google-site-verification=W4JiPUkp_G2kZZVS-o62liN40WEVgPWgCCloRv-xIdc la luz del monte

lunes, 4 de agosto de 2014

PENÚLTIMO DÍA DE JULIO, POR UN BOSQUE ATLÁNTICO DE LA MONTAÑA.




Después de conducir durante una hora llego al valle. Está amaneciendo... El ambiente es fresco y el murmullo de los pájaros del bosque se empieza a notar. Es un bosque atlántico mixto, poblado principalmente por robles albares, abedules, avellanos y acebos, en el que no faltan los mostajos, serbales, álamos temblones, tejos...




Al acercarme a un arroyo para cruzarle, observo a un pinzón común macho, posado en una piedra...




El sol comienza a acariciar las copas de los árboles. En una zona donde abundan los grandes avellanos, encuentro un buen ejemplar de acebo. Me hago una fotografía junto a él y sigo...




Los rayos del sol iluminan la zona alta del roble albar, de unos veinte metros de altura. Crean un claroscuro muy interesante.




Entre las ramas y las hojas de robles y mostajos, me observa un duende del bosque... Una ardilla roja recorre las zonas altas de los árboles, buscando alimento.




En muchos avellanos cuelgan sus frutos característicos, las avellanas. A finales de septiembre ya estarán maduras y se podrán comer.




Sobre las diez de la mañana paso por una zona donde abundan los acebos. El claroscuro que producen los rayos del sol al entrar en estas zonas  es muy agradable.




Medio oculto por las sombras, descubro la silueta elegante de otro duende, el petirrojo, que al verse descubierto desaparece entre las sombras y los troncos de los acebos.




El sol ya alumbra casi toda la ladera de la montaña. Por donde puede, se cuela con sus rayos atravesando las hojas de árboles y arbustos, creando vistosas vidrieras naturales... En la fotografía vemos la hoja de un avellano.




Dentro del monte la vista adquiere otra dimensión. El sol limpio del verano alumbra el exterior... Los grandes árboles y arbustos sólo dejan pasar la luz necesaria, para que el microclima interior del monte se mantenga.




Cerca de un arroyo observo a un macho de pico picapinos... Va recorriendo la rama de un sauce de montaña, buscando insectos entre su corteza.




Ahora, a media mañana, me detengo entre dos grandes árboles. El de mi derecha es un abedul, y el de mi izquierda es un enorme mostajo, de unos 18 metros de altura.




Cerca de un manantial, encuentro dos buenos manzanos silvestres cargados con pequeñas manzanas. Allá por el mes de octubre estarán "maduras"...




En el suelo del monte, rodeado por robles y avellanos, observo los restos de un enorme abedul... Ahora sus restos forman parte de un enorme hormiguero. En su madera y corteza crecen varias especies de setas a lo largo del año... Y un número variado de insectos y demás seres vivos viven con él.




El pequeño herrerillo común se acerca por las inmediaciones del abedul, a ver si hay algún insecto despistado con el que alimentarse...




Sobre las cinco de la tarde, paso por una zona cubierta por robles albares, acebos y avellanos... El sol ahora alumbra de otra forma en el bosque.




Llego a una zona donde rompe un acuífero colgante y hay pequeñas turberas. Aquí abundan los sauces, serbales, acebos y los grandes abedules, como el de la fotografía.




Después de observar durante un buen rato, descubro sobre la rama seca de un serbal de cazadores a una joven oropéndola. Me deja hacerla unas fotografías y después salta de la rama, perdiéndose entre las ramas altas de los árboles...




Bajo por uno de los arroyos a una zona donde el ambiente es más fresco y umbrío. Aquí muchos de los grandes árboles están cubiertos por las hiedras.




En el tronco de un buen roble albar, descubro al único ciervo volante del día. Cuando el sol se ponga, todos los ciervos volantes saldrán por el bosque para perpetuar la especie...




