Las primeras nieves del invierno no han cuajado en los altos de las montañas. Las ligeras lluvias de este otoño, escasas, pintan los claros y los prados de verde. Ahora, los montes caducifolios se muestran con otras formas, otras dimensiones. Los árboles y arbustos ya se han desprendido de sus hojas, pues no las necesitan para vivir durante la estación. El ambiente es húmedo, fresco, renovado. Por el cielo se ven las siluetas de algún milano real, ratonero común o corneja. Por los árboles y arbustos, se ven algunas familias de trepadores azules y de mitos, carboneros, herrerillos, un pico menor, algún petirrojo señalando su territorio... Y el ladrido de un corzo, acompañado de dos hembras, que delata mi presencia por esa zona del monte... El invierno ya ha llegado para quedarse. Tenemos unos tres meses para vivirle... Como nosotros entendamos.
A lo largo de este invierno vamos a vivir días muy variados, en cuanto a la climatología y a las situaciones que se van a suceder.
Va a ser un invierno distinto a los anteriores, donde los acontecimientos naturales y sociales, van a marcar el rumbo del año venidero. Dice el refrán, que “de Pascuas nevadas, primavera con galas” Falta hace que nieve y que llueva este invierno, para que se limpien bien los cauces fluviales de nuestra geografía y se recarguen los acuíferos, que están bajo mínimos.
Todavía quedan unos días para que termine el año. Con esta imagen, típica de la España auténtica, me despido del 2020. Feliz 2021.
Las primeras nieves del año dejan imágenes que se recuerdan en el tiempo. Imágenes de tiempos vividos, que pierden su nitidez con el tiempo, pero que quedan imborrables en la fotografía. Aquella tarde de la víspera de Reyes de 1999, la dehesa seguía cubierta por una espesa nevada de unos veinte centímetros, que cayó la noche del día anterior. Los toros bravos buscaban los pastos debajo las encinas y los quejigos, donde menos espesor tenía la nieve. En un pequeño valle de la ladera, con la puesta del sol, se cruzó el toro que vemos en la fotografía.
Hace unos
noventa mil años, los hombres de neandertal que habitaban la
Península Ibérica ya usaban móvil. Un móvil de piedra, elaborado
con las diversas piedras que afloran en la geografía. El que vemos
en la fotografía es de cuarzo blanco. La función de estos móviles,
era la de descuartizar las piezas que cazaban, elaborar herramientas
y defenderse de posibles enemigos. Un móvil elaborado con recursos
naturales de bajo coste, que utilizaban a diario para vivir. Hoy
existe otro móvil, más sofisticado, que bien utilizado puede ser
una herramienta importante con muchas utilidades. Pero, el móvil que
utiliza hoy la mayoría de los hombres y mujeres de esta época, es
para identificarse como un usuario más que lo posee, para
entretenerse con él y para crearse un hábito que no necesita. Un
móvil hecho con minerales que está creando mucho sufrimiento en los
países de origen.
Dentro de
otros noventa mil años, el móvil del hombre de neandertal seguirá
sobre la tierra, como testigo de una especie que pasó sobre ella sin
dejar una huella negativa.
Los ríos
ibéricos con vida, se convierte durante el invierno, en las zonas
donde pasan la estación fría numerosas especies de aves, muchas de
ellas procedentes del norte y centro de Europa. Aquí, aunque no lo
parece, castiga menos el frío y abundan los recursos para
alimentarse. En las primeras luces del día, encontramos a una garza
real pescando en uno de los cotos que tiene en este tramo de la
ribera. Desde que amanece, hasta entrada la noche, va visitando sus
diferentes cotos de caza, donde sabe que especies puede capturar en
las determinadas horas del día y de la época. Peces, crustáceos,
insectos, reptiles, topillos, ratones, ratas de aguas y pequeños
gazapos, forman parte de su alimentación. Como un ánima, quieta,
nada le pasa inadvertido. Todo lo controla, y para ella todo tiene
un significado y una información muy valiosa, de la que va a sacar
provecho a lo largo de su vida, en los determinados momento que lo
necesite. Seguramente, ya ha pasado algún invierno en este tramo del
río. Sabe en que condición climática y a que hora, puede pescar en
cada tramo, donde puede cazar alguna pieza al medio día y donde
puede capturar un ratón o rata de agua, cuando se pone el sol...
