jueves, 26 de junio de 2014

POR LA RIBERA DEL RÍO.


En esta época del año, cuando las temperaturas alcanzan los treinta grados y el sol ciega la vista, apetece visitar lugares frescos con luz suave, donde el verde predomina y la fauna es variada.



El día viene sin nubes. El sol entra rasante, alumbrando la copa de los altos chopos de la ribera del río. El ambiente es fresco y el rocío de la hierba moja las botas. El murmullo del río de vez en cuando se rompe por el canto de un ruiseñor...




Un erizo anda buscando invertebrados entre la hojarasca. Cuando el sol esté arriba, iluminándolo todo, se habrá escondido en un rincón del sotobosque.




En una zona donde las máquinas no entraron para sacar la arena y la graba, crecen grandes álamos blancos de unos veinte metros de altura. Bajo sus copas se desarrolla un sotobosque muy variado...




En la rama muerta de un álamo descubro al más pequeño de los pájaros carpinteros ibéricos, el pico menor, del tamaño de un gorrión. Al primero que veo es al elegante macho. Se posa en la rama y va dando saltos hasta que llega a la entrada del nido, donde le espera uno de los pollos para recibir los insectos que lleva en el pico... A los nueve minutos llega la hembra, algo más desconfiada. Mira, remira, remira... y se va hasta la entrada del nido, donde le espera otro pollo...




Llego a una zona donde en los años ochenta y noventa se sacó la arena y la graba, para la construcción de viviendas en Madrid y su área metropolitana. Aquí dejaron al descubierto grandes lagunas artificiales, que en los últimos catorce años se han ido poblando de vegetación autóctona. En estas lagunas crían, invernan y descansan  numerosas especies de aves.




En la orilla de una laguna pequeña próxima al río, observo a una garceta blanca como captura pequeños peces e invertebrados...




Sobre las diez de la mañana, llega el pastor con un rebaño de unas trescientas ovejas y dos grandes mastines. Son ovejas autóctonas de Madrid, de la raza rubia de El Molar.
Durante el rato que están en la zona hablo con el pastor... Luego se van todos juntos río abajo. Por un instante, me quedo observado lo limpia que tienen de pasto y matorrales esta zona de la ribera. Aquí es difícil que agarre un fuego.




En un pequeño cortado de arenas y grabas que cae al río, dos abejarucos descansan cerca de sus nidos, donde están ahora las hembras incubando los huevos.




En esta zona, donde las máquinas no han entrado nunca, la variedad de especies forestales es alta y los árboles tienen grandes tamaños. El canto de ruiseñores, currucas, petirrojos, oropéndolas, jilgueros... no se acaba mientras dura el día.




En un rincón del río, donde flota la rama grande de un sauce, veo a un martinete. Está al acecho de los peces y algún anfibio o invertebrado desprevenido...




El sol va levantando y se va metiendo en el río... En unas piedras grades de la orilla he visto los excrementos de la nutria. Pero en esta zona del río se me está resistiendo. Aquí todavía no las he visto, pero visones americanos y sus muestras... para aburrir.




Después de un buen rato escuchando sus reclamos lastimeros, descubro en una rama pequeña de un sauce el curioso nido del pájaro moscón. Construido con lana de oveja y la inflorescencia o pelusa de los chopos.
La luz no es la adecuada (quien ha dicho que hacer fotografías en la naturaleza es fácil) pero hago una serie de fotografías... En una de ellas vemos al macho en la entrada del nido.




Llego a una zona poblada de grandes alisos, donde apenas hay chopos y sauces.




En la otra orilla, donde da el sol, veo galápagos leprosos de varios tamaños, que se tiran al río al sentir mi presencia... Metido entre unas zarzas y el tronco de un aliso, aguardo unos quince minutos a ver si salen del agua y toman el sol en la orilla... Después de media hora sólo consigo fotografiar a éste, que no sale muy convencido.




