas condiciones ambientales considerables.
Después de la guerra civil, las dos especies que se crían en La Península Ibérica, sólo habitan en las marisma de Guadalquivir y en ciertos montes de Sierra Morena, Sierras Extremeñas, Montes de Toledo y montes del centro de Madrid. De estos espacios forestales, han salido todos los ciervos para repoblar La Península.
Localizado en un claro del encinar, vemos a un ejemplar joven que te está guiñando un ojo. Madrid.




A partir de los años sesenta, muchos montes de encinas se dejaron de explotar. La ganadería, el carbón vegetal y las leñas, desaparecieron. En sólo dos décadas, estos montes se regeneraron y se llenaron de jaras de diversa especies.
En ciertas zonas, han prosperado jaras pringosas (Cistus ladanifer) de gran porte, como la que vemos en la fotografía, de más de cuatro metros de altura. Madrid.




Las riberas arboladas de los ríos, son los únicos bosques considerables con los que cuentan muchas zonas geográficas de nuestra península.
Por ellos pasa la vida, desde las altas montañas hasta la costa, y al revés. Son las venas forestales de La Península Ibérica; los caminos históricos por los que se comunican, emigran, colonizan, vuelven a ocupar... La mayoría de los organismos vivos con los que convivimos.




Localizado en la antigua terraza dejada por el Río Jarama, en su tramo medio, vemos a un monumental álamo negro (Populus nigra) con más de cinco metros de perímetro en la base de su tronco, de unos veinticinco metros de altura.




Las cigüeñas blancas siempre están presentes en las riberas arboladas de nuestros ríos. En los tramos que nunca han sido alteradas las masas forestales, llegan a formar colonias importantes, incluso con garzas de varias especies.
En la fotografía, vemos a una cigüeña blanca que se ha acercado a la orilla del río, para capturar cualquier animalillo que se cruce delante de su certero pico. Desde un ratón, un pez, un cangrejo o un insecto, todo le va bien.




Dentro de las riberas arboladas, el álamo blanco (Populus alba) forma pequeños bosquetes definidos, al margen de los chopos negros y otras especies.
En la fotografía, vemos un espectacular ejemplar con más de cinco metros de perímetro en la base de su tronco, y unos 25 metros de altura, localizado en la orilla del Río Lozoya.





martes, 10 de enero de 2017

LOS ÁRBOLES GRANDES DEL BOSQUE. 1 PARTE



Lo grandes que llegan a ser los árboles y arbustos con la edad, nos dan una ligera idea de como eran los bosques originales ibéricos, antes de que el hombre los alterara, modificara su forma y su estructura. Antes de que los hiciera tan pequeños, para que la sociedad actual no tenga la noción real de como es un bosque original.
Hoy nos vamos a meter en algunos bosques ibéricos, donde todavía podemos contemplar como son esos árboles y arbustos, cuando llegan a ciertas edades, y vamos a ver también a la fauna característica que les acompaña...




Los abedulares Betula pendula y Betula alba, llegaron a La Península Ibérica en las últimas glaciaciones. Se asentaron en las altas laderas de las montañas, donde los suelos se mantienen húmedos durante todo el año, o la mayor parte. Los cambios climáticos naturales, y la gestión que les ha dado el hombre en los últimos dos mil años, han sido determinantes para la situación por la que pasan en la actualidad.
Hoy, podemos contemplar en algunos puertos de montaña, importantes abedulares casi puros, acompañados por muchas especies atlánticas; en los pinares silvestres de alta montaña; o formando pequeños bosquetes relícticos, acompañados por acebos, alcornoques, avellanos, madroños o encinas, dentro del Parque Nacional de Cabañeros. 
En la fotografía, vemos una mancha casi pura, en la que se ven avellanos, acebos, serbales, cerezos silvestres y mostajos. Localizada en un puerto de montaña del Sistema Central.




Debido a la gestión que han tenido estos bosques en los últimos quinientos años, muchos abedulares han desaparecido casi por completo. Los que han llegado hasta nuestros días, se están regenerando bastante bien, pero es difícil encontrar en ellos ejemplares centenarios de gran tamaño, pues apenas existen.
En la fotografía, vemos a un buen ejemplar de abedul (Betula alba)  de 4,80 metros de perímetro en la base de su tronco, con una altura de unos 22 metros.  Localizado en la ladera alta de una montaña del Sistema Central.




