google-site-verification=W4JiPUkp_G2kZZVS-o62liN40WEVgPWgCCloRv-xIdc la luz del monte

jueves, 13 de noviembre de 2014

LAS LUCES DEL OTOÑO EN EL MONTE MEDITERRÁNEO.


El otoño se manifiesta en el monte mediterráneo, a través de las variadas especies de hoja caduca que le habitan. Dependiendo de su situación geográfica y de los aprovechamientos forestales que haya tenido a lo largo de la historia, será el número de especies de árboles y arbustos que pueblen las manchas.
A través de la ventana de la casa en ruinas, donde vivía en guarda forestal con su familia, vamos a ver como transcurre el otoño...




Ya sólo quedan las "cuatro" paredes. El techo y todo lo demás ya no existe. La antigua ventana, por la que se asomaba el guarda forestal para ver el monte, sigue teniendo las mismas vistas. Un monte mixto de quejigos, encinas, enebros, arces menores, fresnos, cornicabras...




Por las fechas, grandes bandos de grullas pasan por el monte, camino de los encinares de Extremadura y Sierra Morena.




Los días nublados en los que la lluvia hace su presencia, se despiertan los variados tonos naturales... El monte huele distinto, se ve y se percibe de otra forma...




El jabalí encuentra durante la estación su mayor cantidad de alimento. Todo le gusta. Las suculentas bellotas, las bayas del enebro y del majuelo, los abundantes insectos que encuentra en la tierra húmeda, las setas...




Los arces menores van cambiando el tono de sus hojas, según avanzan las lluvias y disminuyen las temperaturas.




En los valles profundos y cerrados, donde el sol calienta menos y la humedad aguanta más en el suelo, las especies de hoja caduca son variadas y numerosas. Fresnos, arces menores, higueras, quejigos, cornicabras, parras silvestres, zarzas y rosales silvestres entre otros, suelen ser los más comunes.




Muy típica del sotobosque, observo a una curruca carrasqueña como recorre las varas de una zarza, capturando pequeños insectos.




Entre las grietas de las rocas, donde la humedad medra durante casi todo el año, crecen los helechos culantrillo menor (Asplenium trichomanes) Una variedad que habita en los montes mediterráneos húmedos.




El sol consigue abrirse camino entre las nubes y alumbra un claro del monte...




Entre la hierba, a la sombra de un fresno, crece la elegante matacandelas (Lepiota procera).




Las abundantes precipitaciones, hacen posible que por todo el monte salgan distintas variedades de setas. Entre la hojarasca de las encinas crecen las setas borrachas (Lepista nuda). Unas setas comestibles de fuerte sabor.




Un ciervo recorre la vega del arroyo. De vez en cuando se para y observa, y lanza un berrido a los cuatro vientos...




En la ladera de la sierra baja orientada al Norte, se desarrolla una mancha importante de alcornoques, acompañada por quejigos, encinas, enebros, arces menores, cornicabras, romeros...




En el sotobosque crece el rusco, una especie subtropical, que se quedó en el bosque mediterráneo cuando los bosques tropicales retrocedieron.




El conejo de monte se acerca al arroyo para beber. Después consume los tallos verdes de la grama.




La mañana llega fría y sin nubes al fondo del valle. Un valle cubierto por un espeso monte de encinas y enebros principalmente, por el que pasa un río de aguas cristalinas. En sus orilla se desarrolla un bosque importante de alisos.




En los lugares inaccesibles, donde el hacha apenas podía llegar, habita algún madroño. Son los últimos exponentes que atestiguan con su presencia, de que estas manchas estuvieron pobladas por madroños.




A media mañana escucho en el cielo un "choc-choc-choc-choc"... "choc-choc-choc-choc"... Levanto la cabeza y la veo. Es el macho de águila imperial ibérica, que está marcando su territorio...




El día llega con niebla al encinar sobre arenas del centro. A lo largo de la mañana se van retirando...




