jueves, 16 de octubre de 2014

SOMOSIERRA. UN PUEBLO, UN PUERTO DE FRONTERAS.


El pueblo de Somosierra, localizado en el puerto a 1434 metros de altitud, es el último pueblo de Madrid que acompaña a la Nacional I, antes de entrar en la provincia de Segovia. Históricamente siempre ha estado poblado... Es la entrada y salida de las dos Castillas, y un punto estratégico muy importante para el centro de la Península.




Desde el monte vemos el centro del pueblo. Casas de coloridos tejados que han evolucionado con el paso del tiempo.




La iglesia de Santa María de Las Nieves, fue construida en el siglo XVIII. Fue dos veces destruida, una durante la invasión francesa y otra durante la guerra civil del 36.




Aunque es un pueblo alto y muy frío en invierno, habita en él una población considerable de estorninos negros y pintos. En la fotografía vemos a un ejemplar joven de estornino pinto, bebiendo en la orilla de un arroyo que atraviesa el pueblo.




Afortunadamente se conservan elementos típicos del mundo rural, que se utilizaban hace sólo cincuenta años. El potro, hecho con piedra de la zona, era donde se arreglaban los cascos a las caballerías, los bueyes y vacas de tiro.




Al lado se encuentra el edificio de la fragua, donde se hacían todo tipo de utensilios de metal para el pueblo.




Cerca, en una pequeña fuente,  observo a un  colirrojo real, muy abundantes por el pueblo durante el paso. Al principio se asusta, pero luego vuelve a la fuente.




Históricamente, Somosierra ha sido paso de ganados, antes que de coches de caballos y automóviles. Por esta calle principal pasa una vía pecuaria hacia los prados altos.




La arquitectura tradicional típica de la zona, ya apenas existe en el pueblo. Esta es una de las últimas ventanas hechas con madera de los robles de la zona, con una reja típica de la época.




A lo largo del año pasan por sus cielos multitud de especies en sus vuelos migratorios. En la fotografía vemos un bando de grullas comunes, que van camino de los encinares del centro y sur de la península.




Por sus calles son comunes las fuentes y pilones, donde bebía el abundante ganado que pasaba por ellas.




Un vecino del pueblo siega con la guadaña la hierba que ha crecido cerca de su casa.




En un pequeño regato que pasa a las espaldas del pueblo, observo a un escribano montesino bebiendo. Un pájaro típico de esta zona.




Las grandes casas de gruesos muros de piedra, son típicas en el pueblo.




En todos los huertos o linares que hay alrededor del pueblo, no faltan los árboles frutales. Ciruelos, cerezos, nogales y manzanos, como el de la fotografía, son los más comunes.




A lo largo del día, multitud de pájaros pasan por los árboles del pueblo. Podemos ver desde arrendajos, estorninos, trepadores azules, petirrojos, papamoscas, gavilanes, ratoneros y elegantes carboneros, como el de la fotografía.




En la zona más alta del pueblo, se localiza la Ermita de Nuestra Señora de la Soledad. En ella se encuentra la imagen de una virgen de Polonia.




En la entrada podemos ver una placa conmemorativa, en honor a los soldados polacos que entraron en combate a las órdenes de Napoleón, para conquistar el puerto y el pueblo de Somosierra. Esta batalla tubo lugar el 30 de noviembre de 1808.


lunes, 13 de octubre de 2014

LA BERREA DEL CIERVO.

Al comienzo del otoño, cuando los árboles y arbustos del monte se encuentran cargados de frutos y los pastos comienzan a brotar por las primeras lluvias, se produce un acontecimiento muy interesante...




La berrea es la mejor época del año para ver a los ciervos. Podemos ver los mejores o peores ejemplares, los más jóvenes y los más viejos... Todo un espectáculo, que se produce todos los años en los montes donde habita este sensacional ser vivo.




