Hoy, con un ambiente otoñal, en el que apenas veremos el sol, vamos a conocer una sierra que se localiza en la zona norte de Madrid, entre La Cuerda Larga y el valle medio-bajo del Río Lozoya...
La mañana llega con niebla en las altas crestas de la sierra. La temperatura es templada. Hace unos instantes que ha dejado de llover. En el ambiente se respiran todos los olores del otoño....
La niebla envuelve a los álamos negros que pueblan la ladera.
Por ella transita un pequeño bando de pájaros del bosque. El pequeño herrerillo común hace equilibrios en la rama seca. Busca de pequeños insectos, larvas o sus huevos.
Estas montañas son de granito, compuesto principalmente por cuarzos, feldespatos y ferromagnesianos. Rocas de extrema dureza, donde los suelos han tardado miles de años en formarse y son poco profundos.
En el perfil de la montaña se recorta la silueta del Convento de San Antonio de Padua. De estilo gótico, fue construido en los primeros años del siglo XIV...
En los pinos que rodean al convento, habitan algunas parejas de ardilla roja. Ahora las podemos ver consumiendo las piñas maduras.
Los bancos de nubes no dejan de pasar por los valles altos... Estamos en territorio natural, donde la situación geográfica y el clima han influido en la evolución natural de la jara pringosa (Cistus ladanifer).
Otro habitante típico de estos parajes, es el escribano montesino...
Las nubes, la niebla, dan otra dimensión al paisaje... A las rocas, a los árboles, al ambiente...
El paisaje natural que configura las laderas, está condicionado por la densidad y profundidad de los suelos que las ocupan. Donde los suelos son profundos y existen pequeños acuíferos, habitan encinas, arces menores y robles melojos o albares. Donde los suelos son escasos y no existe el acuífero, prosperan los enebros de la miera y las jaras.
Históricamente, el buitre leonado siempre ha sido un habitante típico de estas montañas...
Los frutos del enebro de la miera van madurando... Desde el mes de noviembre y durante todo el invierno, van a ser una parte considerable del alimento de mirlos, zorzales, zorros, garduñas, ginetas...
La silueta del fresno norteño (Fraxinus excelsior) sobresale y contrasta entre los enebros, las jaras y las escobas que habitan entre las grandes rocas.
Este mirlo común, busca insectos entre las hojas y las maderas muertas de un arroyo...
Las hojas ocres de rosal silvestre, contrastan con los rojos escaramujos. Un fruto con alto contenido en vitamina C...
En las zonas más orientadas al oeste, donde las horas de sol son menores, la vegetación arbórea es más variada, más densa y está más desarrollada. Por estas zonas pasan las nubes cargadas de humedad.
Otro habitante típico de los cantiles y de laderas rocosas es el colirrojo tizón. Un pájaro insectívoro que pasa con nosotros todo el año. En los inviernos muy fríos, si nos fijamos, le podemos ver por los grandes edificios y las calles de Madrid.
Gracias a la orografía de la sierra, el madroño todavía sobrevive en ciertos puntos, donde la influencia de la mano del hombre no ha sido tan brutal... Como ha ocurrido en el 99% del territorio de Madrid.
En ciertas zonas altas, donde el suelo es profundo y la humedad se mantiene en los meses cálidos, se localizan encinas centenarias de considerables portes.
A lo largo de la historia, ciertas zonas han ardido de forma natural o intencionada. En los últimos cuarenta años, con la desaparición del pastoreo, la vegetación se está recuperando... Como vemos en la fotografía.
La silueta del águila real no falta en los cielos de la sierra. En la imagen vemos a un joven de un año.
Los arces menores, o rabicanos, como se les conoce en la zona, van cambiando los colores de sus hojas...
En esta zona, donde la pendiente es muy pronunciada y agreste, la mano del hombre no ha sido tan dura como en otras. Aquí los árboles son variados y centenarios, y están acompañados por diferentes especies de arbustos.
Los días de lluvia y la humedad ambiental, dan vida a los abundantes musgos que cubren las rocas y los troncos de los árboles.
Mimetizado en el ambiente del monte, el corzo se mueve sin delatar su presencia...
Más abundantes que las encinas, los robles melojos están más distribuidos por el territorio. En la fotografía vemos a un importante ejemplar centenario, localizado en una zona alta de la sierra.
Ahora, vemos una panorámica de la mayor parte de la sierra... Cubierta de robles, enebros, fresnos, jaras y encinas. Al fondo se ve El Pico de La Miel.
Cerca de una fuente, donde el terreno está húmedo y el pasto ha vuelto a brotar, se acercan los zorzales charlos para capturar insectos y lombrices.
En tiempos, hace 200-400 años, el alcornoque fue común en la sierra... En la actualidad es un árbol que está en peligro de extinción, pues apenas quedan unos pocos ejemplares dispersos.
Gracias a la legislación y a la gestión forestal, en la Dehesa de Roblellano se localizan pequeñas manchas de robles melojos...
Los escasos rayos del sol que se cuelan entre las nubes y los robles, nos dejan ver a uno de los habitantes más típicos de esta dehesa... El pico picapinos. Con él nos vamos, pensando en volver en otra estación...