La luz cálida del medio día, enciende las hojas del elegante chopo negro que crece a la vera del arroyo.




Por la tarde, en la vega del arroyo observo a un gamo con varias hembras. Oculto entre unas matas de encina espero a que se acerquen. Vienen muy tranquilos, pastando los finos y frescos pastos del otoño.


lunes, 10 de noviembre de 2014

EL OTOÑO EN LOS PINARES SILVESTRES DEL ALTO LOZOYA.


Estamos a primeros de noviembre. El otoño no ha venido con las lluvias regulares esperadas y ha helado algo. Todas estas circunstancias se manifiestan en los árboles caducifolios, que habitan entre los grandes pinos silvestres.
Hoy vamos a dar un paseo por una zona, y veremos como va este otoño en un bosque boreal del Sistema Central.




El día llega nuboso y con una espesa neblina, que se difumina entre los grandes pinos. En el fondo del valle llama la atención la silueta de un abedul, vestido con tintes verdes y amarillos. 




Me interno en el pinar... La tranquilidad y el silencio sólo lo rompen el canto de algunos pájaros y el sonido de las aguas del río.




En un pino pequeño descubro una caseta anidadera muy antigua. En el rótulo todavía se puede leer: Ministerio de Agricultura. ICONA. Protección de las Aves Insectívoras.




En esta zona del valle, el río viene muy encajado. Su aguas cristalinas se abre paso entre grandes rocas.




La espesas copas de los pinos, apenas dejan pasar la escasa luz del día. Un carbonero común, uno de los pájaros más comunes durante todo el año, se acerca a un arroyo para beber.




Ahora paso junto a un buen ejemplar de abedul. Uno de los pocos que hay en la zona. En el pasado, los grandes abedules se cortaban para la producción de papel.




Un grupo numeroso y variado de pequeños pájaros del bosque pasa cerca. Van registrando todo, desde el suelo hasta las ramas altas de los árboles. Ni pequeños frutos ni insectos se les escapan. Un herrerillo capuchino va cabeza abajo registrando la rama seca de un roble.




La mayoría de los helechos comunes ya están naranjas; muertos. Otros todavía mantienen algo de vida, de luz y color.




Los contrastes de luces y colores que ponen los árboles caducifolios dentro del pinar, son muy significativos e interesantes. Es un espectáculo natural, mágico, que sólo dura unos diez días si el año viene regular.




Es una época de paso para muchas especies de aves procedentes del Norte de Europa, que vienen a La Península Ibérica para pasar los meses fríos. La paloma torcaz hace un alto en su viaje para beber. Después sigue su vuelo hasta los encinares del centro o del sur.




En las zonas donde el suelo es algo profundo y fértil, abundan diversa variedades de setas. Algunas crecen en corros muy numerosos.




Los abundantes musgos y líquenes de diversas especies, pueblan los troncos y las ramas de los variados árboles. Nos dicen que estamos en una zona umbría y húmeda, donde las precipitaciones son copiosas.




El pinzón común es uno de los pájaros cantores que pasa aquí la mayor parte del año. Sólo se va cuando las grandes nevadas lo ocultan todo durante días.




Musgos y líquenes de diferentes especies, cubren y camuflan el tocón de un roble. Las hojas abedules, pinos y robles, colaboran en ello.




En las zonas donde el hombre no ha intercedido en exceso, el equilibrio natural se mantiene. Es posible ver los variados árboles naturales de cada zona, de cada rincón, y el influjo que proyectan.




En la orilla observo a un petirrojo. Se dedica a buscar pequeños insectos entre la hojarasca y las rocas... Después desaparece entre las ramas bajas de un acebo.




A última hora de la tarde el cielo se termina de cerrar y empiezan a caer pequeñas gotas... Aprovecho para hacer la última panorámica del otoño en la zona, donde todavía es posible ver los restos de la calzada romana. Por ella me marcho, pensando que muy pronto el frío y las nieves del invierno se instalarán aquí, y todo lo que hemos visto será un recuerdo.


jueves, 6 de noviembre de 2014

EL HAYA GRANDE DEL VALLE ALTO DEL JARAMA.