Estas importantes manchas forestales lineales, son los únicos bosques naturales que existen en la mayor parte de la campiña de Madrid. Aquí habitan durante todo el año o un parte de él, numerosas especies de la fauna. Sólo tienen un problema, que este ecosistema tan importante con abundantes recursos es muy pequeño y estrecho, y hay una competencia muy grande entre sus habitantes... Este año, la pareja de milanos reales que ha criado en el nido de ratoneros, a cien metros del nido del azor, ha perdido a sus dos pollos.




Los pequeños dragones del río o caballitos del diablo, se posan en las hojas de las zarzas próximas al río.




En todo el trayecto estoy viendo numerosos nidos, donde los pájaros ya han sacado sus primeros pollos. De mirlo, zorzal charlo, mito, jilguero, verdecillo, paloma torcaz, polla de agua... Este que vemos tan bien elaborado es de chochín.




Llego a una zona donde los grandes chopos y sauces abundan con un entramado sotobosque. Aquí el monótono canto del trocecuello no cesa. Los pitos reales, pico picapinos y oropéndolas son notorios también. Unidos a una banda sonora continua que pone el río y multitud de pajarillos. Como un fantasma, cerca de la copa de los árboles pasa el azor río abajo...




Fuera de la orilla del río, donde la ribera arbolada se expande entre pequeñas praderas y bosquetes de álamos, sauces y fresnos, a lo lejos oigo los ladridos de un corzo macho...
En un chopo negro la pareja de milanos negros tiene el nido. Está criando dos pollos. Cerca, posado en un chopo medio seco, un individuo de la pareja está al cuidado de los pollos.
La mañana ha pasado. Es la una de la tarde y el sol pega con ganas. Va siendo hora de retirarse por hoy.


lunes, 23 de junio de 2014

EL RABILARGO.




El rabilargo (Cyanopica cyanus) es un córvido envuelto en el misterio. Sólo habita en la Península Ibérica, en Extremo Oriente y Japón. Parece ser que durante las glaciaciones su población se fragmentó y quedó separada para siempre. En la Península Ibérica se distribuye sólo en el cuadrante centro-sur-oeste de forma irregular.
En Madrid siempre ha estado presente en los encinares bien conservados del centro y sur-oeste. A partir de los años sesenta comienza a expandirse hacia las montañas, encontrándose en la actualidad en casi todo el valle del Lozoya. Su frontera natural la marca el Río Jarama.
En la fotografía vemos a un  individuo adulto posado en la rama de un sauce.




Sólo habita en los montes con un nivel ambiental notable, donde no es excesiva la presencia humana. Se alimenta principalmente de insectos y frutos naturales. No desprecia el alimento que se le aporta al ganado, ni los frutos cultivados por el hombre. Es muy raro verle en los basureros.
En la fotografía vemos a un individuo adulto bebiendo en un arroyo de aguas cristalinas.




Es un córvido muy sociable durante todo el año. En primavera escogen una zona tranquila del monte y forman pequeñas colonias de cría. Si la zona no es transitada por el hombre, hace el nido en la horquilla baja de un árbol pequeño. Si es transitada, lo hace en árboles grandes, pero en las ramas medias y en sus extremos. Pone de cuatro a siete huevos y generalmente nacen y vuelan todos los pollos.
En la fotografía vemos a un adulto que mira a los pollos, antes de irse por el monte a buscar insectos...




A los quince días de nacer salen todos del nido, y se van detrás de los padres por las ramas de los árboles. Por donde pasan se dejan notar, pues la algarabía que montan los pollos pidiendo comida a los padres, es un poco escandalosa... Al mes se las saben casi todas, aunque van a seguir con los padres y otros grupos familiares hasta la próxima primavera.
En la fotografía vemos a un joven rabilargo, con la cabeza blanquecina, pidiendo comida a su mosqueado padre...




En verano se mueven por el monte a primera hora de la mañana y a la caída de la tarde, acercándose a las fuentes en la hora de la siesta generalmente. Es un pájaro muy limpio, que se baña todos los días. En los montes donde las fuentes se secan, desaparece durante el verano.
En la fotografía vemos a un joven rabilargo, dándose un baño en las primeras horas de la mañana.




