Lo grandes que llegan a ser los árboles y arbustos con la edad, nos dan una ligera idea de como eran los bosques originales ibéricos, antes de que el hombre los alterara, modificara su forma y su estructura. Antes de que los hiciera tan pequeños, para que la sociedad actual no tenga la noción real de como es un bosque original.
Hoy nos vamos a meter en algunos bosques ibéricos, donde todavía podemos contemplar como son esos árboles y arbustos, cuando llegan a ciertas edades, y vamos a ver también a la fauna característica que les acompaña...
Los abedulares Betula pendula y Betula alba, llegaron a La Península Ibérica en las últimas glaciaciones. Se asentaron en las altas laderas de las montañas, donde los suelos se mantienen húmedos durante todo el año, o la mayor parte. Los cambios climáticos naturales, y la gestión que les ha dado el hombre en los últimos dos mil años, han sido determinantes para la situación por la que pasan en la actualidad.
Hoy, podemos contemplar en algunos puertos de montaña, importantes abedulares casi puros, acompañados por muchas especies atlánticas; en los pinares silvestres de alta montaña; o formando pequeños bosquetes relícticos, acompañados por acebos, alcornoques, avellanos, madroños o encinas, dentro del Parque Nacional de Cabañeros.
En la fotografía, vemos una mancha casi pura, en la que se ven avellanos, acebos, serbales, cerezos silvestres y mostajos. Localizada en un puerto de montaña del Sistema Central.
Debido a la gestión que han tenido estos bosques en los últimos quinientos años, muchos abedulares han desaparecido casi por completo. Los que han llegado hasta nuestros días, se están regenerando bastante bien, pero es difícil encontrar en ellos ejemplares centenarios de gran tamaño, pues apenas existen.
En la fotografía, vemos a un buen ejemplar de abedul (Betula alba) de 4,80 metros de perímetro en la base de su tronco, con una altura de unos 22 metros. Localizado en la ladera alta de una montaña del Sistema Central.
El herrerillo capuchino vino con estos bosques, empujado por el frío de las glaciaciones. Este pajarillo habita en los abedulares durante todo el año. Sólo los deja cuando las fuertes ventiscas de nieve, sacuden durante días.
A lo largo del año, según vengan las estaciones, se alimenta de insectos y de frutos silvestres. En primavera, si no encuentra un agujero natural para hacer el nido, el macho hará uno con su duro pico, en la madera blanda de un abedul muerto.
Dentro de ciertos abedulares, donde los suelos son fértiles y húmedos durante todo el año, habitan y se desarrollan espectaculares ejemplares de avellano (Corylus avellana) como el que vemos en la fotografía. Estos enormes arbustos protegen el suelo frente a la erosión, la insolación y la deshidratación, creando un microclima vital para que el bosque no sufra en verano.
Los pinares silvestres (Pinus sylvestris) de alta montaña, también llegaron a La Península Ibérica con las últimas glaciaciones. Conquistaron la mayor parte de los sistemas montañosos, donde fueron exterminados en su mayoría en los últimos dos mil años.
En la actualidad, podemos contemplar importantes bosques de esta especie en la Cordillera Pirenaica, Sistema Ibérico, Sistemas Central, Montes Universales y Serranía de Cuenca.
En la fotografía, vemos una panorámica del interior de un pinar silvestre, localizado en el Sistema Central.
Dentro de estas importantes masas forestales, que filtran y retienen el agua que liberan las nieves en las cimas de las montañas, podemos encontrar enormes ejemplares, que pasan de los cinco metros de perímetro en la base de su tronco, con más de treinta metros de altura.
En la fotografía, vemos un importante ejemplar de pino silvestre (Pinus sylvestris) localizado en un pinar del Sistema Central gestionado desde el siglo XVI.
La cabra montés (Capra pyrenaica victoriae) es originaria de la Península Ibérica. Durante el verano y parte del otoño, pasa su vida en las altas cumbres. El invierno y la mayor parte de la primavera, lo pasa resguardada en los pinares silvestres.
En el interior de muchos pinares silvestres se localizan pequeños bosquetes de tejos, entre los que no faltan ejemplares de grandes dimensiones, con muchos siglos de edad.
En la fotografía, vemos a un viejo tejo (Taxus baccata) ya hueco por dentro, con casi seis metros de perímetro en la base del tronco. Localizado en un puerto de montaña de La Sierra de Guadarrama.
Hace cinco siglos, las acebedas eran más extensas que en la actualidad. Ocuparon muchas zonas de las laderas de las montañas, donde los abedules, los pinos silvestres, hayedos y robledales, no podían establecerse, porque las condiciones del terreno y el clima no les eran favorables.
