El quejigo (Quercus faginea) en su estado natural consiente la presencia de otros árboles, como el enebro, el fresno, el arce menor, la cornicabra y el pino piñonero, entre otros.
Debido a la calidad de su madera y a la distribución geográfica que ocupa, la mayoría de los quejigares han desaparecido, y los que quedan, están muy alterados y sobreexplotados.
Debido a la calidad de su madera y a la distribución geográfica que ocupa, la mayoría de los quejigares han desaparecido, y los que quedan, están muy alterados y sobreexplotados.
En la actualidad, es muy difícil encontrar notables ejemplares, con troncos que tengan más de cinco metros de perímetro en su base.
En la fotografía, vemos un ejemplar de unos trescientos años de vida, con un porte muy natural. Localizado en una sierra baja del Sistema Central.
El piquituerto es el más grande de todos los pájaros cantores, que forman la familia de los frigílidos. En la actualidad, se ha hecho más abundante en los montes que ocupan las sierras bajas, formados por quejigares mixtos de encinas y enebros.
En la fotografía, vemos a un macho con el pico marcado por el celo, que ha parado en el arroyo para beber y bañarse.
El labiérnago (Phillyrea angustifolia) es otra especie que ha desaparecido de la mayor parte de los montes ibéricos, encontrándose en el mejor de los casos, formando pequeñas manchas o disperso entre los árboles.
En la fotografía, vemos a un notable ejemplar maduro en la ladera de una sierra baja, localizada en el Sistema Central.
Se ha especulado mucho sobre la distribución natural de los pinares piñoneros (Pinus pinea) que cubren muchas zonas de la geografía ibérica. Los análisis de pólenes, han demostrado que muchos pinares están ahí desde que los puso la ley natural. Otros, muy intervenidos por el hombre, y repoblados, también los puso en su tiempo la naturaleza. Muchos de ellos los quitó la mano del hombre, y ahora son pastizales, o sus suelos han sido ocupados de forma natural por otras especies nativas.
Hoy, la mayoría de los pinares piñoneros que tienen un alto valor ecológico y económico, están gestionados desde tiempo inmemorial. El piñón, es uno de los frutos mundiales que más se cotiza, y su madera, es de notable calidad si el pino se corta con una edad avanzada. Por este motivo, es raro encontrar ejemplares sobresalientes en los montes. Pero también los hay.
En la fotografía, vemos un ejemplar que tiene unos cinco metros de perímetro en la base de su tronco, con una altura de unos dieciséis metros. Localizado en el Valle del Oso, valle alto del Río Alberche. Madrid.
El pito real es el pájaro carpintero más habitual de este ecosistema, junto con el pico picapinos. Aquí no le faltan árboles para hacer sus nidos, ni los abundantes hormigueros para alimentarse.
En la fotografía, vemos a una hembra joven del año, que está buscando insectos en la corteza muerta de un fresno.
Los madroños, ocuparon La Península Ibérica cuando estaba poblada por las selvas tropicales. Se quedaron en las regiones y en los valles más templados y húmedos. Pero en los últimos quinientos años, la mano del hombre ha sido feroz con ellos. Como ejemplo más notable y afamado, tenemos el escudo de Madrid, representado por un oso y un madroño.
En la fotografía, vemos a un viejo y notable madroño entre los grandes pinos piñoneros del monte, localizado en el valle alto del Río Alberche. Madrid.
En el último siglo, los alcornocales (Quercus suber) han sufrido una regresión muy dura por la mano del hombre. Quemas, desmontes, sobreexplotación, infecciones... Y las sequías encadenadas de los últimos 25 años, están acabando con masas forestales enteras. En La Península Ibérica se localizan todavía manchas muy importantes y muy considerables. En la provincia de Cádiz, en El Parque Natural de Los Alcornocales y zonas limítrofes, se localizan las manchas de alcornoque más extensas de Europa.
Hoy, después de los huracanes que han pasado por nuestros montes mediterráneos, guiados por la mano del hombre, todavía podemos encontrar grandes alcornoques, ocupando un lugar entre las encinas, los quejigos y los enebros.
En la fotografía, vemos a un considerable ejemplar en El Monte de El Pardo. Madrid.
En la fotografía, vemos a un considerable ejemplar en El Monte de El Pardo. Madrid.
El jabalí es un habitante típico de este ecosistema. Parece ser, según la bibliografía histórica de los montes ibéricos, que esta especie siempre ha sido abundante en los montes mediterráneos, hasta que llegó su explotación forestal y ganadera. A partir de los años cuarenta del pasado siglo, con la proliferación de los grandes cotos y reservas de caza, el jabalí se fue recuperando, debido a la falta de enemigos naturales, hasta llegar a ser una especie que está arrasando muchos espacios naturales, debido a su abundancia.
