martes, 2 de mayo de 2017

2 DE MAYO. LA CASA DE CAMPO



La Casa de Campo, forma parte del encinar sobre arenas que se extiende desde la ciudad de Madrid, hasta los encinares de La Sierra del Hoyo. Hoy, dos de mayo, vamos a dar un paseo por este importante e interesante espacio forestal natural...




La mañana se presenta sin nubes. Desde una zona algo elevada, vemos una panorámica del encinar y los edificios de la ciudad de Madrid.




Una paloma zurita descansa y vigila desde la entrada de su nido, localizado en el hueco de un plátano.  Esta paloma, de hábitos forestales, encuentra en este espacio verde una de sus áreas más importantes en la Comunidad de Madrid.




Varias zonas se han repoblado con árboles de otras especies, y se han acondicionado para el uso y disfrute de los ciudadanos.




Un ánade real macho busca alimento entre las hojas y las grandes herbáceas que crecen cerca del arroyo. 




En los lugares más transitados, no faltan los llamativos e interesantes paneles informativos. En ellos nos informan del comportamiento que debemos de tener, para no molestar a la fauna ni destruir el medio natural; podemos ver planos del espacio forestal, itinerarios, la flora y la fauna que hay en cada zona...




En la rama alta de un chopo negro, sorprendemos a una ardilla roja joven. Desde ahí, observa inmóvil todo lo que ocurre a su alrededor.




A lo largo de los arroyos que llevan agua durante todo el año, se desarrollan importantes bosques de galería, formados por álamos blancos y negros, fresnos, olmos, majuelos, rosales silvestres y zarzas. En estos ambientes prospera una fauna considerable en especies y número.




En la orilla del arroyo vemos al pequeño herrerillo común. Se está dando un baño. Limpia sus delicadas plumas y se refresca.




Los álamos blancos muestran sus semillas envueltas entre algodones. Con estas fibras viajan a más distancia del árbol que las ha producido, y con ellas, muchos pájaros construyen sus nidos.




En el fondo de los valles, cerca de los arroyos, habitan interesantes fresnedas, con ejemplares de considerables portes. En estas zonas más húmedas, los grandes fresnos crean un microclima más fresco, que hace posible que los pastos aguanten más tiempo verdes.




En una pequeña charca, construida por educadores ambientales, habitan varias ranas comunes y gallipatos.




En el corazón del espacio natural, se localizan pequeñas manchas de lo que fue una extensa olmeda de olmos comunes. En los últimos veinticinco años se están realizando tratamientos para combatir esta enfermedad, que ha acabado con la vida de las olmedas en La Península Ibérica.




Posado en la rama de un olmo, un mirlo macho canta y marca su territorio de cría. Cerca se encuentra la hembra, echada en el nido sobre los huevos.




El ambiente que crean los grandes olmos, entre luces y sombras, es muy agradable. Aquí apenas se ve a la fauna, se la escucha.




Una pareja de grajillas recorre el suelo... Busca cualquier producto que le pueda servir como alimento. Desde insectos, pequeños reptiles y roedores, hasta los restos de un bocadillo... les va bien para alimentarse.




Desde el fondo del valle se aprecia una panorámica del monte que puebla la ladera. Está formado principalmente por encinas, olmos, fresnos, chopos negros y blancos.




Al pasar por debajo de un fresno observamos a una paloma torcaz. En esta época del año crían muchas parejas en el monte.




Ahora, la senda ecológica pasa por una zona de grandes encinas, donde también son comunes los fresnos.




La urraca es común en todo el espacio forestal. Gracias a ella (en los nidos que construye todos los años para criar) pueden hacerlo los cernícalos comunes, los búhos chicos, los autillos y los lirones caretos.




La situación ambiental por la que pasa este encinar, después de lo que le ha llovido, es bastante regular en la mayor parte de la finca... Hay zonas que se están regenerando bien, debido a los suelos y a los acuíferos que tienen; otras están en regresión, debido a los suelos, falta de acuíferos y el maltrato que están sufriendo por el uso indebido.