El rabilargo y el arrendajo son los únicos córvidos que habitan en los montes donde crían los azores y gavilanes...
Este pájaro, aunque sufre muchas bajas a lo largo del año, gracias a su alto nivel reproductivo y a la capacidad que tiene para adaptarse al cambio climático y a las situaciones naturales adversas, década tras década sigue colonizando o recolonizando las manchas forestales, donde hubo un tiempo que estuvieron pobladas por rabilargos...


jueves, 19 de junio de 2014

LA PRIMAVERA SE ACABA.




Amanece en el monte mediterráneo del centro de Madrid. Las grandes jaras apenas dejan ver nada. Cerca, escucho el monótono canto de una abubilla. Entre las varas de las jaras la observo. Está posada sobre la rama de una encina muerta. 




Al rato, cuando se va, me acerco a la encina para ver si en sus ramas se posa alguna rapaz... En el suelo veo una pluma de búho real. También veo excrementos blancos del búho y de una rapaz diurna mediana.




El sol va levantando y va llegando con su luz a más zonas del monte. En un pequeño claro veo a una encina muerta por un rayo. En la encina grande que hay a su lado, observo que tiene un nido grande y que alguien se mueve...




Con mucho cuidado y con la ayuda del teleobjetivo de la cámara, veo a la hembra de águila calzada posada en el nido, protegiendo a los dos pequeños aguiluchos que habrán nacido hace unos días. No se mueve, pero sus ojos observan todo lo que se ocurre a su alrededor. Durante unos minutos la observo a través del visor de la cámara. De vez en cuando se levanta una pequeña cabecita blanca...
Con mucho cuidado, al resguardo de las encinas y las jaras dejo la zona.




Desde que he entrado en el monte, hecho de menos al ser vivo más importante (sin quitar importancia a nadie) y más numeroso que existía aquí. Por cientos se veían en este tiempo y todavía no he visto uno... Me refiero al conejo.
En los pequeños claros donde apenas hay jaras, las grandes cañahejas crecen y desarrollan sus elegantes flores amarillas. Nos cuentan que el verano está próximo.




A estas flores se acercan multitud de insectos, como chinches, escarabajos, avispillas y mariposas. Son las últimas flores que se van abrir en primavera en el monte. Cerca de los ríos y arroyos, las flores aguantan un poco más.
Posada en la vara seca de una jara pringosa, descansa una mariposa grande de elegantes colores, conocida con el nombre de mariposa del madroño (Charaxes jasius).
Metido con la cámara fotográfica en el mundo de los insectos, no me doy cuenta del calor que hace, y como pega el sol.




A la sombra de una encina me paro y observo el panorama... Veo un valle muy abierto cubierto de grandes encinas y jaras pringosas, por el que discurre un arroyo. Al fondo se ve el encinar más aclarado, donde la intervención humana se ha dejado notar más.
El cielo está cubierto por un ligero manto de nubes. Me voy valle abajo buscando una zona más cerrada... A ver si tengo más suerte con los ciervos.




Una hembra de azor sale del monte y vuela en círculos cerca de la encina donde tiene el nido. Coge una corriente térmica y se eleva como una cometa, hasta hacerse un punto en el cielo...
Entre las jaras se arranca asustada una hembra de gamo. Me acerco, pero no veo a la cría. Más adelante salen más gamos.
Llegando a un enorme enebro de la miera, se levanta un elegante ciervo con la cornamenta bastante avanzada. Por las jaras... no le puedo fotografiar.




Al pasar cerca del enebro, algo de color verdoso se mete en un agujero que hay en la base del tronco. intuyo que es un lagarto. Me coloco a una distancia prudente y espero. Al rato asoma la cabeza y se muestra muy prudente... Es un lagarto ocelado hembra. Después de media hora larga se muestra completamente. Podemos ver las elegantes manchas azules de los costados.
Despacio, cojo la mochila y me marcho pensando... Lo abundantes y grandes que eran los lagartos ocelados en estos montes...