Después de
la nevada que hemos tenido en Madrid entre el día 8 y 9 de enero,
los montes se han visto muy afectados. Las encinas, los alcornoques,
los quejigos, los fresnos y los pinos piñoneros, entre otros, han
sufrido sus consecuencias, debido al debilitamiento que llevan
sufriendo como consecuencia de la geoingeniería clandestina que se
está aplicando en los cielos de La Península Ibérica. Una encina
sana, que vive en un medio ambiente sano, donde su clima no está
manipulado, donde llueve con regularidad como marcan las estaciones,
no se ve tan afectada como ha ocurrido. Los montes mediterráneos que
se asientan en el centro de La Península, han evolucionado bajo la
influencia de un clima continental extremo, de inviernos muy crudos,
con heladas, lluvias y nevadas, y veranos relativamente secos, con
tormentas y temperaturas altas.
Cuando
vuelva a caer otra nevada de este espesor, los árboles mediterráneos
volverán a sufrir esta manipulación climática que han traído con
la geoingeniería. Una manipulación climática que nos quieren
vender a la sociedad, a través de una burbuja que no para de
inflarse, con el nombre de cambio climático. Claro que hay un cambio
climático. El que han originado en los últimos treinta años con
una tecnología de última generación patentada, con el nombre de
geoingeniería, que está arruinando el patrimonio natural, la salud,
la cultura, la economía y la forma de vida de los ciudadanos de
España.
El trepador
azul, es un pájaro del tamaño de un gorrión, que habita
principalmente en los bosques atlánticos y los pinares silvestres
del Sistema Central. Es territorial durante todo el año, sólo sale
de sus territorios los días más crudos del invierno, cuando las
temperaturas bajan varios grados bajo cero y las ventiscas de nieve
no hacen posible la vida en las laderas de las montañas.
En los
últimos quince años, el trepador azul se ha asentado como
reproductor en las sierras bajas, riberas de los ríos y la campiña
de Madrid. Desde hace unos diez años, varias parejas tienen su
territorio de cría en la Casa de Campo.
¿Cómo es
posible, que una especie que habita en los bosques atlánticos y
boreales de la montaña media y alta, se haya estableciendo y empiece
a ser notoria, en unas zonas geográficas de la meseta que no la
corresponden? ¿Se está enfriando el clima? ¿Vamos hacia otro
periodo frío? Los seres vivos han evolucionado con el clima natural
de la tierra, en sus regiones geográficas de origen. Son
bioindicadores fiables del clima. Es decir, su comportamiento y sus
hábitos de vida, sólo comienzan a cambiar, cuando se está
produciendo un cambio natural del clima en un periodo de tiempo.
El cambio
climático que están vendiendo a la sociedad, con la ayuda de los
medios de comunicación (que no de información) las organizaciones
no gubernamentales y otros que también perciben fondos económicos,
es falso, no se sostiene por ninguna parte científica. Se han
inventado un cambio climático, que según ellos, se ha originado en
los últimos cuarenta-cincuenta años, justo, cuando han empezado a
manipular el clima con la geoingeniería, a través de antenas que
liberan hondas y aviones o drones que fumigan los cielos con
productos, que alteran el clima y arruinan la vida de la tierra donde
la practican. En España, en Europa, estamos asistiendo realmente a
una manipulación climática, que está arruinando los recursos
naturales reprobables, la salud de los ciudadanos, las culturas, la
economía y la vida ancestral de sus habitantes.
Hace unos doscientos años, las manchas de hayas eran mucho más extensas en las montañas del Sistema Central. Cubrían desde la Sierra de Ayllón, hasta las sierras del norte de la provincia de Cáceres y el sur de la provincia de Salamanca. Por la Sierra de Bajar, todavía quedan algunos ejemplares dispersos por los montes, entre castaños y robles, igual que por las montañas del Guadarrama, entre robles, acebos, abedules y pinos silvestres, donde tuvo cierta abundancia. En la Sierra de Ayllón, sobreviven las tres últimas manchas de cierta importancia, La Pedrosa en Riofrío de Riaza, Segovia; La Tejera Negra en Cantalojas, Guadalajara y El Hayedo en Montejo de la Sierra, Madrid. Por estas montañas, todavía podemos encontrar en sus montes, entre robles y pinares silvestres de plantación, pequeños rodales y grandes individuos dispersos. Un patrimonio forestal sobreexplotado, arrasado, como consecuencia de unas políticas económicas carentes de sentido común, afianzadas en el derroche y la avaricia que trajeron las desamortizaciones de los montes públicos en el siglo XIX, carentes de las tradiciones ancestrales, que hicieron posible su pervivencia y su gestión racional durante siglos.
Hoy, las últimas hayas del alto Jarama, ya no habitan formando ese inmenso hayedo que cubrió la cabecera del Río Jarama y los valles del Río Ermito, Horcajo y Berbellido. Sobreviven entre los robles melojos y los pinos silvestres plantados, que han invadido sus zonas geográficas, como consecuencia de esa depredación humana, que ha traído la pérdida de las condiciones ambientales, que hacían posible su hábitat.