google-site-verification=W4JiPUkp_G2kZZVS-o62liN40WEVgPWgCCloRv-xIdc la luz del monte: EL OTOÑO DE LAS CABRAS MONTESES
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lunes, 1 de diciembre de 2014

EL OTOÑO DE LAS CABRAS MONTESES.


Entrado noviembre, los machos monteses vuelven a las zonas donde habitan las hembras con las crías del año. Son tiempos de luchas y de bodas, que van a permitir un año más la perpetuación de las especie en las altas montañas.




La mañana llega muy nubosa y con niebla en las altas cubres, de más de 2.000 metros de altura. La media ladera está poblada por un denso robledal de melojo, acompañado por robles albares, arces menores, serbales, cerezos silvestres... Por encima predomina el pinar silvestre, hasta los 1.700 metros. Cuando se acaban los pinos, aparece el denso matorral de piornos serranos. En la cota más alta se localizan las densas rocas de granito.




A la vera de un arroyo de aguas cristalinas, me interno en el robledal. En sus orillas crecen sauces de montaña, endrinos, zarzas y rosales silvestres.




Las lluvias caídas regularmente durante las últimas semanas, han templado las temperaturas y han dado vida al robledal. Han sacado los colores y los aromas del otoño... La humedad en el ambiente es total, y los arroyos vuelven a correr con alegría.




Un herrerillo joven y otro adulto, se posan en una rama caída en el arroyo para beber.




Cuando el robledal se acaba, me adentro en el pinar de pinos silvestres. Es un pinar repoblado en su mayoría, en el que podemos ver acebos, algunos robles, serbales...




Llegando a la cota alta del pinar se ven las altas cumbres, de unos 2.000 metros de altura. Están cubiertas por las ventiscas de nieve que han caído durante la noche y al amanecer.




La dura montaña empieza a hacer acto de presencia. Para llegar a una de las zonas, donde posiblemente se encuentre uno de los grupos de cabras monteses, tengo que subir por un enorme canchal, donde crecen algunos robles albares y serbales de cazadores.




Por el camino... De pronto aparece un macho de cabra montés... Sólo me da tiempo a hacerle una fotografía; después desparece entre los piornos y los pinos.




Con la altura, los pinos silvestres se va haciendo más escasos. Cerca del nacimiento del arroyo crecen grandes serbales de cazadores. Ya han tirado sus hojas, debido a las bajas temperaturas que se dan a esta altitud. Conservan todavía sus abundantes frutos rojos.




En una zona de solana, donde crece una densa formación de piornos y brezos, veo a un macho montés alimentándose con las hojas de estos arbustos. Me quedo observándole un rato, pues está muy tranquilo y no teme por mi presencia.




Cerca, más arriba de la ladera, veo entre los piornos los enormes cuernos de un buen macho.




A lo largo del arroyo veo muchos excrementos de cabra montés. Parece que esta zona tiene querencia para la especie.




En un cortado pequeño, por el que pasa el arroyo, sale para observarme otro macho montés. En las alturas está seguro y no teme a nadie.




En una amplia repisa de roquedo, donde da el agradable sol del otoño, veo a una hembra de cabra montés con un recental del año pasado.




En lo más alto del roquedo se para uno de los machos más hermosos del grupo. Uno de los que va a transmitir su herencia a las nuevas generaciones...




En otra zona de grandes rocas, donde los grandes piornos son difíciles de atravesar y casi todo lo ocultan, observo a dos buenos machos combatiendo por liderar a un grupo de hembras...




Dueño del harén de hembras, el macho las va cortejando con variadas posturas y muecas, hasta que estas se muestran receptivas y acceden a la cópula.




Entre los piornos aparece un ejemplar de grandes cornamentas. Otro macho montés que se une al juego de la vida en las altas cumbres del Sistema Central...