La Dehesa Nueva o Boyal, tiene una extensión de 232 hectáreas. Está cubierta principalmente de encinas, con quejigos, perales silvestres, sauces y álamos en el arroyo, y pinos piñoneros y negrales que se sembraron en los años sesenta del pasado siglo. Perteneció a la villa de Madrid hasta 1493, año en el que es cedida al nuevo municipio de San Sebastián de los Reyes. Quinientos años después, vamos a dar un paseo entre sus encinas...
El día llega con nubes y con temperaturas templadas muy agradables. El cauce del arroyo está seco, pues el invierno apenas ha tenido precipitaciones, y la primavera parece que no va a ser muy lluviosa.
Por el camino se cruzan conejos y pequeños gazapos, que se meten muy rápido en las bocas. Afortunadamente se van recuperando de las enfermedades, y vuelven a ser comunes en la dehesa.
El arroyo que atraviesa el monte es de curso estacional. Sólo lleva agua los inviernos lluviosos o los días de tormenta. El resto del año va seco.
Hace unas horas los jabalíes han pasado por aquí. Han dejado su característica firma, sus hozaduras en el suelo blando. Allí donde huelen algo, que les puede servir de alimento, meten el hocico y levantan el suelo como un arado.
Sin apenas suelo, devorado por la erosión del arroyo, la encina aguanta las adversidades. Se aferra a la vida para continuar existiendo.
Sobre el tronco áspero de un chopo negro, observo a un agateador común. Entra y sale de un hueco que hay en la corteza...
La dehesa está cubierta por encinas jóvenes en su mayoría, y por encinas de unos doscientos años en muchas zonas. En el siglo pasado aguanto talas, podas abusivas y una sobrecarga ganadera que a punto estuvo de hacerla desaparecer. En los últimos cuarenta años ha tenido una recuperación muy notable.
Por su situación geográfica y sus valores ambientales, entró a formar parte del Parque Regional de La Cuenca Alta del Río Manzanares, con la Figura A2, Reserva Natural Educativa. Posteriormente, este parque se declaró Reserva de La Biosfera.
Por su situación geográfica y sus valores ambientales, entró a formar parte del Parque Regional de La Cuenca Alta del Río Manzanares, con la Figura A2, Reserva Natural Educativa. Posteriormente, este parque se declaró Reserva de La Biosfera.
La bajada de las precipitaciones en los últimos veinticinco años, se está dejando sentir mucho en la dehesa. Por donde paso ahora, en 1985 había un pequeño bosquete de grandes álamos blancos.
Posada en la rama alta de un álamo blanco, observo a la hembra del pico picapinos. En la parte media del árbol, está el macho terminando de hacer el nido. Ya le queda poco. Dentro de un mes, nueva vida se fluirá dentro del árbol...
En los últimos treinta años, esta importante masa forestal soporta un exceso de público muy considerable... Personas que vienen a hacer deporte, a pasear a recrearse, que no inciden negativamente en el medio natural. También vienen personas con la bicicleta de montaña, que se meten por donde no deben y han creado una serie de vías ilegales por donde pasa ahora todo el mundo; mucha gente que viene con los perros sueltos, y molestan o matan a las especies silvestres; caza furtiva... Demasiadas agresiones para un espacio forestal público.
Los espinos blancos que acompañan a las grandes encinas, se van cubriendo de hojas. La primavera le va ganando el tiempo al invierno... En esta zona son comunes las aves insectívoras, que llenan todo el espacio con sus elegantes cantos.
En las zonas donde el bosque mediterráneo "vuelve a sus orígenes", podemos ver como está estructurado... Un bosque de grandes árboles, donde habitan árboles más jóvenes y los arbustos son nobles (dan fruto) y escasos. En esta dehesa nunca ha habido jara pringosas.
Al pasar cerca de una encina, escucho un murmullo de gorriones morunos. Al acercarme, veo a unos diez gorriones alrededor de un nido de urraca. Al verme se van a la encina de al lado. Desde el suelo observo detenidamente el nido de urraca, y veo la silueta de la cabeza de un búho chico, que me observa a través de los palos del nido.
A lo largo de la primavera el monte mediterráneo se expresa en todo su esplendor. Las temperaturas son suaves, el agua no falta en los arroyos y las fuentes, y la vida se manifiesta por todas partes. Es la época del año "más fácil" para el naturalista de campo.
Cerca del arroyo la vegetación se muestra más densa y más espléndida en especies. Aquí se localizan los escasos ejemplares de endrinos más meridionales de Madrid. Otro bioindicador que nos dice que algo empezó a cambiar hace tiempo, o está cambiando.
