lunes, 9 de marzo de 2015

UNA VISITA AL SABINAR DEL VALLE DEL LOZOYA...

En el valle del Río Lozoya se localiza una mancha considerable de sabinas albares, acompañadas por sabinas negrales, enebros de la miera, encinas y robles melojos... El monte está localizado en la ladera de una montaña, donde el sol calienta desde que sale hasta que se pone.

Hoy vamos a dar un paseo por esta zona, vamos a ver como es esta mancha forestal y como es el porte de sus árboles.



A media ladera, la nieve se va haciendo más habitual y espesa. Ahora podemos ver las huellas de los corzos, jabalíes, la garduña, el zorro, algunas aves...




En el cielo vemos a tres buitres negros. Buscan un animal muerto. Son los guardianes sanitarios del monte.




Según la orientación de la ladera y la gestión que ha tenido el monte a lo largo de los últimos ocho siglos, el sabinar es más puro o es más variado en especies.




Un habitante típico de estos montes, es el escribano montesino. Un pájaro del tamaño de un gorrión, de elegantes colores y sonoro canto.




Las sabinas y los enebros habitan generalmente donde se da un clima continental extremo y austero. De veranos calurosos e inviernos muy fríos y secos, sin apenas precipitaciones. Son los bosques más antiguos de La Península Ibérica.




El gavilán, habitante de las masa forestales densas, especialista en la captura de aves medianas, menudas y roedores, transita por estos parajes durante todo el año.




Por el monte se localizan importantes ejemplares de sabina albar, con troncos respetables de cuatro metros de perímetro en su base.




A lo largo del otoño van llegando zorzales charlos, comunes, alirrojos y reales, procedentes del norte. Van a pasar aquí el otoño y el invierno, aprovechando los recursos que les proporciona el monte. Refugio ante las inclemencias meteorológicas adversas y abundante alimento, en forma de bayas de enebro, de sabinas y abundantes lombrices.




La mañana viene fría. Junto a un enebro de la miera (Junniperus oxicedrus) nos detenemos un instante... para ver la panorámica del monte.




Debajo de una encina grande, entre unas matas, vemos el cráneo de un jabalí. Por su estado y lo limpio que le han dejado los buitres, parece que lleva aquí desde el invierno pasado.




En las zonas donde da menos el sol, las rocas están cubiertas por grandes costras de hielo de diferentes formas.




Los pequeños pájaros del bosque van en pequeños o grandes bandos, registrando la vegetación y el suelo. Cada especie está especializada en un nicho ecológico. Busca su alimento donde le corresponde por evolución. El herrerillo capuchino va registrando las ramas medias de los árboles y los grandes arbustos. En esta ocasión le vemos en las inmediaciones de una fuente.




La dehesa ha tenido una gestión racional a lo largo de la historia. De aquí han salido muchos troncos para la fabricación de vigas de calidad, en ella ha pastado el ganado desde tiempo inmemorial.




En varias zonas se localizan fuentes y manantiales, que los ganaderos se encargan de mantener a lo largo del año. Esta que vemos, tiene una pila de granito.




En los últimos treinta años, el rabilargo ha terminado de expandirse por las zonas más cálidas del valle. En el sabinar se localiza una colonia.




El día parece que se ha estabilizado, pues ya no hace aire. En el sabinar la fauna no suele ser abundante en número y en especies, pues estos árboles de recias y duras maderas, apenas tiene huecos. Por otra parte, los pájaros carpinteros no suelen utilizarlos para construir sus nidos. 




Sobre la nieve, en una vereda vemos las huellas de varios mamíferos que habitan en el monte. Entre ellas, observamos las huellas que ha dejado un zorro.




Sobre la copa de una sabina vemos a un buitre leonado descansando. Toma el agradable sol de la mañana.




En las zonas donde más pega el sol, la nieve se va retirando. Aquí hay más vida, pues el ambiente es más templado y la fauna puede encontrar alimento en el suelo.




En una zona llana, donde calienta el agradable sol de la mañana, observamos a un grupo de vacas alimentándose con la hierba que les proporciona el ganadero.




Las sabinas albares son árboles de crecimiento muy lento, que llegan a cumplir edades superiores a los mil años. Son junto con los tejos y los olivos, los árboles más viejos del continente Europeo.




Durante el otoño y el invierno se produce la fructificación de los enebros y las sabinas. En estas épocas del año pasan e invernan en el monte muchos zorzales y mirlos comunes. En la imagen vemos a un mirlo del año merodeando por un manantial.




