Está amaneciendo... El día viene nublado y amenazando agua. Las nubes acarician las altas montañas de granito.
Pequeños arroyos de aguas cristalinas muy finas, se unen en muchos puntos al Río Manzanares.
Un petirrojo se baña en sus aguas, para limpiarse y arreglarse las plumas... Luego se posa en la rama de un sauce, donde se seca y se retoca las plumas.
A lo largo del río veo muchos majuelos, la mayoría cargados con abundantes frutos maduros. Estos frutos son comestibles y tienen un agradable sabor a manzana.
En las orillas donde hay suelo, habitan los sauces y algún chopo negro, y otras comunidades vegetales, formando pequeños bosquetes a lo largo del río.
En la copa de un álamo negro descansa la garza real. Durante el otoño y el invierno, campean y se alimentan por los ríos y arroyos de estas montañas, varios individuos de garza real.
En otro punto de la montaña, cubierto por las nubes bajas, el sol trata de abrirse paso entre ellas. Se intenta meter por todos los rincones del pinar...
Numerosas variedades de setas y hongos ya han hecho su aparición por casi todos los rincones.
Cerca de un arroyo poblado por sauces y pinos, pasa un grupo de carboneros, herrerillos, mitos, trepadores azules y agateadores... De todos ellos, consigo fotografiar a este simpático y curioso herrerillo capuchino, típico de los pinares de alta montaña.
El día va trascurriendo entre nubes y pequeños claros... Desde una zona elevada, observo la ladera de la montaña, repoblada hace unos cincuenta años con pinos resineros y silvestres. Gracias a ellos, los robles melojos y otros árboles autóctonos se van asentando.
Más al Norte, observo la zona alta de la ladera, cubierta por grandes formaciones de granito, entre los que crecen grandes pinos silvestres autóctonos, acompañados por serbales, brezos y densas alfombras de gayubas.
Me paro a descansar y a beber en un arroyo... Al instante aparece un arrendajo común, buscando entre las rocas algo que llevarse al pico. Le observo, le hago unas fotografías, y luego se posa en la rama de un pino, a unos veinte metros... La fauna muchas veces es imprevisible.
En este laberinto de rocas de granito crece una variedad de árboles muy importante. Enebros de la miera, robles melojos, grandes tejos, pinos silvestres, serbales, brezos... Aquí la vida es posible y variada.
La luz del sol atraviesa las hojas y los frutos del serbal de cazadores, enfatizando más sus colores. Los rojos frutos de este pequeño árbol, van a ser consumidos durante todo el otoño por mirlos, zorzales, petirrojos y demás pájaros que se van a quedar por aquí para pasar el otoño y el invierno.
En la zona alta de la ladera, cubierta por una densa masa de piornos serranos, descubro que me están observando tres hembras de cabra montes con sus chivos. Aprovecho para descansar y hacerles unas fotografías.
Las grandes peñas y los cortados, protegen a un grupo pequeño de hembras de cabra montes con sus crías. Se encuentran tranquilas y apenas recelan de mi presencia, pues están seguras donde descansan.
Las nubes se han cerrado completamente y están más bajas. En cualquier momento se va a poner a llover. Por hoy sólo llegamos hasta esta zona. Otro día, ya veremos hasta donde llegamos.