Este año, después de la seca primavera y el tórrido verano que hemos tenido, ha llovido a finales de agosto, algo en el mes de septiembre y varios días en octubre. Con esta climatología, el otoño se presenta interesante en la cuenca alta del Río Jarama...
La mañana llega con el cielo cubierto por grises nubes. La temperatura es templada y agradable, aunque se mueve un poco el aire. El ambiente es húmedo y fragante, lleno de aromas, acompañado por la banda sonora del río y el canto de algunos pájaros. En la zona alta de la ladera se ven grandes hayas, de colores amarillos, naranjas y rojos, acompañadas por robles albares y otros árboles.
En el interior del bosque la luz es tenue. Está filtrada por las hojas de los árboles. Es un ambiente tranquilo. Apenas se ve fauna.
Los grandes helechos comunes se van apagando... Van dejando atrás los verdes intensos, pasando por amarillos y ocres, hasta llegar casi al rojo.
Las grandes ramas de las hayas ocultan lo que ocurre en el bosque...
En un manantial que medra en una turbera, observo a varios pinzones comunes, un petirrojo y un carbonero común, bebiendo y bañándose...
En la orilla del Río Jarama vemos a un sauce de montaña sin apenas hojas, un abedul de tonos verdes, amarillos y ocres, y grandes hayas con las hojas verdes, amarillas, naranjas y rojas. El otoño pasa distinto para cada especie y árbol...
Debajo de las grandes hayas que pasan de los trescientos años, se ven gruesas ramas que se van desprendiendo de ellas. Son indicios que nos dicen que la vida de estos grandes y hermosos árboles, va a entrar en su etapa final en los próximos años...
A pesar de las abundantes lluvias que han caído estos días, los arroyos apenas llevan agua. En una pequeña poza, observo al diminuto chochín. Va registrando las piedras y las ramas que sobresalen del agua, donde encuentra pequeños insectos con los que se alimenta.
La vida de esta haya se está acabando... Sus grandes ramas se están desprendiendo, llevándose por delante las que están por debajo. En pocos años sólo quedará su tronco, o parte de él, como testigo mudo de un haya que habitó aquí en los últimos trescientos o cuatrocientos años.
Entre las hayas y los robles van a pareciendo ejemplares de acebos de diversos portes, con troncos considerables.
Un mirlo común escarba con sus patas en la zona húmeda de un manantial. Busca lombrices y gusanos para alimentarse.
En la ladera, rodeada por hayas de distintas edades, sobresale una de considerable edad y altura.
Este año, con las heladas tardías de primavera y el cálido y seco verano que hemos pasado, los endrinos no tienen muchos frutos.
Los rayos que se cuelan entre las nubes, calientan los colores de los robles, las hayas, abedules, cerezos... que crecen en las laderas del valle.
En una pequeña pradera sorprendo a una ardilla, que corre a subirse a un roble. Cuando llega a las ramas más altas, se va de árbol en árbol y desaparece en el bosque.
Este era el panorama del Río Jarama, desde La Dehesa de La Solana, en Montejo de la Sierra, hasta Montes Claros, en Colmenar de la Sierra, hace tan sólo dos siglos.
Posada sobre la piedra del río descansa la hoja de haya. Una imagen típica del otoño.
Las nubes que cubren el cielo se van abriendo... El sol del otoño entra en el bosque, creando un ambiente cálido de luces y colores.
En las zonas umbrías, donde la humedad es constante y el suelo es profundo, las hayas se desarrollan antes y adquieren portes muy respetables. Aquí, ningún árbol puede competir con ellas.
Camufladas entre las hojas, varias especies de setas hacen su aparición por todos los lugares del bosque. Entre las ramas caídas de un haya se ven varios ejemplares de falso níscalo, una seta que no es comestible.
Desde el interior del bosque se aprecia otra panorámica... La del mundo que le rodea. Otro ambiente, intervenido, manipulado, que aporta menos recursos y beneficios...
Aunque las lluvias de este otoño no están siendo escasas, el seco verano y las pocas lluvias de la primavera, dejaron muy seca la tierra y los pequeños acuíferos, por eso ahora el Río Jarama corre con tan poco caudal. En el medio ambiente, las consecuencias que se dan en una o varias épocas, se ven en las siguientes.
En las aguas del río vemos al mirlo acuático. Busca insectos que viven entre las piedras de los rápidos y en el fondo del río.
Caminando por la ladera, paso ahora por una zona donde las hayas son más numerosas que los robles. Aquí se ve que el curso natural se ha impuesto con el paso del tiempo, sobre la intervención que el hombre impuso en el medio forestal en favor de los robles, por tener estos más recursos agroforestales que las hayas.
Bajo la copa de esta enorme haya, crecen dos cogollos de setas apreciadas por los aficionados a la micología. En primer plano vemos la variedad Grifola umbellata. En la base del tronco vemos la variedad Armillaria obscura.
En la actualidad, en la única zona donde podemos encontrar hayas de forma natural en la Comunidad de Madrid, es en la cabecera del alto Jarama. Las hayas que ocuparon ciertos lugares del valle del Río Lozoya, las extinguió la gestión que el hombre impuso en los montes, favoreciendo la expansión de unos árboles más productivos, en perjuicio de otros menos interesantes para la producción forestal y ganadera.
La vida del haya es más rápida que la del roble. Un haya con doscientos años, es un árbol maduro muy respetable. Un roble con esa edad, es un árbol joven.
Su ciclo comienza a cerrarse cuando cumplen los 250-300 años, mas o menos, hasta su muerte, que puede durar más de una década. ¡Pero aquí no se acaba la vida del haya! Comienza ahora un periodo largo, de muchos años, en el que toda una comunidad de seres vivos, animales o vegetales, van a vivir con el árbol caído, y le van a ir integrando en la ecología del bosque.
