En ciertos lugares de las montañas del Sistema Central podemos encontrar enormes tejos milenarios, con varios metros de perímetro en sus troncos. La mayoría de estos ejemplares se han salvado del hacha y del fuego, debido a la situación geográfica inaccesible donde se encuentran. Hoy vamos a hacer un recorrido para ver a uno de ellos.
Los mirlos comunes y otros pájaros ponen las notas musicales cuando el día comienza. Son la chispa que da vida al monte.
El día viene nublado. La temperatura en la zona baja del valle es templada. La humedad es total. Hace apenas dos horas que ha dejado de llover.
Comenzamos el recorrido junto a un arroyo de aguas cristalinas. En sus orillas crecen abundantes avellanos, endrinos, fresnos y robles melojos.
Los rayos de sol se cuelan entre las nubes y las ramas de los árboles... Descubren al pinzón común bebiendo las limpias aguas del arroyo.
Ahora pasamos por una mancha fresnos. A estos ejemplares se les desmocha cada diez años para obtener leñas.
En el suelo crecen varias especies de setas. Estas llaman la atención por su color.
Cerca, bajo unos robles melojos, encontramos una seta conocida como amanita pantera (Amanita pantherina) que llega a ser mortal si se consumen varias piezas. Una seta con la que hay que tener mucho cuidado si la manipulamos.
A lo largo del arroyo van saliendo varios ejemplares de zorzal charlo, alirrojo y común, como el que vemos. La mayoría han venido del centro y norte de Europa para pasar el otoño y el invierno.
Donde el suelo es profundo y fértil, crecen abundantes avellanos, algunos con grandes varas. Sus hojas forman un mosaico de luces y colores muy agradable.
Las orillas del arroyo son visitadas continuamente por las lavanderas cascadeñas. En ellas encuentran multitud de insectos.
Es época de moras, de majoleras, de endrinas, de escaramujos. Millones de frutos sabrosos que dan ahora las zarzas, los espinos y los rosales para la fauna y la ganadería que habita en el monte.
Pasamos ahora por una zona de grandes sauces, donde crecen algunos álamos y abundantes espinos blancos.
Por las inmediaciones salen dos jabalíes cubiertos de barro. Han estado guarreando en esta zona, donde se aprecia perfectamente las dos bañas.
Las manchas de robles se empiezan a cubrir de tonos amarillos y ocres. Las luces, el ambiente y los aromas que se respiran por las continuas lluvias, ponen todos esos matices que dan la vida al otoño del monte.
En el cielo aparece un ratonero. Da grandes círculos mientras se eleva... Está marcando su territorio.
Según vamos ganado altura, el monte de robles se va haciendo más espeso y variado en especies forestales. Van apareciendo robles albares, mostajos, serbales de cazadores, acebos, abundantes avellanos y los primeros tejos.
Entrando por el fondo del barranco que excavaron los glaciares en sus épocas, y el arroyo en el tiempo, observamos grandes avellanos, sauces de montaña, acebos y robles albares.
Entre las ramas del sotobosque descubrimos la mirada de un corzo de dos años. Un habitante típico de estos ambientes forestales atlánticos que se dan en El Sistema Central.
Los grandes helechos comunes también ponen sus notas de luz y color bajos las ramas de los robles.
Entre los robles y los sauces van apareciendo pequeños tejos... Ejemplares que bajo su apariencia menuda, pueden tener unos cien años.
Los pequeños pájaros del bosque se desplazan por los árboles y arbustos en busca de alimento. Carboneros comunes y garrapinos, herrerillos comunes, mitos, reyezuelos, agateadores, trepadores azules y curiosos herrerillos capuchinos, como el de la imagen.
En esta zona el fondo del barranco se estrecha mucho, haciéndose difícil su tránsito, debido a las enormes rocas y las paredes que hay.
Una familia de trepadores azules, compuesta por los padres y cuatro pollos, va registrando cortezas, árboles caídos y muertos, musgos y el suelo, en busca de insectos y semillas.
En esta zona del barranco, donde apenas da el sol en esta época del año, la humedad se siente más. Queda reflejada en los variados musgos que cubren las rocas, donde día tras día se van posando las hojas.
El escribano soteño es un habitante típico de estos lugares. Un pájaro de vistosos colores, que es más fácil escucharle que verle.
Metido en una zona de gran pendiente, casi inaccesible, rodeado de robles, avellanos y acebos, donde apenas da el sol unas horas al día, se localiza unos de los tejos más grandes y longevos de la Península Ibérica y de Europa, con más de seis metros de perímetro en la base de su tronco.
Un ejemplar muy viejo, con el tronco retorcido por la edad y las condiciones ambientales de la montaña, con intensas nevadas durante el invierno.
Después de varios años de haberle encontrado... Desde la orilla del arroyo, consigo fotografiarle con la ayuda de un gran angular.
