sábado, 1 de julio de 2017

LA CIGÜEÑA BLANCA.


La cigüeña blanca se ha adaptado muy bien a los cambios establecidos por la civilización humana en el medio ambiente. Hoy, vamos a hacer un pequeño recorrido por su mundo...




En los meses de invierno, muchos individuos invernan en las riberas templadas de los ríos, del centro y sur de La Península. La gran mayoría lo sigue haciendo en África.




Los grandes vertederos de materias orgánicas y otros desperdicios, se han convertido en los últimos treinta años en áreas importantes, donde ciertas especies de aves se alimentan, invernan o estivan. Aquí, las cigüeñas blancas encuentran alimento durante todo el año.




En pleno invierno, las fresnedas parecen vacías. Sin hojas, sin apenas contrastes... Entre sus árboles y arbustos pasan la estación muchas especies.




El día llega con niebla a la dehesa de fresnos... Sobre el tronco de un viejo fresno caído, descansa una pareja.




A mediados de enero, las cigüeñas que han invernado cerca de sus áreas de cría, comienzan a tomar posesión de sus nidos. Los primeros que llegan son los machos.




Cuando la pareja ya se ha establecido y ha renovado sus lazos, que les unen de por vida, comienza la reparación del nido...




En el tejado de la torre de la iglesia medieval el panorama es muy variado. La mayoría se afana en reconstruir su nido, algunas intentan hacer uno nuevo, para iniciarse en la reproducción y las más tempranas ya incuban los huevos.




Las palomas bravías, venidas de los cortados rocosos o nacidas en los campanarios, son fieles vecinos de las cigüeñas blancas, cuando crían en las iglesias, conventos y catedrales.




Las riberas de los ríos siempre han sido el hábitat ideal e importante para el asentamiento de la especie. Aquí, no le faltan grandes árboles para construir sus nidos, presas y vegetales para alimentarse y alimentar a sus pollos...




Metido en la horquilla alta de un viejo chopo negro, la pareja ha construido el nido. La hembra protege a los pollos, y observa todo lo que pasa al rededor de su nido...




Las tormentas de primavera y verano, producen unas precipitaciones descomunales de agua durante quince o treinta minutos, llegando en ciertos casos a matar a los pollos y a los padres que les protegen. Por lo que se ve en la imagen, la fauna está preparada para vivir con las inclemencias meteorológicas naturales.




Después de la generosa y benefactora lluvia, sale el sol... Muchas cigüeñas se dedican ahora a reparar el nido. Mientras, los grandes pollos secan las plumas.




El sol ya se ha puesto en las altas montañas...




Los montes mediterráneos, dedicados a la ganadería desde hace siglos, constituyen un hábitat muy importante para las cigüeñas blancas durante todo el año.




A media tarde, muchos individuos recorren la vera de los pequeños arroyos. Buscan insectos, pequeños roedores, anfibios o pequeñas culebras.




Con el buche lleno, levanta el vuelo y se dirige al nido...




Sorprendida en el nido, en la copa de una vieja acacia, situada en el margen de un camino histórico, la cigüeña levanta la cabeza para observarnos... Desde su fortaleza se siente tranquila. ¡Ha visto pasar a tanta gente por debajo de su nido!




Este año, el verano se ha adelantado casi un mes. Las verdes herbáceas, en el mejor de los casos, se han desarrollado a la mitad. Mediado junio, en una pradera abrasada por el sol y agostada por la sequía, la cigüeña busca insectos, pequeños roedores y culebras.




En los últimos cuarenta años, han aprendido a establecer sus colonias de cría en las altas torres de energía eléctrica.




A pesar del ambiente que observamos en la fotografía, nada positivo, los pollos han conseguido emplumarse en el viejo nido.




Muchos pueblos y algunas ciudades, mantienen y cuidan a su población de cigüeñas. Con ello mantienen una parte de la cultura ancestral, que se inició con la civilización occidental.




Posada en la gárgola de granito de la catedral, observa todo lo que ocurre en la plaza...




Un gorrión común captura hormigas y pequeños pétalos de flor en la plaza...




Las altas torres, donde instalan los repetidores las compañías telefónicas, se han convertido en otro punto considerable para las cigüeñas blancas. ¡Para que luego digan que el mundo natural no va con la tecnología y con los tiempos! Como podemos ver en la fotografía, siempre va por encima.




Este año, una pareja joven ha conseguido hacer el nido. Está sacando adelante a tres importantes pollos. Otra generación va a seguir dando vida al pueblo...



En esta iglesia se mantiene una colonia histórica de cernícalos primilla, formada por unas 14 parejas. Hace treinta años fue mucho más abundante, pero los arreglos del tejado y el tapado de viejos agujeros, sin criterios técnicos medioambientales, han reducido mucho la colonia de esta especie, y han hecho inviable la vida de otras. En la imagen vemos a un macho, que vuelve al campo a capturar otra presa para alimentar a los pollos.




A la caída de la tarde, cuando el sol y el calor castigan menos, las entradas al nido con alimento se suceden entre los padres.




Los grandes parques, próximos a colonias de cría históricas, se han poblado por numerosas parejas. En los grandes cedros y chopos, construyen los nidos y sacan adelante a las nuevas generaciones.




La crisis económica, la del ladrillo, paró la grúa... Pero la vida no se detiene...




