jueves, 30 de junio de 2016

LAS DEHESAS DEL TORO BRAVO.


El mundo en el que viven los toros y las vacas bravas, en ciertas zonas de la Península Ibérica, es un mundo natural que la mano del hombre ha modificado con el paso del tiempo. Donde el bosque ha sido aclarado y se ha modelado, para la producción de frutos y de pastos variados, en el que vive una fauna diversa a lo largo del año. Hoy, un día cualquiera de esta primavera pasada, vamos a pasar por ciertas dehesas y ganaderías bravas históricas, que se encuentran en la Comunidad de Madrid, y vamos a ver como son esas vacas y esos toros en su ambiente natural...




La noche ha sido templada y lluviosa en las zonas altas de la sierra, donde pastan los novillos de tres años. El ambiente es húmedo, está cargado de los variados aromas que desprende la flora del entorno.




En lo alto de un roquedo de granito, la pareja de búhos reales tiene el nido. Ahora, la hembra protege a los tres pollos, de unos quince días de edad.




Hace apenas seis días que la vaca parió al becerro. Durante dos o tres días, le ha mantenido oculto entre las matas. A partir de ahora, el becerro y la madre van a ir juntos a todas partes.




La templanza del tiempo y las continuas lluvias de la primavera, despiertan las encinas, quejigos y arces menores. Los variados pastos van creciendo y floreciendo, según las especies. La dehesa se convierte en una enorme despensa para los herbívoros.




Los becerros que nacieron la primavera pasada, ahora tienen un año. Su aspecto y su vida ha cambiado mucho... A media mañana,  vemos a un grupo pastando en un prado florido.




El árbol y el toro van unidos. La gestión forestal acertada que han tenido las dehesas históricas ganaderas, desde hace unos cuatrocientos años, ha sido la de mantener los variados árboles y arbustos, que protegen y alimentan a los toros y a las vacas.




Un individuo de la pareja de zorzal charlo entra al nido con el pico lleno de gusanos y lombrices... Los pollos al verle, se levantan con el pico abierto... En los arroyos, donde se mantienen las charcas y no falta el agua en verano, son comunes estos pájaros.




Cerca de la fuente, el novillo de dos años vuelve la cabeza para observarte... Estamos ahora en una ladera de la sierra alta, cubierta por abundantes cantuesos y piornos, que se quemó a finales de los años noventa. En estas zonas, la cría del toro bravo contribuye a la regeneración natural del monte.




En la parte baja  de la sierra, el monte alto se ha protegido y se ha conservado. Aquí, la variedad de árboles y de arbustos es notoria, aunque algunas especies han desaparecido, como consecuencia de esa gestión forestal que no ha sido todo lo acertada que parecía. Gracias a la abundancia de árboles y de arbustos, y de ese microclima que se crea, los pastos son más variados, finos, altos y aguantan más. Tardan casi un mes más en agostarse, que en las zonas donde no existen los árboles y arbustos.




Entre las zarzas, rosales silvestres y enebros, sale al encuentro un novillo de tres años. Viene buscando la fuente... Después se pierde por el monte, buscando un lugar tranquilo y fresco donde echarse. A la caída de la tarde, volverá otra vez por aquí...




Por el cielo pasa la enorme silueta del buitre leonado... Va en busca de algún animal que haya muerto por circunstancias. Por enfermedad, por la edad, por el parto...




En la pradera, cubierta de flores y pastos, los novillos de tres años se alimentan y sestean...




Posada en una mata de encina, la cogujada montesina marca su territorio con el canto.




La luz de la tarde barre el pequeño valle. El novillo de tres años deja de pastar... Levanta la cabeza unos instantes para observar...




Las dehesas mediterráneas donde pastan los toros y las vacas bravas, son el resultado final de la evolución que ha tenido la gestión del monte. Grandes árboles centenarios, sin apenas arbustos, donde hace muchas décadas que se paró la regeneración natural del monte. En la actualidad, como consecuencia de varios factores, naturales o no, las dehesas del toro bravo se están quedando sin árboles... Se están muriendo.




En el siglo pasado había en La Península Ibérica cuatro razas (castas) de toros bravos. La Casta Navarra, localizada en Navarra, La Rioja y Zaragoza, se encuentra en peligro de extinción; Los Toros del Jarama o Casta Jijona, localizada Madrid, Toledo y Ciudad Real, se extinguió durante la guerra civil; La Casta Cabrera, localizada en Cádiz y Sevilla, se extinguió como consecuencia de los cruces realizados, los ejemplares más puros se conservan en la ganadería de Miura; La Casta Vistahermosa, localizada en Sevilla y Cádiz, es la más abundante, dentro de sus variadas estirpes.
En la imagen vemos a un novillo de tres años, de Casta Vistahermosa, estirpe Murube-Contreras, descansando en un claro de la dehesa a la caída de la tarde.




