lunes, 20 de octubre de 2014

POR EL VALLE ALTO DEL RÍO MANZANARES.




Está amaneciendo... El día viene nublado y amenazando agua. Las nubes acarician las altas montañas de granito.




Pequeños arroyos de aguas cristalinas muy finas, se unen en muchos puntos al Río Manzanares.




Un petirrojo se baña en sus aguas, para limpiarse y arreglarse las plumas... Luego se posa en la rama de un sauce, donde se seca y se retoca las plumas.




A lo largo del río veo muchos majuelos, la mayoría cargados con abundantes frutos maduros. Estos frutos son comestibles y tienen un agradable sabor a manzana.




En las orillas donde hay suelo, habitan los sauces y algún chopo negro, y otras comunidades vegetales, formando pequeños bosquetes a lo largo del río.




En la copa de un álamo negro descansa la garza real. Durante el otoño y el invierno, campean y se alimentan por los ríos y arroyos de estas montañas, varios individuos de garza real.




En otro punto de la montaña, cubierto por las nubes bajas, el sol trata de abrirse paso entre ellas. Se intenta meter por todos los rincones del pinar...




Numerosas variedades de setas y hongos ya han hecho su aparición por casi todos los rincones.




Cerca de un arroyo poblado por sauces y pinos, pasa un grupo de carboneros, herrerillos, mitos, trepadores azules y agateadores... De todos ellos, consigo fotografiar a este simpático y curioso herrerillo capuchino, típico de los pinares de alta montaña.




El día va trascurriendo entre nubes y pequeños claros... Desde una zona elevada, observo la ladera de la montaña, repoblada hace unos cincuenta años con pinos resineros y silvestres. Gracias a ellos, los robles melojos y otros árboles autóctonos se van asentando.




Más al Norte, observo la zona alta de la ladera, cubierta por grandes formaciones de granito, entre los que crecen grandes pinos silvestres autóctonos, acompañados por serbales, brezos y densas alfombras de gayubas.




Me paro a descansar y a beber en un arroyo... Al instante aparece un arrendajo común, buscando entre las rocas algo que llevarse al pico. Le observo, le hago unas fotografías, y luego se posa en la rama de un pino, a unos veinte metros... La fauna muchas veces es imprevisible.




En este laberinto de rocas de granito crece una variedad de árboles muy importante. Enebros de la miera, robles melojos, grandes tejos, pinos silvestres, serbales, brezos... Aquí la vida es posible y variada.




La luz del sol atraviesa las hojas y los frutos del serbal de cazadores, enfatizando más sus colores. Los rojos frutos de este pequeño árbol, van a ser consumidos durante todo el otoño por mirlos, zorzales, petirrojos y demás pájaros que se van a quedar por aquí para pasar el otoño y el invierno.




En la zona alta de la ladera, cubierta por una densa masa de piornos serranos, descubro que me están observando tres hembras de cabra montes con sus chivos. Aprovecho para descansar y hacerles unas fotografías.




Las grandes peñas y los cortados, protegen a un grupo pequeño de hembras de cabra montes con sus crías. Se encuentran tranquilas y apenas recelan de mi presencia, pues están seguras donde descansan.




Las nubes se han cerrado completamente y están más bajas. En cualquier momento se va a poner a llover. Por hoy sólo llegamos hasta esta zona. Otro día, ya veremos hasta donde llegamos.


jueves, 16 de octubre de 2014

SOMOSIERRA. UN PUEBLO, UN PUERTO DE FRONTERAS.


El pueblo de Somosierra, localizado en el puerto a 1434 metros de altitud, es el último pueblo de Madrid que acompaña a la Nacional I, antes de entrar en la provincia de Segovia. Históricamente siempre ha estado poblado... Es la entrada y salida de las dos Castillas, y un punto estratégico muy importante para el centro de la Península.




Desde el monte vemos el centro del pueblo. Casas de coloridos tejados que han evolucionado con el paso del tiempo.




