google-site-verification=W4JiPUkp_G2kZZVS-o62liN40WEVgPWgCCloRv-xIdc la luz del monte: 2024

domingo, 14 de julio de 2024

POR QUÉ DESAPARECEN LOS VENCEJOS DE LOS PUEBLOS Y CIUDADES



En los últimos 24 años, las aves que viven en los medios urbanos están desapareciendo, como consecuencia de la manipulación encubierta del clima, que se está ejecutando con ingeniería climática.

Todos los años mueren más del 60% de los pollos que nacen. O no nacen, como consecuencia de las altas temperaturas. Se pierden muchas parejas, como consecuencia de los productos criminales patentados con los que fumigan los cielos, para destruir los frentes de nubes.

Vamos a ver a través de una serie de documentos que se van a comentar, como manipulan el clima y los medios que utilizan. Porqué hace tanto calor durante todos estos días. Las consecuencias criminales que tiene en las aves, que crían en las casas y en los edificios de pueblos y ciudades.





Los veranos mediterráneos ibéricos, no son como nos cuentan y nos quieren hacer creer, desde los diferentes medios de comunicación.

Los veranos mediterráneos regulares son calurosos durante el día, con temperaturas que van desde los 15ºC a los 32ºC, excepto ciertos días, que el termómetro puede llegar a marca los 34ºC o 38ºC. 

Cuando los termómetros suben por encima de estas temperaturas y se producen esas olas de calor puntuales, es porque están manipulando el clima con ingeniería climática.

Como consecuencia de esas temperaturas regulares, la evaporación que producen y la humedad ambiental que hay, lo normal es que se produzcan tormentas cada tres o cuatro día, que riegan, limpian el aire y refrescan el ambiente durante un día.

Pero estas tormentas no llegan a precipitar, pues las deshacen con ingeniería climática. Con fumigaciones aéreas y radares.

Estos periodos tormentosos son lógicos y naturales en todo el ecosistema mediterráneo, desde finales de junio hasta las primeras semanas de septiembre.

Lo que no es natural, son las continuas olas de calor, las sequías extremas encadenadas, un año con otro. Un verano que comienza en el mes de marzo y termina en noviembre, con el nombre de veroño.





Las cartas meteorológicas de todas las zonas de España, desde mediados del siglo XIX hasta la década de los años 70 del siglo pasado, muestran numerosos datos concluyentes, irrefutables.

                     JULIO                       AGOSTO

  1961     Día 9     36.5ºC            Día 27    36.6ºC

  1962     Día 31   36.6ºC            Día 28    38.0ºC

  1963     Día 25   35.7ºC            Día 24    35.6ºC

  1964     Día 18   36.7ºC            Día 4      36.8ºC

  1965     Día 30   35.8ºC            Día 5      39.2ºC

  1966     Día 12   40.6ºC            Día 12    38.6ºC

  1967     Día 20   39.8ºC            Día 20    36.2ºC

  1968     Día 27   38.0ºC            Día 22    36.0ºC

  1969     Día 21   39.0ºC            Día 7      37.4ºC

  1970     Día 6     38.4ºC            Día 12    35.7ºC

Temperaturas máximas absolutas registradas en La Estación Meteorológica del Aeropuerto de Barajas, durante la década de 1960.

En las últimas dos décadas y lo que llevamos de esta, las máximas absolutas tomadas en San Sebastián de los Reyes, a cuatro kilómetros del aeropuerto, han ido de los 38ºC a los 52ºC durante todos los días de julio y agosto, excepto los días que se ha producido una tormenta y ha precipitado algo de lluvia.

















Las fotografías tomadas por el satélite meteorológico durante los días uno y trece son concluyentes.

No hay que ser muy listo para entenderlas. Observando las imágenes, vemos como están alterando el clima con ingeniería climática todos los días.

En todas las fotografías vemos como van llegando los frentes de nubes desde el Atlántico hasta La Península Ibérica.

Observamos como las nubes no consiguen entrar, se desintegran, como consecuencia de los radares, las antenas, los aviones o drones que las fumigan con productos criminales patentados.

El mismo frente de nubes de cada imagen, entra en Las Islas Británicas y el centro de Europa, y sigue. Produciendo lluvias y regulando las temperaturas. Si hay nubes, las temperaturas se templan.