Desde una loma diviso la amplia panorámica del monte. Por el fondo del valle pasa un arroyo de agua limpia, en el que no faltan los manantiales en verano. Estas zonas son muy visitadas por los gamos y los ciervos en la primavera alta y el verano, pues aquí el pasto aguanta más y el agua y la sombra no faltan.




Cerca del arroyo, entre las grandes jaras y las encinas, casi sin hacer ruido, me van saliendo al paso grandes ciervos con la cornamenta a medio formarse. Parece que les da vergüenza mostrarse sin su corona.




El arroyo lleva poca agua. A la sombra de unos fresnos me refresco y bebo un poco. Luego busco una fuente, donde van a beber muchos pájaros de la zona... Medio tapado por el grueso tronco de un fresno y unas zarzas, aguardo una hora a ver quien se acerca para beber y refrescarse... Unos herrerillos y carboneros comunes entran casi seguidos. Al rato entra una paloma torcaz y un pequeño grupo de gorriones morunos. Sin hacerse notar, entra un alcaudón común un poco desconfiado, bebe y se marcha...
No aguanto más en esta situación tan incómoda, y me voy a descansar un rato debajo de una vieja encina, donde la sombra se agradece mucho y corre el aire.




Por la tarde paso por una zona del valle, donde tiene el nido la pareja de águilas imperiales ibéricas. Esta pareja lleva criando en este nido desde 1979...
Hago unas fotografías panorámicas con el teleobjetivo... Se ve perfectamente la silueta del árbol con el enorme nido, y la hembra posada en una rama cuidando a los pollos.




En otro valle, debajo de una encina, encuentro los restos de un gamo joven. Si nos fijamos en las palas, veremos que están "roídas". Las hembras de los gamos y los ciervos, las consumen para obtener calcio y sales. Hago una serie de fotografías y sigo por el valle...
A media ladera, veo dos grandes bañas de jabalí. Este animal está proliferando a costa de extinguir a los demás.




La tarde es algo más fresca que la mañana, pues se mueve un poco el aire y las nubes de vez en cuando tapan el sol. Mirando al norte, observo un panorama que se va a generalizar en los próximos tres meses, y que va a poner a prueba a todos los organismos vivos del monte...
Desde el arroyo se oyen los últimos cantos del cuco. Cuando entre julio, este canto ya no se volverá a oír hasta la próxima primavera.




El sol ya va bajo. Cerca de un arroyo seco, veo al único conejo del día. Me deja acercarme a cierta distancia y le hago varias fotografías. Los ruidos de la cámara parece que no le gustan, y muy tranquilo desaparece entre las jaras.




Por el arroyo principal todavía corre agua. En las charcas se ven ranas y crías de sapo corredor. También he visto grupos de garcillas bueyeras y algunas garcetas blancas, que vienen al amanecer y se van al atardecer. Los grandes fresnos centenarios, tienen todavía el verde de la primavera. En sus agujeros crían grajillas, cárabos, mochuelos, lechuzas, carboneros, murciélagos, jinetas, garduñas, gatos monteses...
El sol se ha puesto. En las ramas secas de un fresno veo a un mochuelo adulto. Me ha visto él primero... Me deja que me acerque un poco, y le "robo" unas fotografías...
Por la cuerda alta del valle salgo del monte... Pronto la noche todo lo cubrirá, y muchos habitantes del encinar iniciarán su vida...


lunes, 16 de junio de 2014

LOS BOSQUES NATURALES DE MADRID. 3 PARTE.




En el sur-oeste de Madrid, entre las provincias de Ávila y Toledo, se extienden importantes manchas de pino piñonero autóctono casi puras, o mezcladas con otros pinos o con encinas principalmente. Estos pinares producen anualmente una importante cosecha de piñones. Un recurso muy demandado y de alto valor económico.
Estas importantes manchas forestales tienen un alto valor ecológico, pues en ellas habitan especies únicas en el mundo, como el águila imperial ibérica, o muy escasas, como el águila perdicera y el buitre negro. A parte, habita una comunidad faunística y botánica muy considerable.
En la fotografía vemos una mancha de pinos piñoneros conviviendo con encinas, alcornoques, labiérnagos, cornicabras y madroños, en la confluencia del Río Cofio con el Río Alberche.




