google-site-verification=W4JiPUkp_G2kZZVS-o62liN40WEVgPWgCCloRv-xIdc la luz del monte: EL VIEJO TEJO DEL BARRANCO
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jueves, 23 de octubre de 2014

EL VIEJO TEJO DEL BARRANCO.



En ciertos lugares de la montaña de Madrid, podemos encontrar enormes tejos milenarios con varios metros de circunferencia en sus troncos. La mayoría de estos ejemplares se han salvado del hacha y del fuego, debido a la situación geográfica inaccesible donde se encuentran. Hoy vamos a hacer un recorrido para ver uno de ellos.




El día despunta nublado. La temperatura en la zona baja del valle es templada, y la humedad es total. Hace apenas dos horas que ha dejado de llover.




Inicio el recorrido junto a un arroyo de aguas cristalinas. En sus orillas crecen abundantes avellanos, endrinos, fresnos y robles melojos.




Los pequeños pájaros del bosque ya están despiertos. Se desplazan por los árboles en busca de alimento. Me cruzo con un grupo de carboneros comunes, garrapinos, herrerillos comunes, mitos, reyezuelos, agateadores, trepadores azules, y bonitos y curiosos herrerillos capuchinos, como el de la fotografía.




Paso ahora por una zona de grandes sauces, donde crecen algunos álamos y abundantes espinos blancos.




Cerca, bajo unos robles melojos, encuentro una seta conocida como amanita pantera (Amanita pantherina) que llega a ser mortal si se consumen varias piezas. Una seta con la que hay que tener mucho cuidado si la manipulamos.




Donde el suelo es profundo y fértil, crecen abundantes avellanos, algunos con grandes varas. Sus hojas forman un mosaico de luces y colores muy agradable.




Las orillas del arroyo son muy visitadas por las lavanderas cascadeñas, pues en ellas encuentran multitud de insectos que viven en el agua o cerca de él.




Ahora paso por una pequeña fresneda. A estos ejemplares se les desmocha cada diez años, para obtener leñas.




En el suelo crecen varias especies de setas. Estas de la fotografía me llaman la atención por su color.




Algunos rayos de sol se cuelan entre las nubes y los árboles. Descubren a un pinzón común bebiendo en las limpias aguas del arroyo.




La espesa mancha de robles melojos, localizada en la zona media del valle, ya se ha iniciado. Los variados verdes se mezclan con tonos amarillos y ocres.




En el cielo aparece un ratonero. Da grandes círculos mientras se va elevando...




Cerca del arroyo, entre los robles y los sauces, van apareciendo pequeños tejos...




A unos veinticinco metros, veo a dos jabalíes dándose un baño de barro en un cenagal. Al verme salen corriendo. No me da tiempo ni a hacerles una fotografía. Sólo dejan la huella de sus baños.




En esta zona, el fondo del valle se estrecha mucho, convirtiéndose en un barranco fluvial, por el que es muy difícil andar, debido a las enormes rocas que hay en él y las pendientes que tiene.




El escribano soteño es un habitante típico de estos lugares. Un pájaro de vistosos colores, que hace sus nidos en el suelo por el mes de junio.




Metido casi en el fondo del barranco, en una zona de gran pendiente, rodeado de robles, avellanos y acebos, donde apenas da el sol unas horas al día, se localiza unos de los tejos más grandes de la Península Ibérica, con más de seis metros de perímetro en la base de su tronco. Un ejemplar muy viejo, con el tronco retorcido por la edad y las condiciones ambientales de la montaña.





Después de varios años de haberle encontrado... Desde la orilla del arroyo, consigo fotografiarle con la ayuda de un gran angular.