Después de ver y observar las imágenes, si todavía hay alguien que se cree lo del anticiclón de Las Azores, es imbécil perdido. Dejan muy claro porqué en España no ha llovido durante el mes de julio.






En las imágenes vemos como están los cielos de Madrid, Alcobendas y San Sebastián de los Reyes, completamente fumigados por aviones o drones, con productos criminales patentados, que destruyen los frentes de nubes, las tormentas y alteran el clima.

Estos aviones o drones con los que fumigan todos los días los cielos de España, vuelan sin matrícula ni transpondedor, para que no se los pueda localizar. La Ley de Navegación Aérea, prohíbe el vuelo de aviones y drones sobre las poblaciones.






Los restos de nubes que vemos, con estas formas tan curiosas, no son naturales. Son el resultado de la destrucción criminal con radares, del frente de nubes que ha llegado al centro de España. Por ley natural tenían que haber dejado las deseadas lluvias.





Termómetro colocado en la terraza de una vivienda localizada en San Sebastián de los Reyes. 14 de junio de 2022.



Termómetro en el interior de una vivienda localizada en San Sebastián de los Reyes. 14 de junio de 2022.

Las fotos de los termómetros son concluyentes, irrefutables. Los datos son los que muestran.

Estas temperaturas criminales tan altas, que estamos sufriendo y soportando, se suceden día tras día, durante los periodos que ejecutan con ingeniería climática en toda La Península Ibérica.

Las tierras de diatomeas, los carbonos, los metales y los sulfuros con los que fumigan los cielos de España y Portugal, aparte de ser criminales para la salud de las personas y todos los seres vivos, son microespejos en tres dimensiones, que reflejan las radiaciones solares y no las dejan salir, al crear una burbuja. Con la ingeniería climática han creado en los ochenta el afamado efecto invernadero y el anticiclón de Las Azores.

Los escasos días del año que no fumigan los cielos, el sol no quema y el ambiente es más fresco, pues las radiaciones y es calor se escapan a la atmósfera.





A las tres de la tarde, en el centro de España, los tejados marcan entre 40ºC, 45ºC y 52ºC. Con estas temperaturas, sin una nube, porque las ha borrado la ingeniería climática, es imposible que eclosione un huevo de gorrión, de golondrina, de vencejo, de cernícalo primilla o de estornino.

Con estas temperaturas, si ya han nacido los pollos, mueren en el horno en el que se convierte el nido. Asados de calor y deshidratados.

Es tan criminal el calor que hace durante el mes de julio, desde las 13 horas hasta las 20 horas, que los vencejos no aparecen por las zonas donde crían hasta las 21 horas, cuando el sol está muy bajo y la temperatura está por debajo de los 30ºC.





Con estas temperaturas criminales, los pollos se lanzan del nido si ya tienen cierta edad.

Como no se ha visto nunca en verano, estamos observando en los últimos 24 años un genocidio de aves urbanas, que mueren durante las primeras semanas de su vida al tirarse del nido e impactar en las aceras.

Todos los años mueren en España unas tres mil personas, como consecuencia de las olas de calor que ejecutan con ingeniería climática.





Todavía no hemos visto a una organización ecologista nacional o internacional, que haya denunciado la ejecución criminal encubierta de la ingeniería climática en España, o haya iniciado acciones legales contra este genocidio que se está ejecutando, de aves y de personas.

Los vencejos, las golondrinas, los gorriones, los cernícalos primillas, están desapareciendo de las ciudades y los pueblos debido a las altas temperaturas extremas, por encima de los cuarenta grados, que extermina a los insectos con los que se alimentan. Porque no pueden incubar sus huevos con estas temperaturas, ni criar sus pollos, porque se mueren de calor, deshidratados, o se tiran del nido y mueren en las aceras.





Los vencejos comunes, las golondrinas comunes y los gorriones comunes, no han desaparecido de los medios urbanos porque ya no encuentran alimento y lugares para criar. Han desaparecido como consecuencia de la alteración del clima con ingeniería climática.

Una ingeniería criminal que altera y manipula el clima, que destruye los frentes de nubes y las tormentas para que no precipiten. Creando olas de calor que elevan las temperaturas durante días, por encima de los 40ºC en el exterior y los 30ºC en el interior de las viviendas.