En esta panorámica vemos una zona del encinar en el fondo de un valle, cerca de un arroyo estacional. Como podemos observar, el pasto está verde y alto, y las encinas están sanas y bien cubiertas de hojas.






En los últimos años, después de soportar dos terribles enfermedades que han estado a punto de extinguirle, como ha ocurrido en ciertos puntos del territorio nacional, el conejo de monte vuelve a ser común en este espacio forestal. Al amanecer y a la caída de la tarde, es común verle en las zonas abiertas pastando en grupos.




Durante los tres años que duró la guerra civil, de 1936 a 1939, La Casa de Campo fue campo de batalla... Muchas zonas quedaron deforestadas o muy dañadas, por los ataques bélicos o por la demanda de leña que necesitaba la población civil y militar. Después de la guerra las zonas más perjudicadas se reforestaron con pinos piñoneros, resineros y carrascos.




Dentro de la finca se localiza una parte de los viveros del ayuntamiento de Madrid. En la copa de los grandes árboles, en este caso un cedro del atlas, construyen el nido varias parejas de cigüeñas blancas.




Pasamos ahora por una zona poblada por grandes pinos piñoneros. Como podemos observar, debajo de los grandes pinos, se aprecia una recuperación natural del encinar autóctono, y una repoblación nueva de pequeños pinos piñoneros.




Entre el pasto que crece en el claro, observamos a una abubilla... Con su largo pico va registrando todos los pequeños agujeros que ve al paso. Grillos, arañas, grillotopos, saltamontes y pequeñas lagartijas, van a formar parte de su merienda.




La tarde se deja sentir en el encinar... Los rayos del sol crean un ambiente templado y muy agradable a la vista... Ahora, multitud de pájaros cantan para marcar sus territorios de cría, mientras buscan alimento para ellos y sus pequeños pollos.




El cárabo habita en las zonas tranquilas, en las que no faltan los grandes árboles con agujeros naturales, donde pasa el día y puede criar. Cuando el sol se pone, para él comienza un nuevo día, lleno de aventuras y vivencias que va a ver y protagonizar...

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jueves, 20 de abril de 2017

LOS PÁJAROS DEL BOSQUE EN PRIMAVERA. 2 PARTE




El monte mediterráneo de quejigos, arces de montpellier, fresnos y encinas que cubre las laderas de la sierra baja, se ha terminado de cubrir de hojas nuevas. Comienza un reto nuevo, una nueva vida, que se transformará cuando termine de tirar las últimas hojas, a finales de diciembre. Ahora, deja las puertas abiertas a toda la vida que quiera pasar por él...




El macho de pinzón común no deja de cantar desde las primeras horas de la mañana. Alegra con su canto el territorio que ha escogido en el monte, donde sacará adelante con su compañera, si el tiempo le acompaña, hasta tres nidadas.




En la ladera de la montaña, el castañar ya se ha terminado de cubrir de hojas.  A estas horas, el ambiente es fresco. Los escasos rayos del sol que logran pasar entre las tupidas ramas, ponen en el ambiente un toque de contraste.




Por las ramas del sauce viene un herrerillo capuchino. Va buscando pequeños insectos para alimentar a sus pollos.




El ambiente que ofrecen los castañares en primavera es fresco, sombrío y muy agradable. La banda sonora la ponen los arroyos y los diferentes pájaros que viven en él.




En un arroyo, observo a una pareja de mosquiteros comunes. Primero se acerca uno al agua para beber y bañarse. A continuación se acerca el segundo...




Por el fondo del valle, pasa un río de montaña cubierto por un bosque de galería de alisos. En este ambiente de grandes árboles sombríos, zarzas y rosales silvestres, son comunes los ruiseñores, lavanderas cascadeñas, algunas especies de currucas...




Pegado al tronco de un chopo negro, una pareja de chochines ha construido su mimético e interesante nido, con hojas, hierbas y musgos. En la entrada vemos a uno de los padres, que sale del nido después de alimentar a los pollos.




Ahora pasamos por la ladera de la montaña, cubierta por un denso robledal de robles melojos, acompañados por otras especies atlánticas. Si nos fijamos, veremos que el suelo ya está cubierto por abundantes helechos comunes nuevos...




