google-site-verification=W4JiPUkp_G2kZZVS-o62liN40WEVgPWgCCloRv-xIdc la luz del monte

sábado, 30 de enero de 2016

EL ALCORNOQUE GRANDE DE EL PARDO.





Al oeste de la ciudad de Madrid, se extiende un monte mediterráneo sobre arenas de unas dieciséis mil hectáreas, poblado por grandes árboles legendarios y por una fauna muy interesante y variada. Esta es una pequeña historia de uno de los grandes alcornoques que habita en un valle de El Monte de El Pardo.

miércoles, 20 de enero de 2016

10 DE ENERO. POR LOS MONTES ATLÁNTICOS DEL ALTO JARAMA


Después de varios días de nieve y de ventiscas, vamos a andar por los montes atlánticos que cubren las laderas de las montañas, que configuran la cuenca alta del Río Jarama...




Son las 9´30 de la mañana. Desde las altas montañas baja una brisa fría, que corta cuando entra por la nariz... Los tímidos rayos del sol se cuelan por las nubes... Ponen ese punto de color en las copas de los árboles que tocan...




Aquí la naturaleza está poco influenciada por la mano del hombre. Es uno de esos lugares donde el clima y la geografía impidieron hasta fechas recientes, una mayor interacción en el medio natural, para obtener más recursos en forma de maderas, leñas y pastos.




En esta parte del río crecen grandes hayas, abedules y sauces de montaña, acompañados por robles albares y melojos. De la gestión racional de estos bosques, depende la calidad del agua que llega a la ciudad de Madrid y su área metropolitana, a través del Canal del Jarama. Nunca podemos olvidar, que lo que ocurra en el medio natural nos va a afectar, pues vivimos gracias a los recursos naturales.




Por los árboles pasa un bando pequeño de pájaros del bosque... Van registrando todas las partes de los árboles. Buscan insectos, crisálidas, sus huevos, pequeñas semillas... Sólo pueden encontrar alimento en los árboles, pues el suelo está cubierto por más de diez centímetros de nieve. Un carbonero común registra la rama seca de un sauce...




Junto al río, se localiza una de las hayas más grandes de toda la zona. Tiene una altura en torno a los cuarenta metros, y un tronco de unos siete metros de perímetro en su base.




Ahora, las nubes dejan pasar los rayos del sol. Crean un ambiente muy agradable en el interior del bosque. Por unos instantes la chispa de la vida lo inunda todo.




En estos periodos agradables, en los que las temperaturas se templan, la fauna se mueve con más alegría por el bosque y se hace más visible, sobretodo las aves.




Por la orilla del río veo a una lavandera cascadeña a la caza de insectos... Va recorriendo las piedras que sobresalen del agua, y se va parando en las pequeñas chorreras...




Ahora me paro unos instantes para observar el paisaje interior del bosque... Un bosque poblado de grandes árboles maduros y variados, con un cielo pintado de gris y el blanco manto del invierno que lo cubre todo. Un lugar donde se ve poco la huella del ser humano.




En esta zona de la ladera, veo la cama que se ha hecho el corzo después de la nevada. Se ven perfectamente las huellas, por donde entra y sale.




El clima que impera en invierno en la zona, es más templado que el que se da en la vertiente norte del Puerto de Somosierra, al otro lado de la montaña.




Un pico picapinos recorre la rama caída de un haya. De vez en cuando la picotea, la taladra con su pico "de acero", buscando insectos xilófagos en su interior. La abundancia de grandes ramas caídas y de árboles muertos, es muy importante para la biodiversidad del bosque, pues gracias a esto, ciertas especies de aves, mamíferos e insectos pueden habitar en él.




Las grades hayas que hoy podemos contemplar en la cuenca alta del Río Jarama, llegaron hace unos tres mil años, a través de los valles de los ríos Horcajo, Ermito y Berbellido.




Sobre la blanca nieve se ve todo... Hojas, frutos de hayas, semillas, pequeñas ramas...




A pesar de la climatología adversa, muchos de sus habitantes siguen aquí, aunque no los veamos. Viviendo el día a día, resistiendo la climatología, el hambre... Esperando tiempos mejores.




El agateador común, más pequeño que un gorrión, es uno de los pájaros que habita aquí durante todo el año. Esto es posible porque se ha especializado en la captura de insectos, larvas y huevos de estos, que se encuentran en las cortezas de los árboles.




El ambiente es frío en todos sus aspectos. Es solitario, es real. Un medio natural en el que el ser humano no podría sobrevivir, pero le atrae, le fascina... Sobretodo al habitante de la ciudad.




Junto al centenario roble albar, tienen el paso los corzos. Uno de ellos ha estado escarbando entre los musgos y las hojas, buscando brotes nuevos de herbáceas.




En esta zona son comunes las hayas, los robles albares y los acebos. Aquí, la recuperación natural del bosque ha corrido más.