El herrerillo capuchino vino con estos bosques, empujado por el frío de las glaciaciones. Este pajarillo habita en los abedulares durante todo el año. Sólo los deja cuando las fuertes ventiscas de nieve, sacuden durante días.
A lo largo del año, según vengan las estaciones, se alimenta de insectos y de frutos silvestres. En primavera, si no encuentra un agujero natural para hacer el nido, el macho hará uno con su duro pico, en la madera blanda de un abedul muerto.




Dentro de ciertos abedulares, donde los suelos son fértiles y húmedos durante todo el año, habitan y se desarrollan espectaculares ejemplares de avellano (Corylus avellana) como el que vemos en la fotografía. Estos enormes arbustos protegen el suelo frente a la erosión, la insolación y la deshidratación, creando un microclima vital para que el bosque no sufra en verano.




Los pinares silvestres (Pinus sylvestris) de alta montaña, también llegaron a La Península Ibérica con las últimas glaciaciones. Conquistaron la mayor parte de los sistemas montañosos, donde fueron exterminados en su mayoría en los últimos dos mil años.
En la actualidad, podemos contemplar importantes bosques de esta especie en la Cordillera Pirenaica, Sistema Ibérico, Sistemas Central, Montes Universales y Serranía de Cuenca.
En la fotografía, vemos una panorámica del interior de un pinar silvestre, localizado en el Sistema Central.




Dentro de estas importantes masas forestales, que filtran y retienen el agua que liberan las nieves en las cimas de las montañas, podemos encontrar enormes ejemplares, que pasan de los cinco metros de perímetro en la base de su tronco, con más de treinta metros de altura.
En la fotografía, vemos un importante ejemplar de pino silvestre (Pinus sylvestris) localizado en un pinar del Sistema Central gestionado desde el siglo XVI.




La cabra montés (Capra pyrenaica victoriae) es originaria de la Península Ibérica. Durante el verano y parte del otoño, pasa su vida en las altas cumbres. El invierno y la mayor parte de la primavera, lo pasa resguardada en los pinares silvestres.




En el interior de muchos pinares silvestres se localizan pequeños bosquetes de tejos, entre los que no faltan ejemplares de grandes dimensiones, con muchos siglos de edad.
En la fotografía, vemos a un viejo tejo (Taxus baccata) ya hueco por dentro, con casi seis metros de perímetro en la base del tronco. Localizado en un puerto de montaña de La Sierra de Guadarrama.




Hace cinco siglos, las acebedas eran más extensas que en la actualidad. Ocuparon muchas zonas de las laderas de las montañas, donde los abedules, los pinos silvestres, hayedos y robledales, no podían establecerse, porque las condiciones del terreno y el clima no les eran favorables.
En invierno, las hojas de estos árboles alimentaron durante siglos, a las vacas que pastaban en la montañas. Pero la inadecuada gestión realizada por el hombre, redujo y eliminó manchas enteras.
En la fotografía, vemos como es el interior de una mancha de acebos sin alterar. Localizada en la ladera alta de una montaña del Sistema Central. 




Hoy, es difícil encontrar un acebo centenario que no haya sufrido las cortas abusivas, que soportó durante siglos. Estas cortas se realizaban durante el invierno, dejando a los acebos completamente mochos.
En la fotografía, vemos a un acebo (Ilex aquifolium) con más de tres metros de perímetro en la base de su tronco. Acompañado por otros acebos, robles albares, avellanos y cerezos silvestres. Localizado en la ladera alta de una montaña del Sistema Central.




El colirrojo real es un pájaro típico de estos bosques sombríos. Durante la primavera, cuando está criando, pasa desapercibido. A lo largo del verano, desde mediados de agosto a finales de septiembre, se hace más notable.