En la cabecera del valle alto del Río Jarama, entre las provincias de Madrid y Guadalajara, se localizan pequeñas manchas de hayas integradas entre los robles melojos y albares; donde no faltan robles comunes, cerezos silvestres, serbales, mostajos, tejos, sauces de montaña, endrinos...
Hoy vamos a hacer un recorrido por una zona del monte, para ver a una de las hayas más grandes de Europa.




El día llega sin nubes. Por la ladera del monte corre una ligera neblina. En el fondo del valle se escucha el murmullo del río. Las hayas y algunos robles pintan sus hojas de tonos variados. Un cerezo silvestre destaca entre ellos.




En el cielo, limpio y claro, se recorta la silueta del pollo del año del águila real. La otra reina del lugar, que se resiste a dejar el valle.




Para las fechas del año, el Río Jarama apenas lleva agua... En sus orillas vemos tres grandes hayas.




Las orillas del río son muy frecuentadas por las lavanderas cascadeñas. Van registrando todo minuciosamente, en busca de insectos para alimentarse.




El suelo del monte está cubierto por las hojas de los diversos árboles y arbustos que le pueblan. Cada hoja tiene una forma y unos colores.




Los endrinos que crecen junto al río, este año están muy cargados de frutos. Hago un alto para hacerles unas fotografías y probar sus frutos ya maduros. Tienen un especial e inolvidable sabor que no me desagrada.




Cerca, no dejo de escuchar el picoteo de un pájaro carpintero. Con la ayuda del teleobjetivo, localizo a un macho de pico picapinos, que está buscando insectos entre la corteza de un sauce de montaña.




Las regulares lluvias y las temperaturas templadas, hacen crecer por todo el bosque numerosas especies de setas. A la altura de un boleto comestible, vemos otra panorámica del bosque.




El otoño es una época mágica en los bosques caducifolios... Todos los días son importantes e interesantes. Con nubes, con lluvia, con niebla, con sol... Todos son diferentes y cuentan algo.




A lo largo de la mañana observo pequeños grupos familiares de trepadores azules. Sus reclamos y sus nerviosos movimientos les delatan. Van registrando los troncos y las ramas de los robles y hayas, en busca de insectos y frutos del bosque.




En el interior de un corro de hayas jóvenes, me encuentro con el enorme tocón de una gran haya, que acabó sus días por muerte natural. Sus restos están por la zona. Ahora proporcionan alimento a los pájaros de la madera, los insectos, setas... Y fertilizan el suelo.




Al medio día, paso por una zona de grandes hayas y robles albares. Aquí el sotobosque apenas existe. Algunos árboles jóvenes, acebos y algún cerezo silvestre o mostajo, habita con ellos.




De pronto observo a un pequeño mamífero que sube por el tronco de un roble... Me quedo inmóvil durante unos minutos, y no dejo de observa por donde ha subido... Al rato, ya más confiada, se deja ver. Es una ardilla roja, que en esta época del año anda cogiendo bellotas para guardarlas. Así tendrá alimento durante el duro y largo invierno.




Ahora paso junto a un roble albar. Me detengo un rato y le observo... Qué edad puede tener, con 6,70 metros de perímetro en la base de su tronco?. Quinientos, seiscientos años?. ¡Cuántas arrobas de leña le han sacado en los últimos tres siglos y aun sigue aquí!. Como espero que siga la próxima vez que pase...




Metida en un pequeño valle de la ladera, próxima a un arroyo, la vuelvo a encontrar. Está rodeada de hayas jóvenes y de acebos, que la ocultan y la "protegen" con sus ramas. Tiene un perímetro de 9,60 metros en la base de su tronco y una altura de unos treinta metros. Su edad ronda los trescientos años, y no se conoce por la zona otra haya de iguales dimensiones. Es la Reina del valle alto del Río Jarama.