En invierno, las hojas de estos árboles alimentaron durante siglos, a las vacas que pastaban en la montañas. Pero la inadecuada gestión realizada por el hombre, redujo y eliminó manchas enteras.
En la fotografía, vemos como es el interior de una mancha de acebos sin alterar. Localizada en la ladera alta de una montaña del Sistema Central.
Hoy, es difícil encontrar un acebo centenario que no haya sufrido las cortas abusivas, que soportó durante siglos. Estas cortas se realizaban durante el invierno, dejando a los acebos completamente mochos.
En la fotografía, vemos a un acebo (Ilex aquifolium) con más de tres metros de perímetro en la base de su tronco. Acompañado por otros acebos, robles albares, avellanos y cerezos silvestres. Localizado en la ladera alta de una montaña del Sistema Central.
El colirrojo real es un pájaro típico de estos bosques sombríos. Durante la primavera, cuando está criando, pasa desapercibido. A lo largo del verano, desde mediados de agosto a finales de septiembre, se hace más notable.
Los hayedos entraron en La Península Ibérica en los periodos interglaciares, más lluviosos y templados. Conquistaron las laderas medias y bajas de los sistemas montañosos del norte, y las laderas medias de los sistemas montañosos del centro. Llegaron, que se sepa, hasta Los Montes de Toledo, de donde han desaparecido por completo por la mala gestión.
En la actualidad, las últimas manchas y ejemplares aislados más meridionales de Europa, se localizan en Las Sierras de Tortosa y Beceite, Sierra de Ayllón, Sierra de Guadarrama, Peña de Francia y Sierra de Béjar. Asturias, León, Cantabria, Navarra y Huesca, son los territorios nacionales que más hectáreas tienen en las laderas de sus montañas.
En la fotografía, vemos una mancha pura, en la que hay grandes ejemplares de diferentes edades. Localizada en la ladera de una montaña de La Sierra de Ayllón.
Las hayas (Fagus sylvatica) son árboles de crecimiento más rápido que los robles, y generalmente viven la mitad que ellos. Un hayedo poblado por hayas de doscientos años, es un bosque maduro.
En la fotografía, vemos a un buen ejemplar con unos de seis metros de perímetro en la base de sus tronco. Con una altura de unos veinte metros. Localizada en La Sierra de Ayllón.
Escondida tras las hojas de un haya, la ardilla roja observa inmóvil lo que ocurre... Para ella, y para todos los habitantes que la acompañan en el bosque, la mejor defensa que tienen, es quedarse inmóvil entre las ramas y las hojas...
El mostajo (Sorbus aria) es un árbol de moderada talla, que no falta en los hayedos bien gestionados. Ocupa las zonas del bosque donde las hayas no llegan a cerrase, y dejan vivir a otros árboles y arbustos.
En la fotografía, vemos a un considerable ejemplar, con más de cuatro metros de perímetro en la base de su tronco, de unos catorce metros de altura.
Los castañares naturales, están presentes en casi todas las montañas de La Península Ibérica, donde se dan unas precipitaciones anuales medias, en torno a los 700-800 mm. Son famosos los castañares de La Sierra de Aracena, Sierra Nevada, Las Villuercas, La Sierra de Gredos... En los Montes Galaicos y La Cordillera Cantábrica, se dan las mayores masas forestales de este árbol.
En la fotografía, vemos el interior de una mancha de castaños, que ha estado gestionada durante siglos por el hombre. Hace tres décadas, la naturaleza cogió el destino de su gestión. Valle alto del Río Tiétar.
Muchas laderas de La Cordillera Cantábrica, están pobladas por manchas puras de castaños. Donde el hombre no ha intervenido en exceso, los castaños conviven con hayas, robles y otros árboles atlánticos. En ellos se esconden enormes ejemplares de considerables troncos y portes.
En la fotografía, vemos un buen ejemplar de unos once metros de perímetro en la base de su tronco. Localizado en Picos de Europa. Cantabria.
El trepador azul, es otro habitante típico de los castañares. Aquí no le faltan insectos y larvas durante todo el año, y castañas y otros frutos durante las estaciones frías.
En la fotografía, le vemos recorriendo el tronco de un fresno, capturando insectos y larvas.
El serbal de cazadores (Sorbus aucuparia) es otro de los árboles atlánticos que no falta en los grandes bosques. En los castañares ocupa las laderas de suelos profundos, que no pierden la humedad en verano.
En la fotografía, vemos un buen ejemplar acompañado por acebos y avellanos.
Los robledales que hoy contemplamos, son el resultado de la intervención que ha tenido el hombre en ellos durante siglos. La mayoría son grandes manchas forestales rejuveneciadas, en las que apenas hay ejemplares centenarios, donde las especies forestales y animales están mermadas, y algunas han desaparecido.
