lunes, 10 de noviembre de 2014

EL OTOÑO EN LOS PINARES SILVESTRES DEL ALTO LOZOYA.

Estamos a primeros de noviembre. El otoño no ha traído las lluvias regulares esperadas y ya ha helado algo. Todas estas circunstancias se manifiestan en los árboles caducifolios que habitan entre los grandes pinos silvestres.

Hoy vamos a dar un paseo por una zona. Veremos como va el otoño en este bosque boreal del Sistema Central.




El día llega nuboso, con una niebla que se difumina entre los grandes pinos, los robles y los abedules.




Un grupo variado de pequeños pájaros del bosque pasa cerca. Van registrando todo, desde el suelo hasta las ramas altas de los árboles. Ni pequeños frutos, semillas o insectos, se les escapan. El herrerillo capuchino se detiene unos instantes en el arroyo para beber.




En esta zona del valle el río viene muy encajado. Su aguas cristalinas se abre paso entre grandes rocas, donde los grandes árboles boreales y caducifolios forman el hábitat.




La lavandera cascadeña es un bioindicador de los cursos fluviales de aguas limpias poco alterados. Donde habitan estos pájaros de ríos y arroyos, las aguas son potables.




La magia de los helechos que cubren el suelo de muchas zonas del monte, se representa en sus formas y tonos.




En la orilla observamos a un petirrojo. Se dedica a buscar pequeños insectos entre la hojarasca y las rocas... Después desaparece entre las ramas bajas de un acebo.




Nos internamos en el pinar... La tranquilidad y el silencio sólo lo rompen el canto de algunos pájaros y el sonido de las aguas del río.




Musgos y líquenes de diferentes especies cubren y camuflan el tocón de un roble. Las hojas de abedules, pinos y robles, colaboran en ello.




El trepador azul se mueve en los mismos ambientes forestales que el pequeño agateador común, pero los dos explotan un nicho ecológico diferente. No compiten en la alimentación.





La variedad de suelos, tocones, árboles muertos o caídos, proporcionan a las variadas especies de setas el sustrato que necesitan para desarrollarse.  




Pasamos ahora junto a un abedul de considerable porte. Uno de los pocos que hay en la zona. En el pasado, los grandes abedules se cortaban para la producción de papel del Monasterio de El Paular.




El agateador común es ese pajarillo que va recorriendo los troncos de los árboles del monte, registrando sus cortezas para localizar y capturar con largo y fino pico, a los pequeños insectos y sus larvas.




Los contrastes de luces y colores que ponen los árboles caducifolios en el pinar, son muy significativos e interesantes. Es un espectáculo natural, mágico, que sólo dura unos diez días si el año viene regular.




Es una época de paso para muchas especies de aves que vienen desde el Norte de Europa a La Península Ibérica a invernar. La paloma torcaz hace un alto en su viaje para beber. Después seguirá su vuelo hasta los encinares del centro o del sur.




Los abundantes musgos y líquenes de diversas especies, pueblan los troncos y las ramas de los variados árboles. Nos dicen que estamos en una zona umbría y húmeda, donde las precipitaciones son copiosas.




El pinzón común es uno de los pájaros cantores que pasa aquí la mayor parte del año. Sólo se va cuando las grandes nevadas lo ocultan todo durante días.




Bajo los grandes pinos silvestres, abedules y robles albares, se desarrolla un sotobosque muy considerable de acebos.




Las espesas copas de los pinos apenas dejan pasar los rayos del sol. Un carbonero común, uno de los pájaros más comunes durante todo el año, se acerca a un arroyo para beber y capturar insectos.




En las zonas donde el hombre no ha gestionado en exceso, el equilibrio natural se mantiene. Es posible ver los variados árboles naturales de cada zona, de cada rincón, y la influencia que manifiestan.




En otra época, cuando estas masas forestales mantenían su estado natural, con todas las manchas variadas en especies forestales y todos sus sustratos ecológicos, donde eran comunes los grandes árboles centenarios, con varios metros de perímetro en sus troncos con abundantes agujeros naturales; donde eran comunes los grandes árboles muertos por la edad o por el rayo, habitaban aquí los grandes pitos negros, los picos dorsiblancos y medianos.

En nuestros días podemos encontrar, sin ser abundantes, al pito real, al pico menor, al torcecuello y al pico picapinos. Los otros ya han desaparecido, como consecuencia de la alteración del hábitat y del clima con ingeniería climática.