Su ciclo comienza a cerrarse cuando cumplen los 250-300 años, mas o menos, hasta su muerte, que puede durar más de una década. ¡Pero aquí no se acaba la vida del haya! Comienza ahora un periodo largo, de muchos años, en el que toda una comunidad de seres vivos, animales o vegetales, van a vivir con el árbol caído, y le van a ir integrando en la ecología del bosque.
Ahora los serbales de cazadores ofrecen sus rojos frutos a toda una comunidad de pájaros del bosque, que van a cambiar en esta época su alimentación insectívora, por los frutos y semillas que ofrece el monte.
En las zonas donde han proliferado de forma masiva las jóvenes hayas, con el paso del tiempo, las más fuertes se van a ir imponiendo y matando a las más débiles, hasta ajustar el número necesario natural por hectárea. Con el tiempo, la naturaleza ajusta la población de las especies, dependiendo de los recursos naturales disponibles.
El pequeño carbonero garrapinos busca larvas de insectos entre las ramas cubiertas de musgos y líquenes. Este pequeño pájaro forestal, es un gran consumidor de insectos y larvas. Con sus hábitos alimenticios, ayuda a mantener la salud de los bosques.
El sol ya ha cambiado de ladera. La tarde se va dejando notar. Ahora paso por una zona densa, poblada de hayas medianas. Como podemos ver, la densidad del número de árboles es menor. Aquí el ciclo ya se activó hace tiempo, y se inició el descaste selectivo natural.
Ahora, entre dos hayas centenarias me paro un rato... Observo el impresionante panorama del bosque que me rodea... Escucho su banda sonora, compuesta por trepadores azules, zorzales, carboneros, herrerillos y algún mirlo y pinzón común, acompañados por el murmullo del río.
Posado en una rama, observo a un pico picapinos... Al rato se posa en el tronco de un viejo roble albar y comienza a registrar su corteza, buscando insectos y larvas.
Al pasar la zona, veo en el suelo los troncos y las grandes ramas de varias hayas centenarias. Son las consecuencias de los fuertes vientos del norte, que abaten los grandes árboles que no tienen bien asentadas sus raíces en la tierra.
Cerca veo un manzano silvestre, con apenas hojas y algunas manzanas colgando de sus ramas. Debajo de él, hay numerosas pequeñas manzanas maduras, de ácido sabor. ¡Cómo serán de buenas, que la fauna de la zona no las consume!
Hace unos minutos que el sol se ha puesto... La mayoría de la fauna ya ha buscado un lugar donde pasar la noche. Para otros, la vida comienza ahora... La magia y el misterio siguen en el bosque.
Por un instante, sólo se escuchan las aguas del río... Con la entrada de la noche comienzan a oírse insectos, sapos, la voz lejana del cárabo...
Entre la hierba del río veo moverse a alguien... Me detengo y le alumbro con la linterna. Es un sapo común, uno de los duendes que va a recorrer el bosque durante la noche, buscando todo tipo de insectos para alimentarse.
Entre hayas y abedules salgo del bosque. En su interior ya ha llegado la noche. En el cielo, como un pequeño punto blanco cortado por la mitad, se ve la luna. En unos días estará llena.
No encuentro palabras que describan esta muestrario de fotos tan bellas.
ResponderEliminarSaludos.
Muchas veces, por lo menos a mi me pasa, veo fotografías o artículos muy buenos y muy interesantes de temas que conozco muy bien, y quiero decir algo... pero me cuesta mucho decir algo interesante. Creo que con mostrar interés y decir me gusta, de verdad, es suficiente.
EliminarGracias por el comentario. Un cordial saludo.
A los que disfrutamos sólamente con poner los pies y los ojos sobre un bonito bosque como el que hoy nos muestras, nos sobran las palabras para hacernos entender, estamos 'en sintonía' entre nosotros y con el alma del bosque.
ResponderEliminarComo acertadamente explicas, un árbol no es sólo ese individuo enraizado en el suelo del bosque, es el desarrollo de una serie de acontecimientos y 'personajes' en un ir y venir constante que le dan vida y forman parte de ella.
¡Mejor... volvamos a ver esas magníficas imágenes!
Un saludo de 'Ojolince y Sra.'
Estoy totalmente de acuerdo.
EliminarGracias por el comentario. Un cordial saludo.
Que afortunados los madrileños, aunque algunos no lo sepan, tener una joya como tenéis los hayedos del norte de la comunidad y la Sierra de Guadarrama. Naturaleza por doquier.
ResponderEliminarEn Jaén tampoco nos quejamos, tenemos la mayor extensión en parques naturales de todo el país.
Un saludo.
http://elbarrigueta.blogspot.com (Naturaleza y Paisajes de España)
La situación geográfica que tiene Madrid es privilegiada, pues en su territorio podemos encontrar desde zonas subdesérticas hasta pinares boreales de alta montaña, bosques atlánticos y mediterráneos... Tiene un clima continental bastante extremo y duro, con influencias atlánticas y mediterráneas, donde la fauna es abundante en especies y en número... Sólo tenemos un problema serio, que es un territorio pequeño que se ha superpoblado y superurbanizado, con una contaminación atmosférica que se ha desbordado. Por lo demás vamos aguantando el tirón... Jaén también tiene mucha tela que cortar, por esos mares de olivos, sierra Morena, Las Sierras de Cazorla y Segura, Sierra Mágina, sierras emblemáticas habitadas desde tiempo inmemorial por gentes que vivían en ellas durante todo el año... Montañas poco conocidas y hasta cierto punto olvidadas. Un patrimonio natural muy extenso que hay que conservar, gestionar y divulgar.
EliminarGracias por el comentario.
Un saludo Ángel.