google-site-verification=W4JiPUkp_G2kZZVS-o62liN40WEVgPWgCCloRv-xIdc la luz del monte

martes, 6 de enero de 2015

EL ALCORNOQUE GRANDE DEL CUARTEL DE VALPALOMERO. EL PARDO.


Hoy vamos a dar un paseo por El Monte de El Pardo. Por un cuartel que está abierto para el uso y disfrute de los ciudadanos que viven en Madrid. Un zona de incalculable valor ecológico y ambiental, donde podemos ver fauna única en el mundo y árboles de porte monumental...




El día amanece raso en el centro de Madrid, a -2ºC. La escarcha cubre el pasto y las hojas de las encinas, alcornoques y jaras. Desde la parte alta del valle, se domina una ligera panorámica de una zona del monte que vamos a ver.




Dentro del monte se localizan grandes alcornoques dispersos entre las encinas. Estamos en una zona de Madrid, donde el alcornoque fue mucho más abundante hace tres siglos.




Pero las talas, descuajes y los usos indebidos del monte, unidos a los cambios climáticos, le han puesto las cosas muy difíciles a este interesante árbol, para que vuelva a hacerse abundante como lo fue en su tiempo...




En otoño y en invierno entran al monte miles de palomas torcaces, para invernar y alimentarse con las abundantes bellotas que dan las encinas, quejigos y alcornoques. En la fotografía vemos una paloma torcaz, buscando entre el pasto las bellotas de encina.




El sol de la mañana se va metiendo entre las encinas y las jaras del monte... Lo quiere iluminar todo.




Una de las características principales del Monte de El Pardo, es que está asentado sobre arenas, donde se suceden pequeños valles muy suaves de bajas altitudes.




Por el fondo de estos valles discurren pequeños arroyos estacionales, que sólo lleva agua los otoños e inviernos muy lluviosos. Aquí podemos ver encinas centenarias de gran porte.




Hoy la suerte me ha acompañado. Al otro lado de la valla veo a un ciervo, alimentándose con las bellotas de una encina. Al sentir el ruido de la cámara levanta la cabeza, y se queda mirando durante unos segundos... Después se va hacia otra zona del valle más tranquila, donde nadie le puede ver.




Desde la cuerda alta de un valle, se divisa una interesante panorámica del monte y las montañas de La Sierra de Guadarrama. 




Al medio día oigo "un canto" conocido en el cielo... Es el macho del águila imperial ibérica, que anda ya delimitando su territorio.




La vegetación de ciertas zonas de este cuartel, se ha recuperado notablemente en los últimos cuarenta años. Aquí los ciervos y los gamos no entran, y el jabalí está muy controlado.




A lo largo de los pequeños arroyos estacionales, podemos ver ejemplares de fresnos de variados portes.




Ahora, en esta época del año, desprovistos de sus hojas, los grandes fresnos muestran sus variadas formas, moldeadas por el hombre a lo largo de su vida.




De pronto escucho "otro canto" conocido... Me quedo quieto, pegado al tronco de una encina grande, y los veo venir... Un grupo de unos doce rabilargos, viene entre las encinas y los fresnos del arroyo, buscando alimento para afrontar el día. Lo registran todo. Las ramas, los grandes troncos huecos de los fresnos, el suelo...




Con el paso de los años, el monte alto se va recuperando de las talas y las podas abusivas. Va ocupando el espacio que le pertenece, y va eliminando con su sombra el espeso e invasor monte bajo de jaras y romeros, que llegó a la zona favorecido por la mano del hombre.




Los grandes alcornoques centenarios, presentan la corteza de sus troncos, lisa y agrietada, debido a la extracción del corcho que se realizó hace unos cuantos años.




A la vera del arroyo, un conejo se alimenta con los pastos nuevos del invierno. Al verme deja de pastar, y observa mis intenciones...




Dispersos entre las encinas, en el fondo de un valle localizo varios alcornoques centenarios de grandes dimensiones. Este que vemos en la fotografía, con 5,70 metros de perímetro en la base de su tronco, es uno de los más grandes. Un ejemplar único en nuestros días. Hace tres siglos, la mayoría de los alcornoques que poblaban el Cuartel de Valpalomero, Peñagrande y Las Lomas del Corcho, tenían este porte.




Bajo su enorme copa, yacen en el suelo cientos de bellotas. De todas ellas, sólo el uno por cien, si el clima acompaña, será un pequeño alcornoque la primavera que viene. Y de este escaso porcentaje, ¿cuántos pequeños alcornoques llegarán a tener un porte como el de la fotografía...?


martes, 30 de diciembre de 2014

EL PENÚLTIMO DÍA DEL AÑO.


