google-site-verification=W4JiPUkp_G2kZZVS-o62liN40WEVgPWgCCloRv-xIdc la luz del monte

miércoles, 20 de abril de 2016

UN VIAJE POR EL MUNDO DEL AGUA QUE BEBEMOS EN CASA


El agua dulce pura es un bien inestimable para la vida. Es el recurso vital de primera importancia para que exista la civilización y los núcleos urbanos. Sin ella, las ciudades no pueden ser prosperas ni perdurar en el tiempo. Es indispensable para todos los organismos vivos y los ecosistemas por los que pasa. Es prosperidad para la agricultura y la industria...
Hoy vamos a hacer un viaje virtual por tres ríos del Sistema Central, para ver como se produce el agua que sale por el grifo de una vivienda de la ciudad de Madrid, o de su área metropolitana. Un viaje que realizan la mayoría de los ríos ibéricos, que hacen posible que podamos seguir viviendo donde lo hacemos.




Todo empieza aquí, en las nubes. Nubes que vienen cargadas desde el atlántico, y precipitan en las altas montañas del Sistema Central, en forma de agua o de nieve.




La nieve acumulada en invierno, se va deshaciendo durante la primavera. Entre los meses de abril y julio, toda esta reserva que se ha mantenido en las altas cumbres de las montañas, va a ir bajando por los arroyos hasta el río que pasa por el valle.




En los manantiales, turberas, lagunas y las cabeceras de los arroyos, viven varias especies de anfibios, que sólo pueden hacerlo donde las aguas son muy puras y la humedad es constante. En la cabecera de un arroyo vemos a un ejemplar de rana patilarga, una especie única que sólo vive en ciertos sistemas montañosos de La Península Ibérica.




Entre los piornos y los brezos, dan sus primeros pasos las aguas... Empiezan a coger aromas y sabores.




En estos tramos de aguas frías, batidas por las corrientes y los grandes desniveles, no falta en todo el año el mirlo acuático. Este pájaro sólo vive donde las aguas son puras, y abundan los insectos acuáticos.




En las orillas son comunes los helechos de variadas especies, que ponen otro aroma y color al agua que pasa a su lado.




La primavera va cubriendo de hojas a los abedules, los robles albares y los avellanos que acompañan al arroyo. Dan una visión y ponen un aroma nuevo al ambiente del arroyo.




En la horquilla de un espino albar, una pareja de mitos ha construido su curioso nido, donde está sacando adelante a sus ocho o catorce pollos.




Las aguas altas del río, pasan ahora entre grandes abedules...




En los pequeños claros crecen cardos, que ofrecen sus vistosas flores a una variada banda de insectos, muy beneficiosos para la vida del ecosistema de la zona. Una mariposa pandora (Argynnis pandora) de elegantes formas y colores, se acerca para alimentarse y polinizar sus flores.




La luz suave de la mañana, se cuela por el río entre los pinos silvestres. El aroma que lleva hora el río, se respira en el ambiente...




Por las orillas, las chorreras y las piedras que sobresalen del río, buscan insectos acuáticos las lavanderas cascadeñas...




La sombra de las hayas da otro aire a las aguas del río. Otro ambiente, otro sabor.




Donde la corriente no es fuerte y da el sol, se mueven grupos de zapateros de río (Gerris lacustris). Este insecto, mantiene limpias las aguas de otros insectos que han muerto, o que podrían ser muy abundantes, como los mosquitos.




La calidad del agua de un río, se refleja en la variedad y cantidad de peces que nadan en sus aguas.




La lluvia del amanecer se filtra por las hojas nuevas de los robles melojos...




La primavera, templada y lluviosa, saca las hojas a los robles, fresnos y sauces que acompañan al río.




Un cigüeña blanca, con carnet de identidad en su pata, cuida de los pollos en el nido, localizado sobre un fresno.