En un pequeño manantial del arroyo, observo a varios pájaros entrar y salir. Oculto entre unas matas de encina y la red de camuflaje, aguardo durante una hora... En ese tiempo entran a beber y a bañarse varios ejemplares de carbonero y herrerillo común, una curruca capirotada, varios pinzones comunes, dos jilgueros... Sobre la rama seca de un sauce, fotografío a un elegante carbonero común.
Los pastos que producen los encinares sobre arenas, son muy finos y muy nutritivos para la ganadería y la fauna. Siempre he oído decir a los ganaderos tradicionales, que más engorda una vaca lamiendo el pasto fino de la dehesa, que comiendo la hierba alta de la ribera. Estos pastos son los que construyen las grandes cornamentas de los ciervos y los gamos, cuando las lluvias de la primavera los mantienen hasta entrado el mes de julio.
Las escasas precipitaciones caídas a lo largo de las estaciones, las sequía prologadas y encadenadas, la contaminación atmosférica, la lluvia ácida, las podas brutales del pasado... Cada año van matando a las viejas y grandes encinas de nuestros montes. Con el paso del tiempo se recortan en la dehesa como árboles "posmodernos", que parece que no tienen vida. Como si quisieran contarnos como eran cuando estaban cubiertas de hojas... Que siguen ahí, creando vida para otros seres vivos, entre los huecos de sus troncos y sus grandes ramas. En ellos viven y crían mochuelos, autillos, carboneros comunes, herrerillos comunes y capuchinos, agateadores, gorriones molineros, picos picapinos, pitos reales, torcecuellos, abubillas, lirones caretos, ratones de campo, comadrejas, lagartos ocelados, lagartijas colilargas y cenicientas, salamanquesas, mariposas, escarabajos carpinteros... Y unos cuantos más. De ahí su importancia como hábitat para otras especies, y su papel estético, paisajístico y ambiental, dentro del ecosistema mediterráneo.
Al pasar cerca de una boca (de una madriguera), veo a un rápido lagarto ocelado que se pierde dentro de ella. A unos cinco metros, oculto e inmóvil entre unas matas de encina le aguardo... Al rato, asoma la cabeza observando bien el panorama. Poco a poco, va sacando su enorme cuerpo. Es un buen ejemplar, de unos 80 centímetros. Después de hacerle unas cuantas fotografías, le dejo en la puerta de su casa.
Desgraciadamente para todos, los incendios intencionados también han pasado por aquí. En un periodo de veinte años, se produjeron en la dehesa unos seis incendios intencionados. En uno de ellos, la guardia civil y los guardas forestales cogieron a los causantes.
Quince años después del incendio, estas siguen siendo las consecuencias. ¡Los que hoy vemos esta fotografía, nunca veremos en esta zona un monte alto de encinas! Porque para verlo, tienen que pasar doscientos años...
Después del invierno frío y seco que hemos pasado, las escasas lluvias de la primavera han dado vida a las herbáceas de la dehesa. Las encinas y las matas se ven mas verdes.
En ciertas zonas, donde las grandes encinas predominan, los arbustos y los árboles jóvenes son escasos. Estas zonas, con el tiempo corren el peligro de deforestarse, al ir muriendo las encinas de "forma natural", y no haber árboles jóvenes que las sustituyan. Este es el principal mal que tienen la mayoría de las dehesas ibéricas hoy día.
En una zona poco transitada por la gente, al moverme entre la vegetación escucho un ruido. Me paro bajo una mata y observo... Al rato, veo entre las encinas y las grandes matas a dos hembras de jabalí, con unos doce rayones. No hay forma de hacerles una fotografía "limpia", pues no salen de las matas. Pero yo sigo apretando el disparador...
De pronto, una de las hembras se viene casi hasta donde estoy, para hozar en unos montones de tierra. Está tan cerca, que con el cuatrocientos milímetros no la puedo sacar entera. Se queda un buen rato por la zona, y luego, sin dejar de hozar, se va con la otra jabalina y los rayones a otro valle...
Ahora, en los prados soleados y zonas fértiles húmedas, numerosas herbáceas empiezan a lucir sus elegantes flores... En la fotografía vemos las flores de una linaria amatista.
El día no termina de definirse... Ha caído un ligero chaparrón, que me ha tenido media hora debajo de una encina. Ahora que apenas llueve, me marcho entre las encinas y los arbustos de la dehesa, para ver otra zona que hace unos años que no visito.