lunes, 4 de mayo de 2015

LA TAPIA DE LOS REALES MONTES DE EL PARDO.


Hubo una época en la que los bosques eran más extensos y la fauna más abundante... En la que los seres humanos no eran tan numerosos y podían andar por donde querían, sin hacer daño... Una época en la que se tubo que construir una tapia, para que los grandes herbívoros y los conejos no se comieran los cultivos, y las manadas de lobos no diezmaran los ganados...




Como consecuencia de los grandes daños que produce la caza mayor y menor a los cultivos, y los daños que ocasionan los lobos y otros carnívoros a la ganadería, la corona decide cerrar Los Reales Montes de El Pardo en 1751, con una tapia de mampostería y ladrillo de unos unos cien kilómetros. El monte de Viñuelas, El Pardo y La Casa de Campo, se cerrarán para proteger los cultivos y los ganados de los habitantes de Madrid y de los pueblos cercanos. El Monte de La Moraleja, la Dehesa de Valdelatas, La Dehesa de La Villa y El Monte de El Pilar, no se tapiaron y han corrido otras suertes.
En la fotografía vemos una panorámica del monte de Viñuelas con su tapia, lindando con el término de San Sebastián de los Reyes.




El gamo habita estos montes, que se sepa, desde hace unos setecientos años. No se tiene constancia de cuando se introdujeron. En la actualidad, como en el pasado, sigue siendo muy abundante.




Antes de la construcción de la tapia, la profesión de guarda de los Reales Montes, debía de ser muy conflictiva con los labradores, ganaderos y poblaciones cercanas, pues no se podía matar la caza, estaba prohibido. En un año son enterrados tres guardas en San Sebastián de los Reyes, al morir de un tiro de arcabuz cuando ejercían su trabajo.
Con la tapia construida y con el paso del tiempo, la situación cambia. El hambre, la necesidad, el placer de matar un trofeo o el comercio de especies en peligro de extinción, hace que sea imprescindible una guardería cualificada, para que no se produzcan daños en el monte.




Esta zona de cultivos, próxima al monte de Viñuelas, se la conoce como Las Cárcavas, debido a la erosión de las tierras de cultivo abandonadas. Hasta la construcción de la tapia, en 1753, estos terrenos que pertenecen a San Sebastián de los Reyes, no se volvieron a cultivar.
Según las Respuestas Generales del Catastro de Ensenada, a 28 de marzo de 1751, los de San Sebastián de los Reyes dicen, "que de las 6000 fanegas cultivables, sólo se cultivan 2000 fanegas de sembradura y setecientas aranzadas de viña, siendo toda la demás tierra del término, absolutamente inculta, así por su calidad, como porque, lindando con los montes de Su Majestad, se han dejado de eriales a causa de que las pocas fanegas que producían, no llegaba el caso de su recolección, porque lo destruye la caza mayor y menor".




Los Reales Montes estaban gestionados por cuarteles, por zonas. El cuartel de Viñuelas salio a subasta pública en la desamortización de 1812, pasando a manos privadas.
Las tapias tienen varios estilos, dependiendo de la zona del monte. Esta, de Viñuelas, está hecha con piedra de gneis (granito viejo) del Cerro de San Pedro.




El conejo siempre fue muy abundante en estos montes, llegando a ocasionar grandes daños. En el monte de Viñuelas, de unas 3500 hectáreas, se mataban anualmente con lazos, cepos y hurones, unos doscientos mil ejemplares para el consumo humano. En El Pardo eran tan abundantes que se cazaban con cercón, con redes de un metro de altura, que los cazadores iban moviendo hasta encerrar a los abundantes conejos.




Terminada la tapia, la transformación del ecosistema en el exterior fue drástica. Todos los terrenos desmontados y sin desmontar, se roturaron para la siembra de cereales, viñas y árboles frutales. Las dehesas de los municipios y ciertas zonas con los suelos de mala calidad y poco productivos, no llegaron a deforestarse en exceso, llegándose a recuperar con el paso del tiempo.




Las especies que depende del monte para poder vivir, vieron reducido su mundo. Un mundo que lo cubría todo, ahora empezaba a verse rodeado y sitiado por grandes espacios deforestados y cultivados.
El águila imperial ibérica fue descubierta para la la ciencia en estos montes, por Reinaldo Brehm, en 1860. En la actualidad, los montes de El Pardo, Viñuelas  y montes que los rodean, son una de las áreas más importantes para la reproducción, alimentación y dispersión de la especie en el mundo.
En la fotografía vemos a un ejemplar adulto de águila imperial ibérica, sobrevolando El Monte de El Pardo.




