La cigüeña blanca se ha adaptado muy bien a los cambios establecidos por la civilización humana en el medio ambiente. Hoy, vamos a hacer un pequeño recorrido por su mundo...
En los meses de invierno, muchos individuos invernan en las riberas templadas de los ríos, del centro y sur de La Península. La gran mayoría lo sigue haciendo en África.
Los grandes vertederos de materias orgánicas y otros desperdicios, se han convertido en los últimos treinta años en áreas importantes, donde ciertas especies de aves se alimentan, invernan o estivan. Aquí, las cigüeñas blancas encuentran alimento durante todo el año.
En pleno invierno, las fresnedas parecen vacías. Sin hojas, sin apenas contrastes... Entre sus árboles y arbustos pasan la estación muchas especies.
El día llega con niebla a la dehesa de fresnos... Sobre el tronco de un viejo fresno caído, descansa una pareja.
A mediados de enero, las cigüeñas que han invernado cerca de sus áreas de cría, comienzan a tomar posesión de sus nidos. Los primeros que llegan son los machos.
Cuando la pareja ya se ha establecido y ha renovado sus lazos, que les unen de por vida, comienza la reparación del nido...
En el tejado de la torre de la iglesia medieval el panorama es muy variado. La mayoría se afana en reconstruir su nido, algunas intentan hacer uno nuevo, para iniciarse en la reproducción y las más tempranas ya incuban los huevos.
Las palomas bravías, venidas de los cortados rocosos o nacidas en los campanarios, son fieles vecinos de las cigüeñas blancas, cuando crían en las iglesias, conventos y catedrales.
Las riberas de los ríos siempre han sido el hábitat ideal e importante para el asentamiento de la especie. Aquí, no le faltan grandes árboles para construir sus nidos, presas y vegetales para alimentarse y alimentar a sus pollos...
Metido en la horquilla alta de un viejo chopo negro, la pareja ha construido el nido. La hembra protege a los pollos, y observa todo lo que pasa al rededor de su nido...
Las tormentas de primavera y verano, producen unas precipitaciones descomunales de agua durante quince o treinta minutos, llegando en ciertos casos a matar a los pollos y a los padres que les protegen. Por lo que se ve en la imagen, la fauna está preparada para vivir con las inclemencias meteorológicas naturales.
Después de la generosa y benefactora lluvia, sale el sol... Muchas cigüeñas se dedican ahora a reparar el nido. Mientras, los grandes pollos secan las plumas.
El sol ya se ha puesto en las altas montañas...
Los montes mediterráneos, dedicados a la ganadería desde hace siglos, constituyen un hábitat muy importante para las cigüeñas blancas durante todo el año.
A media tarde, muchos individuos recorren la vera de los pequeños arroyos. Buscan insectos, pequeños roedores, anfibios o pequeñas culebras.
Con el buche lleno, levanta el vuelo y se dirige al nido...
Sorprendida en el nido, en la copa de una vieja acacia, situada en el margen de un camino histórico, la cigüeña levanta la cabeza para observarnos... Desde su fortaleza se siente tranquila. ¡Ha visto pasar a tanta gente por debajo de su nido!
Este año, el verano se ha adelantado casi un mes. Las verdes herbáceas, en el mejor de los casos, se han desarrollado a la mitad. Mediado junio, en una pradera abrasada por el sol y agostada por la sequía, la cigüeña busca insectos, pequeños roedores y culebras.
En los últimos cuarenta años, han aprendido a establecer sus colonias de cría en las altas torres de energía eléctrica.
A pesar del ambiente que observamos en la fotografía, nada positivo, los pollos han conseguido emplumarse en el viejo nido.
Muchos pueblos y algunas ciudades, mantienen y cuidan a su población de cigüeñas. Con ello mantienen una parte de la cultura ancestral, que se inició con la civilización occidental.
Posada en la gárgola de granito de la catedral, observa todo lo que ocurre en la plaza...
Un gorrión común captura hormigas y pequeños pétalos de flor en la plaza...
Las altas torres, donde instalan los repetidores las compañías telefónicas, se han convertido en otro punto considerable para las cigüeñas blancas. ¡Para que luego digan que el mundo natural no va con la tecnología y con los tiempos! Como podemos ver en la fotografía, siempre va por encima.
Este año, una pareja joven ha conseguido hacer el nido. Está sacando adelante a tres importantes pollos. Otra generación va a seguir dando vida al pueblo...
En esta iglesia se mantiene una colonia histórica de cernícalos primilla, formada por unas 14 parejas. Hace treinta años fue mucho más abundante, pero los arreglos del tejado y el tapado de viejos agujeros, sin criterios técnicos medioambientales, han reducido mucho la colonia de esta especie, y han hecho inviable la vida de otras. En la imagen vemos a un macho, que vuelve al campo a capturar otra presa para alimentar a los pollos.
A la caída de la tarde, cuando el sol y el calor castigan menos, las entradas al nido con alimento se suceden entre los padres.
Los grandes parques, próximos a colonias de cría históricas, se han poblado por numerosas parejas. En los grandes cedros y chopos, construyen los nidos y sacan adelante a las nuevas generaciones.
La crisis económica, la del ladrillo, paró la grúa... Pero la vida no se detiene...
A primeros de julio, la mayoría de los pollos ya han abandonado el nido. Ahora campean con sus padres por los prados, en busca de alimento. Comienza para ellos una larga aventura...