En los últimos quinientos años (principalmente en los últimos doscientos) España ha sufrido una transformación ambiental forestal feroz. La producción de leñas y de carbón vegetal para el consumo de pueblos, ciudades y la industria, taló a matarrasa durante estos siglos, cada 20-30 años, muchas zonas de nuestra geografía. En otras zonas se podaban los vuelos de los árboles, para mantener sus pies. En todas, se cortaban los árboles y arbustos que “no daban nada” o por la calidad de su madera, hasta exterminarlos. Otros iban desapareciendo al cambiar las condiciones ambientales, que proporcionaba el monte alto y toda su cobertura natural.
Las desamortizaciones y la venta de los montes públicos, gestionados por manos sabias durante siglos, donde cada zona geográfica forestal, tenía un aprovechamiento racional en cada estación del año. Estas dehesas, montes o manchas, al caer en manos privadas, dejaron de tener ese aprovechamiento racional que las había mantenido en óptimas condiciones ambientales. Pasaron a tener en la mayoría una gestión irracional desmesurada, o simplemente criminal, al talar a matarrasa todos los árboles que se habían mantenido hasta su desamortización, para recuperar de forma fácil y rápida lo invertido en la compra, con el beneplácito del gobierno y de las instituciones administrativas de la época. Todo esa propiedad y ese patrimonio forestal que pertenecía al estado, a la iglesia, a pueblos y ciudades, que se había mantenido en perfecto estado por la riqueza que creaba, los gobiernos del siglo XIX lo malvendieron a real.
Después de todo esto, poco ha llegado hasta nuestros días. Y de ese poco, son muchas las hectáreas que han ardido, se han deforestado, se han urbanizado legal o ilegalmente, se han transformado en montes abiertos o “mejorados”.
Para rematar y exterminar el poco patrimonio forestal que queda, el gobierno manipula nuestro clima con ingeniería climática. Ha creado un cambio climático artificial, que genera sequías durante el año y olas de calor durante la primavera, el verano y el otoño, que están matando los últimos montes por deshidratación.
La Península Ibérica mantiene el patrimonio forestal de monte mediterráneo, más importante de toda la cuenda del Mar Mediterráneo. Pero, que curioso, en todo ese patrimonio forestal, ya no es posible encontrar una mancha de doscientas hectáreas de monte original.
Esta imagen tan sugerente, que les puede parecer hasta exótica a muchos ciudadanos del centro de España, fue muy común en todos los montes mediterráneos de llanura y de la sierra, hasta hace sólo dos siglos. Los últimos madroños naturales que quedaban en el término municipal de Madrid, se localizaban en la década de mil novecientos ochenta en El Monte de El Pardo. La ingeniería climática los ha exterminado en treinta años, como está ocurriendo con los grandes alcornoques del cuartel de Valpalomero y de Las Lomas del Corcho.