domingo, 7 de julio de 2024

LOS MONTES DE LOZOYA

 

El municipio de Lozoya se localiza en la cuenca alta del Río Lozoya. Tiene una situación geográfica ambiental muy considerable, pues mantiene en su término el único sabinar albar importante de toda la provincia de Madrid.

Cuenta con importantes manchas de robles, en las que habitan otras especies forestales atlánticas. Extensas manchas de pinos silvestres, que se extiende por las altas montañas, hasta las pequeñas manchas de Pinilla, Alameda, Oteruelo y Rascafría, por Madrid, y hasta los pinares de Navafría por el puerto.

Hoy, comenzando el mes julio, nos vamos a meter por esos montes de robles y de pinos silvestres, que habitan en la ladera de la montaña que sube desde el río hasta el Puerto de Navafría, y vamos a ver como son algunos de sus habitantes.

Cuando despunta el día por la ladera del valle, en los arroyos y en los manantiales de aguas puras, beben y se arreglan las plumas multitud de pájaros.

En la orilla del arroyo vemos a un colirrojo real, dándose un buen baño para afrontar el día.




Los montes de robles se muestran con todo su esplendor. Cubiertos totalmente de hojas nuevas. Los pastos se mantienen verdes por las últimas lluvias. Los arbustos floreciendo o con pequeñas bayas verdes. Los cerezos cargados de frutos. Los robles, los servales, los mostajos, cargados de frutos que van a ir madurando durante el verano, para proporcionar en otoño abundante alimento a la fauna y a la ganadería.




Los trepadores azules, los que han conseguido criar esta primavera, van en familia por su territorio en busca de insectos, semillas y frutos maduros. Unos registran las cortezas de los árboles, otros el suelo y otros los musgos de las rocas.




En las zonas bajas de los pequeños valles que marcan los arroyos, donde los suelos son profundos, húmedos y fértiles, los helechos comunes se han desarrollado más y mejor.




En estos ambientes no faltan los pájaros carpinteros. Un pico picapinos macho, con la nuca roja, va registrando, descortezando y taladrando con su pico de acero, las ramas medio secas de un sauce de montaña. En ellas encuentra insectos de todo tipo.

Los pájaros carpinteros son bioindicadores de la calidad ambiental de las masas forestales. Cuantas más especies habitan en un monte, más referencias tenemos de que nos encontramos en un monte maduro de grandes árboles y arbustos variados, donde la huella negativa del hombre no se deja notar.




Las vistas comienzan a hacerse interesantes a media ladera. Vemos la confluencia de los ecosistemas de montaña. El atlántico de robles con otras especies caducifolias, y el boreal de alta montaña de pinos silvestres, con rodales de abedules y álamos temblones.




Los pequeños papamoscas grises están terminando de sacar la segunda nidada. Alimentan a los pollos con todo tipo de insectos voladores, principalmente con las cansinas moscas y mosquitos que habitan en los montes.




Según vamos ganando altura, siguiendo el curso de uno de los arroyos, los grandes pinos silvestres van apareciendo entre los jóvenes robles melojos y albares.




En el manantial que drena en la ladera, observamos a un pinzón común bebiendo. De vez en cuando se detiene un instante... Se mira en el espejo del agua.



En varias zonas del monte se ven las huellas de lo que fue, supuestamente, una empresa próspera durante varios siglos, que han dejado hipotecado el futuro de estos montes para un largo periodo de tiempo, como consecuencia de su gestión negativa.

En la imagen vemos una plaza construida y nivelada con una pequeña pared de piedra. En estas plazas se montaban las carboneras, donde se elaboraba el carbón vegetal con los robles que se cortaban a hecho y a matarrasa, cada veinte o treinta años, desde el siglo XV al XX.




Al remanso del arroyo acuden varios pájaros a beber. Vemos pinzones comunes, herrerillos comunes y capuchinos, un petirrojo, mitos, carboneros comunes y una hembra de mirlo común.




El ambiente que crean los grandes helechos comunes bajo los robles es espectacular. Es fresco, es vivo, es auténtico. Sólo se da aquí, en los montes atlánticos y boreales de montaña.




Los ciervos volantes ya van saliendo de su largo periodo de maduración, que los ha mantenido en el interior de un tronco carcomido o las raíces muertas de un roble, durante cinco o siete años.

Ahora, desde la caída de la tarde y hasta la mañana del día siguiente, vuelan por el robledal en busca de hembras con las que procrear, pues el ciclo de la vida no puede detenerse.




Las mugas son los límites naturales indeterminados de dos montes variados o de dos ecosistemas.