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Muchísimas gracias por estas descripciones y fotografías tan intensas... Si este blog no existiese habría que inventarlo, me transporta durante unos minutos, esté donde esté y esté haciendo lo que esté haciendo, al sitio donde realmente me gustaría estar; mi sistema nervioso te está agradecido :-) EL sitio me recuerda a una zona de Miraflores de la Sierra donde hace 20 años que no voy.
ResponderEliminarLa mayoría de los lugares por los que transito, no pasa nadie o apenas se ve gente, pues son zonas donde no hay caminos ni sendas. Son los últimos rincones de Madrid, donde todavía te puedes perder y ver temas únicos que sólo se dan aquí.
EliminarEn el blog cuento pequeñas historias reales, de ciertos lugares que están cerca de nosotros, y gracias a él las podéis conocer. Gracias por los comentarios y porque te guste todo este mundo. Un saludo Cheno
Yo también he disfrutado con mi dosis semanal de naturaleza. Me voy a convertir en una fiel seguidora del blog. Enhorabuena por tan buenas entradas
ResponderEliminarHola Aura, esta historia llevaba más de un año metida en la cabeza. Conocía la zona desde hace años y lo que hay en ella... Sólo hacía falta que llegara ese día para realizar el artículo. Gracias por tus comentarios y porque te guste el mundo natural que te rodea, el complemento al mundo de la ciudad. Un saludo.
EliminarLas rutas para conseguir ver Tejos peculiares son siempre de las mejores, yo las disfruto mucho. Después de pasar por ecosistemas variados, al final donde más inaccesible es, es donde se encuentran en un rincón de pura magia serrana.
ResponderEliminarBonita entrada.
Muchos de los árboles centenarios y legendarios que han llegado hasta nuestros días, ha sido posible gracias a su situación geográfica inaccesible y que ya no eran maderables hace doscientos o trescientos años, cuando los montes se gestionaban para maderas... Toni gracias por tus comentarios y tu interés. Un saludo.
EliminarEl tejo es mi árbol preferido y me encanta hacer semilleros con sus frutos y esperar pacientemente hasta que brotan, cada año hago un semillero y depues los voy regalando. La Braña de los tejos en Liebana es un lugar mágico donde subo siempre que puedo.
ResponderEliminarMagnifica entrada.
Saludos.
El tejo es un árbol que contrasta muy bien en todos los montes, e incluso en los pinares. En las montañas de Madrid fue un árbol muy abundante hasta los años sesenta, pero como consecuencias de ciertas prácticas, ahora es escaso, aunque no suele faltar en los montes de montaña. Este año vienen muy cargados de semillas, por lo que harás buen semillero. Tejón, gracias por tus comentarios y tu interés. Un saludo
EliminarConocí tu blog hace poco en Facebook. Una maravilla tus fotos y tu forma de contar historias del monte. Gracias por compartir tu tesoro.
ResponderEliminarUn saludo.
Es otra forma de fotografiar la naturaleza y de contar como es la otra parte del mundo en el que vivimos y del que formamos parte. Gumer, gracias por tus comentarios y tu interés. Un saludo.
EliminarSon contadas las ocasiones en que 'Ojolince y Sra.' encontramos algún ejemplar de este magnífico árbol.
ResponderEliminarEl de mayor tamaño que hemos visto pertenece a la Tejeda de Tosande en el espacio natural de Fuentes Carrionas-Fuente El Cobre (Montaña Palentina) por el que todos los años hacemos algún recorrido, pues nos apasiona la biodiversidad que alberga el valle de Tosande, amén de los impresioantes tejos de sus laderas.
Tu relato presenta este encuentro como algo único, muy a tener en cuenta, como debemos aprender a tratar la naturaleza en general, pues esa será la única manera de preservarla en un futuro no muy lejano.
Muchas gracias por compartir ese monte y sus secretos y un saludo de 'Ojolince y Sra.'
Madrid es una zona geográfica pequeña y la más poblada de España. A la hora de publicar algo, hay que hacerlo de forma cauta, pues la visita de pocas o muchas personas, puede ser perjudicial para ese algo o toda la zona. Para muestra, El Tejo Milenario del Arroyo Barondillo... Por lo que veo, el tejo es un árbol que apasiona... Más adelante, iremos viendo más tejos milenarios y pequeñas tejedas, y más temas sobre este interesante árbol. Gracias por los comentarios. Un saludo a Ojolince y Sra.
ResponderEliminarGracias por mostrarlo...sin excesivo detalle, para su bien.
ResponderEliminarSaludos.
En Madrid, debido a la alta población que habita, hay que ser muy cauto a la hora de comunicar la situación de algo interesante, sino queremos que no peligre... Uno de los puntos interesantes que tiene la red, es que se puede mostrar a la gente ciertos lugares y elementos interesantes desconocidos, sin desvelar su situación geográfica...
ResponderEliminarJavier, gracias por tu comentario y tu interés. Un saludo.