Viendo la evolución que ha tenido Madrid y su área metropolitana, dentro de la tapia el tiempo parece que se ha detenido. Encontramos una vegetación mediterránea relativamente poco alterada, pero que si ha tenido un uso importante en diferentes épocas de la vida de Madrid.




Alfonso X El Sabio es el primer rey de Castilla que se fija en las excelencias de estos montes, y lo importantes que son para la caza mayor. Los Trastámara, Austrias y Borbones, son realmente los que compran y unen las fincas más importantes para la caza.




Numerosas aves, reptiles y mamíferos, encuentran en la tapia un lugar donde se pueden refugiar de los peligros y el clima, donde duermen, crían y pueden encontrar presas o ser cazados por otros animales.
El herrerillo común es uno de los pájaros que más utiliza la tapia.




A lo largo de su construcción, a la altura de los principales caminos históricos y vías pecuarias, se construyeron las principales puertas y portilleras para entrar y salir del monte. Junto a ellas se localizan las casas principales de los guardas del monte.
En la fotografía vemos la casa y la portillera de Valdeleganar. Fuera, Colmenar Viejo; dentro, Madrid. ¡Qué contraste!




Más antiguas que la tapia, alrededor del monte se localizan varias vías pecuarias de distinto ancho, por las que pasaban miles de ovejas anualmente. Muchas de ellas morían por los lobos que habitaban en estos montes.
En la fotografía vemos un rebaño de ovejas autóctonas de Colmenar Viejo, pastando en el Cordel de Valdeleganar.




El zorro, a pesar de no ser abundante, siempre ha tenido muy mala fama entre los ganaderos y los habitantes de los pueblos que criaban gallinas. En la actualidad es el único carnívoro grande que habita en el monte y fuera, al que siguen considerando un dañino.




En la panorámica de la zona norte de el monte, se aprecian grandes contrastes. Dentro de la tapia, el monte es espeso y uniforme. Fuera, vemos manchas de jaras con encinas dispersas de diferentes edades. También vemos una amplia zona sin monte, en la que se sembraba cereal hasta los años 50-60 del pasado siglo.




La población de palomas torcaces siempre ha sido muy importante en el monte, sobretodo durante el otoño y el invierno, cuando llegaban los grandes bandos procedentes del norte de Europa. Ahora, debido a la enorme población de jabalíes que hay, que acaban con las bellotas y con todo, las palomas apenas se quedan por el monte.




Lindando con el término de Las Rozas, la zona se desmontó y se roturó antes de la construcción de la tapia. Hasta los años 50-60 del pasado siglo, se sembraron de cereal. El posterior abandono de la tierra, ha favorecido la recuperación del monte autóctono.




Llegamos a una de las zonas más conflictivas, y de las que más incidió para la construcción de la tapia. El término municipal de Fuencarral. En la fotografía vemos el enorme contraste que produce el monte de encinas y alcornoques, la tapia y los terrenos deforestados.




De espaldas al monte, se ven los terrenos agrícolas y la ciudad de Madrid. En la actualidad esta zona está dentro del Parque Regional de la Cuenta Alta del Manzanares. Aquí campean y se alimentan buitres negros y leonados, águilas imperiales ibéricas y otras rapaces...




Posado en una mata seca, un triguero marca su territorio con su peculiar canto.




La construcción de la tapia hizo posible que en la mayoría del término de Fuencarral se sembraran higueras y viñas, que daban vinos de excelente calidad. En la actualidad apenas quedan higueras, pues se han arrancado o se han dejado secar. Y de las viñas, que daban esos excelentes vinos, no ha quedado ni simiente.




Dentro del monte, próximas a la tapia, se localizan Las Lomas del Corcho, donde el alcornoque es más abundante. En esta zona, la tapia marca el límite de la especie, fuera de ella, los alcornoques ya no existen.




Desde cualquier punto de la tapia, si se va a ciertas horas del día, podemos ver a los grandes herbívoros comiendo en los pequeños claros del monte.
En la fotografía vemos a un ciervo con dos ciervas y un cervatillo, en la época de la berrea.




Si en un principio se construyó esta elaborada y costosa tapia para proteger los cultivos y los ganados, de los abundantes conejos, ciervos, gamos, jabalíes y lobos; con el paso del tiempo, la tapia serviría de freno para el abuso de los furtivos y el acceso incontrolado de las personas al monte.




El último pastor de Fuencarral pasa con sus ovejas cerca de la tapia. Ahora ya no hay lobos. Ni más rebaños con los que competir por los pastos.