Entre las ramas de un roble observo a un carbonero garrapinos... Va registrando cada centímetro. Cuando encuentra un pequeño insecto, en cualquiera de sus fases o formas, se detiene y le arranca de la corteza con su potente pico.




En esta época del año, los robledales reciben un ejército de pequeños pájaros insectívoros, que nacieron aquí la primavera y el verano pasado. Aves que necesitan para criar árboles maduros y viejos, con agujeros naturales; que controlan las plagas de insectos que pueden perjudicar al bosque y matarle. 




El papamoscas gris es uno de esos pájaros importantes que pasó el otoño y el invierno en África tropical. En el robledal va a sacar a delante dos o tres nidadas, compuestas por cuatro o cinco pollos.




En las zonas más umbrías, frescas y templadas de las laderas, aparecen las manchas de hayas. Estos importantes árboles atlánticos terminan cubriéndolo todo, no dejan que llegue la luz del sol al suelo del bosque. Como consecuencia, impiden que la mayoría de las especies forestales se hagan numerosas y habiten con ellas.




En esta época el colirrojo real se deja ver poco. En las zonas donde cría, apenas se ven sus furtivos vuelos y movimientos entre los árboles y arbustos. Gracias a su curioso canto que lanza para marcar su territorio, podemos llegar a sentirle.




En el fondo del valle el suelo es más profundo, y su humedad es más duradera. Aquí las hayas alcanzan portes majestuosos, y están acompañadas por otros árboles y arbustos.




En estos ambientes frescos y sombríos, hacen el nido los elegantes petirrojos; al pie de un árbol, arbusto o pequeña roca. En este instante le hemos pillado alimentando a uno de los pollos, con un par de gusanos verdes.




Los abedulares son los bosques de hoja caduca que se localizan en las zonas más altas de las montañas ibéricas, en el límite de los pinares o mezclados con ellos en muchas zonas. Son bosques que toleran muy bien las estaciones frías, pero necesitan suelos bien drenados, donde la humedad no falte en verano. La mancha que muestra la fotografía, está compuesta principalmente por grandes abedules y avellanos.




El macho de papamoscas cerrojillo acecha desde la rama seca de un abedul, el paso de los insectos voladores. Cuando pasa uno que le atrae, se lanza a por él y vuelve a la misma rama...




A tres kilómetros de su nacimiento, el río de adentra en un grandioso bosque de pinos silvestres. En sus orillas no faltan los abedules, álamos de montaña, robles albares y sauces de montaña.




Observado el ambiente que forman los pinos silvestres, vemos a otro pequeño duende del bosque. Va andando cabeza abajo, registrando la corteza de un pino, en busca de insectos y crisálidas. Es el trepador azul, un pájaro forestal que nos indica con su presencia que estamos en un bosque importante.






lunes, 10 de abril de 2017

LOS PÁJAROS DEL BOSQUE EN PRIMAVERA. 1 PARTE



La primavera va llegando a los diferentes bosques que cubren La Península Ibérica. Desde las riberas de los ríos, hasta los pinares que cubren las altas montañas, los pájaros que habitan en ellos los dan vida…




Los bosques de galería que acompañan a nuestros ríos, formados por álamos negros y blancos, sauces, alisos, fresnos, zarzas, rosales silvestres, majuelos... se acaban de cubrir con las hojas nuevas. Inician un nuevo ciclo, que va a condicionar el ambiente y la vida de todos los habitantes del río.




El cuco marca con su canto el comienzo de la primavera en la mayoría de los espacios forestales ibéricos. Aquí es donde más abunda, donde encuentra más especies de pajarillos para que saquen adelante a su descendencia.




Cualquier rincón de la ribera es diferente... En ellos habita una especie de pájaro diferente.




Las oropéndolas, venidas desde África tropical, se van instalando en los variados ambientes que se dan en los ríos y arroyos que corren por nuestra geografía. A lo largo del día nos regalan sus aflautados cantos.




