Mediado el mes de septiembre, después del intenso calor y la sequía que ha abrasado el centro de La Península, vamos a visitar un espacio muy agradable, donde las temperaturas son frescas y el calor no molesta. Vamos a recorrer el tramo bajo de un río poblado de alisos, el Río Guadalix.
En la orilla del río, observo como bebe un macho de picogordo. Este pájaro, emparentado con los jilgueros, pinzones, verderones y otros pájaros cantores, es el más grande de toda la familia. En los últimos años han aumentado sus poblaciones y vuelve a ser común en muchas zonas del centro de la península, donde antes había desaparecido.
El comienzo del otoño se empieza a notar en la ribera del río. En sus orillas se acumulan las primeras hojas que dejan caer los árboles. Las setas se empiezan a ver. Muchos arbustos ofrecen a la fauna y al caminante sus apreciados frutos; y por todas partes se oyen los cantos de muchas aves, que van de paso hasta el centro del continente africano.
La mañana llega sin una nube en el cielo, con una temperatura muy agradable, de unos 14ºC. Estamos en el interior del bosque lineal de alisos que acompaña al río, formado por altos árboles caducifolios de hojas anchas, que no dejan pasar la luz del sol y regulan mucho las temperaturas.
Una lavandera cascadeña joven recorre las orillas y las chorreras del río... Busca de insectos que viven y se crían en estos medios.
Las escasas lluvias caídas días atrás y la humedad ambiental, han despertado los pastos nuevos del comienzo del otoño y el color de las hojas de los álamos...
En muchos hormigueros se produce la evasión y el vuelo nupcial de las futuras reinas, que formarán nuevos hormigueros... Para las aves insectívoras que están emigrando, son una fuente de energía muy importante. Para las que vienen o se quedan, mamíferos insectívoros y peces, son un alimento muy considerable.
La humedad ambiental y ciertas anomalías que se han producido en la corteza del chopo negro, han generado la formación del yesquero. Una seta parásita de madera, que pone otro punto más en la ribera del río.
En la mayoría de los tramos, las orillas están pobladas por densa vegetación que acompaña a los alisos. Las zarzas, rosales silvestres, espinos albares, lúpulos, saúcos y sauces, entre otros, forman un laberinto forestal, donde prosperan los pájaros de los bosques, sotos y ríos.
Metido en el claroscuro de la floresta, el mirlo común se siente seguro y confiado. En esta época del año, pasan y entran ejemplares procedentes del norte.
Las rojas y elegantes bayas del espino albar ya casi están maduras... A lo largo del otoño y el comienzo del invierno, van a proporcionar alimento a todas las aves y mamíferos de la zona.
Llegamos a un tramo donde resisten los últimos restos del monte mediterráneo que cubrió toda la zona. Aquí habitan encinas centenarias de unos doscientos años, acompañadas por espinos albares, saúcos, rosales silvestres, zarzas...
Posado en la rama seca de un fresno, vemos a un papamoscas gris. Está a la caza de moscas y mosquitos, en un vuelo que le va a llevar hasta África tropical.
Estas pequeñas manchas mediterráneas han sobrevivido a la sobreexplotación forestal y ganadera. Son el último exponente natural que queda en este tramo del río... Si desaparecen, lo harán para siempre.
Con el paso de los días, las pequeñas bellotas de las encinas van creciendo y engordando. Son el futuro de la especie, y el de muchos habitantes de la zona.
El pico picapinos busca insectos en el interior de la corteza de un chopo negro. Al sentir mi presencia, se detiene y se queda observando...
En este ecosistema incomparable, el aliso es el principal y único exponente. Como árbol, ocupa un nicho ecológico irremplazable. Es el único árbol de nuestras riberas y sotos, que vive en la misma orilla del río, y no muere en las riadas. Los sauces, álamos y olmos, mantienen la distancia con la orilla.
Metido entre las lianas de una zarza que caen al río, nada el macho de ánade real...
En el interior de una mancha de fresnos, encuentro grandes ejemplares muy humanizados. El que vemos en la fotografía, por el aspecto que tiene el interior de su tronco, sufrió un incendio hace años.
En una pequeña vereda abierta por las ovejas, vemos la señal inequívoca del paso de un topo. Otro habitante misterioso que vive cerca de nuestros ríos.
La sequía de este verano se aprecia en el caudal del río. Ha sido un verano muy seco, en el que las precipitaciones apenas se han dejado sentir. En el que se han secado muchas fuentes, y grandes árboles muy importantes e irremplazables en los montes...
En la orilla vemos a un colirrojo real macho bebiendo. Estos pájaros crían en los bosques de alta montaña, en el centro y norte de Europa. Ahora, en su viaje migratorio hasta África tropical, es normal verle en zonas arboladas.
En las orillas soleadas crecen pequeñas manchas de eneas. En esta época presentan sus vistosas y curiosas flores maduras.
Cerca del puente, me paro un momento junto al fresno centenario... En este punto, a veces se deja ver la nutria...
Más abajo, en un pequeño claro del río, veo a una polla de agua buscando alimento. Al sentir mi presencia, se mete entre las eneas...
La mayoría de las zonas están cubiertas por zarzas y rosales silvestres, que hacen muy difícil el paso. Hay que armarse de paciencia y de un buen palo, para entrar en estos lugares y descubrir lo que esconden.
Con la humedad ambiental, algunas especies de setas ya se han despertado.
En un pequeño cenagal de la orilla, un andarríos grande busca insectos y gusanos... De pronto, como un fantasma, aparece un rascón. El también va buscándose la vida por la orilla del río.
Llegando a la confluencia con el Río Jarama, me detengo unos instantes para observar esta encina. Es la más grande de la zona norte de Madrid. Si quieres saber su historia pincha el enlace, La Encina Grande de Pesadilla
La luz cálida del sol atraviesa las hojas de las zarzas... Las enciende de luz y color.
En el tramo final, donde se une el Guadalix con el Jarama, me detengo un instante... Me vienen a la memoria recuerdos de los años 70... De la cantidad de familias y de grupos de amigos que venían, para pasar el día y bañarse. Entonces, los ríos llevaban más agua, no se habían contaminado y el bosque de ribera no era tan denso.