Estamos a 14 de julio. Si siguen provocando esta criminal sequía, con olas de calor que deshidratan los montes, pronto se podrá en marcha la otra empresa que gestionan de forma criminal encubierta, los incendios forestales intencionados y manipulados.


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domingo, 7 de julio de 2024

LOS MONTES DE LOZOYA

 

El municipio de Lozoya se localiza en la cuenca alta del Río Lozoya. Tiene una situación geográfica ambiental muy considerable, pues mantiene en su término el único sabinar albar importante de toda la provincia de Madrid.

Cuenta con importantes manchas de robles, en las que habitan otras especies forestales atlánticas. Extensas manchas de pinos silvestres, que se extiende por las altas montañas, hasta las pequeñas manchas de Pinilla, Alameda, Oteruelo y Rascafría, por Madrid, y hasta los pinares de Navafría por el puerto.

Hoy, comenzando el mes julio, nos vamos a meter por esos montes de robles y de pinos silvestres, que habitan en la ladera de la montaña que sube desde el río hasta el Puerto de Navafría, y vamos a ver como son algunos de sus habitantes.

Cuando despunta el día por la ladera del valle, en los arroyos y en los manantiales de aguas puras, beben y se arreglan las plumas multitud de pájaros.

En la orilla del arroyo vemos a un colirrojo real, dándose un buen baño para afrontar el día.




Los montes de robles se muestran con todo su esplendor. Cubiertos totalmente de hojas nuevas. Los pastos se mantienen verdes por las últimas lluvias. Los arbustos floreciendo o con pequeñas bayas verdes. Los cerezos cargados de frutos. Los robles, los servales, los mostajos, cargados de frutos que van a ir madurando durante el verano, para proporcionar en otoño abundante alimento a la fauna y a la ganadería.




Los trepadores azules, los que han conseguido criar esta primavera, van en familia por su territorio en busca de insectos, semillas y frutos maduros. Unos registran las cortezas de los árboles, otros el suelo y otros los musgos de las rocas.




En las zonas bajas de los pequeños valles que marcan los arroyos, donde los suelos son profundos, húmedos y fértiles, los helechos comunes se han desarrollado más y mejor.




En estos ambientes no faltan los pájaros carpinteros. Un pico picapinos macho, con la nuca roja, va registrando, descortezando y taladrando con su pico de acero, las ramas medio secas de un sauce de montaña. En ellas encuentra insectos de todo tipo.

Los pájaros carpinteros son bioindicadores de la calidad ambiental de las masas forestales. Cuantas más especies habitan en un monte, más referencias tenemos de que nos encontramos en un monte maduro de grandes árboles y arbustos variados, donde la huella negativa del hombre no se deja notar.




Las vistas comienzan a hacerse interesantes a media ladera. Vemos la confluencia de los ecosistemas de montaña. El atlántico de robles con otras especies caducifolias, y el boreal de alta montaña de pinos silvestres, con rodales de abedules y álamos temblones.




Los pequeños papamoscas grises están terminando de sacar la segunda nidada. Alimentan a los pollos con todo tipo de insectos voladores, principalmente con las cansinas moscas y mosquitos que habitan en los montes.




Según vamos ganando altura, siguiendo el curso de uno de los arroyos, los grandes pinos silvestres van apareciendo entre los jóvenes robles melojos y albares.




En el manantial que drena en la ladera, observamos a un pinzón común bebiendo. De vez en cuando se detiene un instante... Se mira en el espejo del agua.



En varias zonas del monte se ven las huellas de lo que fue, supuestamente, una empresa próspera durante varios siglos, que han dejado hipotecado el futuro de estos montes para un largo periodo de tiempo, como consecuencia de su gestión negativa.

En la imagen vemos una plaza construida y nivelada con una pequeña pared de piedra. En estas plazas se montaban las carboneras, donde se elaboraba el carbón vegetal con los robles que se cortaban a hecho y a matarrasa, cada veinte o treinta años, desde el siglo XV al XX.




Al remanso del arroyo acuden varios pájaros a beber. Vemos pinzones comunes, herrerillos comunes y capuchinos, un petirrojo, mitos, carboneros comunes y una hembra de mirlo común.




