Entrado
marzo, la primavera se deja sentir en los montes mediterráneos. Los
días se van alargando, y las temperaturas se vuelven más templadas
con las lluvias. A lo largo de la estación, con el aumento de las
horas de luz, el clima se hace más estable y las temperaturas suben
progresivamente.
El
monte está lleno de vida por todas partes. La flora se manifiesta en
forma de hojas nuevas y renovadas; especies que renacen de la tierra
en forma de flores y de setas. Los Mamíferos y las aves están
criando. Los anfibios y los reptiles ya se han despertado y se
entregan a un nuevo ciclo para perpetuarse. En cualquier lugar del
monte vamos a encontrar vida realizando alguna de sus facetas.
Las
vacas bravas que no han parido al final del invierno, lo hacen a lo
largo de la estación. Es la época ideal, debido a la abundancia de
pastos y al clima.
Los
añojos y los erales viven ahora todos juntos. Los machos por un lado
y las hembras por otro.
Los
novillos cumplen los tres años. Presentan los rasgos morfológicos
de ese toro rematado que serán el próximo año. Siguen muy
hermanados, formando pequeños grupos. Una convivencia que comienza
ha romperse por diversas disputas y peleas, de las que saldrán los
líderes de esos grupos; y ejemplares muertos y heridos de diversa
consideración.
Los
toros, con los cuatro años ya cumplidos o cumpliendo, presenta esa
viva estampa característica de la Península Ibérica. Ahora son
menos sociales y menos permisivos con otros individuos. Dependiendo
de la casta y de la estirpe, son más o menos agresivos y peleones.
La
primavera es una época que llega con fuerza, que despierta la vida
en los montes ibéricos. La activa, la renueva, la perpetúa...