A primeros de julio, la mayoría de los pollos ya han abandonado el nido. Ahora campean con sus padres por los prados, en busca de alimento. Comienza para ellos una larga aventura...


miércoles, 14 de junio de 2017

15 DE JUNIO. EL RÍO DE ALISOS.





Existe un bosque que nace en las orillas de la mayor parte de los ríos Ibéricos. Un espacio forestal único, lleno de ambientes, de vida...


jueves, 1 de junio de 2017

1 DE JUNIO. TRAMO MEDIO DEL RÍO HENARES


Hoy, uno de junio, nos vamos a caminar por la ribera media de el Río Henares. Un río que nace en La Sierra Ministra, en el término municipal de Horna, Guadalajara; y desemboca en el Río Jarama, en el término municipal de Mejorada del Campo, Madrid...




Son las ocho y cuarto. El día llega despejado y sin nubes. El sol es cálido y se empieza a notar. Bajo la copa de los grandes árboles que acompañan al río, el ambiente es fresco y agradable.




Al pasar entre los álamos, escucho el tamborileo de un pájaro carpintero. Es un macho de pico picapinos, que busca insectos xilófagos en el interior de la rama muerta de un chopo negro.




Las orillas del río están cubiertas por abundantes herbáceas y variados arbustos, arropados desde las alturas por los grandes árboles.




Por la orilla pasa un macho de ánade real. Va palpando con su plano pico el agua y la vegetación que flota. Busca insectos, pequeños crustáceos, anfibios...




Ahora, me detengo junto a un considerable ejemplar de álamo blanco. Un individuo de unos cinco metros de perímetro en la base de su tronco, y unos treinta metros de altura.




Por la zona pasa un milano negro sobrevolando la copa de los árboles... En las ramas despejadas de un chopo blanco se posa. Desde allí vigila el nido, ocupado por la hembra y dos pollos.




En una zona despejada de la ribera, crece un corro de amapolas blancas. Numerosos coleópteros se revuelcan en sus estambres y se alimentan con su polen.




A lo largo del curso del río, aparecen ambientes y panorámicas muy interesantes del bosque natural de ribera. Que nos cuentan... como debería de ser todo el bosque de galería que cubre este tramo.




Por la orilla, entre los carrizos y las matas, observo a una agachadiza como hunde su largo pico en el suelo húmedo y blando, capturando lombrices y gusanos...




En ciertas orillas, donde la mano del hombre no ha sido tan feroz, y la enfermedad de la grafiosis no ha golpeado mortalmente, habitan pequeñas manchas de olmos comunes, con ejemplares de considerable porte.




En lo alto de un dique del río, construido con malla de alambre y cantos rodados, tiene la pareja de ginetas la letrina, en la que deposita sus excrementos con regularidad. Gracias a estas señales, es posible saber la existencia de esta especie tan esquiva en la zona.




A pesar de la sequía y de lo poco que ha nevado este invierno, el río baja con un caudal aceptable y con las aguas limpias, después de haber pasado por Sigüenza, Guadalajara, Azuqueca de Henares y Alcalá de Henares.




En la torre de una antigua línea de media tensión abandonada, tiene el nido la pareja de cigüeñas blancas. Lleva criando aquí en los últimos cinco años. Ahora, la madre protege y cuida a los pequeños pollos, mientras espera al macho a que acuda con alimento.




Al medio día, cuando el calor ya se hace intenso y molesto, es más agradable moverse por estos parajes. Aquí la vida no se detiene...




Entre las espadañas, una garceta blanca acecha el paso de los pequeños peces. Va capturando a su paso todos los pequeños animalillos que ve.




Esta zona que vemos, hace treinta-cuarenta años fue deforestada. Se sacó la arena y la piedra para construir viviendas. Desde entonces, la viva no ha dejado de crecer y de expandirse...




La floración de los álamos blancos es todo un espectáculo a lo largo del día.




En estas fechas y a lo largo del verano, el río y el bosque de galería se convierten en el ecosistema con el microclima más agradable de toda la zona.




Con los algodones de los chopos y otras materias, los pájaros moscones construyen sus curiosos nidos. En la entrada vemos al macho, terminando de construir su casa.




A lo largo de este tramo he visto algunas "manifestaciones culturales". De lo impresentables y guarras que pueden ser algunas "personas" que vienen al río a pescar, caminar ó... y dejan su basura, su cultura. Esta forma de manifestarse resulta curiosa, llama la atención, lo inteligente que puede llegar a ser el cerdo de dos patas.




Aguas abajo, el ambiente es más auténtico, más natural. Las aguas limpias del río crían y dejan ver las abundantes algas. En las orillas crece un densa banda de espadañas. Sobre los grandes sauces bardaguera, escalan las lianas de los lúpulos. Por el abundante sotobosque se escucha el canto de ruiseñores, oropéndolas, currucas...




Una gallina de agua recorre la orilla buscando insectos... Nada por el agua y bucea, en busca de vegetación con la que alimentarse...




Llegamos a una zona donde conviven los chopos blancos y negros con los abundantes tarays. Estas formaciones forestales, típicas de la mayoría de las riberas ibéricas, han desparecido en su mayor parte por la sobreexplotación y la mala gestión.




Se ven ejemplares espectaculares, de enormes troncos y portes. El taray es una especie autóctona que el ciudadano apenas conoce, porque se le ha exterminado de la mayoría de las riberas.




Desde la orilla alta del río, se observa una panorámica espectacular del Henares y su ribera media.




En la sombra, a la vera de las espadañas, una elegante garza real va a la pesca de barbos, bogas, cangrejos, culebras de río...