La luz cálida de la tarde barre la ribera alta del río... Nos muestra un espectáculo único, que sólo se produce una vez en el año, en los ríos donde la calidad de las aguas es muy alta. La salida del agua de las efímeras...




En una orilla tranquila, el andarríos grande busca insectos en el lodo...




Las aguas corren ahora más tranquilas por la ribera alta, entre grandes álamos blancos, negros, sauces y un sotobosque variado. De sus aguas salen cientos de flores de ranúnculos acuáticos.




Posada en la rama alta de un sauce, una garza real toma el sol. Cuando caiga la tarde, volverá a recorrer las orillas en busca de pequeños mamíferos, insectos, crustáceos, anfibios, reptiles o peces.




Ahora el río pasa por un monte de enebros, encinas, alcornoques, quejigos, romeros, jaras... Impregnándose de aromas mediterráneos.




En la orilla, posado sobre unas matas secas, un martín pescador observa el paso de los pequeños peces... De vez en cuando se sumerge y saca un pequeño alevín en el pico.




Ahora, uno de nuestros ríos pasa por un bosque de galería de alisos. Sus aguas alimentan a las desnudas raíces de sus árboles.




En las hojas y en los juncos, los numerosos caballitos del diablo se posan para tomar el sol.




Un pico picapinos se acerca hasta la entrada del nido, con el pico lleno de insectos, donde le está esperando uno de los pollos...




Al final del tramo medio del río, se levanta la enorme presa de hormigón armado, de 134 metros de altura y 484 metros de muro en la zona más alta. Desde aquí se coge el agua que va a utilizar la ciudad de Madrid y su área metropolitana, para vivir y seguir avanzando.




Una pareja de ánades reales nada en una de las orillas del embalse...




Por el acueducto que cruza el valle, van las aguas puras del río. Cargadas de todos los aromas, sabores y vivencias que han acumulado.




En la parte más baja de un acueducto, en el techo de uno de sus ojos, una pareja de golondrinas dáuricas tiene su curioso y elaborado nido.





Toda esa inmensa naturaleza que hemos visto, llena de aromas, colores, sensaciones... de Vida, sale cada día por el grifo de tu casa. Acuérdate de lo que has vivido en este artículo cuando le abras...







sábado, 9 de abril de 2016

LA DEHESA BOYAL DE SAN SEBASTIÁN DE LOS REYES





La Dehesa Boyal perteneció a la Villa de Madrid hasta 1493, año en el que es cedida a San Sebastián de los Reyes. Quinientos años después, vamos a dar un paseo entre sus encinas...


miércoles, 30 de marzo de 2016

EL BOSQUE





Todo el mundo habla de los bosques... Ha visto algunos a lo largo de su vida... Pero sabemos realmente lo que es un bosque...


domingo, 20 de marzo de 2016

EL VALLE DE LOS PRIMEROS ILUSTRADOS.


Hoy vamos a visitar un pequeño valle formado por calizas y areniscas cretácicas. Cubierto en su mayor parte por un monte mediterráneo mixto, en la que habita una fauna variada muy interesante. Vamos a ver uno de los últimos lugares, donde los primeros pobladores de Madrid, manifestaron su arte y nos hablaron a través de él.




La mañana llega templada, con algunas nubes en el cielo. Entramos por la zona alta del valle, poblada de un monte mixto de enebros, encinas y grandes ejemplares de quejigo.




De lejos, posado en un enebro, veo la silueta de un buitre leonado. Con mucho cuidado, para que no se levante, me acerco todo lo que puedo para fotografiarle.




Siguiendo el curso del arroyo, paso cerca de grandes ejemplares de chopo negro. Posado en la rama alta de uno de ellos, un mirlo común lanza su agradable melodía para marcar su territorio.




La vegetación ha sufrido una serie de cambios y de pérdidas de especies en los últimos mil años, debido a la producción de leñas y carbón para el abasto, de cal para la construcción y de pastos para el ganado. Especies como el madroño, el labiérnago y el acebuche, entre otros, han desaparecido de la zona.