Los grandes álamos que acompañan al río, forman una grandiosa ciudad de rascacielos de madera, ramas y hojas que todo lo ocultan. En este mundo viven numerosas especies de aves, que si no fuera por sus cantos o reclamos, sería muy difícil sentir su presencia.




A unos diez metros del suelo, en el tronco de un chopo negro, tiene su casa la pareja de pico picapinos. En la entrada vemos al macho, que sale del nido después de dar de comer a uno de los pollos. La hembra le observa y espera su turno, con el pico cargado de semillas y de insectos.




En el monte mediterráneo la situación ambiental es muy diferente. Bajo las grandes encinas centenarias, los rosales silvestres, zarzas, majuelos y endrinos, ya se han cubierto de hojas.




En las zonas donde abundan los arbustos con espinas, se instalan los alcaudones comunes. Un pájaro algo más grande que un gorrión, que se alimenta de insectos, lagartijas, ratones y pajarillos. Los arbustos espinosos son su mayor aliado, pues en ellos construye el nido y utiliza sus espinas para clavar a sus presas y consumirlas.




En los valles mediterráneos cerrados y profundos, donde se mezclan los árboles de la ribera con las encinas, los quejigos, los alcornoques y los abundantes arbustos, conviven una comunidad de pájaros del bosque muy variada, pues aquí el microclima es fresco en verano y abundan los insectos durante las estaciones cálidas.




En estos ambientes, los mirlos comunes son abundantes durante todo el año. Al amanecer y a la caída de las tardes, entonan con sus agradables cantos el ambiente del monte. Aquí crían sin problemas dos o tres nidadas, pues las lombrices y los gusanos abundan hasta entrado el verano. 




En las manchas mediterráneas húmedas, en las que abunda el sotobosque tupido de majuelos, zarzas, rosales silvestres, labiérnagos, madroños... Son comunes varias especies de pájaros de los bosques atlánticos. Aves que se han especializado en la alimentación de ciertos insectos y frutos, que sólo se dan o son más abundantes en los bosques de hoja caduca.




Posada en la rama caída en un arroyo, vemos a una hembra de curruca capirotada. Anda a la busca y captura de pequeños insectos, con los que alimentar a los cuatro o cinco pollos que la esperan en el nido. Si la primavera viene normal, sacará a delante otro nido.




En la zona fresca y húmeda del arroyo, abundan los fresnos y los arces de montpellier, acompañados por quejigos, zarzas, rosales silvestres...




En el arroyo sorprendemos al pequeño herrerillo común. Se ha detenido un instante para beber. Después sigue en su incansable tarea de buscar insectos, con los que alimentar a sus siete o catorce pollos, que le esperan en un agujero secreto del bosque.




En el enebral, las abundantes lluvias del mes de marzo se dejan sentir ahora. Es un ecosistema austero, donde las lluvias son escasas, y las altas y las bajas temperaturas son extremas.




La hembra del zorzal observa a sus dos pollos, a punto de abandonar el nido. Este año de bonanza meteorológica, algunas parejas de zorzal charlo se han quedado para criar en las horquillas de los enebros.




En este ambiente,  en el que no faltan los arroyos, donde son más numerosos los enebros de la miera que las encinas y los quejigos, son comunes ciertas aves pequeñas y medianas, como los alcaudones comunes y reales, las tórtolas europeas, los mirlos comunes...




En la orilla del arroyo vemos a un macho de picogordo. En los últimos diez años, este pájaro se ha hecho más abundante en estos parajes, pues en décadas anteriores descendió mucho su número por causas desconocidas.




En la ladera de la sierra orientada al norte, donde el sol incide menos horas y llueve algo más, el monte mediterráneo es más variado. Aquí se mezclan los quejigos y los arces menores con las encinas, alcornoques, enebros de la miera, cornicabras, aladiernos y robles melojos, entre otros. En estas manchas forestales variadas, son más abundantes las especies de pájaros.




Metido entre las ramas de un espino albar, viene un macho de carbonero común con el pico lleno de pequeños insectos. Cerca se encuentra su nido, en el interior de un viejo nido abandonado de pico picapinos. Cuando observe que todo está tranquilo en la zona, entrará en él para alimentar a sus numerosos pollos.