Posado en la rama seca de un sauce, un jilguero macho marca su territorio. Cerca se encuentra el nido, en el que habitan cuatro pequeños jilgueros a medio emplumar.




El sol se está poniendo en el horizonte... Alumbra como un foco la ribera del Río Jarama, a su paso por Soto Gutiérrez. Un toro de cuatro años pasta las verdes hierbas y tréboles... En el ambiente, escucha las aguas del río y el canto de los pájaros.




Desde las ramas altas de un chopo negro, la cigüeña blanca observa todo lo que ocurre en esa zona de la ribera...




Las primeras luces del sol de la mañana, se meten entre los árboles y arbustos que acompañan al río... En esta época del año todo contrasta, los verdes, el sonido de las aguas del río, el canto de las aves, el mugido de los toros... Todo se manifiesta en forma de Vida...




A estas horas, algunos toros andan pastando la fresca hierba, antes de que el sol la caliente. Este toro, con los cuatro años cumplidos, me observa mugiendo, entre sorprendido, y advirtiéndome... Que me he metido en su territorio, y no debo de avanzar más...




En la dehesa de grandes encinas centenarias, la mañana soleada es templada y muy agradable. Las abubillas, totovías y pinzones comunes, ponen la banda sonora en la mayoría de las zonas. Algún cuco, mirlo común, zorzal charlo y ratonero común, también se dejan sentir.




En el viejo nido, utilizado durante muchos años, la pareja de pitos reales está sacando una nueva generación. Posado en la entrada, vemos al macho, que acaba de cebar al pollo que se ve dentro del nido.




En los prados donde pastan los toros, aves como las garcillas bueyeras, grajillas, abubillas, cigüeñas blancas, totovías, lavanderas, estorninos, cogujadas, alcaravanes... Se alimentan con los insectos que habitan ellos. Muchas de estas aves se también se reproducen aquí, en las tapias, entre las hierbas o en los arbustos y árboles dispersos que hay.
En la fotografía vemos a la pequeña lavandera boyera, junto a un toro de cuatro años.




En esta zona del arroyo, los ganaderos construyeron un pequeño embalse, para que no falte el agua durante el verano. Gracias a estos pequeños oasis, la fauna, los toros y las vacas, se mantienen en la dehesa durante la estación seca. Especies como los zampullines, garzas reales, garcetas, garcillas, pollas de agua, fochas, andarríos y patos, se han aprovechado de estas lagunas.




Desde que cumplen un año, hasta los cuatro, la vida del toro bravo es una continua pelea por liderar la manada. A partir de los dos años, las peleas pueden tener consecuencias muy graves, desde partirse los cuernos, cornadas, roturas de caderas y patas, hasta la muerte.
En la imagen vemos a dos toros de cuatro años pegándose. Si el enfrentamiento sigue, y se unen más ejemplares al conflicto, las consecuencias pueden ser muy desagradables para uno de ellos, o los dos.




Pequeños gazapos corretean y juegan alrededor de un vivar. Uno de ellos, observa el panorama...




El sol hace un rato que se ocultó. Los toros vuelven a pastar por el prado... Lo que ocurra durante la noche, sólo lo sabrán ellos.




Las grandes encinas y quejigos están en flor. Se está creando la próxima cosecha de bellotas, que va alimentar a todos los fitófagos de la dehesa en otoño.




La luz limpia y cálida de la tarde, alumbra la zona alta de la ladera. Un toro de cuatro años se acerca hasta aquí para ver el ambiente... El toro bravo es un animal muy observador y curioso, que se da cuenta de todo lo que ocurre a su alrededor, y aprende muy rápido.




Entre el pasto anda una urraca... Busca insectos y pequeños animalillos para alimentar a sus pollos.




El sol ya se ha metido entre las montañas. En el prado anda la vaca con su pequeño becerro, nacido hace unos días...





lunes, 20 de junio de 2016

POR EL ROBLEDAL...





Cuando los encinares que se asientan en las llanuras del centro de La Península, empiezan a sufrir el duro golpe del comienzo del verano, los robledales que cubren las faldas de las montañas del Sistema Central, ya han comenzado un nuevo ciclo...


viernes, 10 de junio de 2016

POR LA RIBERA DEL RÍO.





Con los primeros calores de junio, apetece perderse por la ribera arbolada del río. Entre grandes árboles y arbustos, escuchando el murmullo del río y el canto de los pájaros...

lunes, 30 de mayo de 2016

LA DEHESA DE FRESNOS EN PRIMAVERA



Las dehesas de fresnos, cubiertas de grandes y viejos árboles variados, donde abundan los arbustos, se convierten en esta época del año en un lugar muy importante para las aves insectívoras, rapaces del bosque y pequeños y grandes mamíferos...


viernes, 20 de mayo de 2016

EL MONTE MEDITERRÁNEO EN PRIMAVERA.


