viernes, 1 de septiembre de 2017

EL VALLE DE BUSTARVIEJO


En la cabecera del Arroyo del Valle, entre el Pico de la Pala y Los Canchos de los Abantos, se localiza el Valle de Bustarviejo. Conocido en tiempos de Alfonso X como el Valle de los Abedules, por lo abundantes que debían de ser estos árboles en las umbrías y en las cabeceras de los arroyos.
Hoy, vamos a recorrer una de sus laderas, cubierta por un extenso robledal de melojos, y por un pinar de pinos silvestres que se repobló hace más de un siglo...




Desde la entrada del valle, por el sur, podemos ver una panorámica muy representativa del monte que cubre las laderas de las montañas. Un tupido robledal de melojos, y un pinar de repoblación en las cotas altas.




Estamos en un valle muy fresco y muy húmedo, como así lo delatan los abuntantes helechos comunes que se dan por todas partes, a pesar de las sequías que estamos padeciendo en los últimos años.




El trepador azul es un habitante típico de estos montes. En esta época se dedica a recorrer el bosque con su familia, buscando los insectos que habitan en las cortezas de los árboles.




Con la humedad que ha guardado el suelo desde la última tormenta, han salido algunos boletos reticulados de verano.




Estamos en un valle de rocas graníticas, de suelos formados por bosques históricos, donde fluyen aguas muy dulces de importante calidad. La Fuente del Brezal es una de las más visitadas de la Comunidad de Madrid, pues a ella acuden todos los días numerosos ciudadanos para coger sus aguas.




A pocos metros del aliviadero de la fuente, numerosos pájaros del bosque se acercan a la orilla para beber y bañarse. En primer plano vemos a un macho de colirrojo real, que ya ha iniciado su viaje migratorio hacia África. Al fondo, vemos a un carbonero común.




Este robledal ha tenido un aprovechamiento industrial histórico de leñas y carbones vegetales. Durante cinco siglos, cada 15-20 o 30 años, se cortaba a matarrasa por cuarteles. Esta desastrosa gestión, que ha hipotecado durante siglos la vida de la mayor parte de nuestro patrimonio forestal, ha extinguido de estas laderas a otras especies forestales, que hace cinco siglos fueron comunes o abundantes. Especies como el abedul, el tejo, el serbal de cazadores, el mostajo, el robe albar y común, apenas existe en el valle.




Por estas fechas, las vainas maduras de las peonías, cargadas de semillas maduras, se abren y siembran la zona. Comienza el ciclo para otra generación...




Otro habitante típico de estos parajes, el papamoscas gris, nos deja. Se va hasta África tropical, de rama en rama, capturando las abundantes moscas que habitan en los espacios forestales.




En algunas zonas, se ven ejemplares y rodales de enebros comunes (Juniperus communis). Es una especie típica de estos bosques que se va recuperando.




Desde el interior del bosque, medio arropados por los robles y los arces de montpellier, surgen importantes roquedos de granito, en los que habita una fauna variada y muy interesante.




En la parte alta de un roquedo, sesteando, descubro a una cabra montés con su cría. Afortunadamente, después de muchos años, las cabras monteses vuelven a habitar las altas montañas del valle.




Este robledal se dejó de cortar a matarrasa hace unos cincuenta años. Es un aprendiz de bosque, formado por robles melojos de largos y derechos troncos, sanos y con futuro. Necesita recuperar a las especies forestales que el hombre ha esquilmado y ha extinguido en los últimos cinco siglos.




En los cauces de los arroyos, donde el ambiente es más fresco y la humedad del suelo es constante, se desarrollan los grandes helechos machos.




Por la zona anda una pareja de petirrojos con los pollos de la última nidada. El macho recorre las piedras del arroyo buscando insectos...




Desde la zona alta de un roquedo, poblado por robles melojos y algunos arces de montpellier, se aprecia una panorámica del pinar de silvestres.




Por el cielo no dejan de pasar buitres leonados. Unos van de paso, en busca de algún animal muerto en las dehesas cercanas. Otros, los padres, entran a los nidos para alimentar a los pollos, que están a punto de abandonar el nido.




Estamos en un pinar de pinos silvestres (Pinus silvestris) que se repobló entre finales del siglo XIX y principios del XX. Una zona geográfica donde históricamente han existido los pinos silvestres; donde posiblemente quedaban ejemplares cuando se hicieron las repoblaciones.




Integrada en el suelo del monte, entre las acículas de los pinos, vemos una pluma de buitre leonado.