Posado sobre la rama seca de un enebro, observo a un escribano montesino. Este pájaro, habitante típico de estos parajes,  de agradables y curiosos colores, es más fácil oír su melodioso canto, que verle.




Por la ventana natural que forman la encina y el enebro, me asomo para ver el valle...




Las zonas altas presentan una vegetación revieja y raquítica, como consecuencia del escaso o nulo suelo que existe. Durante siglos, la vegetación del valle se cortó a matarrasa para diversos usos. En consecuencia, el suelo que formaron los antiguos bosques durante miles de años, ya no existe, pues las lluvias se los llevaron hace mucho tiempo.




En el cielo vuela una pareja de milanos reales. Están de bodas... No dejan de hacer vuelos acrobáticos y de lanzar silbidos.




En las paredes resguardadas de la lluvia, los hombres que habitaron en el valle hace unos ocho mil años, dejaron muestras de sus pinturas. El paso del tiempo y las inclemencias meteorológicas las han borrado para siempre, o ya apenas se aprecian.




Siguiendo la cresta de las calizas, pasamos entre enebros de la miera de diversos portes. Ya estamos cerca del abrigo.




En el alto del pequeño cortado veo a un cuervo. Está inmóvil, y no deja de observarme. Cerca, en el hueco grande, tiene el nido en el que va a criar este año.




En este abrigo natural se localizan las últimas pinturas rupestres del valle. Han resistido al paso del tiempo, el clima, el uso histórico, el vandalismo y la desidia. Elementos destructivos muy propios de cada época.
Los escasos valles calizos que hay en Madrid, han sido utilizados desde tiempo inmemorial. Sus escasa cuevas y abrigos, fueron el refugio del pastor y sus ganados, del guarda y del calero. Donde se encendían hogueras para calentarse o preparar la comida. Muchas de estas cuevas y abrigos han desparecido para siempre, pues en todos estos valles existen antiguas caleras históricas, donde se producía cal para la construcción. Por estos motivos, y otros, apenas quedan pinturas rupestres en Madrid.




Son pequeñas pinturas esquemáticas de color rojo, que se integran muy bien en el color de las calizas. Representan puntos y pequeñas figuras de humanos, de animales, "posible" vegetación, y otros elementos.




En otra zona de la pared, se aprecian pequeñas formas "sin apenas forma", y la pequeña figura aparente de un elefante o mamut. Aquí, es muy importante de ver el punto de vista de un profesional en estas materias, y de su interpretación.




La mayor parte de las paredes del abrigo están quemadas y negras, por las continuas hogueras que se han hecho en su interior. Estos actos se cometieron en épocas en las que no había constancia de las pinturas, ni había información, ni educación, ni sensibilidad por estos temas culturales. También podemos ver inscripciones y pinturas modernas de tonos rojos, realizadas por destructores de esta época, en la que la educación, la información y la sensibilidad, se dan por hecho y por entendido, y en la que no se puede consentir este tipo de actos, y de destructores que van por el monte con estas actitudes. Los hombres que pintaron en las paredes del abrigo, hace unos cuatro o nueve mil años, tenían más sabiduría o menos, más educación o menos que la actual, pero por donde pasaban, no destruían el medio en el que vivían.




El colirrojo tizón es otro habitante típico de estos parajes calizos. Cría y pasa la noche en el interior de las cuevas, los abrigos y en los grandes agujeros abiertos en los cortados.




Desde el fondo del valle se ve una panorámica más amplia del cortado calizo y del abrigo, en el que habitaron hombres y mujeres de la época, y donde dejaron constancia de su paso.
El bosque ha cambiado bastante. En la imagen vemos un ambiente muy degradado, compuesto por pequeños y medianos árboles, acompañados por tomillos y espartos. Cuando se hicieron las pinturas, la zona estaba cubierta por una inmensa selva mediterránea, ocupada por grandes árboles y arbustos. 




