google-site-verification=W4JiPUkp_G2kZZVS-o62liN40WEVgPWgCCloRv-xIdc la luz del monte

jueves, 6 de noviembre de 2014

EL HAYA GRANDE DEL VALLE ALTO DEL JARAMA.


En la cabecera del valle alto del Río Jarama, entre las provincias de Madrid y Guadalajara, se localizan pequeñas manchas de hayas integradas entre los robles melojos y albares; donde no faltan robles comunes, cerezos silvestres, serbales, mostajos, tejos, sauces de montaña, endrinos...
Hoy vamos a hacer un recorrido por una zona del monte, para ver a una de las hayas más grandes de Europa.




El día llega sin nubes. Por la ladera del monte corre una ligera neblina. En el fondo del valle se escucha el murmullo del río. Las hayas y algunos robles pintan sus hojas de tonos variados. Un cerezo silvestre destaca entre ellos.




En el cielo, limpio y claro, se recorta la silueta del pollo del año del águila real. La otra reina del lugar, que se resiste a dejar el valle.




Para las fechas del año, el Río Jarama apenas lleva agua... En sus orillas vemos tres grandes hayas.




Las orillas del río son muy frecuentadas por las lavanderas cascadeñas. Van registrando todo minuciosamente, en busca de insectos para alimentarse.




El suelo del monte está cubierto por las hojas de los diversos árboles y arbustos que le pueblan. Cada hoja tiene una forma y unos colores.




Los endrinos que crecen junto al río, este año están muy cargados de frutos. Hago un alto para hacerles unas fotografías y probar sus frutos ya maduros. Tienen un especial e inolvidable sabor que no me desagrada.




Cerca, no dejo de escuchar el picoteo de un pájaro carpintero. Con la ayuda del teleobjetivo, localizo a un macho de pico picapinos, que está buscando insectos entre la corteza de un sauce de montaña.




Las regulares lluvias y las temperaturas templadas, hacen crecer por todo el bosque numerosas especies de setas. A la altura de un boleto comestible, vemos otra panorámica del bosque.




El otoño es una época mágica en los bosques caducifolios... Todos los días son importantes e interesantes. Con nubes, con lluvia, con niebla, con sol... Todos son diferentes y cuentan algo.




A lo largo de la mañana observo pequeños grupos familiares de trepadores azules. Sus reclamos y sus nerviosos movimientos les delatan. Van registrando los troncos y las ramas de los robles y hayas, en busca de insectos y frutos del bosque.




En el interior de un corro de hayas jóvenes, me encuentro con el enorme tocón de una gran haya, que acabó sus días por muerte natural. Sus restos están por la zona. Ahora proporcionan alimento a los pájaros de la madera, los insectos, setas... Y fertilizan el suelo.




Al medio día, paso por una zona de grandes hayas y robles albares. Aquí el sotobosque apenas existe. Algunos árboles jóvenes, acebos y algún cerezo silvestre o mostajo, habita con ellos.




De pronto observo a un pequeño mamífero que sube por el tronco de un roble... Me quedo inmóvil durante unos minutos, y no dejo de observa por donde ha subido... Al rato, ya más confiada, se deja ver. Es una ardilla roja, que en esta época del año anda cogiendo bellotas para guardarlas. Así tendrá alimento durante el duro y largo invierno.




Ahora paso junto a un roble albar. Me detengo un rato y le observo... Qué edad puede tener, con 6,70 metros de perímetro en la base de su tronco?. Quinientos, seiscientos años?. ¡Cuántas arrobas de leña le han sacado en los últimos tres siglos y aun sigue aquí!. Como espero que siga la próxima vez que pase...




Metida en un pequeño valle de la ladera, próxima a un arroyo, la vuelvo a encontrar. Está rodeada de hayas jóvenes y de acebos, que la ocultan y la "protegen" con sus ramas. Tiene un perímetro de 9,60 metros en la base de su tronco y una altura de unos treinta metros. Su edad ronda los trescientos años, y no se conoce por la zona otra haya de iguales dimensiones. Es la Reina del valle alto del Río Jarama.


lunes, 3 de noviembre de 2014

LA RONCA DEL GAMO.


Entrado el otoño, en los montes mediterráneos del centro de la Península Ibérica, se inicia otro acontecimiento natural interesante, que se conoce con el nombre popular de "la ronca", debido al ronco berrido que lanzan los gamos machos en celo.




El gamo, aunque es un herbívoro que prefiere de los montes claros, también tiene querencia por las manchas densas de vegetación, donde se alimenta y se defiende de los peligros y de las inclemencias meteorológicas.




Un grupo de machos de distintas edades y algunas hembras, pastan entre las grandes encinas del monte.




La luz clara de la mañana se mete entre los grandes alcornoques. La tormenta que descargó hace tres días, ha despertado los verdes que andaban dormidos durante el verano.




Un hermoso gamo termina de limpiar sus cuernas con la rama caída de un chopo. Tienen que estar preparadas para los combates que van a tener lugar en los días venideros.




Las grandes manchas de monte mediterráneo dedicadas desde tiempo inmemorial para la caza, son el hábitat natural de los gamos históricos de la Península Ibérica. De estos montes han salido los ejemplares para repoblar las fincas de caza.




Bajo la sombra de una encina, el gamo no deja de observarme...




Las ásperas y amargas bellotas del alcornoque, pronto estarán maduras y caerán. Otro alimento importante para los habitantes del monte.




Sorprendida, la elegante hembra del gamo se queda mirándome durante unos segundos... Después desaparece entre las encinas y los alcornoques.