Por estas fechas las encinas se encuentran cargadas de abundantes bellotas. Van a ser el reconstituyente natural que estaban esperando los ciervos, para continuar y acabar con fuerzas el acontecimiento natural.




Los variados pastos que nacen ahora en las riberas de los arroyos y los claros del monte con las primeras lluvias del otoño, junto con las hojas de árboles y arbustos, son el aporte principal que van a consumir en esta época.




El día empieza a clarear... La espesa y húmeda niebla se ha metido en el monte durante la noche, lo oculta y lo transforma todo. De vez en cuando se oye el canto de un pájaro, o el berrido de un ciervo...




Poco a poco, la niebla se va disipando... En el arroyo, poblado por grandes chopos negros, observamos a un grupo de ciervas con sus crías.




En la Península Ibérica se localizan dos especies de ciervos. Los que habitan las marismas del Betis y los que lograron sobrevivir a la extinción durante el siglo XX, emboscándose en las últimas manchas mediterráneas más considerables de Sierra Morena, Los Montes de Toledo, Las Sierras de Las Villuercas, de Guadalupe y de San Pedro, en Extremadura, Los Montes de El Pardo, en Madrid... 




El sol al final ha podido con la niebla. Por el arroyo observamos a un buen ejemplar marcando su territorio. El también quiere formar parte este año...




En estos valles todavía podemos encontrar una variedad importante de arbustos nobles, ya desaparecidos en la mayoría de los montes. Los grandes madroños ofrecen ahora sus apetecibles frutos y sus elegantes flores.




En otra zona, otro macho marca su territorio con su potente voz. Tiene un territorio definido en una parcela del arroyo, pero todavía no tiene hembras.




La mañana está siendo muy variable... El sol y las temperaturas son muy agradables. En una zona un poco elevada, nos detenemos unos instantes para observar el panorama. Vemos un monte mediterráneo variado, poblado por grades encinas y enebros, grades quejigos y arces menores, que ya han encendido sus hojas con los colores del otoño.




Dos buenos ejemplares miden sus fuerzas... Uno defiende el harén formado y el otro quiere hacerse su dueño. El que más fuerte esté y aguante, será su dueño.




En estas manchas mediterráneas de encinas, alcornoques, quejigos, labiérnagos, jaras... habitan los ciervos ibéricos del centro y el sur de la península. Se le puede considerar como a uno de los principales bioindicadores, de la calidad ecológica de las últimas manchas forestales autóctonas, que cubren la piel de España.




El ciervo diariamente se relaciona con las ciervas que están con él. Si alguna está receptiva la cubre.

Si este ciervo pierde el harén en una pelea o sus ciervas se van con otro, y siguen en celo, volverán a ser cubiertas por el nuevo galán. De esta forma, la variedad genética se transmite y se fija en las nuevas generaciones.

La naturaleza siempre selecciona a los más sanos, los más potentes, los mejores. Para perpetuarse, evolucionar y no degenerar.




Al medio día, a la sombra de los fresnos observamos a un ciervo con un grupo de ciervas. Este ejemplar ya ha formado un harén, que puede crecer o mermar, según vaya su potencia sexual a lo largo del ciclo.




Las grandes laderas cubiertas por pinos piñoneros, encinas, enebros, alcornoques, y un apretado matorral de jaras pringosas y romeros, fijan el suelo y detiene la erosión del monte. En estas zonas durante el día, se encaman los grandes y viejos machos solitarios.




El ciervo representa el espíritu libre del monte. Por el día se encama en las querencias donde ha nacido y se ha criado. Cuando se pone el sol, comienza un nuevo recorrido por las zonas que ya conoce o por otras desconocidas. Cuando el nuevo día comienza a clarear, vuelve a la querencia. Durante esos dos periodos del día, podemos ver al espíritu del bosque moverse.




En estas grandes manchas mediterráneas sobre arenas, habitan todavía los ciervos autóctonos ibéricos... De estos montes han salido cientos de ejemplares para repoblar muchos espacios naturales de la península.