En la imagen vemos como los grandes pinos silvestres se van haciendo más comunes en el robledal con la altura. En estas zonas, hace tan sólo un siglo y medio, había una población de hayas dispersas considerable.




En estos ambientes naturales, por el clima, por la variada vegetación, la abundancia de insectos, abundan o habitan ciertas especies de nuestra fauna.

El agateador común, habitante típico de los montes atlánticos, es más común donde los grandes árboles son variados, debido a sus hábitos de alimentación y a los lugares que elige para la construcción de sus nidos.




En las orillas de los arroyos o donde afloran los manantiales durante todo el año, se desarrollan grandes helechos de elegantes hojas, que se mantienen verdes durante todo el verano, hasta el comienzo del otoño.




Las zonas donde el aire o la nieve han abatido un árbol, creando un pequeño claro, las herbáceas se desarrollan y florecen. Atraen a las elegantes mariposas de la zona.




Sobre la cota de los 1600 metros de altitud, la panorámica que ofrece la ladera, es la de un extenso pinar boreal de pinos silvestres. Donde no faltan algunas especies atlánticas dispersas y pequeños rodales de abedules y álamos temblones.




En estas zonas todavía podemos encontrar al pequeño carbonero garrapinos, terminando de criar su segunda nidada. Es una especie típica de estos espacios forestales, que ha evolucionado con ellos en los últimos tres millones de años.




Los arroyos son los principales bioindicadores del clima del valle. Si han alterado el clima con ingeniería climática durante todo el año, apenas bajarán con agua al final de la primavera, como vemos en la imagen, pues en las cumbres hace un mes que no hay nieve. Posiblemente, si no caen las regulares tormentas de verano, sólo correrán por tramos hasta las lluvias del otoño.




Sobre las peñas por las que cae el arroyo, vemos a una lavandera cascadeña con el pico lleno de insectos. En uno de sus abrigos inaccesible tiene el nido, ocupado por cuatro pollos ya casi emplumados. En unos días, antes de saber volar, saltarán del nido y seguirán a los padres por el arroyo.




La situación ambiental que presentan hoy día estos montes de robles y de pinos silvestres, son el resultado de la gestión que han tenido durante los últimos cuatro siglos. Más acertada o menos acertada, como consecuencia de la demanda de la población y de las guerras que ha soportado España.

Afortunadamente para la población y el medio natural, los conflictos bélicos acabaron en 1939, y las gestiones inadecuadas, como las talas a matarrasa de cuarteles enteros de robles o las talas abusivas de pinos, dejaron de hacerse en la década de los setenta, como consecuencia de la entrada en los hogares del gas butano y de las vigas de acero y de hormigón armado en la construcción.




Los papamoscas cerrojillos, después de haber realizado la única cría que hacen, de cuatro o seis pollos, comienzan la muda de sus plumas. Van a pasar la mitad del verano en estos ambientes forestales, eliminando millones de moscas y otros insectos voladores. Alegrando con su presencia y su forma notoria de comportarse, la vida de los montes.




Sobre la cota de los 1700 metros de altitud, ya cerca del Puerto de Navafría, los árboles que predominan son los pinos silvestres. En los arroyos y en las zonas donde medran los manantiales, son comunes los sauces de montaña, los abedules y los álamos temblones. Encontrándose algunos tejos centenarios.




En el arroyo, donde la vida siempre late, sobre las finas ramas de un sauce de montaña, transita una familia de herrerillos capuchinos. Mientras unos bajan al arroyo a beber y bañarse, otros descansan y observan el ambiente.


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domingo, 30 de junio de 2024

EL MONASTERIO DE EL PAULAR. JUNIO DE 2024


En este ambiente natural del valle alto del Río Lozoya, en la frontera donde se funden dos ecosistemas, de robles y pinos albares, cerca del río se localiza El Monasterio de Santa María de El Paular.




Cerca de la orilla de un arroyo escucho los reclamos de una pareja de trepadores azules. Inmóvil, con un poco de paciencia, observo que hacen por la zona.




En la carretera que pasa por el monasterio hacia El Puerto de Los Cotos, se localizan enormes ejemplares de chopos negros cabeceros. Árboles muy longevos, que se podan sabiamente cada ciertos años.




Un pico picapinos va trepando por el tronco del álamo negro, con el pico lleno de insectos y de pelusa de chopo. Al llegar a la entrada del nido, le está esperando uno de los pollos. Saca la cabeza y recoge todo el alimento que le da el padre.




Las aguas cristalinas del río reflejan el agradable ambiente de las orillas. Ahora, los arroyos que bajan por las laderas de las montaña hasta las márgenes del río, se van a convertir el lugares muy frecuentados por la fauna.