Desde una loma se aprecia una interesante panorámica del monte y de las montañas del Guadarrama.




En los montes siempre ha habido una población muy importante de ciervos y de gamos, y hasta la época de Felipe II, de osos, pero el rey de la montería ha sido el jabalí. El único gran mamífero que ha conseguido salir del monte, y ha vuelto a habitar los espacios naturales cercanos.




Hoy, el Monte de El Pardo y Viñuelas están guardados por una sólida tapia y por un número de guardas jurados amplio y profesional, que garantiza el cuidado de estos montes y la vida de la fauna que en ellos habita.
Desde la tapia, algo deteriorada por el paso del tiempo, podemos seguir viendo ese monte mediterráneo llano, que tanto gustó a los monarcas castellanos y tanto necesita Madrid para seguir respirando, y seguir siendo esa ciudad saludable que fue siempre.


lunes, 27 de abril de 2015

26 DE ABRIL. PINARES PIÑONEROS DEL ALTO ALBERCHE.

Hoy vamos a ver una mancha de pinos piñoneros autóctona inmensa, que se extiende por las provincias de Ávila, Madrid y Toledo...



El día ha amanecido claro, con algunas nubes dispersas. La temperatura es muy agradable. Observando la panorámica que dibuja el monte, creo que el día promete... Va a ser muy interesante.




Sobre las peñas que se recortan entre los grandes pinos, descubrimos a una pareja de roqueros solitarios. Están capturando insectos y pequeños reptiles para alimentar a los pollos.




En las zonas más húmedas, donde menos incide el sol, aparecen grandes alcornoques dispersos entre los grandes pinos. En sus densas cortezas podemos ver la huella del fuego que pasó por aquí.




Las laderas, cubiertas por una notable vegetación, son el hábitat de muchas especies interesantes. Por su valor ecológico y por el número de especies de aves, algunas de ellas muy escasas a nivel mundial, esta mancha forestal fue catalogada en 1990 como Zepa, Zona de Especial Protección para las Aves.




De un punto del pinar sale un águila imperial ibérica madura. Vuela en círculo donde estamos. Se eleva como una cometa hasta que se pierde en el cielo...

Ahora hay que andar con mucho cuidado por el monte, pues la mayoría de las especies están criando. Si vemos un nido grande de una rapaz en un árbol, con no hacer ruido y alejarse, es suficiente para no molestar a sus inquilinos.




Estos pinares están ordenados y gestionados desde hace siglos. Anualmente se cogen muchas toneladas de piñas para la producción de piñones, y se cortan los grandes pinos maderables, cuando su madera tiene la calidad deseada.

Los grandes ejemplares que no son maderables, se quedan en el monte, produciendo piñas y oxígeno, y eliminando gases de efecto invernadero... Y engrandeciendo el ambiente natural.




Con la proliferación de los cotos de caza mayor en la mancha, en los años ochenta se han introducido los gamos. En la actualidad han ocupado toda la zona. 




En las zonas donde se asientan estos importantes pinares, los suelos apenas existen o no son muy profundos. Aquí, apenas hay acuíferos. Sólo hay que ver la orografía del terreno, donde apenas hay arroyos y fuentes.

Son árboles que han evolucionado en la zona con el clima, pero las sequías que están soportando en los últimos veinticinco años, como consecuencia de la ingeniería climática que se está ejecutando en la zona, con aviones y drones que fumigan todos los días los cielos para eliminar las borrascas, han acabado con la vida de muchos ejemplares, y de seguir así, van a terminar con la extensa macha forestal.




En muchas zonas, se ve como la mano del hombre ha modificado el monte, en favor de la especie con mayor rendimiento económico. En esta panorámica vemos como los pinos piñoneros ocupan las mejores zonas. Los enebros, encinas, arces, alcornoques y madroños, ocupan las áreas con peores y escasos suelos, hasta donde llegan también los pinos.




Posada en una peña de la cresta de la sierra, observamos al macho de águila real. Está inmóvil. Desde ahí lo ve todo... Cerca, en un farallón, está uno de los nidos de la pareja. Posiblemente en él, esté la hembra sobre los pollos.




Entre los grandes pinos se ven las aguas azules del embalse de San Juan...




En esta zona de la ladera vemos una pequeña muestra de como era el monte original. Un bosque mediterráneo mixto, en el que la especie predominante y potencial es el pino piñonero.




En los grandes risco y farallones que hay en las sierras, se asientan algunas de las históricas buitreras que aguantaron y soportaron el exterminio de la especie.