Después de un largo día, caminando por un bosque antiguo que llegó a cubrir grandes áreas del centro de España, nos marchamos entre sus árboles...

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martes, 3 de marzo de 2015

EL CHOPO VIEJO DE LA ISLA.

La historia de este álamo negro (Populus nigra), es la historia de los innumerables árboles monumentales de ribera, que se han talado en los últimos cincuenta años, sin ningún motivo justificado y sensato, como consecuencia de la ignorancia que aún perdura en los que hacen este tipo de gestión.



El día abre sin nubes... Una fina capa de escarcha cubre el pasto de la ribera.




El alcaudón real, invernante, venido de otras latitudes, monta la guardia para localizar a un pequeño ratón o musaraña con el que alimentarse, para afrontar el frío día.




Con las primeras luces del día... Junto al antiguo cauce del río, observamos la tala de un enorme chopo negro. Nos preguntamos ¿con qué sensatez se ha cortado este árbol, para luego dejarle en el sitio?




En las pequeñas praderas, rodeadas de tarays, observamos a los conejos... Unos pastan, otros toman el agradable sol.




En esta zona, el bosque de ribera se abre, se hace más extenso. Aquí cría el ratonero, el azor y son comunes los pájaros carpinteros e insectívoros.




Un bando numeroso de grajillas anda buscando insectos y semillas entre las hojas del suelo. Otras descansan en las ramas de los árboles.




Junto al río, pasamos por otra pequeña mancha de álamos blancos. Aquí podemos ver ejemplares de considerable tamaño, de unos treinta años de vida.




En las ramas altas de los álamos blancos, un grupo de cormoranes grandes toma el sol. Recargan las calorías perdidas en las aguas del río durante la noche.




El día se presenta agradable... Los cálidos tonos de la ribera reflejan muy bien la estación del año.




En la chorrera del río vemos a la garceta blanca. Está a la pesca de pequeños peces y otros pequeños animalillos.




El cálido sol, ya alto, se mete por todos los rincones de la ribera...




En el tronco de un sauce bardaguera, crecen enormes e interesantes setas, de nombre Laetiporus sulphureus.




El pequeño agateador común recorre la corteza de un viejo chopo negro. Aquí encuentra pequeños insectos, larvas y puestas de invertebrados.




Dentro de la antigua isla, se extiende una mancha muy considerable e importante de taray. En algunas zonas encontramos ejemplares de grandes dimensiones.




Un grupo de carboneros, herrerillos, pinzones y mitos, pasa registrando la zona en busca de alimento.




Volvemos al antiguo cauce, por donde partía el Río Jarama en los años cuarenta del pasado siglo. Observamos que hay varios álamos grandes cortados... Vemos que al más grande también le han abatido. Hacemos una serie de fotografías... No entendemos el sentido, la gestión, el porqué de lo sucedido.




Es todo lo que queda del viejo chopo. Un árbol que llegó a cumplir casi los dos cientos años... Que habitaba en una zona del río por la que no pasa nadie.




Este era el aspecto que tenía el viejo álamo negro, que habitó el antiguo cauce por el que corrían las aguas del Río Jarama hace un siglo. Era el decano del tramo medio del Río Jarama, el último bioindicador que nos informaba con su porte, como tienen que ser los árboles maduros que cubren las riberas de los ríos.

Afortunadamente vivirá para siempre en esta fotografía...




En una pequeña charca, junto al río, tres cigüeñuelas comunes buscan insectos. Hace unos cuantos años, esta especie era muy común durante la época de cría.

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martes, 24 de febrero de 2015

martes, 17 de febrero de 2015

LA DEHESA DE VALDELATAS.

La Dehesa de Valdelatas es una de las últimas manchas forestales sobre arenas de Madrid, que ha sobrevivido gracias a ciertos intereses sociales y económicos. Con otro nombre, ya se la cita en El Libro de La Montería de Alfonso XI, escrito en el siglo XIV.



Al alba, en la raya de la dehesa vemos a una piara de jabalíes de nueve ejemplares. Se quedan unos instantes mirando... Después desaparecen entre la vegetación.




La mancha de pinos piñoneros se despierta pintada por la blanca escarcha. La temperatura ambiental es de -4ºC. La luz, poco a poco, se va metiendo dentro del monte...




Sobre las varas de las zarzas que rodean una fuente, se pueden ver curiosas formas de hielo.