Se acaba un año cargado de muchas historias... Empieza otro lleno de guiones por escribir y muchas ilusiones... En el monte todos sus habitantes ya han comenzado a vivir el año venidero, pues aquí la vida no se detiene un instante...




El día llega con el cielo cubierto por algunas nubes. Los fresnos, arces y sauces del arroyo ya se han desprendido de las hojas. El arroyo vuelve a correr por las continuas lluvias caídas a lo largo del otoño. El suelo está cubierto por una alfombra de pasto verde y de hojas.




En una zona donde crecen grandes fresnos y algunos olmos, observo a un grupo de grajillas. Van registrando el suelo del monte, buscando entre las hojas semillas y pequeños insectos.




Es un valle muy pronunciado, cubierto por una espesa vegetación mediterránea de encinas, quejigos, cornicabras, sanguinos y enebros, principalmente. En el fondo, más umbrío y fresco, crecen fresnos y arces menores...




Las abundantes precipitaciones y la humedad ambiental, han devuelto a la vida muchas especies vegetales, como los musgos, líquenes, pequeños helechos... En la fotografía vemos las verdes hojas del ombligo de venus, una planta medicinal que crece en las rocas.




Los rayos del sol se cuelan entre las nubes y entran hasta el fondo del valle, creando un claroscuro muy agradable.




En un quejigo grande, localizado a media ladera, veo posado en una de sus grandes ramas al búho real...




Es un individuo de la pareja que tiene el territorio en el valle. Por estas fechas están de bodas... Si todo transcurre con normalidad, sobre la primera quincena de enero, la hembra estará echada sobre los huevos.




El ambiente de la pequeña ribera que acompaña al arroyo parece vacío, triste y sin vida...




Un bando de pájaros, compuesto por mitos, agateadores, reyezuelos, herrerillos comunes y carboneros, pasa arroyo abajo registrando las ramas de los árboles y el suelo del monte, buscando insectos y semillas. En la imagen vemos a un carbonero común, que está registrando el tronco hueco de un fresno.




Las lluvias del otoño y del invierno, van a mantener con agua las numerosas pozas del arroyo, donde los anfibios y reptiles acuáticos del monte, van a poder vivir y reproducirse durante la primavera y parte del verano.




Donde el suelo es fértil y profundo, los jabalíes hunden su hocico y "le aran", buscando insectos, bulbos, trufas...




Cerca del arroyo me sale al paso un elegante ciervo, que desaparece en una rápida carrera entre las encinas y los enebros. En esta época del año es muy difícil verlos.




En esta zona, poblada por grandes encinas, enebros y quejigos, apenas hay arbustos, pues los abundantes ciervos los han eliminado.




Sobre una roca, observo las inmediaciones del arroyo y el monte... Al rato de estar allí, quieto y callado, parece que la viva vuelve al monte. Veo pequeños pájaros, rabilargos, algún arrendajo. Un milano real sobrevolando el cielo. El paso fujaz de un azor. El tamborileo del pico picapinos...




Al otro lado del arroyo, medio oculto por una enorme roca de gneis, veo la cabeza de un elegante zorro. El ruido del arroyo no ha delatado mi presencia. No se ha dado cuenta de que le están observando y fotografiando.




En una ladera orientada al sur, veo los restos de una casa muy antigua, que posiblemente perteneció a uno de los vaqueros de la zona. Las cuatro paredes apenas se tienen de pie y el techo de tejas ya se ha hundido. Otro edificio rural típico que desaparece para siempre.




En la otra ladera del valle, donde los enebros son más abundantes, el sol de la tarde alumbra todos sus rincones... Durante todo el día, apenas he visto dos conejos de monte. Este importante y simpático ser vivo, no termina de recuperarse de las enfermedades transmitidas por el hombre y la caza excesiva. En esta zona se mataban anualmente unos treinta mil ejemplares.




Un elegante macho de corzo, con la cornamenta casi echada y recubierta de terciopelo, rompe en una rápida carrera, dando grandes berridos entre las encinas y enebros del monte...




Vuelvo al fondo del valle, junto al arroyo, para ver unas rocas donde vive una familia de ginetas. Nunca las he visto en la zona, pero sus rastros delatan su presencia.




En la parte alta de la roca tienen una inconfundible letrina, donde la pareja deposita sus excrementos. Gracias a estos rastos podemos saber si las ginetas siguen en la zona.




