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martes, 30 de diciembre de 2014

EL PENÚLTIMO DÍA DEL AÑO.


Se acaba un año cargado de muchas historias... Empieza otro lleno de guiones por escribir y muchas ilusiones... En el monte todos sus habitantes ya han comenzado a vivir el año venidero, pues aquí la vida no se detiene un instante...




El día llega con el cielo cubierto por algunas nubes. Los fresnos, arces y sauces del arroyo ya se han desprendido de las hojas. El arroyo vuelve a correr por las continuas lluvias caídas a lo largo del otoño. El suelo está cubierto por una alfombra de pasto verde y de hojas.




En una zona donde crecen grandes fresnos y algunos olmos, observo a un grupo de grajillas. Van registrando el suelo del monte, buscando entre las hojas semillas y pequeños insectos.




Es un valle muy pronunciado, cubierto por una espesa vegetación mediterránea de encinas, quejigos, cornicabras, sanguinos y enebros, principalmente. En el fondo, más umbrío y fresco, crecen fresnos y arces menores...




Las abundantes precipitaciones y la humedad ambiental, han devuelto a la vida muchas especies vegetales, como los musgos, líquenes, pequeños helechos... En la fotografía vemos las verdes hojas del ombligo de venus, una planta medicinal que crece en las rocas.




Los rayos del sol se cuelan entre las nubes y entran hasta el fondo del valle, creando un claroscuro muy agradable.




En un quejigo grande, localizado a media ladera, veo posado en una de sus grandes ramas al búho real...




Es un individuo de la pareja que tiene el territorio en el valle. Por estas fechas están de bodas... Si todo transcurre con normalidad, sobre la primera quincena de enero, la hembra estará echada sobre los huevos.




El ambiente de la pequeña ribera que acompaña al arroyo parece vacío, triste y sin vida...




Un bando de pájaros, compuesto por mitos, agateadores, reyezuelos, herrerillos comunes y carboneros, pasa arroyo abajo registrando las ramas de los árboles y el suelo del monte, buscando insectos y semillas. En la imagen vemos a un carbonero común, que está registrando el tronco hueco de un fresno.




Las lluvias del otoño y del invierno, van a mantener con agua las numerosas pozas del arroyo, donde los anfibios y reptiles acuáticos del monte, van a poder vivir y reproducirse durante la primavera y parte del verano.




Donde el suelo es fértil y profundo, los jabalíes hunden su hocico y "le aran", buscando insectos, bulbos, trufas...




Cerca del arroyo me sale al paso un elegante ciervo, que desaparece en una rápida carrera entre las encinas y los enebros. En esta época del año es muy difícil verlos.




En esta zona, poblada por grandes encinas, enebros y quejigos, apenas hay arbustos, pues los abundantes ciervos los han eliminado.




Sobre una roca, observo las inmediaciones del arroyo y el monte... Al rato de estar allí, quieto y callado, parece que la viva vuelve al monte. Veo pequeños pájaros, rabilargos, algún arrendajo. Un milano real sobrevolando el cielo. El paso fujaz de un azor. El tamborileo del pico picapinos...




Al otro lado del arroyo, medio oculto por una enorme roca de gneis, veo la cabeza de un elegante zorro. El ruido del arroyo no ha delatado mi presencia. No se ha dado cuenta de que le están observando y fotografiando.




En una ladera orientada al sur, veo los restos de una casa muy antigua, que posiblemente perteneció a uno de los vaqueros de la zona. Las cuatro paredes apenas se tienen de pie y el techo de tejas ya se ha hundido. Otro edificio rural típico que desaparece para siempre.




En la otra ladera del valle, donde los enebros son más abundantes, el sol de la tarde alumbra todos sus rincones... Durante todo el día, apenas he visto dos conejos de monte. Este importante y simpático ser vivo, no termina de recuperarse de las enfermedades transmitidas por el hombre y la caza excesiva. En esta zona se mataban anualmente unos treinta mil ejemplares.




Un elegante macho de corzo, con la cornamenta casi echada y recubierta de terciopelo, rompe en una rápida carrera, dando grandes berridos entre las encinas y enebros del monte...




Vuelvo al fondo del valle, junto al arroyo, para ver unas rocas donde vive una familia de ginetas. Nunca las he visto en la zona, pero sus rastros delatan su presencia.




En la parte alta de la roca tienen una inconfundible letrina, donde la pareja deposita sus excrementos. Gracias a estos rastos podemos saber si las ginetas siguen en la zona.




El sol ya se ha metido detrás de la ladera. Me encuentro en la zona media de un cortado de caliza, donde los ganaderos antiguos guardaban sus rebaños de cabras por la noche, para que no las mataran los lobos. Mucho antes, hace unos diez o quince mil años, algunos de los primeros habitantes de Madrid vivieron aquí.
El día está a punto de acabarse, para dar paso a la noche. Sentado en una roca...




Observo el monte... A lo lejos se escucha la voz del búho real. Llama a la hembra para renovar los lazos que les han unido de por vida. Si está viva y contesta, el ciclo de los búhos reales volverá a repetirse otro año.
Mañana es San Silvestre, el último día del año. Lo que no hayamos hecho este año, lo podremos hacer en el que viene, si  nos lo proponemos y le echamos ganas.
Feliz Año Nuevo...