Hace tres décadas, los barbos eran mucho más abundantes que ahora. Enormes ejemplares de cerca de un metro, subían por el río por cientos en esta época del año para desovar.




Los saúcos florecen sus blancos y elegantes ramos. Unas flores de agradable sabor, que tienen usos medicinales. En dos meses se transformarán en numerosos frutos negros.




Por la orilla llegamos hasta El Puente del Perdón, localizado en las inmediaciones del monasterio. Por el pasa el camino histórico que viene de Segovia, por el Puerto del Reventón, en dirección al Puerto de La Morcuera, Colmenar Viejo y Madrid.




En sus orillas no faltan las lavanderas cascadeñas, que andan constantemente capturando insectos para alimentar a sus pollos. Estos pájaros de los ríos y los arroyos de montaña, son importantes bioindicadores con el mirlo acuático y la trucha ibérica, de la calidad del agua que bebe Madrid.




El Puente del Perdón está aquí desde el siglo XVII. Es una importante obra civil de la época, que construyó el monasterio para tener comunicadas social y económicamente Segovia y Madrid.

Tiene historia y leyenda. Parece ser, que cuando conducían a los condenados hacia la casa de la horca, localizada unos dos kilómetros hacia el Puerto de Los Cotos, en el mismo puente los monjes intercedían y apelaban por los condenados. Si a alguno se le concedía el perdón, quedaba libre. Si no había una mínima probabilidad, que justificara los actos que le habían condenado, seguían hasta la horca.




En la entrada principal del puente, se localiza uno de los centros de interpretación de la naturaleza del Parque Nacional de La Sierra de Guadarrama.

Aquí es donde nos pueden informar y asesorar a lo largo del todo el año, sobre las zonas que podemos visitar, sobre los usos y la formas que debemos de tener en el medio natural del parque, para disfrutar sin molestar a la fauna y a las demás personas que vienen hasta aquí para evadirse de los ruidos, las molestias y el estrés acumulado durante la semana.




En estos ambientes un poco humanizados, habitan y crían algunas especies de pájaros, que se han acostumbrado a vivir con las personas que los respetan. Trepadores azules, agateadores comunes, carboneros comunes y garrapinos, herrerillos comunes y capuchinos, papamoscas cerrojillos y grises, colirrojos tizones...

En la imagen vemos a un papamoscas cerrojillo macho con insectos en el pico. Observa un instante el panorama... y se lanza tranquilo y confiado hacia el nido, localizado en el viejo nido de un pito real, donde le esperan cuatro o cinco pollos.




A mediados del siglo XIV, el Rey Enrique II de Castilla dicta una real cédula para la construcción de un monasterio cerca de la ermita de Santa María del Poblar, en el municipio de Rascafría. Una zona que el monarca frecuentaba, debido a su afición a la caza, donde la familia real tenia un pabellón de caza desde tiempos de Alfonso X.

El 29 de agosto de 1390, Juan I de Castilla, por disposición testamentaria de su padre Enrique II, dona a la orden cartujana, en la persona de su procurador Lope Martínez, monje de Scala Dei y natural de Segovia, el pabellón de caza y las casas del Poblar.

La Cartuja de Santa María está construida sobre un majadal que no pierde la humedad durante todo el año. Para su construcción se drenaron todos los alrededores de los recintos construidos.

Cuando llegan los primeros monjes desde la Cartuja de Scala Dei, localizada en el El Priorato, en la provincia de Tarragona, observan la zona donde se está construyendo el monasterio. Le dan el nombre final, Santa María de El Paular.

La palabra paular viene del catalán. Un paular es un majadal que se inunda con el deshielo de las nieves o las abundantes lluvias caídas durante el otoño, el invierno y la primavera.




En el monasterio de Santa María de El Paular ocurren varios acontecimientos importantes. De él salen las primeras resmas de papel para la publicación de El Quijote. De el sale el dinero para la construcción de La Cartuja de Granada... Esta Cartuja y la de Talamanca del Jarama, estaban gestionados por los mismos monjes.




El claustro, de estilo Gótico, localizado en la entrada de la capilla de la iglesia, se mantuvo durante unas décadas de forma austera, no por ello sin perder su estilo y su encanto.




En la actualidad, ya saneado, con ventanas y puertas de cristal, su interior se ha convertido en una sala muy agradable, donde se exponen los trabajos de rehabilitación que se han realizado en el monasterio.






En el suelo, entre el claustro y el patio de la entrada de la iglesia, se localizan una serie de mosaicos que han sobrevivido al paso de los siglos. Si nos fijamos bien, están realizados con huesos.




Por estos patios y pasillos ha corrido una parte de la historia de España. Aquí se han rodado secuencias de numerosas películas y series. En el recuerdo, la película Alatristre o la serie Isabel I de Castilla.




