Cada estación proporciona al monte una serie de condiciones ambientales, para que las especies puedan habitar las diferentes zonas geográficas.
Cuando llega el invierno, la mayoría de los pájaros que han criado en los montes mediterráneos localizados en las montañas, ya se han marchado a sus cuarteles de invierno. En estas zonas altas, batidas por los vientos y la nieve, pasan la mayor parte del invierno las cabras monteses ibéricas. Aquí no hay hielo, los vientos y las nieves castigan menos, las temperaturas son más agradables que en las cumbres.
Las zonas del monte, donde la humedad y el frescor atraen a la fauna en primavera y verano, ahora, con las abundantes precipitaciones, acompañadas de bajas temperaturas, se quedan vacías de vida. En estas manchas solitarias invernan las chochas perdices. Aquí encuentran su alimento principal, las abundantes lombrices, y pasan desapercibidas entre las hojarascas y las matas.
Hay una especie, que debido a sus hábitos y las horas que tiene de actividad en el monte, pasa desapercibida. Es más fácil de detectar por los rastros que deja, que ver. Es tal la confianza que tiene en sus hábitos discretos, que muchas le han perdido el miedo al ser humano, y durante una época del año conviven con él.
Entre mediados de noviembre y abril, muchas garduñas dejan sus guaridas en el monte y se van a vivir a casas habitadas por guardas, abandonadas o de pueblos, cuadras y graneros. En estas construcciones pasan el invierno y traen al mundo una nueva generación. Alimentándose con los roedores que viven con el hombre, o a sus expensas, saqueando los gallineros. Cuando la primavera se empieza a sentir en el monte y la vida se hace más agradable, vuelven a él.
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