Las grandes encinas que dan forma a nuestros montes mediterráneos, hace muchos siglos que perdieron su forma natural, como consecuencia de los aprovechamientos tradicionales a los que han sido sometidas a lo largo de la historia. Producción de frutos, leñas y carbón vegetal. A las encinas se las ha ido guiando desde que eran chaparros, para que sus ramas dieran una mayor cosecha de bellotas, más grandes y más dulces.
Las bellotas más dulces, se han destinado desde tiempo inmemorial para el consumo humano. Fruto, producción de harinas, infusiones y dulces. El resto de la producción se ha destinado para la alimentación de la cabaña ganadera y la caza.
Hoy, por desgracia para España, al mundo rural y del campo le han cambiado, hasta tal punto, que la gestión ganadera-pastoral-forestal casi ha desaparecido, con la introducción de los piensos industriales y la forma de pastorear el ganado.
Por otra parte, España ya no es el país que mueve millones de cabezas de ganado de un monte a otro, para aprovechar los pastos, los frutos y el ramón. Hoy, muchos montes ya no tienen ganado desde hace décadas.
Muchos espacios forestales de gran importancia ecológica, están dentro de la red de espacios naturales protegidos, supuestamente. España, siendo el país del mundo con más superficie de monte mediterráneo, no mantiene ni 500 hectáreas de monte virgen en toda su geografía. Donde se den las condiciones forestales naturales originales, con todos sus componentes, donde los árboles mantengan su estructura, sus rasgos morfológicos naturales, como los que mantiene la encina de la fotografía. Un pequeño espejo, donde poder ver como era el monte que cubrió la mayor parte de La Península Ibérica.