En la cabecera del Arroyo del Valle, entre el Pico de la Pala y Los Canchos de los Abantos, se localiza el Valle de Bustarviejo. Conocido en tiempos de Alfonso X como el Valle de los Abedules, por lo abundantes que debían de ser estos árboles en las umbrías y en las cabeceras de los arroyos.
Hoy, vamos a recorrer una de sus laderas, cubierta por un extenso robledal de melojos, y por un pinar de pinos silvestres que se repobló hace más de un siglo...
Desde la entrada del valle, por el sur, podemos ver una panorámica muy representativa del monte que cubre las laderas de las montañas. Un tupido robledal de melojos, y un pinar de repoblación en las cotas altas.
Estamos en un valle muy fresco y muy húmedo, como así lo delatan los abuntantes helechos comunes que se dan por todas partes, a pesar de las sequías que estamos padeciendo en los últimos años.
El trepador azul es un habitante típico de estos montes. En esta época se dedica a recorrer el bosque con su familia, buscando los insectos que habitan en las cortezas de los árboles.
Con la humedad que ha guardado el suelo desde la última tormenta, han salido algunos boletos reticulados de verano.
Estamos en un valle de rocas graníticas, de suelos formados por bosques históricos, donde fluyen aguas muy dulces de importante calidad. La Fuente del Brezal es una de las más visitadas de la Comunidad de Madrid, pues a ella acuden todos los días numerosos ciudadanos para coger sus aguas.
A pocos metros del aliviadero de la fuente, numerosos pájaros del bosque se acercan a la orilla para beber y bañarse. En primer plano vemos a un macho de colirrojo real, que ya ha iniciado su viaje migratorio hacia África. Al fondo, vemos a un carbonero común.
Este robledal ha tenido un aprovechamiento industrial histórico de leñas y carbones vegetales. Durante cinco siglos, cada 15-20 o 30 años, se cortaba a matarrasa por cuarteles. Esta desastrosa gestión, que ha hipotecado durante siglos la vida de la mayor parte de nuestro patrimonio forestal, ha extinguido de estas laderas a otras especies forestales, que hace cinco siglos fueron comunes o abundantes. Especies como el abedul, el tejo, el serbal de cazadores, el mostajo, el robe albar y común, apenas existe en el valle.
Por estas fechas, las vainas maduras de las peonías, cargadas de semillas maduras, se abren y siembran la zona. Comienza el ciclo para otra generación...
Otro habitante típico de estos parajes, el papamoscas gris, nos deja. Se va hasta África tropical, de rama en rama, capturando las abundantes moscas que habitan en los espacios forestales.
En algunas zonas, se ven ejemplares y rodales de enebros comunes (Juniperus communis). Es una especie típica de estos bosques que se va recuperando.
Desde el interior del bosque, medio arropados por los robles y los arces de montpellier, surgen importantes roquedos de granito, en los que habita una fauna variada y muy interesante.
En la parte alta de un roquedo, sesteando, descubro a una cabra montés con su cría. Afortunadamente, después de muchos años, las cabras monteses vuelven a habitar las altas montañas del valle.
Este robledal se dejó de cortar a matarrasa hace unos cincuenta años. Es un aprendiz de bosque, formado por robles melojos de largos y derechos troncos, sanos y con futuro. Necesita recuperar a las especies forestales que el hombre ha esquilmado y ha extinguido en los últimos cinco siglos.
En los cauces de los arroyos, donde el ambiente es más fresco y la humedad del suelo es constante, se desarrollan los grandes helechos machos.
Por la zona anda una pareja de petirrojos con los pollos de la última nidada. El macho recorre las piedras del arroyo buscando insectos...
Desde la zona alta de un roquedo, poblado por robles melojos y algunos arces de montpellier, se aprecia una panorámica del pinar de silvestres.
Por el cielo no dejan de pasar buitres leonados. Unos van de paso, en busca de algún animal muerto en las dehesas cercanas. Otros, los padres, entran a los nidos para alimentar a los pollos, que están a punto de abandonar el nido.
Estamos en un pinar de pinos silvestres (Pinus silvestris) que se repobló entre finales del siglo XIX y principios del XX. Una zona geográfica donde históricamente han existido los pinos silvestres; donde posiblemente quedaban ejemplares cuando se hicieron las repoblaciones.
Integrada en el suelo del monte, entre las acículas de los pinos, vemos una pluma de buitre leonado.
Cerca, observamos a una culebra poco común y difícil de ver, debido a su escaso número. A primera vista, da la sensación de ser una víbora; al observarla con más detenimiento, vemos que es una culebra lisa europea (Coronella austriaca)
Este pinar ha tenido una gestión forestal regular. Se ha entresacado a lo largo de su vida, teniendo en la actualidad un ambiente muy natural.
En estos pinares de montaña no faltan los herrerillos capuchinos. Ahora, en estas fechas, van con otros pájaros del bosque recorriendo el pinar en busca de alimento.
En las zonas donde las grietas de las rocas son grandes (donde se acumula el agua en el deshielo) y los suelos son profundos (donde los árboles pueden enraizar bien) se localizan ejemplares de grandes troncos y alturas considerables.
Por todo el pinar se ven interesantes indicios... Vemos a un pinar que se rescató de la extinción, gracias a una repoblación y a una gestión acertada. Un ecosistema que se regenera de forma natural, que quiere seguir latiendo en estas montañas...
Pasamos ahora cerca de un arroyo, por el que apenas baja agua. Posada en las hojas de un pino, vemos a una mariposa medioluto ibérica.
En varias zonas se aprecia la gestión regular del hombre. Una intervención poco acertada, pues se han eliminado ciertas especies forestales, en favor del desarrollo de los pinos. Esta intervención, que pudiera traer un desarrollo más acelerado a los pinos, les está trayendo insectos no deseados, plagas de hongos, la libre escorrentía del agua... El empobrecimiento del ecosistema.
Metido en la umbría de un arroyo, se localiza este considerable ejemplar, con más de cuatro metros de perímetro en la base del tronco, y unos veinticinco metros de altura. Por su situación, tamaño y edad, ya se encontraba aquí cuando se hizo la repoblación.
La variedad de pájaros carpinteros que habitan en un bosque, dice mucho de la calidad de este. Posado en el tronco de un pino, vemos a un pico picapinos taladrando la corteza en busca de insectos xilófagos.
Pasamos ahora por una zona más fresca y húmeda, donde los helechos comunes están más altos y tupidos, a pesar de las escasas lluvias que hemos tenido desde el otoño pasado. Se observa un transito mayor de los pájaros que viven en estos bosques. Algunos, como los papamoscas, colirrojos y mosquiteros, pasan por aquí por penúltima vez. Se van a África para pasar el invierno... Ya volverán en primavera.
Otro, más cauto, deja su seña de identidad sobre un helecho común...