Cerca, observamos a una culebra poco común y difícil de ver, debido a su escaso número. A primera vista, da la sensación de ser una víbora; al observarla con más detenimiento, vemos que es una culebra lisa europea (Coronella austriaca)




Este pinar ha tenido una gestión forestal regular. Se ha entresacado a lo largo de su vida, teniendo en la actualidad un ambiente muy natural.




En estos pinares de montaña no faltan los herrerillos capuchinos. Ahora, en estas fechas, van con otros pájaros del bosque recorriendo el pinar en busca de alimento.




En las zonas donde las grietas de las rocas son grandes (donde se acumula el agua en el deshielo) y los suelos son profundos (donde los árboles pueden enraizar bien) se localizan ejemplares de grandes troncos y alturas considerables.




Por todo el pinar se ven interesantes indicios... Vemos a un pinar que se rescató de la extinción, gracias a una repoblación y a una gestión acertada. Un ecosistema que se regenera de forma natural, que quiere seguir latiendo en estas montañas...




Pasamos ahora cerca de un arroyo, por el que apenas baja agua. Posada en las hojas de un pino, vemos a una mariposa medioluto ibérica. 




En varias zonas se aprecia la gestión regular del hombre. Una intervención poco acertada, pues se han eliminado ciertas especies forestales, en favor del desarrollo de los pinos. Esta intervención, que pudiera traer un desarrollo más acelerado a los pinos, les está trayendo insectos no deseados,  plagas de hongos, la libre escorrentía del agua... El empobrecimiento del ecosistema.




Metido en la umbría de un arroyo, se localiza este considerable ejemplar, con más de cuatro metros de perímetro en la base del tronco, y unos veinticinco metros de altura. Por su situación, tamaño y edad, ya se encontraba aquí cuando se hizo la repoblación.




La variedad de pájaros carpinteros que habitan en un bosque, dice mucho de la calidad de este. Posado en el tronco de un pino, vemos a un pico picapinos taladrando la corteza en busca de insectos xilófagos.




Pasamos ahora por una zona más fresca y húmeda, donde los helechos comunes están más altos y tupidos, a pesar de las escasas lluvias que hemos tenido desde el otoño pasado. Se observa un transito mayor de los pájaros que viven en estos bosques. Algunos, como los papamoscas, colirrojos y mosquiteros, pasan por aquí por penúltima vez. Se van a África para pasar el invierno... Ya volverán en primavera.




Otro, más cauto, deja su seña de identidad sobre un helecho común...


martes, 15 de agosto de 2017

EL MANANTIAL





Los escasos manantiales y fuentes que aguantan la sequía del verano, se convierten en los puntos más importantes de nuestros montes mediterráneos, donde la fauna sigue desarrollando su vida...


sábado, 15 de julio de 2017

EL PARQUE DE EL RETIRO





En estas fechas del año, con estas temperaturas, con una contaminación ambiental alta en la ciudad... Los grandes parques se convierten en los pulmones, en las áreas depaseo y tranquilidad... y muchas cosas más. Donde los ciudadanos sueltan lo malo, y cargan las pilas.

sábado, 1 de julio de 2017

LA CIGÜEÑA BLANCA.


La cigüeña blanca se ha adaptado muy bien a los cambios establecidos por la civilización humana en el medio ambiente. Hoy, vamos a hacer un pequeño recorrido por su mundo...




En los meses de invierno, muchos individuos invernan en las riberas templadas de los ríos, del centro y sur de La Península. La gran mayoría lo sigue haciendo en África.




Los grandes vertederos de materias orgánicas y otros desperdicios, se han convertido en los últimos treinta años en áreas importantes, donde ciertas especies de aves se alimentan, invernan o estivan. Aquí, las cigüeñas blancas encuentran alimento durante todo el año.




En pleno invierno, las fresnedas parecen vacías. Sin hojas, sin apenas contrastes... Entre sus árboles y arbustos pasan la estación muchas especies.




El día llega con niebla a la dehesa de fresnos... Sobre el tronco de un viejo fresno caído, descansa una pareja.




A mediados de enero, las cigüeñas que han invernado cerca de sus áreas de cría, comienzan a tomar posesión de sus nidos. Los primeros que llegan son los machos.




Cuando la pareja ya se ha establecido y ha renovado sus lazos, que les unen de por vida, comienza la reparación del nido...