Los hayedos entraron en La Península Ibérica en los periodos interglaciares, más lluviosos y templados. Conquistaron las laderas medias y bajas de los sistemas montañosos del norte, y las laderas medias de los sistemas montañosos del centro. Llegaron, que se sepa, hasta Los Montes de Toledo, de donde han desaparecido por completo por la mala gestión.
En la actualidad, las últimas manchas y ejemplares aislados más meridionales de Europa, se localizan en Las Sierras de Tortosa y Beceite, Sierra de Ayllón, Sierra de Guadarrama, Peña de Francia y Sierra de Béjar. Asturias, León, Cantabria, Navarra y Huesca, son los territorios nacionales que más hectáreas tienen en las laderas de sus montañas.
En la fotografía, vemos una mancha pura, en la que hay grandes ejemplares de diferentes edades. Localizada en la ladera de una montaña de La Sierra de Ayllón.




Las hayas (Fagus sylvatica) son árboles de crecimiento más rápido que los robles, y generalmente viven la mitad que ellos. Un hayedo poblado por hayas de doscientos años, es un bosque maduro.
En la fotografía, vemos a un buen ejemplar con unos de seis metros de perímetro en la base de sus tronco. Con una altura de unos veinte metros. Localizada en La Sierra de Ayllón.




Escondida tras las hojas  de un haya, la ardilla roja observa inmóvil lo que ocurre... Para ella, y para todos los habitantes que la acompañan en el bosque, la mejor defensa que tienen, es quedarse inmóvil entre las ramas y las hojas...




El mostajo (Sorbus aria) es un árbol de moderada talla, que no falta en los hayedos bien gestionados. Ocupa las zonas del bosque donde las hayas no llegan a cerrase, y dejan vivir a otros árboles y arbustos.
En la fotografía, vemos a un considerable ejemplar, con más de cuatro metros de perímetro en la base de su tronco, de unos catorce metros de altura.




Los castañares naturales, están presentes en casi todas las montañas de La Península Ibérica, donde se dan unas precipitaciones anuales medias, en torno a los 700-800 mm. Son famosos los castañares de La Sierra de Aracena, Sierra Nevada, Las Villuercas, La Sierra de Gredos... En los Montes Galaicos y La Cordillera Cantábrica, se dan las mayores masas forestales de este árbol.
En la fotografía, vemos el interior de una mancha de castaños, que ha estado gestionada durante siglos por el hombre. Hace tres décadas, la naturaleza cogió el destino de su gestión. Valle alto del Río Tiétar.




Muchas laderas de La Cordillera Cantábrica, están pobladas por manchas puras de castaños. Donde el hombre no ha intervenido en exceso, los castaños conviven con hayas, robles y otros árboles atlánticos. En ellos se esconden enormes ejemplares de considerables troncos y portes.
En la fotografía, vemos un buen ejemplar de unos once metros de perímetro en la base de su tronco. Localizado en Picos de Europa. Cantabria.




El trepador azul, es otro habitante típico de los castañares. Aquí no le faltan insectos y larvas durante todo el año, y castañas y otros frutos durante las estaciones frías.
En la fotografía, le vemos recorriendo el tronco de un fresno, capturando insectos y larvas.




El serbal de cazadores (Sorbus aucuparia) es otro de los árboles atlánticos que no falta en los grandes bosques. En los castañares ocupa las laderas de suelos profundos, que no pierden la humedad en verano.
En la fotografía, vemos un buen ejemplar acompañado por acebos y avellanos.




Los robledales que hoy contemplamos, son el resultado de la intervención que ha tenido el hombre en ellos durante siglos. La mayoría son grandes manchas forestales rejuveneciadas, en las que apenas hay ejemplares centenarios, donde las especies forestales y animales están mermadas, y algunas han desaparecido.
En la fotografía, vemos el interior de uno de estos robledales. Localizado en La Sierra de Guadarrama.




La situación geográfica o el estado físico del árbol, han sido dos factores determinantes muy importantes, para que muchos árboles, hoy día catalogados y protegidos, no se cortaran en el pasado.
En la fotografía, vemos a un excepcional ejemplar de roble albar (Quercus petraea) con cerca de once metros de perímetro en la base de su tronco. Está localizado en el fondo de un valle alto del Sistema Central, al que es muy difícil de llegar.