La primavera no se manifiesta en las mismas fechas en todos los ecosistemas de La Península Ibérica. Para unos llega antes de que entre oficialmente; para otros, llega con la entrada del verano. Para el monte mediterráneo viene con las fechas, y se mantiene si duran las lluvias... Hoy vamos a hacer un recorrido, desde el monte mediterráneo que cubre la llanura del centro de la Península, hasta los valles del Sistema Central...




Al amanecer y a la caída de la tarde, se ven numerosos conejos de monte de todos los tamaños cerca de los vivares. De su abundancia y de su éxito reproductor, depende el éxito reproductor de todas las especies carnívoras del monte...




Las abundantes lluvias del invierno y de la primavera, y la templanza de las temperaturas ambientales, hacen que el monte florezca con fuerza y se manifieste con todos sus contrastes...




Las encinas, alcornoques, quejigos, coscojas y algunos robles melojos que se integran en el monte, están en flor. Llenan los montes de tonos pardos y agradables aromas.




Posado en la entrada del viejo nido, el macho de pito real observa la zona antes de meterse en su interior...




En las zonas húmedas y frescas del monte, los grandes alcornoques se integran con las encinas. Para ellos es época de renovar las hojas y sus tonos...




Es una época en la que todo se renueva... Ahora los montes se llenan de vida. Los que nacieron aquí y se fueron en otoño, han vuelto. Los que invernaron, se han ido. Todos los que habitan en el monte ahora, van a comenzar un nuevo ciclo en su vida. Naciendo, viviendo un año más...




Metido entre las flores de un prado, observo a un críalo. Está capturando orugas para alimentarse. Pasa el otoño y el invierno en África, y regresa con nosotros en primavera.




En esta zona de la ladera del valle, localizada en una sierra baja, los quejigos marcan la zona de transición, entre el quejigal mixto orientado al norte y el encinar mixto orientado al noreste. El clima y las horas de luz, son factores que determinan el asentamiento de las especies forestales en el monte.




En las laderas orientadas al norte, entre las rocas, florecen los jacintos de los bosques (Hyacinthoides hispanica).




La pareja de zorzales charlos, ha construido el nido en la horquilla baja de un enebro de la miera. De los cuatro pollos que han nacido, sólo han sobrevivido dos.




En una zona poco transitada del monte, me acerco a un considerable de enebro de la miera (Junniperus oxycedrus) Los grandes árboles que habitan hoy día nuestros montes, nos dan una ligera idea natural de como son, y como debería de ser el bosque natural.




Subiendo por el arroyo que nace en la ladera, se ve una panorámica impresionante del monte, llena de luces y de colores. Los quejigos y los arces de montpellier están terminando de cubrirse de hojas. Las encinas están cubiertas de flores y de hojas nuevas. Los enebros de la miera han mudado casi todas sus hojas pinchudas. Las cornicabras se están cubriendo de hojas, que se encienden de tonos rojos y naranjas, cuando las atraviesan los rayos del sol. En el fondo del valle, junto al arroyo, los fresnos ya se han cubierto de hojas nuevas.




Una curruca mirlona se acerca a un manantial para beber. Esta curruca, de hábitos estivales, habita más los montes altos, donde apenas hay arbustos o monte bajo.




A la vez que echan las hojas, los espinos albares se cubren de blancas flores, que desprenden un intenso aroma por los arroyos. A ellos se acerca abejas, abejorros y multitud de insectos para libar sus flores.




Por el arroyo, poblado de fresnos, zarzas, rosales silvestres, algunos sauces y arces de montpellier, se escucha el canto de las currucas, petirrojos y del ruiseñor bastardo. En las ramas altas de los árboles, el pinzón común y la abubilla, están marcando su territorio...




En una terrera del arroyo, este año se ha establecido una colonia pequeña de abejarucos, compuesta por unas diez parejas. Algunos ya han empezado a construir el nido...




En la ladera orientada al norte, la mancha de quejigos mixta es más pura. Aquí el quejigo impone su ley, sólo permite la presencia de algunos árboles, como el enebro de la miera, el arce menor, el fresno y el roble melojo.




Por el cielo pasa el macho del águila imperial ibérica, marcando su territorio. En el lugar más insospechado y más tranquilo del monte, se encuentra su nido, ocupado por la hembra y los pollos.




Entre las encinas y los enebros, aparecen quejigos de portes muy considerables.




Sobre la rama de un fresno, cubierta de musgos y líquenes, el lagarto ocelado toma el agradable sol de la mañana. Es un buen macho, que defiende un fresno centenario con grandes agujeros...