En el tejado de la torre de la iglesia medieval el panorama es muy variado. La mayoría se afana en reconstruir su nido, algunas intentan hacer uno nuevo, para iniciarse en la reproducción y las más tempranas ya incuban los huevos.




Las palomas bravías, venidas de los cortados rocosos o nacidas en los campanarios, son fieles vecinos de las cigüeñas blancas, cuando crían en las iglesias, conventos y catedrales.




Las riberas de los ríos siempre han sido el hábitat ideal e importante para el asentamiento de la especie. Aquí, no le faltan grandes árboles para construir sus nidos, presas y vegetales para alimentarse y alimentar a sus pollos...




Metido en la horquilla alta de un viejo chopo negro, la pareja ha construido el nido. La hembra protege a los pollos, y observa todo lo que pasa al rededor de su nido...




Las tormentas de primavera y verano, producen unas precipitaciones descomunales de agua durante quince o treinta minutos, llegando en ciertos casos a matar a los pollos y a los padres que les protegen. Por lo que se ve en la imagen, la fauna está preparada para vivir con las inclemencias meteorológicas naturales.




Después de la generosa y benefactora lluvia, sale el sol... Muchas cigüeñas se dedican ahora a reparar el nido. Mientras, los grandes pollos secan las plumas.




El sol ya se ha puesto en las altas montañas...




Los montes mediterráneos, dedicados a la ganadería desde hace siglos, constituyen un hábitat muy importante para las cigüeñas blancas durante todo el año.




A media tarde, muchos individuos recorren la vera de los pequeños arroyos. Buscan insectos, pequeños roedores, anfibios o pequeñas culebras.




Con el buche lleno, levanta el vuelo y se dirige al nido...




Sorprendida en el nido, en la copa de una vieja acacia, situada en el margen de un camino histórico, la cigüeña levanta la cabeza para observarnos... Desde su fortaleza se siente tranquila. ¡Ha visto pasar a tanta gente por debajo de su nido!




Este año, el verano se ha adelantado casi un mes. Las verdes herbáceas, en el mejor de los casos, se han desarrollado a la mitad. Mediado junio, en una pradera abrasada por el sol y agostada por la sequía, la cigüeña busca insectos, pequeños roedores y culebras.




En los últimos cuarenta años, han aprendido a establecer sus colonias de cría en las altas torres de energía eléctrica.




A pesar del ambiente que observamos en la fotografía, nada positivo, los pollos han conseguido emplumarse en el viejo nido.




Muchos pueblos y algunas ciudades, mantienen y cuidan a su población de cigüeñas. Con ello mantienen una parte de la cultura ancestral, que se inició con la civilización occidental.




Posada en la gárgola de granito de la catedral, observa todo lo que ocurre en la plaza...




Un gorrión común captura hormigas y pequeños pétalos de flor en la plaza...




Las altas torres, donde instalan los repetidores las compañías telefónicas, se han convertido en otro punto considerable para las cigüeñas blancas. ¡Para que luego digan que el mundo natural no va con la tecnología y con los tiempos! Como podemos ver en la fotografía, siempre va por encima.




Este año, una pareja joven ha conseguido hacer el nido. Está sacando adelante a tres importantes pollos. Otra generación va a seguir dando vida al pueblo...



En esta iglesia se mantiene una colonia histórica de cernícalos primilla, formada por unas 14 parejas. Hace treinta años fue mucho más abundante, pero los arreglos del tejado y el tapado de viejos agujeros, sin criterios técnicos medioambientales, han reducido mucho la colonia de esta especie, y han hecho inviable la vida de otras. En la imagen vemos a un macho, que vuelve al campo a capturar otra presa para alimentar a los pollos.




A la caída de la tarde, cuando el sol y el calor castigan menos, las entradas al nido con alimento se suceden entre los padres.




Los grandes parques, próximos a colonias de cría históricas, se han poblado por numerosas parejas. En los grandes cedros y chopos, construyen los nidos y sacan adelante a las nuevas generaciones.




La crisis económica, la del ladrillo, paró la grúa... Pero la vida no se detiene...




A primeros de julio, la mayoría de los pollos ya han abandonado el nido. Ahora campean con sus padres por los prados, en busca de alimento. Comienza para ellos una larga aventura...


miércoles, 14 de junio de 2017

15 DE JUNIO. EL RÍO DE ALISOS.





Existe un bosque que nace en las orillas de la mayor parte de los ríos Ibéricos. Un espacio forestal único, lleno de ambientes, de vida...