La distribución geográfica que ocupan los montes de castaños autóctonos en el territorio de Madrid, se circunscribe a las laderas de las montañas del Sur-Oeste. Gestionadas por el hombre desde hace más de dos mil años, forman manchas en compañía de otras especies o casi puras.
Vamos hacer un recorrido por estos montes a lo largo del otoño.
La mañana de noviembre llega templada, con una niebla muy húmeda... El canto del mirlo común y del petirrojo, ponen la banda sonora a estas horas. Las doradas hojas de los chopos negros, contrastan con la masa de castaños.
Desde el tronco de uno de ellos se escuchan pequeños ruidos de un pájaro carpintero. Está picoteando y taladrando la corteza, para encontrar los insectos que habitan en ella.
Después de un buen rato, observando... conseguimos ver al autor. Es el pequeño pico menor. Un habitante de estos bosques, muy escaso en toda La Península Ibérica.
El abandono industrial de estos bosques, está favoreciendo su repoblación natural. Nuevas generaciones de castaños, nacidos de fruto, están ocupando su sitio en el monte. Otras especies forestales, que fueron eliminadas hace siglos por tener menos valor comercial que el castaño, están volviendo.
En el interior del monte la tranquilidad es absoluta. Todo es armonía. El canto de algunos pájaros, el sonido de los arroyos, los grandes troncos de los castaños, sus hojas... La luz.
En el silencio se escuchan movimientos entre las hojas secas del suelo... Es un erizo común, que está buscando insectos para alimentarse. Al acercarnos, se queda inmóvil. Pasados unos minutos, al ver que no hay peligro sigue con su tarea...
En algunas zonas todavía se pueden ver los restos de las antiguas obras públicas, que otras civilizaciones construyeron por el bosque en épocas pasadas.
Numerosas especies de setas se desarrollan ahora con las abundantes lluvias y las temperaturas templadas. Son el principal bioindicador de salud ambiental y climática que tienen los montes ibéricos.
Un verderón común busca semillas entre las raíces de un fresno. Este pájaro cantor es común en estos montes.
Debajo de un enorme castaño, de unos cuatrocientos años de vida, vemos a una persona del pueblo cogiendo castañas.
Hace pocos años, todas las castañas que tiraban los árboles, se recogían y se seleccionaban para su comercialización.
Por el suelo se ven infinidad de erizos, con las castañas en su interior. Ahora estos montes son una inmensa despensa, que van a dar de comer a la fauna durante el otoño, el invierno y el comienzo de la primavera. Las castañas que no sean consumidas, se convertirán en pequeños árboles en primavera.
En la actualidad, Madrid ha puesto en marcha una gestión que favorece a las manchas autóctonas maduras, que fueron degradas en las últimas décadas del pasado siglo. Los incendios intencionados, las talas legales e ilegales y el sobrepastoreo, estuvieron a punto de acabar con esta especie en el centro de España.
En un manantial, donde beben las vacas, observamos a varios pájaros bebiendo y bañándose... Entran carboneros y herrerillos comunes, jilgueros, pinzones, mirlos... Algunos picogordos, como los de la fotografía.
La zona donde se asienta este castañar, es una de las más lluviosas de La Península Ibérica, con medias anuales por encima de los 900 mm. Gracias a estas precipitaciones, los montes de castaños han evolucionado aquí durante el cuaternario.
En otoño proporcionan una cosecha de castañas considerable, y leñas caídas o muertas para calentar las casas durante el invierno.
Los pájaros del bosque, sus pequeños prisioneros, explotan todos los recursos naturales de cada rincón.
El agateador común va registrando al milímetro las cortezas y las pequeños grietas de los troncos de los árboles, buscando crisálidas, insectos y sus puestas.
La ladera en la que se localiza la mancha es muy rocosa, sin apenas suelo donde crezca el pasto para la ganadería. Esta geografía rocosa, fue la que salvó en su día la existencia de este bosque de grandes castaños.
Los majuelos, con las hojas ya doradas, ofrecen sus rojos frutos a toda la comunidad del bosque. Una de las últimas frutas jugosas, con sabor a manzana.
Dos mil años de gestión en un monte natural, dan para mucho. Terminan dejando una influencia humana muy integrada en el paisaje forestal.
Los pájaros carpinteros, habitantes típicos de las masas forestales, también tienen aquí sus hábitats y sus nichos ecológicos. El pico picapinos, el pito real, el pico menor y el torcecuello, explotan distintos nichos ecológicos, se alimentan de formas muy diferentes.
Por esta zona, la mayoría de los castaños son enormes. Tienen troncos que pasan de los cinco metros de perímetro en su base. Junto a uno de ellos, de 7,95 metros de perímetro en la base de su tronco, nos paramos unos instantes para observar el panorama...