Un bando pequeño de estorninos negros, de unos 15 ejemplares, descansa sobre las ramas de un sauce localizado en la orilla de un arroyo.




El sol cálido de la mañana comienza a templar el monte. La luz es vida y color.




Un grupo de seis jilgueros se mueve por la zona... Se arreglan las plumas y se preparan para irse por las zonas abiertas, en busca de semillas.




Otro árbol que se utilizó para repoblar la dehesa, fue el pino resinero. Hoy forma pequeñas masas muy interesantes, con ejemplares considerables.




La luz limpia de la mañana enciende las hojas nuevas de las jaras. Son como pequeños candiles dentro del bosque de pinos.




En los últimos diez años, el trepador azul ha colonizado la dehesa. Ahora cría y habita en ella durante todo el año.

Hace veinte años, ni en los inviernos más crudos, era posible ver a esta especie en esta mancha forestal.




La vegetación autóctona principal está compuesta por la encina. En la actualidad podemos ver importantes manchas, que se están recuperando bastante bien.




En el tronco de una encina observamos a un pito real hembra. Está inmóvil, ha visto algo... Después, muy despacio, se esconde detrás del tronco, para luego marcharse en un vuelo raso por el monte.




Sobre el monte de encinas y pinos piñoneros, se alza la caseta de vigilancia del guarda forestal... Las altas montañas de La Sierra de Guadarrama.




A lo largo del año, no es raro ver algún ejemplar de buitre leonado por el cielo de la dehesa. Están de paso o buscan algún animal muerto por la zona.




Después de la guerra civil, la dehesa quedó muy deforestada. Proporcionó leña durante los años malos, a los habitantes de los pueblos cercanos.

En las décadas siguientes se puso en marcha un programa de reforestación, principalmente con pinos piñoneros.




En los últimos veinte años los jabalíes se han hecho muy abundantes en todos los montes del centro de Madrid.

En ciertas zonas de la dehesa, como vemos en la fotografía, se puede ver como levantan el suelo en busca de bulbos y de insectos. Parece que ha pasado un tractor.




En un pequeño claro observamos a una liebre tomando el agradable sol. Al sentir nuestra presencia, se marcha con mucho sigilo, sin dejar de mirar...




Por la dehesa pasan las aguas del Río Lozoya, para dar de beber a la ciudad de Madrid y su área metropolitana.

En la fotografía vemos uno de los acueductos del Canal de Isabel II,  construido por el año 1855, que cruza por uno de sus valles.




Por toda la dehesa corren pequeños arroyos.




Cuando la temperatura del día se hace más templada, algunos pájaros, como el herrerillo común, acuden a la orilla del arroyo para bañarse. Hay que limpiar las plumas y arreglarlas, para que estén en perfecto estado.




En varias zonas, cubiertas por grandes pinos piñoneros, el monte de encinas y jaras se va recuperando... Se crea un paisaje mixto muy interesante, donde ciertas especies pueden habitar y criar.




Bajo la copa de los pinos piñoneros encontramos las plumas de una paloma torcaz. La huella inequívoca de que el azor ha pasado por aquí.




En otros tiempos, hace unos dos siglos, los buitres negros criaban en las grandes encinas y quejigos de la dehesa. Hoy los podemos ver sobrevolando esta mancha forestal, en busca de algún animal muerto.




En el pasado, hace unos doscientos años, la dehesa fue una mancha mediterránea mixta, poblada principalmente por encinas, quejigos y fresnos.

En la fotografía vemos varios ejemplares de quejigo rebrotados de cepa.




En la sombra, todavía cubierta por la escarcha, vemos la hoja de un quejigo.




Cerca del canal, en una pequeña fuente, observamos a varios pájaros entrando a beber y a bañarse...

Entre unas jaras y el tronco de un pino, con la ayuda del teleobjetivo, mucha paciencia e inmovilidad, conseguimos hacer unas fotografías a varios ejemplares... En la imagen un verderón común.




El sol apenas calienta. Su luz se mete entre los fresnos, los sauces, los espinos del arroyo... Crea un ambiente, una imagen, donde el invierno se manifiesta en todos sus detalles.




Más abundante hace unas décadas que ahora, observamos en la orilla a otro habitante típico de la dehesa, el picogordo. Un pariente de los jilgueros, pardillos y verderones, que va a alegra la dehesa con su canto cuando llegue la primavera.

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