Ahora, la luz de la tarde ilumina ciertas zonas del bosque, donde se puede fotografiar bien esos rincones forestales y árboles. El sol, a parte de iluminar, marca las horas del día para hacer con su luz natural, las fotografías correctamente expuestas. Los árboles no se pueden mover, pero la luz natural si.




En la orilla de una turbera observo a un buen corro de centaureas. Unas se están iniciando, otras están en plenitud y otras van para abajo...




Después de beber agua en el arroyo, descanso un rato... A la media hora, más o menos, como surgido de la nada aparece otro duende del monte. Un pequeño corzo se acerca a la orilla del arroyo a beber. Al oír el sonido de la cámara fotográfica, levanta la cabeza y se da cuenta de mi presencia...




Dentro del monte el sol y el calor no molestan. El microclima que proporcionan los árboles y arbustos es sombrío y fresco. El agua no falta, se ve por todas partes... Los ruidos molestos no existe y la tranquilidad es absoluta.




Cerca de un arroyo descubro un grupo de cerezos silvestres, algunos pasan de los diez metros de altura. En las ramas bajas de dos de ellos, todavía hay abundantes cerezas maduras, de dulce y agradable sabor.




Son ahora las ocho de la tarde... Continuamente y sin pausa, entran a los cerezos para consumir sus agradables frutos, mirlos comunes, zorzales charlos, currucas, petirrojos... En la fotografía vemos a un zorzal charlo.




Después de buscar un enorme y centenario acebo entre las sombras del bosque, no consigo encontrarle. Habrá que volver otro día. Los rayos del sol ahora sólo iluminan las copas de los árboles... En la fotografía vemos la silueta de un enorme roble común (Quercus robur), uno de los escaso ejemplares que quedan en Madrid.




Con la misma luz con la que entre esta mañana al monte, salgo de él. El sol ya se ha ocultado detrás de las montañas... Del día sólo quedan unos pequeños instantes mágicos... Esos momentos en los que la luz se va apagando con sus cantos, ruidos y olores, y nos vemos metidos sin darnos cuenta en la noche, con otros cantos, otros ruidos y otros olores...


lunes, 28 de julio de 2014

EL PARQUE DEL RETIRO.


El parque del Retiro se localiza en el centro de la ciudad de Madrid. Con una extensión de 125 hectáreas, reúne unas condiciones medioambientales muy importantes, debido a la cantidad y diversidad de árboles que le pueblan, donde habita una avifauna variada. Es uno de los pulmones verdes que depura el aire contaminado y refresca el ambiente del centro. Por otra parte, es una zona muy transitada por los ciudadanos y turistas que visitan la ciudad.
Vamos a ver como es El Retiro, durante las primeras horas de la mañana de un día de finales de julio...




El día comienza... Madrid se mueve... Una mujer pasa junto a la puerta principal, localizada en la calle de Alcalá.




Entrando al parque, una urraca pasa entre las ramas de un cedro...




Las aguas del Estanque Grande reflejan las primeras luces del día... Es uno de los puntos más visitados.




Por uno de los caminos del parque, próximo a la valla, varias personas hacen deporte...




En las ramas de un sauce canta un verderón común. Este pájaro se ha hecho muy común en los parques de Madrid.




La variedad de árboles y arbustos exóticos y autóctonos es muy amplia... En primer plano vemos a un castaño de indias.




A estas horas encontramos a los mirlos buscando lombrices y gusanos, en los suelos húmedos de las praderas...




Los rayos del sol se van metiendo entre los árboles y los caminos del parque...




En uno de sus caminos, un joven pito real captura hormigas...




A lo largo del parque, podemos observar zonas donde la densidad y variedad del arbolado varía y se alterna con las praderas de césped...




En los numerosos agujeros naturales de los árboles, crían varias especies de pájaros. El herrerillo común es uno de ellos.




