Después de las continuas riadas del invierno y de la primavera, las orillas del río se empiezan a definir. En un ambiente donde la vida resurge y se manifiesta por todos los rincones de la ribera.
Las orillas comienzan a poblarse de espadañas y otras especies vegetales, donde prospera la fauna. En estos ambientes tiene el coto de pesca la elegante garceta blanca. Aquí captura todo tipo de pequeños peces, culebras, caracoles e insectos.
Muchas zonas interesantes todavía no se pueden visitar. Aquí va a tardar un poco más en volver la fauna.
Las gallinetas se encuentran ahora en pleno periodo reproductor. Unas están incubando las puestas, otras, las más tempranas ya cuidan de los pollos. En el lugar más insospechado del río podemos encontrar su curioso nido.
Los ríos son vida constante en movimiento. Por ellos florece una vegetación característica en cada zona geográfica. Donde vive la fauna, por donde transita y se comunica de unas regiones a otras.
Las ranas verdes ponen ese punto característico del río con su presencia y con su canto. Un río en el que no se escuchan las ranas, está muerto.
Dependiendo de la orientación de las orillas, la velocidad con la que baja el agua, el suelo, serán las especies forestales que pueblen el río en las diferentes zonas por las que pasa.
Las pequeñas charcas que se forman y se mantienen cerca de la orilla, mantienen abundantes peces y otros habitantes del río. Aquí, durante la primavera y el verano tiene el coto de pesca el martinete. Una garza de hábitos nocturnos.
Con el paso de los días las aguas del río van volviendo a su cauce. Los grandes álamos y sauces se van terminando de cubrir de hojas. La hierba, las grandes ortigas y las zarzas van cubriendo el suelo. El canto de los pájaros se hace más notorio y diverso.
El pollo de milano real, ya casi emplumado, observa el mundo desde el nido, localizado en la horquilla alta de un chopo negro. Su casa está construida con ramas, trapos, pañuelos de papel, lana, cuerdas.
La fuerza que trae el río en las crecidas, llega a tumbar a los grandes álamos y sauces que no están bien sujetos en la orilla. Este mundo forestal fluvial está continuamente renovándose.
Es época de cría, de nacimientos, juegos. Ahora, en la entrada de las bocas de los vivares, vamos a ver a muchos pequeñajos como este.
Algunos tramos de nuestros ríos, debido a la rapidez con la que se desarrollan los grandes árboles, la variedad de especies, el clima y la abundancia de agua que hace posible esta vida, tienen el aspecto de pequeñas selvas.
Algunas especies, aunque es difícil verlas, las podemos localizar y situar en las zonas debido a los rastros que dejan. El búho real que ha dejado esta pluma, ha criado este año en el viejo nido de una pareja de ratoneros.
Los aportes de troncos y leñas que va dejando el río a su paso después de las crecidas, ayudan a mantener la humedad en esas zonas. Forman parte del entramado donde habitan y crían ciertas especies. En la naturaleza todo tiene un porqué, un significado y un resultado.
Antes de entrar en el nido para alimentar a uno de sus pollos, la abubilla se asegura de que nadie la está observando y no hay peligro.
La variada vegetación que puebla las riberas y los sotos, tiene una capacidad muy considerable para depurar las aguas de los ríos.
Hay estudios que demuestran que la contaminación que puede llevar un río en un punto, disminuye considerablemente en el trayecto cuando llega a otro punto más abajo.
Con los ojos grises, ya casi emplumados, vemos en el nido localizado en un sauce, a los tres pollos de azor. Dos primas y un torzuelo.
En estos ambiente fluviales, aunque no los veamos por el día, al caer la tarde abundan los conejos, los ratones y las musarañas. Son comunes los topos, la nutria, el zorro, el gato montés, la garduña, la gineta, el meloncillo y el corzo.
Con las primeras luces del día encontramos a tres corzas pastando en la raya de la ribera. Cuando abra el día y el sol comience a calentar, se perderán entre la vegetación que cubre los márgenes del río.
En muchas zonas de la geografía peninsular, los sotos y las riberas de los ríos, son los únicos espacios forestales que existen. Los únicos hábitat con los que cuenta la fauna para vivir.
Desde la rama alta de un chopo negro, seguro, sin miedo, el ratonero común observa lo que ocurre en las inmediaciones de su nido.
De la década de los cuarenta al 2010, el 90% de los tramos de las riberas de los ríos de Madrid, se desmotaron para extraer arenas y gravas para la construcción. La situación ambiental que presentan, es el resultado de su regeneración natural.
En esta época del año las riberas se convierte en esos lugares agradables que atraen a la vida, que crean vida. Un ecosistema que hay que conocer y disfrutar con respeto.
Posado en la rama seca de un chopo negro vemos la inconfundible silueta de un abejaruco. Uno de los pájaros más característicos de los ríos ibéricos durante la primavera y el verano. En el recuerdo, las enormes colonias de abejarucos que habitaban en las terrazas del Río Jarama en los años setenta.
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