A última hora de la tarde el cielo se termina de cerrar. Empiezan a caer pequeñas gotas... Aprovecho para hacer la última panorámica del otoño en la zona, donde todavía es posible ver los restos de la calzada romana que unía Buitrago del Lozoya y Segovia, por el Puerto de los Cotos

Por ella nos vamos, pensando que muy pronto el frío y las nieves del invierno se instalarán aquí, y todo lo que hemos visto será un recuerdo.

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jueves, 6 de noviembre de 2014

EL HAYA GRANDE DEL VALLE ALTO DEL JARAMA.

En la cabecera del valle alto del Río Jarama, entre las provincias de Madrid y Guadalajara, se localizan pequeñas manchas de hayas integradas entre robles melojos y albares, donde no faltan robles comunes, cerezos y manzanos silvestres, serbales, mostajos, tejos, sauces de montaña, endrinos...

Hoy vamos a hacer un recorrido por una zona del monte, para ver a una de las hayas más grandes de Europa.




La extrema sequía que hemos soportado durante todo el verano y las escasas lluvias que están cayendo durante el otoño, se reflejan en las pocas aguas que corren por el Río Jarama. En sus orillas vemos tres hayas centenarias grandes.




Las chorreras y las orillas del río son frecuentadas por las lavanderas cascadeñas. Van registrando todo minuciosamente, en busca de insectos para alimentarse.




El suelo del monte está cubierto por las hojas de los diversos árboles y arbustos que le pueblan. Cada hoja tiene una forma y unos colores que identifican a las especies forestales.




Cerca escuchamos el picoteo de un pájaro carpintero. Con la ayuda del teleobjetivo localizamos al pico picapinos. Está buscando insectos en la corteza de un sauce de montaña.




Las regulares lluvias y las temperaturas templadas, favorecen el crecimiento de setas por todo el monte. Desde el pie de un boleto comestible, vemos otra panorámica del bosque.




En un pequeño claro, donde medra la humedad y ya ha nacido el pasto, varios zorzales charlos capturan lombrices. Su alimento principal.




Por la ladera del monte corre una ligera neblina, debido a la humedad ambiental y a la transpiración de la vegetación. En el fondo del valle se escucha el murmullo del río. Las hayas y algunos robles pintan sus hojas de tonos variados. El cerezo silvestre destaca entre ellos.




En el cielo, limpio y claro, se recorta la silueta del águila real. Es el pollo del año anterior, que ha vuelto de visita al territorio paterno.




Ahora pasamos junto a un roble albar. Nos detenemos un rato y le observamos... Qué edad puede tener, con 6,70 metros de perímetro en la base de su tronco? Quinientos, seiscientos años? ¡Cuántas arrobas de leña le han sacado en los últimos tres siglos!




En esta época del año las ardillas rojas anda cogiendo bellotas, avellanas y hayucos, para guardarlos en ciertos huecos de los árboles que sólo ellas conocen. Así tendrá alimento durante el duro y largo invierno.




Los endrinos del río están muy cargados de frutos este año. Paramos un rato para hacerles unas fotografías y probar sus frutos ya maduros. Tienen un especial e inolvidable sabor que no desagrada.




Numerosos bandos de palomas torcaces, procedentes del centro, norte Europa y de Rusia, siguen pasando por los collados y los puertos de las montañas. Muchas paran durante días para descansar, beber y alimentarse con las abundantes bellotas y otros frutos que da el monte.




El otoño es una época mágica en los bosques caducifolios... Todos los días son importantes e interesantes. Con nubes, con lluvia, con niebla, con sol. Todos son diferentes y cuentan algo.




Mimetizado por el claroscuro del monte, entre los árboles y arbustos nos observa el joven corzo de dos años. En unos días tirará las cuernas, pues estamos en fechas, y comenzarán a desarrollarse las nuevas que lucirá al comienzo de la primavera.




Al medio día pasamos por una zona de grandes hayas y robles albares. Aquí el sotobosque apenas existe. Algunos árboles jóvenes, acebos, algún cerezo silvestre o mostajo.




Los herrerillos comunes, como el de la fotografía, y el carbonero común, eran pájaros muy abundantes en los montes caducifolios de las montañas ibéricas hace sólo treinta años, pues disponían de numerosos recursos naturales, para sacar durante la primavera y el verano tres nidadas, de 7 a 12 pollos cada una.