Con las regulares lluvias y el ambiente templado, por el monte salen setas de variadas especies. Muchas de ellas son muy apreciadas por los aficionados a la micología, como este parasol.




Encajado en el fondo de un valle estrecho, discurre el pequeño arroyo entre arces menores, fresnos y sauces. En estos lugares, habitan especies forestales que han conseguido sobrevivir en el monte, gracias a su microclima, la orientación y la humedad regular del suelo.




Posada en las ramas secas de un pequeño enebro, observo a una lavandera cascadeña. Tiene el pico lleno de insectos lacustres, que a capturado por la orilla del arroyo. No deja de mover su cola y de observarme... Al retirarme unos cuantos metros, entra al nido, situado y camuflado en la repisa de una roca, protegida por el agua del arroyo. Ceba a dos de sus pollos y se va arroyo arriba...




Entre las rocas crecen pequeños helechos mediterráneos. Los culantrillos negros (Asplenium onopteris) son los que más llaman la atención por sus formas y color.




Un nuevo día llega al valle. En sus laderas crecen encinas, quejigos, arces menores, enebros de la miera, cornicabras, sanguinos... Junto al río habita un interesante bosque de galería, compuesto principalmente por alisos, acompañados por fresnos, sauces,  zarzas, rosales silvestres...




De pronto se escucha un "griterío" de rabilargos en la parte alta de la ladera... En la copa de un enebro veo a un búho real posado. Los rabilargos no dejan de molestarle y de darle pasadas... Aguanta unos instantes, y después se oculta entre los árboles del monte.




Entre las grandes rocas y los musgos que las cubren, se desarrollan los ombligos de venus (Umbilicus rupestris) Una planta medicinal, muy común en estos ambientes.




En las zonas altas de la sierra, la primavera llega un poco más tarde, pero también se manifiesta con toda su grandeza y color. En estas zonas geográficas, que ocupan la mayor parte de la Península Ibérica, se localizan las mayores manchas del monte mediterráneo, donde se encuentra la mayor variedad forestal y faunística, exceptuando ciertos enclaves.




En estas fechas del año, vemos a los grandes ciervos echando las cuernas. Cuando termine el verano, estarán completamente formadas y limpias. El ciervo volverá a ser el señor del bosque.




Las jaras pringosas están cubiertas de grandes y elegantes flores blancas. Desprenden ese aroma especial que tiene el monte mediterráneo.




Numerosos escarabajos (Trinchodes octopuntatus) liban las flores de las cañahejas. Estos escarabajos de curiosas formas y agradables colores, son muy importantes para muchas especies vegetales.




En la orilla de un majadal, me paro unos instantes junto a una notable encina de grueso tronco. No es de las más grandes de la zona, pero me llama la atención sus formas y la densa formación de hojas que tiene. Se la ve muy sana.




En otra encina de menor porte, observo a cierta distancia el nido grande de una rapaz. Con el teleobjetivo de la cámara, veo que está ocupado por un adulto. Por las fechas, el nido estará ocupado por tres o cuatro pollos de varios días.




En el interior de los pequeños valles que se suceden, por los que discurren arroyos poblados por fresnos y arces de montpellier, el ambiente es fresco y muy agradable, donde no falta la banda sonora de los pájaros del monte.




En el arroyo podemos encontrar algunos anfibios, que se acercan a él durante unos días para reproducirse, como los sapos. O los que habitan aquí durante todo el año, como las ranas, gallipatos o tritones. El que vemos en la fotografía, dentro del agua, es un buen ejemplar de sapo común hembra.




La variedad de árboles y arbustos que forman la mancha mediterránea, se manifiesta ahora con toda su hermosura y color. Las cornicabras se visten de hojas de vivos colores naranjas y rojos; las encinas, de hojas verdes y flores pardas; los enebros de la miera, de tiernos pimpollos; los arces, fresnos y quejigos, de verdes hojas nuevas.




En un majadal, atravesado por un pequeño arroyo, vemos a dos buitres negros jóvenes, junto a un buitre leonado maduro, alimentándose con los restos de una cierva.




La mancha espesa que cubre la ladera de la montaña, formada por encinas, enebros, cornicabras, sanguinos, arces menores, alcornoques, romeros, jaras... protege los altos riscos, donde el águila real tiene uno de sus nidos. Por el fondo del valle discurre el arroyo, poblado principalmente por fresnos, chopos, espinos albares, endrinos, rosales silvestres y zarzas.




En un pequeño prado, a la vera del arroyo, veo pequeñas orquídeas entre las herbáceas. Ésta, de la especie Ophrys scolopax, es una de las que más me llama la atención.




Desde el cielo, el macho del águila real lo ve todo. Seguramente está a la caza de una presa. Desde el zorro al conejo, y desde el búho real al rabilargo, le van bien para aportarlas al nido, donde se encuentra la hembra con los dos pollos.