A la caída de la tarde vuelven a oírse por el monte los grandes berridos... Los ciervos salen a los claros, a sus pequeños territorios, donde el ciclo vuelve  a iniciarse otro día del otoño...




La luz cálida de la tarde resalta los colores intensos y elegantes de los grandes chopos negros. Un espectáculo de luces, que pone color a un acontecimiento natural del otoño en los montes mediterráneos ibéricos.




Durante la berrea los ciervos apenas comen. Sus actividades se limitan principalmente a formar y a defender el harén, a cubrir a las ciervas y controlar para que no se vallan con otros machos.
 
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lunes, 6 de octubre de 2014

LA SIERRA DEL RINCÓN Y EL VALLE ALTO DE LA PUEBLA. OTOÑO.


El otoño dura poco en la Sierra del Rincón, apenas mes y medio, si viene con lluvias y temperaturas templadas. Es la época del año cuando los montes se visten de colores, según las especies que tengan, y los van variando hasta que tiran las hojas... "Al día siguiente" el invierno ya se habrá metido en estas montañas.




Las nubes venidas del Norte se meten por los collados y los valles... Arropan a los robles de la dehesa de La Hiruela.




En un arroyo, un papamoscas cerrojillo se baña para arreglar sus plumas. Con ellas tiene que llegar hasta el África tropical.




Está amaneciendo... El día viene nublado y la temperatura es muy agradable. En la orilla del Río Jarama, junto a un haya grande, me detengo unos instantes para observar el ambiente...




La mitología, la superstición y las creencias populares, siempre han estado presentes en los grandes bosques próximos a los pueblos y ciudades... A ellos acudían ciertas mujeres que entendían muy bien las hierbas medicinales, conocidas como curanderas, brujas, meigas, trementinaires...




El pueblo de La Hiruela, metido en el valle alto de la montaña, próximo al Río Jarama, es el primer pueblo de la zona que recibe los rayos del sol de la mañana.




En el robledal se produce un claroscuro único, que nos descubre rincones del bosque y pájaros de vivos y elegantes colores, como el macho de colirrojo real.




A finales de octubre los frutos del endrino ya están maduros. Tienen un sabor algo ácido... Los habitantes de la zona elaboraban con ellos pacharán.




Entre los grandes robles melojos de la dehesa de Puebla de La Sierra, podemos ver ciertas esculturas "naturales", que forman parte de un recorrido escultórico conocido por "El Valle de Los Sueños". En la imagen, "El Roble Hueco".




Las laderas altas del valle de La Puebla, se sembraron de pinos silvestres en los años 60. Con el paso del tiempo, los robles autóctonos nacidos de forma natural, se van haciendo notar entre los pinos... Al fondo vemos el Pico de Peña de la Cabra, de 1830 metros de altitud.




Los grandes canchales de cuarcita descienden por las laderas de La Peña del Cuervo, en Prádena del Rincón. Con el paso del tiempo son retenidos y colonizados por la vegetación.




En esta época del año, invernan varios ejemplares de garza real en los arroyos y ríos de la zona.




La noche cambia la forma de ver lo que hemos visto durante el día. Ahora las calles de Prádena del Rincón tienen otra dimensión...




En Montejo de la Sierra se encuentra en centro de información e interpretación, de la Reserva de la Biosfera de La Sierra del Rincón. Aquí podemos informarnos y recoger los pases para visitar el hayedo.




Las grandes hayas que crecen en la orilla del Río Jarama, van cogiendo los colores del otoño. Si las lluvias acompañan y no se producen heladas, en quince días se cubrirán de amarillos, naranjas y ocres...

NOTA: Ver también el artículo del día 21 de octubre de 2013. TRÁILER. CUADERNO FOTOGRÁFICO DE LA SIERRA DEL RINCÓN Y EL VALLE ALTO DE LA PUEBLA.