Otro día, la mañana llega con niebla al monte. La humedad se deja sentir en el ambiente y en el rocío de la hierba, que todo lo empapa.




En el fondo del pequeño valle, donde a estas horas apenas entra la luz, me encuentro con buen ejemplar que viene pastando con las hembras.




Las grandes manchas de pino piñonero vuelven a latir con las lluvias del otoño. En sus copas se mecen las grandes piñas y en el suelo crece el fino pasto, el principal alimento de los fitófagos del monte.




Han estado pastando en el claro del monte. Ahora, a media mañana, se han bajado a la vega del arroyo para pastar y descansar...




Las lluvias regulares del otoño y las temperaturas templadas, enciende los colores de los chopos negros del río.




La luz rasante de la tarde, nos muestra una agradable visión de un tramo del río. Entre los grandes chopos y fresnos, un gamo ronca entre las hembras que le acompañan.




Otro día, amanece con los cielos cubiertos de nubes. Hoy el sol va a tardar en salir... El ambiente es fresco y húmedo. Por el aire corre un intenso aroma a jara.




Las hembras son las que marcan el ciclo de la ronca. Según las va viniendo el celo, y van siendo cubiertas por uno o varios machos, va transcurriendo el ciclo, que acabará conforme venga el otoño y el número de hembras que habite en el monte.




En estas grandes manchas forestales de monte mediterráneo, conviven con el gamo especies muy interesantes y únicas en el mundo, como el ciervo, el gato montés, el águila imperial ibérica, el buitre negro...




Las intensas peleas que hacen para conseguir los favores de las hembras, tienen sus consecuencias en las cuernas de los grandes gamos. Si observamos la pala derecha de este ejemplar, veremos que le falta un trozo, que ha perdido en un intenso combate.


jueves, 30 de octubre de 2014

EL OTOÑO EN LOS BOSQUES ATLÁNTICOS.


A lo largo del mes de octubre, los diferentes montes atlánticos que se desarrollan en las faldas de las montañas, van a tener una serie de cambios cromáticos hasta que se desprendan de sus hojas a mediados del mes de noviembre, o finales, según como venga la estación. Dependiendo de las especies que habiten la mancha, la gama de colores puede ser variada y muy llamativa. Es una época en la que podemos ver y saber la variedad de árboles que habitan en el monte.




La mañana llega nublada y con brumas al abedular. La luz es suave. El canto de algunos pájaros, como los carboneros y los trepadores, se funden entre las ramas y las hojas de los grandes árboles...




Un agateador común, registra el musgo de una roca, buscando pequeños insectos para alimentarse. Después se posa en el tronco de un abedul, por el que sube hasta sus altas ramas y se pierde...




En esta época del año maduran las manzanas silvestres. Tienen un aspecto muy atractivo y apetecible. Siempre habrá una primera vez para que alguien pruebe su ácido y amargo sabor, "que deja la boca como la madera".




Los últimos rayos del sol barren la mancha mixta de abedules que pueblan la ladera alta de la montaña. Vemos abedules, sauces, robles melojos y albares, avellanos, mostajos, serbales...




En una ladera orientada al norte, localizada en la cuenca alta del Río Jarama, observamos una mancha importante de jóvenes y grandes hayas. Vemos gamas de verdes, amarillos, ocres, naranjas y rojos. En primer plano observamos un grupo de robles melojos y albares.




Las grandes ramas y las hojas de los abedules, "intentan" ocultar la enorme haya que habita junto al Río Jarama.




Un carbonero común registra la rama seca de un sauce, en busca de larvas e insectos camuflados. En esta época, consume semillas, frutos e insectos. Todo le viene bien para alimentarse.




Debajo de unos sauces, encuentro unos buenos ejemplares de falsa oronja (Amanita muscaria). Una seta muy característica de estos bosques, que aparece cuando el otoño realmente se inicia.




A media mañana, el sol pega de lleno en la mancha mixta de robles albares. Los cerezos silvestres brillan con un naranja casi rojo, al atravesar la luz sus hojas. El sotobosque está compuesto por grandes y espesos acebos, muchos de ellos cargados de rojos frutos.




En esta época del año las endrinas ya están maduras. Ponen una nota  más de contraste, en los espinos que crecen en las orillas del río y los arroyos.




En la orilla de un arroyo, posados en la rama caída de un roble, un mito adulto y uno joven, dejan de beber al oír el sonido de la cámara. Después se van por el robledal a buscarse la vida...




Al final de un canchal, localizo este enorme ejemplar de roble albar, con más de seis metros de perímetro en la base de su tronco. Un día contaré su historia y lo que costó llegar hasta él...




Los primeros rayos del sol de la mañana, alumbran y encienden los vivos colores de los álamos temblones, que crecen en la orilla del Río Jarama junto a grandes sauces.




En un remanso del río, una lavandera cascadeña recorre la rama caída de un roble, en busca de insectos acuáticos.




Dentro de la mancha de castaños el ambiente es sombrío. El suelo está cubierto por una espesa alfombra de hojas, en la que se ven los abundantes erizos, donde se esconden las dulces castañas.




Sobre las hojas de los castaños, un erizo enseña las castañas que custodia. Todo un mundo rural y económico que empezó en la época de los romanos.




Llegando a un arroyo, observo a una pareja de corzos... El macho persigue a la hembra para cortejarla.




Los bancos de nubes pasan por la zona alta del valle. En la ladera observamos una mancha de castaños, acompañada por grandes pinos resineros y grandes robles melojos.