En los años ochenta, la principal colonia de buitre leonado que había en Madrid, se encontraba en dos cortados rocosos localizados en estos pinares. En la actualidad, el buitre leonado se ha recuperado bastante bien, ocupando casi todos los cantiles rocosos de estas sierras.
En la fotografía vemos la impresionante silueta del buitre leonado, de unos dos metros y medio de envergadura, sobrevolando el mar de pinos piñoneros...




El enebro es un árbol austero, que no necesita mucho suelo y aguanta bastante bien los climas extremos; el sol abrasador del verano y el frío seco del invierno. En el monte se localiza en las solanas, llegando a formar manchas puras o mezclado con encinas, alcornoques o quejigos. Hasta donde llega el enebro en Madrid, allí en tiempos el clima fue austero y muy duro...
En la fotografía vemos una mancha pura de enebros centenarios, con un pastizal muy variado y abundante.




En las manchas mistas de enebro y quejigo, localizadas en las sierras bajas, donde las precipitaciones medias son regulares, los zorzales charlos se quedan en primavera para criar.
En la fotografía vemos a la hembra de zorzal charlo cerca del nido, localizado en la horquilla baja de un enebro.




Desde las altas montañas hasta las vegas de los ríos, se localiza la encina en Madrid. Dependiendo del uso racional que hayan tenido estas manchas a lo largo de la historia, es su valor ecológico y económico. La revolución tecnológica y el uso de otras fuentes de energía desde los años sesenta, han propiciado el abandono económico y la recuperación de la mayoría de los encinares de toda la Península Ibérica. En la actualidad Madrid cuenta con el encinar sobre arenas más extenso de toda la cuenca del Mediterráneo.
En la fotografía vemos una mancha de encinas mezclada con quejigos, enebros y arces menores, en la que abunda un variado sotobosque de arbustos.




En la rama gruesa de una enorme encina centenaria, tiene un nido histórico la pareja de pitos reales. En los últimos veinticinco años, han nacido pitos reales en este nido...
En la fotografía vemos al macho, de colorado bigote, que se acerca al nido donde le espera un pollo para recibir el alimento, compuesto principalmente por hormigas.




La coscoja es la especie vegetal del género Quercus (que da bellotas) más pequeña y austera, que menos agua necesita y aguanta mejor las sequías estivales. En Madrid se localizan las manchas en terrenos calizos y yesíferos. Estas manchas, históricamente han estado sometidas a una brutal corta a matarrasa durante muchos siglos, pues eran el combustible con el que se encendía los hornos, para la elaboración industrial de cal para la construcción.
En ciertas zonas, donde las cortas no fueron tan brutales, se localizan importantes ejemplares de coscoja con porte arbóreo.
En la fotografía vemos una importante mancha de coscojas rebrotadas de cepa, acompañada por fresnos, encinas, enebros, arces menores, cornicabras y romeros; en la que habitan especies únicas de la fauna ibérica. Aquí, hasta los años cuarenta del pasado siglo, se cortaba el monte a matarrasa para calentar los cuatro hornos que hay en la finca, donde se cocían las piedras calizas.




En estas manchas apretadas, habita una comunidad faunística muy importante y considerable a lo largo del año, pues no podemos olvidar que esta especie da bellota (por cierto, muy amarga), produce pastos de calidad y se asocia con otros árboles y arbustos que dan frutos.
En la fotografía vemos a una perdiz roja, autóctona y pura, sobre una tapia de piedra.