La iglesia de Santa María de Las Nieves, fue construida en el siglo XVIII. Fue dos veces destruida, una durante la invasión francesa y otra durante la guerra civil del 36.




Aunque es un pueblo alto y muy frío en invierno, habita en él una población considerable de estorninos negros y pintos. En la fotografía vemos a un ejemplar joven de estornino pinto, bebiendo en la orilla de un arroyo que atraviesa el pueblo.




Afortunadamente se conservan elementos típicos del mundo rural, que se utilizaban hace sólo cincuenta años. El potro, hecho con piedra de la zona, era donde se arreglaban los cascos a las caballerías, los bueyes y vacas de tiro.




Al lado se encuentra el edificio de la fragua, donde se hacían todo tipo de utensilios de metal para el pueblo.




Cerca, en una pequeña fuente,  observo a un  colirrojo real, muy abundantes por el pueblo durante el paso. Al principio se asusta, pero luego vuelve a la fuente.




Históricamente, Somosierra ha sido paso de ganados, antes que de coches de caballos y automóviles. Por esta calle principal pasa una vía pecuaria hacia los prados altos.




La arquitectura tradicional típica de la zona, ya apenas existe en el pueblo. Esta es una de las últimas ventanas hechas con madera de los robles de la zona, con una reja típica de la época.




A lo largo del año pasan por sus cielos multitud de especies en sus vuelos migratorios. En la fotografía vemos un bando de grullas comunes, que van camino de los encinares del centro y sur de la península.




Por sus calles son comunes las fuentes y pilones, donde bebía el abundante ganado que pasaba por ellas.




Un vecino del pueblo siega con la guadaña la hierba que ha crecido cerca de su casa.




En un pequeño regato que pasa a las espaldas del pueblo, observo a un escribano montesino bebiendo. Un pájaro típico de esta zona.




Las grandes casas de gruesos muros de piedra, son típicas en el pueblo.




En todos los huertos o linares que hay alrededor del pueblo, no faltan los árboles frutales. Ciruelos, cerezos, nogales y manzanos, como el de la fotografía, son los más comunes.




A lo largo del día, multitud de pájaros pasan por los árboles del pueblo. Podemos ver desde arrendajos, estorninos, trepadores azules, petirrojos, papamoscas, gavilanes, ratoneros y elegantes carboneros, como el de la fotografía.




En la zona más alta del pueblo, se localiza la Ermita de Nuestra Señora de la Soledad. En ella se encuentra la imagen de una virgen de Polonia.




En la entrada podemos ver una placa conmemorativa, en honor a los soldados polacos que entraron en combate a las órdenes de Napoleón, para conquistar el puerto y el pueblo de Somosierra. Esta batalla tubo lugar el 30 de noviembre de 1808.


lunes, 13 de octubre de 2014

LA BERREA DEL CIERVO.

Al comienzo del otoño, cuando los árboles y arbustos del monte se encuentran cargados de frutos y los pastos comienzan a brotar por las primeras lluvias, se produce un acontecimiento muy interesante...




La berrea es la mejor época del año para ver a los ciervos. Podemos ver los mejores o peores ejemplares, los más jóvenes y los más viejos... Todo un espectáculo, que se produce todos los años en los montes donde habita este sensacional ser vivo.




Por estas fechas las encinas se encuentran cargadas de abundantes bellotas. Van a ser el reconstituyente natural que estaban esperando los ciervos, para continuar y acabar con fuerzas el acontecimiento natural.




Los variados pastos que nacen ahora en las riberas de los arroyos y los claros del monte con las primeras lluvias del otoño, junto con las hojas de árboles y arbustos, son el aporte principal que van a consumir en esta época.




El día empieza a clarear... La espesa y húmeda niebla se ha metido en el monte durante la noche, lo oculta y lo transforma todo. De vez en cuando se oye el canto de un pájaro, o el berrido de un ciervo...




