A finales de noviembre el invierno ya se ha instalado en las sierras bajas y en las laderas de las montañas pobladas por el monte mediterráneo. La mayoría de los árboles caducifolios que pueblan este ecosistema se han desprendido de sus hojas.
El clima va a ser el factor determinante para las estaciones venideras. Dependiendo de las lluvias o de las nieves que caigan, los acuíferos se van a recargar y van a descargar en las fuentes y en los arroyos que corren por las laderas y el fondo de los valles.
Las escarchas pintan de plata muchos amaneceres. Las nevadas regulares transforman los paisajes de los montes durante días. Los trasladan a otras épocas.
La fauna, dependiendo de como haya sido de abundante el otoño en frutos, aguanta en sus territorios durante la estación, excepto cuando las frías ventiscas azotan las laderas de los valles. Los pequeños mamíferos resisten en sus madrigueras.
Las aves y los mamíferos está capacitada para buscar la comida. Unos recurren a los frutos que han guardado o enterrado en otoño. Los hábiles, encuentran a alguien despistado cuando cae el día. Otros, tienen que desplazarse a las zonas donde el suelo está libre de nieve.
El invierno, después de sus frías noches y pintados amaneceres, también tiene sus días soleados agradables, donde la vida parece que su multiplica por los montes, pues en muchas zonas todavía quedan bellotas y pequeños frutos que no han quemado las heladas.
Mientras todo esto sucede, los árboles se van trasformando muy despacio. La vida sigue latiendo. En muchos puntos de nuestros montes siempre hay alguien que observa y vive la vida intensamente todos los días. Qué grandes cronistas serían si pudieran contar lo que sucede en la vida del monte.

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