El ambiente que crean los grandes helechos comunes bajo los robles es espectacular. Es fresco, es vivo, es auténtico. Sólo se da aquí, en los montes atlánticos y boreales de montaña.




Los ciervos volantes ya van saliendo de su largo periodo de maduración, que los ha mantenido en el interior de un tronco carcomido o las raíces muertas de un roble, durante cinco o siete años.

Ahora, desde la caída de la tarde y hasta la mañana del día siguiente, vuelan por el robledal en busca de hembras con las que procrear, pues el ciclo de la vida no puede detenerse.




Las mugas son los límites naturales indeterminados de dos montes variados o de dos ecosistemas.

En la imagen vemos como los grandes pinos silvestres se van haciendo más comunes en el robledal con la altura. En estas zonas, hace tan sólo un siglo y medio, había una población de hayas dispersas considerable.




En estos ambientes naturales, por el clima, por la variada vegetación, la abundancia de insectos, abundan o habitan ciertas especies de nuestra fauna.

El agateador común, habitante típico de los montes atlánticos, es más común donde los grandes árboles son variados, debido a sus hábitos de alimentación y a los lugares que elige para la construcción de sus nidos.




En las orillas de los arroyos o donde afloran los manantiales durante todo el año, se desarrollan grandes helechos de elegantes hojas, que se mantienen verdes durante todo el verano, hasta el comienzo del otoño.




Las zonas donde el aire o la nieve han abatido un árbol, creando un pequeño claro, las herbáceas se desarrollan y florecen. Atraen a las elegantes mariposas de la zona.




Sobre la cota de los 1600 metros de altitud, la panorámica que ofrece la ladera, es la de un extenso pinar boreal de pinos silvestres. Donde no faltan algunas especies atlánticas dispersas y pequeños rodales de abedules y álamos temblones.




En estas zonas todavía podemos encontrar al pequeño carbonero garrapinos, terminando de criar su segunda nidada. Es una especie típica de estos espacios forestales, que ha evolucionado con ellos en los últimos tres millones de años.




Los arroyos son los principales bioindicadores del clima del valle. Si han alterado el clima con ingeniería climática durante todo el año, apenas bajarán con agua al final de la primavera, como vemos en la imagen, pues en las cumbres hace un mes que no hay nieve. Posiblemente, si no caen las regulares tormentas de verano, sólo correrán por tramos hasta las lluvias del otoño.




Sobre las peñas por las que cae el arroyo, vemos a una lavandera cascadeña con el pico lleno de insectos. En uno de sus abrigos inaccesible tiene el nido, ocupado por cuatro pollos ya casi emplumados. En unos días, antes de saber volar, saltarán del nido y seguirán a los padres por el arroyo.




La situación ambiental que presentan hoy día estos montes de robles y de pinos silvestres, son el resultado de la gestión que han tenido durante los últimos cuatro siglos. Más acertada o menos acertada, como consecuencia de la demanda de la población y de las guerras que ha soportado España.

Afortunadamente para la población y el medio natural, los conflictos bélicos acabaron en 1939, y las gestiones inadecuadas, como las talas a matarrasa de cuarteles enteros de robles o las talas abusivas de pinos, dejaron de hacerse en la década de los setenta, como consecuencia de la entrada en los hogares del gas butano y de las vigas de acero y de hormigón armado en la construcción.




Los papamoscas cerrojillos, después de haber realizado la única cría que hacen, de cuatro o seis pollos, comienzan la muda de sus plumas. Van a pasar la mitad del verano en estos ambientes forestales, eliminando millones de moscas y otros insectos voladores. Alegrando con su presencia y su forma notoria de comportarse, la vida de los montes.




Sobre la cota de los 1700 metros de altitud, ya cerca del Puerto de Navafría, los árboles que predominan son los pinos silvestres. En los arroyos y en las zonas donde medran los manantiales, son comunes los sauces de montaña, los abedules y los álamos temblones. Encontrándose algunos tejos centenarios.




En el arroyo, donde la vida siempre late, sobre las finas ramas de un sauce de montaña, transita una familia de herrerillos capuchinos. Mientras unos bajan al arroyo a beber y bañarse, otros descansan y observan el ambiente.


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