En el sur-este de Madrid, en La Encomienda Mayor de Castilla, se localiza la última mancha considerable de pino carrasco autóctona. En el pasado, hace unos quinientos años, estos pinares eran muy extensos y ocupaban todas las zonas no pobladas por el monte mediterráneo. La agricultura y los hornos para cocer la cerámica de Colmenar de Oreja, fueron los principales destructores y consumidores de estos pinares...
A partir de los años sesenta se ha puesto en marcha un plan de reforestación.
En la fotografía vemos una mancha importante del pinar de La Encomienda. 




A lo largo de la primavera y el otoño, pasan multitud de aves por estos pinares en su viajes migratorios. Las palomas torcaces son muy abundantes en las épocas de paso.
En la fotografía vemos a una paloma torcaz descansando en la rama seca de un pino.




Los bosques de ribera de Madrid, compuestos principalmente por chopos y sauces (árboles de crecimiento rápido) en los últimos veinte años han tenido una repoblación natural muy importante. Detrás de ellos han venido otras especies vegetales muy importantes.
Son muy pocos los tramos de nuestros ríos y arroyos, que no han sido alterados o destruidos, donde permanecen las últimas manchas de ribera auténticas.




La cigüeña blanca es un ave muy ligada a las riberas de los ríos. Aquí encuentra los altos chopos para criar, y la vega y el río para buscar el alimento. En las últimas décadas, muchas parejas invernan en estos parajes.
En la fotografía vemos a una cigüeña blanca en la orilla del Río Jarama, buscando insectos, cangrejos y peces para alimentar a su pollos. 

sábado, 14 de junio de 2014

EL CLIMA Y EL MIRLO COMÚN...




El mirlo común inicia la reproducción en los primeros días de la primavera, en los encinares sobre arenas y las vegas del centro de España. Lo normal es encontrar a la hembra incubando los huevos a primeros de abril, y que haga de dos a tres nidadas.

Se alimenta de frutos silvestres, cultivados y de insectos, principalmente de lombrices y gusanos, que captura en los terrenos húmedos,  manantiales, arroyos y ríos.

Pero que ocurre cuando el clima deja de ser regular durante la estación, y las precipitaciones se acortan y la sequía se prolonga... Si la primavera comienza templada y lluviosa, las parejas de mirlo construirán su nido e iniciarán la puesta. Pero si durante la incubación o la crianza de la primera nidada, bajan las temperaturas y se producen heladas, la mayoría de los nidos se perderán. Si en la segunda o tercera nidada la primavera se acorta, y la humedad desaparece del monte, y con ella las lombrices y gusanos, la mayoría de los pollos morirán de hambre. En un nido con cuatro pollos, sólo volarán uno o dos. Esto está ocurriendo con mucha regularidad en los últimos diez años.

La historia del nido de mirlo que vemos en la fotografía, se repite muy a menudo en Madrid, como consecuencia de la manipulación del clima con ingeniería climática. Esta pareja crió en un monte mediterráneo del centro de Madrid. La primavera llegó tarde y escasa de precipitaciones. A primeros de junio el verano se metió en el monte, secándolo todo, excepto las encinas, los quejigos, los enebros y las jaras.

De los cuatro huevos que puso la hembra, nacieron cuatro pollos. Todo iba bien, pero el clima en una semana cambió. Las temperaturas subieron y el verano se implantó. El suelo del monte se secó y el alimento casi desapareció. Ya no había alimento para todos. Un día, debajo del nido apareció un pollo muerto. A los cuatro días apareció el que vemos en la fotografía. Los otros dos pollos, afortunadamente llegaron a volar.

Si observamos la cronología regular de una pareja de mirlos, que cría en un monte mediterráneo de llanura de Madrid, observaremos que para que esta pareja saque una nidada completa, puede perder una o parte de los pollos de otra... La manipulación que se está haciendo en el clima con ingeniería climática, es el principal factor negativo que afecta a las poblaciones salvajes de este simpático pájaro.