En la fotografía, vemos el interior de uno de estos robledales. Localizado en La Sierra de Guadarrama.
La situación geográfica o el estado físico del árbol, han sido dos factores determinantes muy importantes, para que muchos árboles, hoy día catalogados y protegidos, no se cortaran en el pasado.
En la fotografía, vemos a un excepcional ejemplar de roble albar (Quercus petraea) con cerca de once metros de perímetro en la base de su tronco. Está localizado en el fondo de un valle alto del Sistema Central, al que es muy difícil de llegar.
El águila calzada es una rapaz muy forestal. Pasa el otoño y el invierno en África tropical, y la primavera y el verano en todos los ecosistemas forestales de La Península.
En esta ocasión, vemos a un individuo de la pareja descansando en la rama alta de un roble albar.
Con este roble melojo (Quercus pyrenaica) pasa todo lo contrario. Debido a lo afamado que ha sido desde siempre y el cariño que le tiene la gente del pueblo, no dejaron que le cortaran en los años sesenta, para hacer traviesas para el ferrocarril. Tiene unos nueve metros de perímetro en la base de su tronco. Valle alto del Río de La Puebla. Madrid.
Las sabinas albares (Juniperus thurifera) son posiblemente los árboles que forman los bosques más antiguos de Europa. Es un árbol de crecimiento muy lento, de clima continental. En tiempos, llegaron a poblar casi toda La Península Ibérica. En la actualidad, sus principales manchas se localizan en las dos mesetas, en Burgos, Segovia y Ciudad Real.
En la fotografía, vemos una mancha de sabinas albares mixta, formada por encinas, enebros de la miera, robles melojos... Localizada en el Sistema Central.
Debido a la calidad de su madera, pues es muy dura e imputrescible, y a sus aceites, que se utilizaban para desinfectar y ambientar los conventos, iglesias y catedrales, en nuestros días es difícil encontrar sabinas albares grandes centenarias.
En la fotografía, vemos a un ejemplar centenario (joven) con un perímetro en la base de su tronco de más de cuatro metros, y una altura de unos ocho metros. Localizado en un sabinar del Sistema Central.
El buitre negro, frecuenta las dehesas de sabinas albares donde pastan las vacas, caballos y ovejas, en busca de reses muertas. Es el agente sanitario, junto con los buitres leonados y demás comensales que se unen, encargados en la limpieza de los animales que mueren aquí.
En la fotografía, vemos a un ejemplar joven, de unos tres o cuatro años, descansando en un claro del sabinar.
Las fresnedas, generalmente se asientan en las zonas intermedias de los ríos y los grandes arroyos. Entre los robledales o encinares, y las olmedas, choperas y saucedas que acompañan a los cursos fluviales. También podemos encontrar importantes manchas en las rampas de muchas montañas, gracias al espesor del suelo y a los numerosos arroyos de libre escorrentía, que corren durante buena parte del año.
En la fotografía, vemos una importante fresneda muy humanizada, en la que todavía abundan otras especies forestales. Localizada en la rampa de una montaña del Sistema Central.
El fresno (Fraxinus angustifolia) cuando deja de ser sometido a la brutal poda, en la que sólo se respeta su centenario tronco, con el paso de unas décadas se convierte en un elegante e importante árbol. Protege los pastos del sol y los hace más duraderos en primavera y verano; crea un microclima que abre las puertas a otras especies forestales; protege a la fauna y al ganado... Consecuentemente, son más las ventajas que se obtienen de este árbol, cuando mantiene su aspecto natural.
En la fotografía, vemos a un fresno centenario que hace más de treinta años que no se le cortan las ramas. Localizado en el valle alto del Río Lozoya. Madrid.
Los mitos, junto con los reyezuelos, los mosquiteros y el chochín, son los pájaros más pequeños de nuestros bosques. Estos pequeños pájaros de cola larga, son habitantes comunes de las fresnedas que mantiene un valor ecológico importante. Donde los árboles y arbustos son variados, y no faltan arroyos y fuentes. Aquí, este pequeño pájaro puede construir sus peculiares nidos, con forma de globo. No le faltan los pequeños insectos en las estaciones cálidas, y los frutos durante el otoño y el invierno.
Donde la humedad aguanta más los rigores del clima y el sol se nota menos, entre los los fresnos prosperan notables ejemplares de arce menor (Acer mompessulanus). Otro árbol de codiciada madera, que fue muy sobreexplotado en un pasado reciente, llegando a desaparecer en muchos lugares.
En la fotografía, vemos a un ejemplar con más de doscientos años de vida, con un perímetro en la base del tronco de unos tres metros. Localizado en una fresneda del Sistema Central.