Las sierras mediterráneas son un laberinto de valles, de cortados rocosos, de manchas variadas de vegetación mixta con grandes árboles. En estos ambientes, ahora bulle la vida por todas partes, debido a la cantidad de recursos alimenticios que ofrecen los árboles y arbustos. Desde una peña alta, encajada en el fondo del arroyo, el búho real ve pasar el día. Aguarda a que caiga la tarde.
Llegando a esta fechas, las bellotas de encinas, alcornoques y quejigos están maduras y comienzan a caer. Las bayas de los enebros de la miera van terminando de madurar. Las cornicabras, los lentiscos y los madroños ofrecen los tempranos frutos maduros. Toda una despensa de recursos naturales que va a mantener a la fauna y a la ganadería que habita en los montes durante el otoño y el invierno.
A lo largo de la estación, todas las aves jóvenes que nacieron en primavera y verano, adquieren el plumaje de adulto o de invierno, excepto las rapaces, que lo van adquiriendo con la edad. Las perdices rojas, nacidas en los montes mediterráneos que cubren las sierras, van ahora en bandos familiares, formados por los padres y los pollos que han sobrevivido al verano. Cuando llegue el mes de marzo se separarán, y formarán parejas con otras perdices.
Hasta finales de este mes, dependiendo de las precipitaciones y el descenso de las temperaturas, sigue la emigración y el paso de millones de pájaros hasta sus cuarteles de invierno. Los últimos papamoscas grises que vamos a ver durante estos días, los volveremos a ver por el mes de marzo y abril del año que viene, cuando regresen a los montes donde han nacido para criar.




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