En nuestros días, como consecuencia de la manipulación encubierta del clima, que se está ejecutando en España con ingeniería climática, dirigida y ejecutada por el gobierno, estos pájaros apenas hacen una cría al año, y no terminan de criarse todos los pollos, debido a la falta de alimento y a los cambios repentinos del tiempo que producen con la ingeniería climática.




En el interior de un corro de hayas jóvenes, encontramos el enorme tocón de lo que fue una gran haya, que acabó sus días por muerte natural. Sus restos están por la zona. Ahora, con otra estética, proporcionan alimento a los pájaros de la madera, los insectos, las setas... Y fertilizan el suelo.




A lo largo de la mañana observamos grupos familiares de trepadores azules. Sus reclamos y sus nerviosos movimientos les delatan. Van registrando los troncos, las ramas de los robles y las hayas, el suelo, en busca de insectos y frutos del bosque.




Metida en un pequeño valle de la ladera, próxima a un arroyo, la vuelvo a encontrar después de unos años. Está rodeada de hayas jóvenes y de acebos, que la ocultan y la "protegen" con sus ramas.

Tiene un perímetro de 9,60 metros en la base de su tronco, y una altura de unos treinta metros. Su edad ronda los trescientos años. No se conoce por la zona otra haya de iguales dimensiones. Es la Reina del valle alto del Río Jarama.

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lunes, 3 de noviembre de 2014

LA RONCA DEL GAMO.


Entrado el otoño, en los montes mediterráneos del centro de la Península Ibérica, se inicia otro acontecimiento natural interesante, que se conoce con el nombre popular de "la ronca", debido al ronco berrido que lanzan los gamos machos en celo.




El gamo, aunque es un herbívoro que prefiere de los montes claros, también tiene querencia por las manchas densas de vegetación, donde se alimenta y se defiende de los peligros y de las inclemencias meteorológicas.




Un grupo de machos de distintas edades y algunas hembras, pastan entre las grandes encinas del monte.




La luz clara de la mañana se mete entre los grandes alcornoques. La tormenta que descargó hace tres días, ha despertado los verdes que andaban dormidos durante el verano.




Un hermoso gamo termina de limpiar sus cuernas con la rama caída de un chopo. Tienen que estar preparadas para los combates que van a tener lugar en los días venideros.




Las grandes manchas de monte mediterráneo dedicadas desde tiempo inmemorial para la caza, son el hábitat natural de los gamos históricos de la Península Ibérica. De estos montes han salido los ejemplares para repoblar las fincas de caza.




Bajo la sombra de una encina, el gamo no deja de observarme...




Las ásperas y amargas bellotas del alcornoque, pronto estarán maduras y caerán. Otro alimento importante para los habitantes del monte.




Sorprendida, la elegante hembra del gamo se queda mirándome durante unos segundos... Después desaparece entre las encinas y los alcornoques.




Otro día, la mañana llega con niebla al monte. La humedad se deja sentir en el ambiente y en el rocío de la hierba, que todo lo empapa.




En el fondo del pequeño valle, donde a estas horas apenas entra la luz, me encuentro con buen ejemplar que viene pastando con las hembras.




Las grandes manchas de pino piñonero vuelven a latir con las lluvias del otoño. En sus copas se mecen las grandes piñas y en el suelo crece el fino pasto, el principal alimento de los fitófagos del monte.




Han estado pastando en el claro del monte. Ahora, a media mañana, se han bajado a la vega del arroyo para pastar y descansar...




Las lluvias regulares del otoño y las temperaturas templadas, enciende los colores de los chopos negros del río.




La luz rasante de la tarde, nos muestra una agradable visión de un tramo del río. Entre los grandes chopos y fresnos, un gamo ronca entre las hembras que le acompañan.




Otro día, amanece con los cielos cubiertos de nubes. Hoy el sol va a tardar en salir... El ambiente es fresco y húmedo. Por el aire corre un intenso aroma a jara.




Las hembras son las que marcan el ciclo de la ronca. Según las va viniendo el celo, y van siendo cubiertas por uno o varios machos, va transcurriendo el ciclo, que acabará conforme venga el otoño y el número de hembras que habite en el monte.




En estas grandes manchas forestales de monte mediterráneo, conviven con el gamo especies muy interesantes y únicas en el mundo, como el ciervo, el gato montés, el águila imperial ibérica, el buitre negro...




Las intensas peleas que hacen para conseguir los favores de las hembras, tienen sus consecuencias en las cuernas de los grandes gamos. Si observamos la pala derecha de este ejemplar, veremos que le falta un trozo, que ha perdido en un intenso combate.