En la imagen vemos a una jabalina, controlando las andanzas de sus pequeños rayones.
Dentro del monte mediterráneo que ocupa el alcornoque, habitan otras especies considerables e interesantes, muy poco conocidas, debido a su escasez, como consecuencia de la sobreexplotación que tuvieron en el pasado. Me refiero a especies como el aladierno o sanguino, madroño, labiérnago...
En la fotografía, vemos a un notable ejemplar de aladierno (Rhamnus alaternus) con aspecto de árbol. Localizado en una sierra baja del Sistema Central.
Los enebros de la miera, junto con las sabinas, son los árboles más austeros y mejor adaptados al clima continental. De extremos calores en verano, con escasas precipitaciones, y del frío y seco invierno. Son montes en transición. Cuando las situaciones son extremas y merman los quercus, estos se expanden; cuando vienen los periodos de templados de lluvias, los enebros mueren y avanzan los quercus. Consecuentemente, si varían las especies forestales, varían las especies faunísticas.
En la fotografía, vemos una mancha localizada en una sierra baja del Sistema Central, en la que son más abundantes los grandes enebros que las encinas.
Los enebros de la miera (Junniperus oxycedrus) debido a las resinas que producen y a la dureza de su madera, no son atacados por insectos perforadores. Por este motivo, eran muy cotizados los grandes troncos de los enebros centenarios, para la fabricación de vigas para la construcción, pues su madera no admite la carcoma y es imputrescible. Por esta gestión, es raro encontrar en los montes enebros de grandes dimensiones.
En la fotografía, vemos a un enebro de la miera centenario, con un perímetro en la base de su tronco de más de tres metros. Localizado en una sierra baja del Sistema Central.
El águila culebrera, es un habitante típico de los montes mediterráneos mixtos. Pasa el otoño y el invierno en África, y viene a Europa para criar, a lo largo de la primavera y el verano.
Debido a la persecución ilegal a la que están sometidas en muchos puntos de nuestra geografía, estas grandes águilas han aprendido a construir sus pequeños nidos, en las copas escondidas de los grandes enebros de la miera.
En la fotografía, vemos al macho de la pareja posado en la copa de un enebro, desde donde controla el nido, ocupado por su pareja.
Las cornicabras (Pistacia terebinthus) como otras especies mediterráneas forestales, hoy día sólo ocupan las sierras bajas. En los montes y dehesas llanas, practicamente han sido exterminadas por la nefasta gestión forestal.
En la fotografía, vemos a un sobresaliente ejemplar con forma de árbol, localizado en una sierra baja del Sistema Central.
Los bosques de galería de alisos (Alnus glutinosa) tienen un nicho muy definido en el panorama forestal. Sólo habitan en una zona muy definida del monte, justo en los límites de las orillas de los ríos y arroyos, por los que corre el agua durante todo el año. En los cursos estacionales no existen, y en las riberas bajas, donde abundan los sauces y los álamos, ocupan sólo ciertas orillas.
Es un árbol que no tolera las aguas muy contaminadas de los ríos. Por otra parte, fijan y crean el suelo donde no existe, ayudando a otras especies a establecerse.
Es un árbol que no tolera las aguas muy contaminadas de los ríos. Por otra parte, fijan y crean el suelo donde no existe, ayudando a otras especies a establecerse.
En la fotografía, vemos una aliseda madura cubriendo el tramo de un río, que transcurre por una sierra baja del Sistema Central.
El aliso es un árbol de crecimiento rápido, que raramente sobrepasa los doscientos años de edad, debido principalmente a las zonas donde habita. Son zonas muy influenciadas por las crecidas, muy agresivas con los árboles que empiezan a morirse.
En la fotografía, vemos a un aliso con más de seis metros de perímetro en la base de su tronco, acompañado por otros ejemplares y fresnos. Localizado en la orilla de un río que transcurre por una sierra baja del Sistema Central.
En estos cursos de aguas limpias, no suele faltar el mirlo acuático. Un pájaro que se ha especializado en la captura de insectos, que habitan debajo de las piedras que hay bajo las aguas.
En la fotografía, vemos a un mirlo acuático descansando en la piedra de un río.
En la tapia de piedra que hay junto al río, se localiza un monumental e impresionante ejemplar de sauce blanco (Salix alba) con más de diez metros de perímetro en la base de su tronco. Digo más de diez metros, porque fue imposible medirle con exactitud, debido a su tronco retorcido, la tapia y las rocas.
Debido a la situación geográfica en la que se sitúa La Península Ibérica, sus altitudes, latitudes y el clima, el ecosistema mediterráneo de encinas, es el que más se ha extendido por toda ella.