El águila calzada es una rapaz muy forestal. Pasa el otoño y el invierno en África tropical, y la primavera y el verano en todos los ecosistemas forestales de La Península.
En esta ocasión, vemos a un individuo de la pareja descansando en la rama alta de un roble albar.




Con este roble melojo (Quercus pyrenaica) pasa todo lo contrario. Debido a lo afamado que ha sido desde siempre y el cariño que le tiene la gente del pueblo, no dejaron que le cortaran en los años sesenta, para hacer traviesas para el ferrocarril. Tiene unos nueve metros de perímetro en la base de su tronco. Valle alto del Río de La Puebla. Madrid.




Las sabinas albares (Juniperus thurifera) son posiblemente los árboles que forman los bosques más antiguos de Europa. Es un árbol de crecimiento muy lento, de clima continental. En tiempos, llegaron a poblar casi toda La Península Ibérica. En la actualidad, sus principales manchas se localizan en las dos mesetas, en Burgos, Segovia y Ciudad Real.
En la fotografía, vemos una mancha de sabinas albares mixta, formada por encinas, enebros de la miera, robles melojos... Localizada  en el Sistema Central.




Debido a la calidad de su madera, pues es muy dura e imputrescible, y a sus aceites, que se utilizaban para desinfectar y ambientar los conventos, iglesias y catedrales, en nuestros días es difícil encontrar sabinas albares grandes centenarias.
En la fotografía, vemos a un ejemplar centenario (joven) con un perímetro en la base de su tronco de más de cuatro metros, y una altura de unos ocho metros. Localizado en un sabinar del Sistema Central.




El buitre negro, frecuenta las dehesas de sabinas albares donde pastan las vacas, caballos y ovejas, en busca de reses muertas. Es el agente sanitario, junto con los buitres leonados y demás comensales que se unen, encargados en la limpieza de los animales que mueren aquí.
En la fotografía, vemos a un ejemplar joven, de unos tres o cuatro años, descansando en un claro del sabinar.




Las fresnedas, generalmente se asientan en las zonas intermedias de los ríos y los grandes arroyos. Entre los robledales o encinares, y las olmedas, choperas y saucedas que acompañan a los cursos fluviales. También podemos encontrar importantes manchas en las rampas de muchas montañas, gracias al espesor del suelo y a los numerosos arroyos de libre escorrentía, que corren durante buena parte del año.
En la fotografía, vemos una importante fresneda muy humanizada, en la que todavía abundan otras especies forestales. Localizada en la rampa de una montaña del Sistema Central.




El fresno (Fraxinus angustifolia) cuando deja de ser sometido a la brutal poda, en la que sólo se respeta su centenario tronco, con el paso de unas décadas se convierte en un elegante e importante árbol. Protege los pastos del sol y los hace más duraderos en primavera y verano; crea un microclima que abre las puertas a otras especies forestales; protege a la fauna y al ganado... Consecuentemente, son más las ventajas que se obtienen de este árbol, cuando mantiene su aspecto natural.
En la fotografía, vemos a un fresno centenario que hace más de treinta años que no se le cortan las ramas. Localizado en el valle alto del Río Lozoya. Madrid.




Los mitos, junto con los reyezuelos, los mosquiteros y el chochín, son los pájaros más pequeños de nuestros bosques. Estos pequeños pájaros de cola larga, son habitantes comunes de las fresnedas que mantiene un valor ecológico importante. Donde los árboles y arbustos son variados, y no faltan arroyos y fuentes. Aquí, este pequeño pájaro puede construir sus peculiares nidos, con forma de globo. No le faltan los pequeños insectos en las estaciones cálidas, y los frutos durante el otoño y el invierno.




Donde la humedad aguanta más los rigores del clima y el sol se nota menos, entre los los fresnos prosperan notables ejemplares de arce menor (Acer mompessulanus). Otro árbol de codiciada madera, que fue muy sobreexplotado en un pasado reciente, llegando a desaparecer en muchos lugares.
En la fotografía, vemos a un ejemplar con más de doscientos años de vida, con un perímetro en la base del tronco de unos tres metros. Localizado en una fresneda del Sistema Central.