Si la gestión acertada sigue su curso, estas manchas se habrán repoblado de forma natural en los próximos cincuenta años, pues el castaño tiene un poder regenerativo muy considerable, debido a la cantidad de frutos que produce y al clima donde se asienta.
Un grupo de pájaros del bosque pasa buscando alimento, en forma de insectos, semillas, bayas, castañas y bellotas. El carbonero común registra las ramas del sauce, capturando pequeños insectos y larvas.
El panorama de esta zona del valle nos muestra un otoño avanzado. Lúgubre, desafiante, para el que no está acostumbrado a caminar por los montes en esta época del año. La temperatura es templada. La humedad en el ambiente es total.
En la parte alta de la ladera encontramos otro castaño grande, con 7,85 metros de perímetro en la base de su tronco. Su estado es excelente y se le ve muy sano. Junto a él nos paramos unos instantes para ver el panorama del valle... Y ver el camino que vamos a seguir.
El trepador azul ha evolucionado con los montes atlánticos que cubren las montañas de La Península Ibérica desde el cuaternario. Habita en ellos todo el año, incluso los inviernos más crudos. Es un bioindicador de la calidad de las masas forestales atlánticas y de la calidad ambiental de su clima.
En las últimas décadas, como consecuencia de la alteración del clima con ingeniería climática, que produce sequías anuales en los montes y el aumento de las temperaturas por encima de los cuarenta grados, durante la primavera, el verano y el otoño, los montes ya no producen la cantidad de frutos que producían antes de estas alteraciones del clima, y en ellos ya no habitan la variedad y la cantidad de insectos, pues los productos con los que fumigan los cielos para destruir las borrascas atlánticas los exterminan.
En los años sesenta del pasado siglo, el hacha y la motosierra talaron importantes y considerables castaños. Por el monte se ven los grandes tocones de aquellos monumentales árboles, que cubrían las laderas de estas montañas. Este que vemos, tiene 5,60 metros de perímetro.
El otoño hace mágicos a los castaños, los pone en otra dimensión... Sus hojas alargadas aserradas, de tonos verdes, amarillos, ocres, naranjas, rojos, junto con las formas y los tonos de los troncos, los hacen diferentes.
En nuestros días estos montes están muy considerados por la sociedad. Por sus recursos naturales y por los ambientes culturales-turísticos que ofrecen.
En el arroyo vemos a una paloma torcaz bebiendo. Una de las pocas que se quedan en la zona para invernar, o de las miles que pasan por los puertos en dirección a los montes mediterráneos, donde van a invernar.
La bibliografía histórica y la moderna tecnología, han confirmado que estas manchas de castaños son autóctonas, como los robledales y las fresnedas que los acompañan.
La luz rasante de la tarde se cuela en su interior... Crea otro ambiente, otras formas... Otros colores. Otra forma de ver el bosque.
Las ardillas están muy activas en esta época del año. Se dedican a recoger todos los frutos del bosque que encuentran.
Hay zonas donde la regeneración del monte está muy avanzada. Aquí abundan los castaños jóvenes nacidos de fruto, entre los grandes ejemplares con más de trescientos años de vida.
Estos montes umbríos de densas hojas, no dejan pasar la luz al suelo. En consecuencia, en ellos no existe el matorral de jaras y brezos, siendo prácticamente imposible los incendios forestales naturales.
Por la orilla del arroyo observamos a la lavandera cascadeña. Sin dejar de mover su larga cola, camina cerca del agua, capturando insectos con movimientos muy rápidos.
Durante varios siglos han producido toneladas de castañas y miles de metros cúbicos de madera para la construcción. Ahora, la gestión debe de ser sostenible, potenciando la ecología del monte, para que vuelvan las especies forestales y faunísticas que desaparecieron.
Su gestión debe de ir encaminada entre la regeneración natural, con todas las especies forestales que evolucionaron con él, el turismo rural-ambiental y la producción de la castaña.
Las antiguas tapias que delimitaban cada parcela del monte se han caído, ya a penas se notan. El paso del tiempo va a poner al monte en su estado original. Por el momento, nos tenemos que conformar con imágenes como esta.
Metido en un rosal silvestre, observamos a un herrerillo capuchino... Va registrando y observando todo con detalle. No se le escapa nada. De vez en cuando se para y captura a un pequeño insecto o a una pequeña larva, que encuentra aferrada a las ramas del rosal.
El día al final se ha definido. En el cielo se han abierto grandes claros, que dejan pasar los agradables rayos del sol.
Con esta panorámica del interior del monte nos vamos. Recordando lo importantes que fueron los castañares en el pasado, por el valor de sus frutos y su madera. Lo importantes que son ahora, por sus valores ambientales, culturales, turístico y económicos.
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