En un manantial del arroyo observo a un pequeño chochín (Troglodytes troglodytes) Busca insectos entre las piedras y las ramas que sobresalen del agua. Este pequeño pájaro, suele hacer sus nidos en los agujeros naturales de las calizas.




Estamos en una zona donde la incidencia del sol, el suelo y el clima, condicionan una vegetación natural que ha sido modificada en los últimos 10 siglos. La vegetación que predomina ahora, condicionada por la mano del hombre, es el enebral, con encinas, quejigos y arbustos dispersos. En aquella época, se alternaban periodos fríos, húmedos y cálidos. La vegetación estaría compuesta por un monte mediterráneo mixto, de enebros, encinas, quejigos, madroños, sanguinos, majuelos, endrinos, álamos, olmos, sauces... y muy posiblemente, sabinas albares y pinos resineros. Variando la especie predominante, según el periodo.




En cuanto a la fauna que habitaba en aquella época, sólo podemos decir que no ha variado, simplemente, se ha reducido mucho en número de especies. Aquí, la mano del hombre moderno, seguida de la extinción, han jugado un duro papel en todo el panorama ambiental.
En la rama alta de un chopo negro, un pico picapinos está marcando su territorio. Cada vez que picotea la rama repetidamente, emite un tamborileo que se escucha a distancia.




Con el paso de los últimos cuarenta años, después de soportar usos industriales abusivos durante siglos, el monte y las especies forestales que han sobrevivido, se van recuperando. Van ocupando el espacio, según la insolación, los suelos y la humedad ambiental.




Entre las encinas y los enebros, protegida por el claroscuro, la hembra del corzo observa mis movimientos... Ahora, con el jabalí, son los dos grandes mamíferos que pueblan el valle. Los ciervos, los gamos, los toros salvajes, los bisontes... han desaparecido.




Agarrado al farallón de caliza, el enebro de la miera habita y aguanta la sequía y la insolación, en un medio donde no hay suelo ni acuífero. Es un árbol que ha evolucionado en los periodos extremos, impuestos por el clima.




Dos mil años de civilización y de usos, no hay monte que lo soporte y no se altere. La fotografía es bastante clara y relevante. Este valle, con un clima mediterráneo templado continental, con unas precipitaciones entorno a los 600 mm, y con una vegetación potencial de bosque, ahora, en muchas zonas se alternan especies de clima subdesértico, como los tomillos y el esparto.




Posada sobre la rama de una higuera, observo a una grajilla. Esta especie fue muy abundante en estos parajes, en los años 60-70 y 80 del pasado siglo. En la actualidad ha disminuido mucho su número.




La situación ambiental por la que pasaron los hombres en el neolítico, fue mucho más benigna que la actual. El bosque que cubría el valle, estaba poblado de árboles y arbustos maduros que proporcionaban abundantes frutos, como las bellotas, enebrinas, madroños, majoleras, endrinas... Y poblado por abundante fauna, como los jabalíes, conejos, corzos, ciervos, toros, bisontes... El conejo ha sido una especie muy abundante en estos montes, por lo que tuvo que ser un alimento muy apreciado.




Desde una de las zonas altas vemos el relieve que tiene el valle. Un medio natural que nos puede parecer muy duro, para vivir con lo puesto, con lanzas, cuchillos de piedra, y toda la sabiduría acumulada por los ancianos y el medio ambiente que les rodeaba. El clima y el ambiente natural, propiciaron que el ser humano se asentara a vivir aquí, y diera origen a más asentamientos y a civilizaciones futuras...




Posado en la rama seca de un enebro, como hace cinco mil años, un roquero solitario (Monticola solitarius) habitante típico de estos parajes, marca su territorio de cría otra primavera...


jueves, 10 de marzo de 2016

EL SABINAR DEL VALLE DEL LOZOYA





Existe en la Comunidad de Madrid un sabinar mixto poblado principalmente por sabinas albares. Este monte, posiblemente, es el más antiguo que hay en todo su territorio...