Dentro del parque hay numerosas construcciones históricas... El Palacio de Cristal se construyó en 1887, para la Exposición de Las Islas Filipinas.




Un jilguero se acerca a la orilla de un pequeño lago. Observa el panorama y después se lanza a la orilla para beber.




Paseando por uno de sus caminos llego a una zona umbría, donde los grandes árboles caducifolios apenas dejan entrar la luz...




En una pequeña "fuente natural", un macho de picogordo bebe y se refresca...




Rodeado de rosales, observo el monumento dedicado a Benito Pérez Galdós. El escritor y cronista que mejor supo contar como vivía Madrid, de mediados del XIX a principios del XX.




El bronce y la piedra se hacen monumentos que perduran en el tiempo... Una paloma torcaz descansa unos instantes sobre la cabeza de la enorme tortuga.
La mañana todo lo ilumina... Ahora muchas personas transitan por el parque, buscando lo que no encuentran por las calles...


lunes, 21 de julio de 2014

EL TORO BRAVO DENTRO DE LA CULTURA.


La vida del toro bravo no se resume sólo a dos horas de espectáculo dentro de una plaza. A lo largo de la existencia de este ser vivo, hay una historia y una cultura arraigada principalmente a la cuenca del mediterráneo, que se pierde en la mitología...
Vamos a ver a través de nueve fotografías, que nos cuentan los paleontólogos, historiadores, escritores, cronistas, filósofos, poetas y ganaderos...




"En la mayoría de las excavaciones arqueológicas que se han realizado en Madrid, han aparecido muchos restos de los antiguos toros salvajes que habitaban sus bosques. El cráneo que vemos, pertenece a un ejemplar que habitó en el valle del Río Lozoya. Fue encontrado en las excavaciones arqueológicas de Pinilla del Valle".




"De muy antiguo se hicieron famosos los toros que pastaban en las dehesas marginales del Jarama, en el recorrido de este río por toda la madrileña comarca... Decir jarameño, era mentar al león y al viento".
                                                                                   Luis Uriarte
                                                                                    Escritor




"En el siglo XIX surgen dos ganaderos muy poderosos, que entienden y defienden dos castas muy importantes y diferentes en el panorama de la época. Los dos tienen títulos nobiliarios y están con y al servicio del Rey. Sus ganaderías están muy de moda en la corte, y los aficionados son partidarios de uno o de otro. Los dos son madrileños, amigos y se respetan; pero como ganaderos se odian... Qué aficionado no ha oído hablar de los toros jijones del Marqués de Gaviria, o de los toros vazqueños del Duque de Veragua..."




"En la ribera del Jarama, junto a Aranjuez, a cuatro leguas de Madrid, tiene otra dehesa el convento del Monasterio y heredad, que aunque no es mucho el suelo, debe de ser el más fértil pedazo de tierra que hay en el reino de Toledo, en pastos y en caza de conejo. El ganado que allí se cría es fuerte, arisco y bravo, en especial el vacuno, de donde han tomado nombre en España los Toros Jarameños".
                                           Fray José de Sigüenza
                                       Cronista del Monasterio de El Escorial




"¿Quieren ustedes saber mis impresiones como ganadero? Poco bueno puedo decirles... Este asunto no da más que disgustos y una preocupación casi constante. El beneficio que deja, no se ve por ninguna parte. Que si en la finca "tal" ya no hay comida; que si en el prado "cual" se está acabando el agua; que hay que llevar paja, porque el suelo está cubierto de nieve; que habrá que arreglar los medianiles, porque el ganado se sale con la cuca; que este año se quedan vacías las vacas; que una novilla ha muerto de pernea; que los lobos han matado tres crías; que uno de los toros grandes se queda mogón; que se ha perniquebrado el mejor de los utreros; que pierden las vacas horras; que los bueyes ya no valen, porque son muy viejo... !Para que cansarles¡ Cierto que la cría del toro proporciona ciertas satisfacciones, pero se dan relativamente pocas corridas; es decir, sobran toros, y a veces cuesta trabajo colocarlos. Aquí, en Colmenar, sin ir más lejos, hay bastantes ganaderías, y también en Soto, Miraflores, San Agustín... De lo que se cobra por cada toro hay muchas quitas, con las cuales no se cuenta, y muchos gastos..."
                                                        Trece Ganaderos Románticos
                                                             Luís Fernández Salcedo




