La Dehesa Nueva o Boyal, tiene una extensión de 232 hectáreas. Está cubierta principalmente de encinas, con quejigos, perales silvestres, sauces y álamos. De pinos piñoneros y negrales que se plantaron en los años sesenta del pasado siglo.
Perteneció a la villa de Madrid hasta 1493, año en el que es cedida al lugar de San Sebastián de los Reyes. Quinientos años después, vamos a dar un paseo entre sus encinas...
Al amanecer, por el arroyo se cruzan conejos y pequeños gazapos, que se meten muy rápido en las bocas.
Afortunadamente se van recuperando de las enfermedades. Vuelven a ser comunes en la dehesa.
El día llega con nubes, con temperaturas templadas muy agradables. El cauce del arroyo está seco, pues el invierno apenas ha tenido precipitaciones.
El arroyo que atraviesa el monte es de curso estacional. Sólo lleva agua los inviernos lluviosos o los días de tormenta. El resto del año va seco.
Posada en la rama alta de un álamo blanco, observamos a la hembra del pico picapinos. En la parte media del árbol, está el macho terminando de hacer el nido. Ya le queda poco. Dentro de un mes la vida fluirá dentro del árbol.
La primavera le va ganando al invierno... Los espinos blancos que acompañan a las grandes encinas se van cubriendo de hojas. Aquí son comunes las aves insectívoras, que llenan todo el espacio con sus elegantes cantos.
En las zonas donde el monte mediterráneo "vuelve a sus orígenes", podemos ver como está estructurado. Un bosque de grandes árboles, donde habitan árboles más jóvenes con los arbustos nobles (dan fruto). En esta dehesa nunca ha habido jaras pringosas.
Después de pasar la estación fría invernando en un lugar seco y templado, los erizos vuelven a la vida. Desde la puesta del sol hasta el alba, comienzan un nuevo ciclo en la vida del monte. Ahora están de bodas.
La dehesa está cubierta por encinas jóvenes y por encinas de unos ciento cincuenta años en muchas zonas. En el siglo pasado soportó talas, podas abusivas y una sobrecarga ganadera excesiva.
Por su situación geográfica y sus valores ambientales, en 1986 entró a formar parte del Parque Regional de La Cuenca Alta del Río Manzanares, con la catalogación de A2, Reserva Natural Educativa. Posteriormente, en 1992 el parque fue declarado Reserva de La Biosfera.
En una zona poco transitada por la gente, observamos las andanzas de dos hembras de jabalí, con unos doce rayones. No hay forma de hacerles una fotografía "limpia", pues no salen de las matas.
Hace unas horas los jabalíes han pasado por aquí. Han dejado su característica firma, sus hozaduras en el suelo blando. Allí donde huelen algo que les puede servir de alimento, meten el hocico y levantan el suelo como un arado.
Sin apenas suelo, devorado por la erosión del arroyo, la encina aguanta las adversidades. Se aferra a la vida para continuar existiendo.
Sobre el tronco áspero de un chopo negro, observamos a un agateador común. Entra y sale de un hueco que hay en la corteza, donde está construyendo el nido.
En ciertas zonas, donde las grandes encinas predominan, los arbustos y los árboles jóvenes son escasos. Estas zonas, con el tiempo corren el peligro de deforestarse, al ir muriendo las encinas y no haber árboles jóvenes que las sustituyan. Este es el principal mal que tienen la mayoría de las dehesas ibéricas hoy día.
Los pequeños pájaros del monte, de vivos colores, como el herrerillo común, están de bodas, reconstruyendo el nido del año anterior, localizado en el agujero de un árbol.
Según venga la primavera y el comienzo del verano, de lluvias y temperaturas templadas, hará una cría o tres.
Cerca del arroyo la vegetación se muestra más densa y más espléndida en especies. Aquí se localizan los escasos ejemplares de endrinos más meridionales de Madrid.
Al pasar cerca de una encina, escuchamos el murmullo de gorriones morunos alrededor de un nido de urraca. Desde el suelo observamos detenidamente el nido... Vemos la silueta de la cabeza de un búho chico, que observa a través de los palos.
A lo largo de la primavera el monte mediterráneo se expresa en todo su esplendor. Las temperaturas son suaves, el agua no falta en los arroyos y las fuentes. La vida se manifiesta por todas partes. Es la época del año "más fácil" para el naturalista de campo.
Los pastos que producen los encinares sobre arenas son muy finos, muy nutritivos para la ganadería y la fauna. Siempre hemos oído decir a los ganaderos tradicionales, "que más engorda una vaca lamiendo el pasto fino de la dehesa, que comiendo la hierba alta de la ribera".
