Hoy vamos a entrar en un pinar silvestre de alta montaña... En un día frío, de hielo, de nieve hasta la cintura; de nieblas que cubren las laderas de las montañas... Un día en el que no se ve un alma por el bosque. Sólo se ven los rastros de la fauna.
Ha amanecido el cielo cubierto y con nieblas en las altas cumbres. El termómetro del último pueblo por el que he pasado, marcaba los -8ºC. El panorama que vemos... es de absoluta soledad.
Por la orilla del río hay que andar con mucho cuidado, pues todo está helado. El silencio casi es total. Lo único que se escucha, son las aguas que corren libremente entre los pinos silvestres.
En los rápidos, el río se vuelve escultor, crea arte. Sus aguas crean formas muy curiosas, al quedarse congeladas en las hierbas de las orillas, y en las ramas de los árboles y arbustos.
En muchas zonas, la nieve acumula espesores de cerca de un metro, que hace que sea muy duro andar por el pinar.
Aquí, debido a la meteorología, la orografía del terreno y las bajas temperaturas, de hasta -20ºC, que se suceden durante muchos días en invierno, el ser humano no ha podido establecerse.
Las nubes, de vez en cuando se abren, y dejan pasar los rayos del sol...
En un paso estrecho del río, se ha quedado para la posteridad el puente romano más auténtico de Madrid.
La nieve que cayó hace unos días, ahora hecha hielo, nos muestra las hojas de los escasos robles que habitan en el pinar.
Pasado el medio día, las nubes se han cerrado completamente. Por las laderas de las montañas empieza a bajar una brisa en forma de neblina, que aconseja ponerse los guantes y abrigarse bien, si queremos seguir andando por estos lugares. Por cierto, en toda la mañana no he visto un ser humano. Algún trepador azul, carbonero garrapinos y el rastro de dos ardillas, que han comido piñas. Poco más.
El ambiente que estamos viendo, es el mismo que pueden ver los habitantes de los Países Escandinavos, la taiga rusa o Alaska. Estos pinares silvestres llegaron hasta el Sistema Central a lo largo de las glaciaciones, y se han quedado con nosotros para siempre.
Cerca de la orilla del río, veo las huellas que han dejado dos lobos. Son las huellas de los últimos lobos del Sistema Central. Lobos que acabarán sus días, seguramente, atropellados en una carretera o muertos en una montería.
La extensa mancha de pinos silvestres, puebla todos los pequeños valles de la cuenca alta del Río Lozoya. Ahora, la fauna que aguanta este clima vive tranquila, pues ningún ser humano la va a molestar.
Las lagunas y pequeños embalses, están cubiertos con una gruesa capa de hielo y de nieve.
Sobre la cota de los 1600 metros empieza a nevar. Grandes copos de nieve se van depositando sobre las ramas de los pinos.
Dentro del bosque, el silencio es absoluto...
En el puerto, la ventisca viene con grandes copos. La imagen que queda, nos puede parecer interesante, bonita, elegante... Esto, va a poner a prueba a todos los seres vivos del pinar, y el que no esté preparado, no verá la próxima primavera.
Yo también me di una vueltecilla el sábado aprovechando la nieve reciente. Esa naturaleza tan silenciosa también tiene su lado bonito, y ese paisaje es más que revitalizante…. Salud y montaña.
ResponderEliminarLos ecosistemas naturales siempre cuenta algo diferente a lo largo del año. En unas épocas más que en otras. La nieve, el frío y la soledad de los altos pinares de montaña, también cuentan muchas cosas interesantes... Sólo hay que acercarse a ellos y escuchar como se manifiestan con su silencio. Gracias por tu comentario.
EliminarUn cordial saludo Oscar.