"Los transportes de las corridas se hacían a pie por las cañadas, y el viaje, por ejemplo a La Coruña, suponía 28 días para ir y 22 para volver con los bueyes, o sea, que los vaqueros salían a primeros de julio y volvían para las fiestas de Remedios, y durante casi todo ese tiempo durmiendo al raso. Estos traslados suponían la necesidad de tener un gran número de vaqueros, bastantes caballos y gran número de bueyes, pues era frecuente que salieran varias corridas casi en las mismas fechas. Ya en tiempos más modernos conocidos por mí, época de los años 20, todavía se llevaban las corridas a Madrid andando. Se bajaban por Viñuelas a la Venta de Pesadilla, Arroyo de Rejas, San Fernando de Henares y los Prados del Puente. Por la noche, salían para la plaza de Madrid, donde llegaban de madrugada. Cuantas veces, siendo niño, me llevaba mi padre a la plaza vieja a esperar la llegada de la corrida. Normalmente me quedaba dormido encima de los sacos del pienso, hasta que mi padre me llamaba a las tres o cuatro de la madrugada, porque ya se oía el estrépito del encierro por las calles, hasta que el tropel entraba en los corrales".
                                                     Manuel García Aleas Carrasco
                                                         Ganadero




"Ahora al toro no se le da valor. Esta es la fiesta del toro, pero este tiene la desgracia de que no habla, de que se muere y no habla, y sin el toro las figuras no sirven para nada, por eso hay que darle la importancia que tiene. Aquí todo el mundo es necesario. No se puede prescindir de nadie, por eso intento que nos respeten y que nos den esa autoridad que debe de tener el ganadero". 
                                                                Victorino Martín Andrés 
                                                                  Ganadero




"Ricos y pobres, hombres y mujeres, dedican una porción de cada jornada a prepararse para la corrida, a hablar de ella y de sus héroes. Y no se olvida que el espectáculo taurino es, sólo, la faz o presencia momentáneas de todo un mundo, que vive oculto tras él y que incluye, desde las dehesas donde se crían las reses bravas, hasta las botillerías y tabernas donde se reúnen las tertulias de toreros y aficionados".
                                                                      José Ortega y Gasset.
                                                                     Escritor y filósofo




"La ferocidad de los toros que se crían en España, en sus abundantes dehesas y salitrosos pastos, junto con el valor de los españoles, son dos cosas tan notorias desde la más remota antigüedad, que el que los quiera negar acreditará su envidia o ignorancia y yo no me cansaré en satisfacerle".
                                                    Leandro Fernández de Moratín
                                                       Poeta y dramaturgo


Los ocho ejemplares que aparecen en las fotografías, pertenecen a ocho ganaderías bravas de Madrid.


martes, 15 de julio de 2014

POR EL VALLE ALTO DEL RÍO GUADALIX.




El día ha amanecido sin nubes. La brisa fresca de la mañana se agradece. Subiendo hacia el Puerto de La Morcuera, me adentro por una importante mancha de robles melojos con ejemplares centenarios. Es el resultado de una gestión forestal acertada, que ha permitido que en cuarenta años se regenere el robledal de esta forma.




Como la mayoría de los robles son jóvenes y carecen de agujeros naturales donde pueden criar las aves insectívoras, se colocan cajas nido para que estas aves puedan criar y asentar sus poblaciones en el robledal. Son el insecticida natural que controla la población de insectos, que en número elevado es perjudicial para el ecosistema.
En la fotografía vemos a una hembra de papamoscas cerrojillo con un insecto en el pico a la entrada de su nido.