Estos pastos son los que forman las grandes cornamentas de los ciervos y los gamos, cuando las lluvias de la primavera los mantienen hasta entrado el mes de julio.
En un pequeño manantial del arroyo, observamos a varios pájaros entrar y salir. Ocultos entre unas matas de encina durante una hora... Observamos los pájaros que entran a beber y a bañarse: varios ejemplares de carbonero y herrerillo común, una curruca capirotada, varios pinzones comunes, dos jilgueros... Sobre la rama seca de un sauce, se detiene un elegante carbonero común.
Las escasas precipitaciones caídas a lo largo de las estaciones en los últimos treinta años, como consecuencia de la alteración del clima con ingeniería climática, cada año van matando a las viejas y grandes encinas de nuestros montes.
Con el paso del tiempo se recortan en la dehesa sus esqueletos. Como si quisieran contarnos... Como eran cuando estaban cubiertas de hojas. Siguen ahí, creando vida para otros seres vivos, entre los huecos de sus troncos y sus grandes ramas.
En ellas viven y crían mochuelos, autillos, carboneros comunes, herrerillos comunes y capuchinos, agateadores, gorriones molineros, picos picapinos, pitos reales, torcecuellos, abubillas, lirones caretos, ratones de campo, comadrejas, lagartos ocelados, lagartijas colilargas y cenicientas, salamanquesas, mariposas, escarabajos... De ahí su importancia como hábitat para otras especies, su papel estético, paisajístico y ambiental, dentro del ecosistema mediterráneo.
Las urracas son los córvidos más abundantes de la dehesa. En los últimos quince años los rabilargos han colonizado este espacio forestal, procedentes de Valdelamasa y del Monte de Viñuelas.
Desgraciadamente para todos, los incendios intencionados también han pasado por aquí. En un periodo de veinte años se produjeron en la dehesa unos seis incendios intencionados. En uno de ellos, la guardia civil y los guardas forestales detuvieron a los causantes.
Quince años después del incendio, lo que vemos... siguen siendo las consecuencias. ¡Los que hoy vemos en esta fotografía, nunca veremos un monte alto de encinas centenarias! Porque para verlo, tienen que pasar doscientos años.
Las currucas mirlonas ya han vuelto a las zonas donde nacieron. Han pasado parte del otoño y del invierno en África tropical.
Después del invierno frío y seco que hemos pasado, las escasas lluvias de la primavera han dado vida a las herbáceas de la dehesa. Las encinas y las matas se ven mas verdes.
En los últimos treinta años, esta importante masa forestal soporta un exceso de público muy considerable.
Personas que vienen a hacer deporte, a pasear, a recrearse, que no inciden negativamente en el medio natural. También vienen personas con la bicicleta de montaña, que se meten por donde no deben, creando una serie de vías ilegales por donde pasa ahora todo el mundo. Mucha gente viene con los perros sueltos, que molestan o matan a las especies silvestres. Demasiadas agresiones para un espacio forestal público.
Al pasar cerca de una boca, vemos a un rápido lagarto ocelado que se pierde dentro de ella. Al rato asoma la cabeza, observando bien el panorama. Poco a poco, va sacando su enorme cuerpo. Es un buen ejemplar macho, de unos 80 centímetros. Después de hacerle unas cuantas fotografías, le dejamos en la puerta de su casa.
Ahora, en los prados soleados y las zonas fértiles húmedas, numerosas herbáceas, como los narcisos silvestres (Narcissus triandrus) comienzan a lucir sus curiosas flores.
El día no termina de definirse. Ha caído un ligero chaparrón, que nos ha tenido media hora debajo de una encina. Ahora que apenas llueve, nos vamos entre las encinas y los arbustos para ver otra mancha.
En esta zona, donde predomina el monte bajo de encinas jóvenes, espinos blancos y grandes encinas dispersas, habitan algunos jabalíes. Aquí los podemos observar durante el día, pues nadie los molesta.
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Flora y fauna asoman a la nueva estación y has captado todo ello en una sencilla consonancia, en una larga y entretenida caminata, mostrándonos todo a tu paso. Lo bello, lo artístico, lo sonoro, lo oculto... hasta las lamentables imágenes de la deforestación mano del hombre, tienen su porqué en esa entrada.
ResponderEliminarUn placer pasear contigo por esa dehesa en la frescura que nos aportan las primeras lluvias primaverales.
Un saludo de 'Ojolince y Sra.'
Esta dehesa pública, es muy conocida por la mayoría de la gente que vive en el cinturón norte de Madrid, pero muy desconocida en cuanto a la vegetación y fauna que la habita... Su importancia como zona verde... Este artículo es un pequeño apunte de los que vendrán más adelante, en otras épocas del año.
ResponderEliminarGracias por el comentario. Un cordial saludo a Ojolince y Sra.