Pero los encinares que hoy conocemos, en nada se parecen a los originarios. Faltan muchas especies forestales, los han invadido otras, son monoespecíficos, y desgraciadamente, en muchas zonas de nuestra geografía están abocados a la extinción, porque las pocas encinas que quedan ya, no pueden crear un hábitat, un microclima, para que el bosque pueda regenerarse de forma natural... Gracias a la nefasta gestión que se ha hecho en ellos durante los últimos dos mil años.
Dicen, que El Valle de Alcudia tiene tantas fincas como días tiene el año. En una de ellas se localiza una encina muy célebre, muy conocida en el mundo ambiental.
En la primavera de 1994, fuimos a la provincia de Ciudad Real a visitar esta majestuosa encina, conocida con el nombre de La Encina de Las Mil Ovejas, pues bajo su enorme copa, podían sestear unas mil ovejas. Con una edad de unos 700 años y casi siete metros de perímetro en la base de su tronco, está considerada como una de las encinas más grandes del mundo.
En la primavera de 1994, fuimos a la provincia de Ciudad Real a visitar esta majestuosa encina, conocida con el nombre de La Encina de Las Mil Ovejas, pues bajo su enorme copa, podían sestear unas mil ovejas. Con una edad de unos 700 años y casi siete metros de perímetro en la base de su tronco, está considerada como una de las encinas más grandes del mundo.
El ciervo es el espíritu libre del bosque... Que habita en los encinares que todavía mantienen unas condiciones ambientales considerables.
Después de la guerra civil, las dos especies que se crían en La Península Ibérica, sólo habitan en las marisma de Guadalquivir y en ciertos montes de Sierra Morena, Sierras Extremeñas, Montes de Toledo y montes del centro de Madrid. De estos espacios forestales, han salido todos los ciervos para repoblar La Península.
Después de la guerra civil, las dos especies que se crían en La Península Ibérica, sólo habitan en las marisma de Guadalquivir y en ciertos montes de Sierra Morena, Sierras Extremeñas, Montes de Toledo y montes del centro de Madrid. De estos espacios forestales, han salido todos los ciervos para repoblar La Península.
Localizado en un claro del encinar, vemos a un ejemplar joven que te está guiñando un ojo. Madrid.
A partir de los años sesenta, muchos montes de encinas se dejaron de explotar. La ganadería, el carbón vegetal y las leñas, desaparecieron. En sólo dos décadas, estos montes se regeneraron y se llenaron de jaras de diversa especies.
En ciertas zonas, han prosperado jaras pringosas (Cistus ladanifer) de gran porte, como la que vemos en la fotografía, de más de cuatro metros de altura. Madrid.
En ciertas zonas, han prosperado jaras pringosas (Cistus ladanifer) de gran porte, como la que vemos en la fotografía, de más de cuatro metros de altura. Madrid.
Las riberas arboladas de los ríos, son los únicos bosques considerables con los que cuentan muchas zonas geográficas de nuestra península.
Por ellos pasa la vida, desde las altas montañas hasta la costa, y al revés. Son las venas forestales de La Península Ibérica; los caminos históricos por los que se comunican, emigran, colonizan, vuelven a ocupar... La mayoría de los organismos vivos con los que convivimos.
Por ellos pasa la vida, desde las altas montañas hasta la costa, y al revés. Son las venas forestales de La Península Ibérica; los caminos históricos por los que se comunican, emigran, colonizan, vuelven a ocupar... La mayoría de los organismos vivos con los que convivimos.
Localizado en la antigua terraza dejada por el Río Jarama, en su tramo medio, vemos a un monumental álamo negro (Populus nigra) con más de cinco metros de perímetro en la base de su tronco, de unos veinticinco metros de altura.
Las cigüeñas blancas siempre están presentes en las riberas arboladas de nuestros ríos. En los tramos que nunca han sido alteradas las masas forestales, llegan a formar colonias importantes, incluso con garzas de varias especies.
En la fotografía, vemos a una cigüeña blanca que se ha acercado a la orilla del río, para capturar cualquier animalillo que se cruce delante de su certero pico. Desde un ratón, un pez, un cangrejo o un insecto, todo le va bien.
Dentro de las riberas arboladas, el álamo blanco (Populus alba) forma pequeños bosquetes definidos, al margen de los chopos negros y otras especies.
En la fotografía, vemos un espectacular ejemplar con más de cinco metros de perímetro en la base de su tronco, y unos 25 metros de altura, localizado en la orilla del Río Lozoya.
En la fotografía, vemos un espectacular ejemplar con más de cinco metros de perímetro en la base de su tronco, y unos 25 metros de altura, localizado en la orilla del Río Lozoya.