En esta época del año los rosales silvestres florecen en la montaña de Madrid. Sus elegantes flores atraen a multitud de abejas y ebejorros.




Los suelos húmedos y umbríos del robledal, están cubiertos por un importante dosel de helechos comunes. Estos protegen el suelo y crean un hábitat donde crían varias especies de aves.




En la orilla de los arroyos crecen elegantes matas de helecho macho (Dryopteris filix-mas). Es un helecho menos abundante que el común, que aguanta más tiempo verde.




En un pequeño claro del bosque, donde medra una turbera, crecen numerosos cardos. A ellos se acercan insectos de variadas especies a libar sus flores...
En la fotografía vemos a una doncella de los cardos (Melitaea phoebe) libando las flores de un cardo.




Llego a una zona de pastos histórica, donde se taló el robledal hace siglos, para dar de comer a las miles de ovejas que pasaban por el puerto o pastaban aquí en verano. El "abandono" de los pastos hace unos treinta años, abrió las puertas al piornal, que se ha hecho el dueño de la zona. La ladera alta se repobló con pinos silvestres en los años sesenta.




El buitre negro tiene en esta zona un importante paso y una zona de campeo y alimentación, pues en todo el valle se cría el ganado vacuno.
En la fotografía vemos a un buitre negro sobrevolando el Puerto de La Morcuera, de 1777 metros de altitud.




En una zona de la ladera alta, ocupada por pinos silvestres repoblados de considerable porte, el suelo profundo y húmedo proporciona el hábitat para que los helechos comunes se desarrollen en abundancia. Aquí el ambiente es fresco y el canto de los pájaros se deja sentir...




En la orilla de un arroyo observo a un petirrojo, que captura pequeños insectos entre la arena. Muchas parejas de estos pájaros crían en estas zonas del pinar.




Cerca de un camino histórico, sólo utilizado por los senderista, me llama la atención esta curiosa construcción rústica... Al principio me parece un chozo, de los numerosos pastores que anduvieron por el valle. Al observarle bien, me doy cuenta de que es un búnker rústico de la guerra civil...




Cerca veo a un pequeño grupo de herrerillos capuchinos. Van registrando todo en busca de pequeños insectos... Uno de ellos picotea una rama seca, de la que extrae pequeños insectos.




La zona alta del pinar es más seca en esta época del año, pues aquí apenas hay suelo y los acuíferos no existen. El sol calienta más y el olor a pino es más intenso.




Desde una parte alta del collado, podemos ver como es el paisaje de una zona del valle. Las zonas más bajas siguen ocupadas por los pastos; a media ladera se extiende el robledal de melojo; en las laderas altas donde se repobló, crecen los pinos silvestres. Observamos un paisaje donde el ser humano ha actuado en los últimos diez siglos.




En un enorme farallón, con paredes de cincuenta metros de altura, observo a un grupo de hembras de cabra montés con sus chivos. Al verme, algunas se van con sus crías por esas paredes verticales, donde es imposible acercarse. Otras, siguen echadas tomando el sol. Las más curiosas y fotogénicas, se asoman al balcón.




Desde los pies del Pico de la Najarra, a unos dos mil metros de altura, se observa una buena panorámica del Puerto de La Morcuera. Vemos la carretera, que viene desde Miraflores de La Sierra; La Sierra  de La Morcuera, repoblada en su mayor parte de pinos silvestres; el valle del Río Lozoya, con las cumbres de Hoyo Borrascoso, El Saltadero y El Nevero, de más de dos mil cien metros de altura...




Cerca del pico de La Najarra observo a un macho montes de mediana edad. Al verme, se va por las rocas de granito muy tranquilo. El sabe que nadie le va a seguir...