Las golondrinas comunes forman parte de la vida del monasterio. Ponen ese punto natural en las construcciones culturales históricas.




En la entrada principal de la iglesia podemos ver una parte del estilo y los tipos de piedra con los que se construyó el monasterio. Granito y caliza.




Imagen de San Bruno y sus discípulos, localizada en el recibidor principal de la entrada de la iglesia y de otras dependencias del monasterio.




Panorámica principal de la iglesia. En el centro del retablo vemos la imagen de La Virgen de El Paular. En lo más alto, la imagen de Cristo Rey crucificado.

El retablo es del siglo XV. De Estilo Castellano, realizado en alabastro.

La sillería del coro es de nogal, de estilo gótico, del siglo XV.




En la zona principal del refectorio, se localiza el cuadro de La Última Cena y un relieve policromado de La Crucifixión.

En estas dependencias comen y cenan los monjes que viven en el monasterio.




Estamos en La Sala Capitular... Para visitar la mayor parte de las dependencias históricas y maravillosas que tiene el monasterio, hay que apuntarse a las visitas guiadas que hacen los monjes. Los que guardan y gestiona el monasterio. Los que saben realmente que hay en él.




En el año 2011 vuelve al monasterio casi toda la colección de cuadros que pintó Vicente Carducho, entre 1626 y 1632, por encargo del prior del monasterio.

La colección la podemos ver en claustro principal, de estilo gótico flamígero.




En el centro del jardín del claustro principal, se localiza un pequeño templo octagonal, con una fuente en su interior y dos relojes de sol en una de su fachada.




Hoy, las antiguas celdas o aposentos donde descansaban los monjes, se han convertido en una sala de exposiciones de diferentes disciplinas creativas artísticas.

En la imagen vemos la exposición pictórica, Montañas Pintadas, que recrea lugares de La Sierra de Guadarrama.




Alrededor del monasterio se localizan prados de siega, que están constantemente regados por las aguas que drenan las altas montañas. Aquí el pasto está verde durante todo el año.




En las zonas calcáreas del valle, desde el monasterio hasta el término de Lozoya, se localiza el geranio de El Paular (Erodium paularense). Una especie única en el mundo que sólo habita aquí.




En las iglesias, las altas construcciones civiles, los postes, los álamos y los fresnos del valle, construyen sus grandes nidos las cigüeñas comunes. Debido a clima de la zona, su población se mantiene, no aumenta.




La Montaña de Peñalara, de 2428 metros de altitud, es el techo de La Sierra de Guadarrama. Está poblada desde su base por un extenso monte de pinos silvestres, donde abundan los grandes y viejos tejos, los abedules, los robles albares, los servales de cazadores, los acebos...




Los abundantes helechos comunes, con un tamaño en torno al metro cuarenta, tapizan los suelos del monte. Crean otro microclima más fresco y mas húmedo por debajo de su nivel, en el interior del monte. Donde los insectos pueden realizar su ciclo biológico, las aves pueden seguir criando, los mamíferos encuentran lugares más frescos donde sestear durante el cálido día, y el monte apenas pierde esa humedad que le mantiene vivo y fuerte.




Sobre el sustrato vegetal del suelo descubrimos una parte del ala de la ninfa de estos montes, la mariposa isabelina (Graellsia isabellae). Una mariposa nocturna muy difícil de ver, debido a sus hábitos y la época del año que vuela, entre mayo y junio.




El extenso pinar de pinos silvestres, en el que no faltan los esbeltos abedules de blancos troncos, las manchas de acebos, los viejos tejos, los hermosos robles albares, los rodales de álamos blancos y otros, cubre la cabecera del valle y las zonas altas de las montañas, comunicándose con los extensos pinares de Navafría, Valsaín, El Espinar y San Rafael, por el puerto de Los Cotos.




Sobre los altos pinos, con alturas que superan los treinta metros, construyen los nidos los buitres negros o buitres monjes, como se les sigue llamando por la zona.

Una colonia extensa habita y cría en las dos vertientes de La Sierra de Guadarrama. Ha evolucionado y se ha adaptado a un clima y a un ecosistema muy duro en el último millón de años.

El buitre negro ha sabido adaptarse a esta zona montañosa boreal, aprovechando el clima benigno del final de la primavera, el verano y el comienzo del otoño. Complementándola con las zonas atlánticas y mediterráneas del valle y la meseta castellana, donde habita una parte del año y no le faltan animales muertos.

La fauna evoluciona y se adapta a los ecosistemas que le proporcionan recursos ambientales y alimenticios durante todo el año o una parte de él.


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