El sol ya se ha metido detrás de la ladera. Me encuentro en la zona media de un cortado de caliza, donde los ganaderos antiguos guardaban sus rebaños de cabras por la noche, para que no las mataran los lobos. Mucho antes, hace unos diez o quince mil años, algunos de los primeros habitantes de Madrid vivieron aquí.
El día está a punto de acabarse, para dar paso a la noche. Sentado en una roca...




Observo el monte... A lo lejos se escucha la voz del búho real. Llama a la hembra para renovar los lazos que les han unido de por vida. Si está viva y contesta, el ciclo de los búhos reales volverá a repetirse otro año.
Mañana es San Silvestre, el último día del año. Lo que no hayamos hecho este año, lo podremos hacer en el que viene, si  nos lo proponemos y le echamos ganas.
Feliz Año Nuevo...


martes, 23 de diciembre de 2014

EL BOSQUE BOREAL DE LAS ALTAS MONTAÑAS.


Hoy vamos a caminar por un bosque que llegó a las montañas del Sistema Central con las últimas glaciaciones. Poblado principalmente de abedules, acompañado por acebos, avellanos, robles albares... El mismo bosque por el que pasean los ciudadanos de Suecia, Noruega, Finlandia y Madrid.




Está amaneciendo... El día llega nublado a las altas montaña. Una ligera niebla envuelve los grandes abedules de la mancha.




Después de las continuas nevadas caídas en las últimas semanas, los arroyos vuelven a correr libremente por todo el bosque. Ahora el canto del agua se escucha por todas partes.




Un grupo de pequeños pájaros, compuesto por carboneros garrapinos, comunes, herrerillos, trepadores azules y mitos, pasa por el arroyo. Van registrando las ramas y los troncos de los árboles, en busca de insectos y semillas. En el tronco de un sauce de montaña veo a un agateador común, que va registrando su corteza en busca de pequeños insectos.




La helada todavía se siente en las zonas bajas del monte. Estos bosques, cuando llega el invierno y se desprenden de sus hojas, mantienen su elegancia y sus características más representativas.




En el tronco de un joven abedul crece un curioso ejemplar de yesquero del abedul. Una seta parásita no comestible, que se terminará transformando en madera.




A media ladera se aprecia los restos de la última nevada... El sol ha conseguido abrirse entre las nubes y acaricia la copa de los arboles.




En la zona observo a una familia de trepadores azules. Unos pájaros típicos de estos bosques, que mantienen su territorio todo el año. Uno de ellos baja desde las altas ramas de los árboles, para registrar los restos de un viejo abedul que murió hace muchos años.




En esta zona de la ladera el suelo está cubierto totalmente de nieve. Me detengo un instante, pues me llama la atención el porte de este buen ejemplar de acebo... Durante muchos años se cortaron sus ramas en invierno, para dar de comer a las vacas.




Las hojas y los frutos del acebo, es lo más colorido que vamos a ver durante todo el invierno en este monte. En los pueblos del norte de Europa, es tradición poner en las puertas de las casas por Navidad, las hojas con los frutos.




Los agradables rayos del sol del medio día, se cuelan entre los acebos y los abedules, creando un ambiente agradable. Aunque los pies no terminan de entrar en calor.




En un pequeño manantial de una turbera, observo a unos mirlos y zorzales. Buscan insectos y gusanos para alimentarse.




Aunque el día es frío, algunos pájaros del bosque, como el herrerillo capuchino, se acercan hasta la orilla del arroyo para beber, darse un ligero baño y arreglar sus plumas. Estas tienen que estar en perfecto estado, pues gracias a ellas van a conseguir pasar el duro invierno.




En esta zona observo grandes abedules, con troncos de varios metros de perímetro en sus bases. Algunos sufren el paso de los años y de las grandes nevadas... También veo jóvenes ejemplares que van ocupando su sitio, para cuando los grandes y viejos árboles reposen sobre el suelo del bosque.




En esta época del año las tardes apenas duran, y menos si las nubes cubren el cielo. Son las 16,30 y el silencio y el frío se están haciendo los amos del bosque. Pronto vendrá la oscuridad de la noche para aliarse con ellos.




Entre dos luces cruzo sobre las aguas cristalinas de un arroyo... Me detengo unos instantes para escuchar al cárabo, otro habitante del monte. Para él es época de amores, y quiere dejar claro donde vive y con quién.




En la otra ladera de la montaña me detengo unos instantes... Ahora sólo se escucha el agua del arroyo. La niebla húmeda y fría, desciende desde las altas cumbres. Una vez más, me quedo mirando el bosque hasta que la luz desaparece y todo lo oculta... FELIZ NAVIDAD.