Poco a poco, la niebla se va disipando... En el arroyo, poblado por grandes chopos negros, observamos a un grupo de ciervas con sus crías.




En la Península Ibérica se localizan dos especies de ciervos. Los que habitan las marismas del Betis y los que lograron sobrevivir a la extinción durante el siglo XX, emboscándose en las últimas manchas mediterráneas más considerables de Sierra Morena, Los Montes de Toledo, Las Sierras de Las Villuercas, de Guadalupe y de San Pedro, en Extremadura, Los Montes de El Pardo, en Madrid... 




El sol al final ha podido con la niebla. Por el arroyo observamos a un buen ejemplar marcando su territorio. El también quiere formar parte este año...




En estos valles todavía podemos encontrar una variedad importante de arbustos nobles, ya desaparecidos en la mayoría de los montes. Los grandes madroños ofrecen ahora sus apetecibles frutos y sus elegantes flores.




En otra zona, otro macho marca su territorio con su potente voz. Tiene un territorio definido en una parcela del arroyo, pero todavía no tiene hembras.




La mañana está siendo muy variable... El sol y las temperaturas son muy agradables. En una zona un poco elevada, nos detenemos unos instantes para observar el panorama. Vemos un monte mediterráneo variado, poblado por grades encinas y enebros, grades quejigos y arces menores, que ya han encendido sus hojas con los colores del otoño.




Dos buenos ejemplares miden sus fuerzas... Uno defiende el harén formado y el otro quiere hacerse su dueño. El que más fuerte esté y aguante, será su dueño.




En estas manchas mediterráneas de encinas, alcornoques, quejigos, labiérnagos, jaras... habitan los ciervos ibéricos del centro y el sur de la península. Se le puede considerar como a uno de los principales bioindicadores, de la calidad ecológica de las últimas manchas forestales autóctonas, que cubren la piel de España.




El ciervo diariamente se relaciona con las ciervas que están con él. Si alguna está receptiva la cubre.

Si este ciervo pierde el harén en una pelea o sus ciervas se van con otro, y siguen en celo, volverán a ser cubiertas por el nuevo galán. De esta forma, la variedad genética se transmite y se fija en las nuevas generaciones.

La naturaleza siempre selecciona a los más sanos, los más potentes, los mejores. Para perpetuarse, evolucionar y no degenerar.




Al medio día, a la sombra de los fresnos observamos a un ciervo con un grupo de ciervas. Este ejemplar ya ha formado un harén, que puede crecer o mermar, según vaya su potencia sexual a lo largo del ciclo.




Las grandes laderas cubiertas por pinos piñoneros, encinas, enebros, alcornoques, y un apretado matorral de jaras pringosas y romeros, fijan el suelo y detiene la erosión del monte. En estas zonas durante el día, se encaman los grandes y viejos machos solitarios.




El ciervo representa el espíritu libre del monte. Por el día se encama en las querencias donde ha nacido y se ha criado. Cuando se pone el sol, comienza un nuevo recorrido por las zonas que ya conoce o por otras desconocidas. Cuando el nuevo día comienza a clarear, vuelve a la querencia. Durante esos dos periodos del día, podemos ver al espíritu del bosque moverse.




En estas grandes manchas mediterráneas sobre arenas, habitan todavía los ciervos autóctonos ibéricos... De estos montes han salido cientos de ejemplares para repoblar muchos espacios naturales de la península.




A la caída de la tarde vuelven a oírse por el monte los grandes berridos... Los ciervos salen a los claros, a sus pequeños territorios, donde el ciclo vuelve  a iniciarse otro día del otoño...




La luz cálida de la tarde resalta los colores intensos y elegantes de los grandes chopos negros. Un espectáculo de luces, que pone color a un acontecimiento natural del otoño en los montes mediterráneos ibéricos.




Durante la berrea los ciervos apenas comen. Sus actividades se limitan principalmente a formar y a defender el harén, a cubrir a las ciervas y controlar para que no se vallan con otros machos.
 
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