Hoy día, este elegante pájaro es muy común en la mayoría de los parques y jardines de Madrid. En estas zonas verdes se riega todos los días, aquí encuentra alimento durante todo el año, con un microclima benigno que le protege en las estaciones desfavorables, o cuando manipulan el clima de forma imprevisible. En estas zonas verdes el mirlo llega a hacer hasta cuatro nidadas algunos años, y todos los pollos vuelan.


jueves, 12 de junio de 2014

UNA MAÑANA DE PRINCIPIOS DE JUNIO EN EL ROBLEDAL.




Hace media hora que ha amanecido. Los primeros rayos del sol se cuelan por las ramas tupidas de los robles. El suelo del monte está cubierto por un dosel elegante de helechos comunes.
Cerca oigo a los pollos de la pareja de ratoneros. Tiene el nido en la horquilla alta de un roble melojo. Algún que otro herrerillo y carbonero común o arrendajo, se cruza por el camino...




En una rama seca de un roble joven, observo a un macho de papamoscas cerrojillo. Tiene en el pico un pequeño insecto. De pronto inicia un rápido vuelo y se mete en el viejo nido de un pájaro carpintero, donde tiene el nido, ocupado por cuatro o cinco pollos. A los pocos segundos sale y desaparece. Va en busca de más insectos... Al minuto escaso, aparece la hembra con el pico cargado de pequeños insectos, y se posa en una rama cerca del roble donde se encuentra el nido. Da un vuelo rápido y se mete en el nido para alimentar a los pollos... En esta, aprovecho para irme.
Sigo mi trayecto en dirección al arroyo. Paso por un farallón, donde crían varias parejas de buitre leonado y una de cuervo. También se ve al roquero solitario y algún colirrojo tizón.




El caudal del arroyo ha bajado mucho. La vegetación que le acompaña es rica en especies; grandes abedules, acebos y tejos, le acompañan en las dos orillas, junto a sauces de montaña, robles albares, cerezos silvestres, mostajos, álamos temblones y álamos negros. Cerca del agua, se desarrollan los elegantes helechos (Blechnum spicant).
Un mirlo de agua pasa veloz arroyo abajo, con un insecto en el pico. El canto de pinzones, currucas, papamoscas y petirrojos, se une a la banda sonora del arroyo.
Haciendo esta fotografía, me pasa al lado un visón americano. Va registrando el río por dentro y por fuera a buen ritmo... Ya sabemos quien es el causante de la disminución y la extinción del desmán de los pirineos, en los ríos y arroyos de Madrid.




Cerca oigo el "tamborileo" de un pájaro carpintero. Me acerco con cuidado, y observo en el tronco alto de un álamo negro autóctono, a un macho de pico picapinos. Está levantando la corteza para capturar la larva de un insecto xilógafo, que con el tiempo perjudicaría al árbol.
Sin hacer ruido me voy de la zona, y dejo al pájaro carpintero cumplir su papel ecológico con el bosque... 




En esta zona del robledal, más húmeda, los helechos comunes y los robles melojos son más grandes. Debajo de una roca grande, observo a una jabalina con sus nueve rayones, nacidos hace unos veinte días. Al verme, salen todos en una alocada carrera y se pierden entre los brezos y los helechos. No me da tiempo ni a hacerlos una foto.
La luz del sol entra en el robledal a plomo, iluminándolo todo. El reloj marca las 13,30 horas.
Cerca oigo una pareja de trepadores azules. Me acerco y los veo capturando insectos en las ramas altas de los robles. Por más que busco, no encuentro un agujero o el viejo nido de un pájaro carpintero, donde la pareja tiene su particular nido...




En la horquilla alta de un roble melojo mediano, descubro un nido nuevo de rapaz. Está hecho con ramas y abundantes hojas de roble. Aprovecho el desnivel de la ladera, y monto el teleobjetivo en la cámara para ver que rapaz ocupa el nido. La sorpresa es mayúscula. Donde menos te lo esperas, aparece el halcón abejero criando. Esta rapaz tiene la particularidad de alimentarse de abejas, avispas y sus panales.
Guardo la cámara rápidamente en la mochila y desaparezco de la zona...
Son las 15´20 de la tarde. El día es soleado y caluroso para las fechas, en esta zona de la montaña de Madrid...