En los años setenta y ochenta, había que venir hasta aquí para ver este espectáculo. Ahora, afortunadamente, la silueta del buitre leonado se ve por toda España. Aunque todavía no ha recuperado la mitad de los individuos que había a principios del siglo XX.




En la actualidad, los grandes pinos que no tienen un valor importante para madera, se respetan y se dejan el monte para la producción de fruto. Estos legendarios seres vivos, tienen más valor ecológico-económico en el monte, que en el aserradero.




En un manantial que medra a la vera de unas zarzas, muchos pájaros de la zona se acercan para beber y bañarse. Un elegante verderón, con el plumaje de la primavera, se posa en la rama caída de una encina. Paso a paso la recorre hasta llegar al agua.




En ciertas zonas, donde el clima favorece a la encina, esta es más numerosa que los pinos piñoneros.




Las jaras estepas abren ahora sus rosadas flores, muy atractivas para los variados insectos... Cuando caigan los pétalos, serán un valioso recurso para los grandes herbívoros.




Según me contó un guarda forestal hace tiempo, en los montes de Las Cabreras de San Martín de Valdeiglesias, se mataban anualmente unos noventa mil conejos, antes de que llegara la neumonía hemorrágica vírica, a mediados de los año 80.

En la actualidad el conejo de monte es muy escaso en estos pinares. Apenas se ven. Esta enfermedad ha traído muy malas consecuencias para todos los carnívoros de la zona, como el lince, y para las rapaces amenazadas, como el águila imperial ibérica, el águila perdicera, el águila real, el búho real y el buitre negro.




La tarde se va dejando sentir en el valle... Las nubes han cubierto por completo el cielo. Cada vez se van poniendo más oscuras. El canto de los mirlos y los zorzales charlos, se va haciendo monótono... Pero agradable.




Posado e inmóvil en lo alto de una peña, descubrimos a un cuervo. Después de hacerle unas fotografías, vemos que cerca se encuentra el nido, donde está la hembra incubando los huevos.




Caminando entre los grandes pinos, la figura de una persona es algo casi insignificante.




En una zona de la ladera que cae al río, pasamos junto a dos grandes madroños. Aquí habita la única "mancha" de madroños que queda en Madrid. Son ejemplares grandes, con forma de árbol, que viven entre las encinas, enebros y los grandes pinos piñoneros.




Con los primeros calores de la primavera, las fuentes y manantiales se convierten en los principales puntos esenciales, donde se concentra la fauna durante ciertas horas del día.




Por estos montes mediterráneos de pinos, encinas, robles, madroños... cazaron osos los monarcas españoles. El Rey Alfonso XI deja constancia de ello en El Libro de La Montería, escrito en el siglo XIV.




Como un pequeño duende que se desliza por las ramas de los árboles, observamos a un herrerillo capuchino. Está al cuidado de su nido, localizado en el hueco de un pino. Donde se encuentra su pareja incubando los huevos.




El día se va con las últimas luces de la tarde... Contemplando el panorama salvaje del valle, entre los cantos de los mirlos y los zorzales, resuena el canto del búho real...

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lunes, 20 de abril de 2015

LA CASA DE CAMPO





La Casa de Campo, con una extensión de 1722 hectáreas, es el mayor parque público que tiene la ciudad de Madrid, y uno de los más grandes del mundo.

Fue propiedad de la familia Vargas hasta 1559, cuando es comprada por Felipe II, pasando a formar parte de Los Reales Montes de El Pardo.

A mediados del siglo XVIII, reinando Fernando VI, Los Reales Montes de El Pardo se cierran con una tapia de mampostería y ladrillo, de dos metros de altura y unos cien kilómetros de perímetro, para impedir que los ciervos, gamos y conejos causaran daños a los cultivos...

Durante el reinado de Alfonso XII se construye el actual lago. A lo largo del siglo XX se van a construir una serie de infraestructuras públicas, equipaciones deportivas y de ocio, e instalaciones para la celebración de congresos y exposiciones, que le van a afectar y a influir de forma muy impactante...

A pesar de todos los impactos, transformaciones y ocupaciones que ha tenido y tiene este interesante parque metropolitano, podemos encontrarnos con enormes encinas de más de trescientos años de edad, y con fresnos, robles y pinos de considerable tamaño... En cuanto a la fauna, podemos ver sobre sus cielos a rapaces tan importantes como el águila imperial ibérica y el buitre negro, y una gran variedad de especies también muy interesantes, como el conejo de monte, el zorro, el pito real, el mochuelo...