Un grupo de pájaros del bosque pasa por la zona buscando alimento; en forma de insectos, larvas, pequeñas semillas, hayucos o bellotas, que no haya tapado la nieve. Un herrerillo común recorre la rama caída de un roble; al llegar al suelo, donde no hay nieve, picotea en la zona, donde seguramente encuentra algo para alimentarse.




Ahora, los acebos se van haciendo más abundantes, y la variedad de árboles es más notoria...




La luz fría de la tarde, nos muestra el enorme tocón de un haya que habitó aquí hace tiempo.




El cielo se ha cerrado, creando un ambiente lúgubre y solitario. La temperatura es templada, no hace nada de aire y el silencio es total.




La luz es espectacular esta tarde... A través del tronco de una haya y de un roble cubierto por la hiedra, se ve el bosque arropado por el manto blanco del invierno. Una época muy dura, que dará sus beneficios cuando llegue la primavera.




Una familia de trepadores azules recorre los grandes árboles... Uno de ellos picotea la rama seca de un roble, buscando insectos en el interior de la madera carcomida.




En las zonas más resguardadas del bosque, las hayas jóvenes mantienen las hojas secas del año anterior.




Las consecuencias naturales que traen estas importantes y regulares nevadas para el bosque, se ven en primavera y en verano. Mantienen el suelo del monte húmedo, en el que se desarrolla el ecosistema, y aumentan y mantienen el caudal de las aguas en los ríos, arroyos y manantiales, donde habita una fauna y una flora variada.




Al pasar junto a unos robles veo sobre la nieve un liquen. Una imagen que nos dice en que periodo del año estamos.




A penas quedan dos horas de luz... Junto a un roble albar de considerables dimensiones, me paro un instante para descansar y observar el panorama... El ambiente cada vez se va haciendo más frío. Sólo se escucha la ligera brisa que viene de las altas cumbres y el murmullo del río.




La luz se va apagando en el valle... La brisa vuelve a cortar otra vez. Si el invierno sigue regular y las precipitaciones en forma de nieve se suceden, esta imagen no desaparecerá hasta entrado el mes de abril.


domingo, 10 de enero de 2016

ENERO. PINARES DE ALTA MONTAÑA DEL SISTEMA CENTRAL.





Las altas montañas del Sistema Central ya están cubiertas por la nieve. En las zonas altas de sus valles, poblados por extensos pinares silvestres, la situación ambiental es muy parecida a la que se da en las taigas del norte de Europa y de Rusia. Las nevadas, los días cubiertos y las temperaturas por debajo de cero son regulares. Cuando cae el día, las temperaturas llegan hasta los -20ºC ...

lunes, 28 de diciembre de 2015

POR LA HIRUELA. UN PUEBLO DE LA MONTAÑA DEL ALTO JARAMA.


El tiempo corre por la vida de diferente manera para un pueblo, el medio natural que le rodea o la vida de una persona... 

Hoy vamos a dar un paseo por uno de esos pueblos históricos auténticos, que todavía quedan en las montañas del Sistema Central, rodeado por un medio natural notable, influenciado por la forma de vida y la economía de las épocas.




Las primeras luces del día me sorprenden dando un paseo por las calles del pueblo... Veo pájaros del medio urbano, de la montaña y del bosque. Gorriones comunes, estorninos, colirrojos tizones, trepadores azules, carboneros, herrerillos, mirlos...

Me llaman la atención las formas arquitectónicas y los elementos naturales con los que fueron construidas estas casas hace siglos. Lajas de granito, cuarcita y pizarra de la zona. Madera de roble de sus montes, tratada con aceite de linaza. Construcciones que incidieron muy poco en el medio natural del entorno.




Al pasar cerca de un corral, donde se suelta a las gallinas durante el día, veo a un mirlo comiendo los cereales que se les echa.




A la entrada de algunas casas antiguas, se mantiene el tradicional y práctico zarzo. Esta pequeña puerta evitaba en invierno, que la nieve se acumulara en la puerta principal; que la lluvia la mojara y la deteriorara con el tiempo. En verano, con la puerta principal abierta, se ventilaba y se refrescaba la casa.




Es un pueblo que sufrió la emigración en los años sesenta del pasado siglo. Que mira al presente que le ha tocado vivir con optimismo, pensando en un futuro que tiene mucho que ver con el medio ambiente que le rodea y el con turismo rural.




Saliendo del pueblo, en una de sus fuentes veo a varios gorriones comunes bebiendo. Algunos, a pesar del frío que hace, se están bañando.




Cerca del pueblo se recorta la enorme silueta de un roble centenario. Un roble con más de quinientos años de vida, que se ha mantenido aquí por el respeto que han tenido hacia él los habitantes del pueblo, conocido desde tiempo inmemorial con el nombre de Roble Bastián.




En el robledal se ve un colmenar tradicional muy antiguo, rodeado por una tapia de piedra histórica. Construida en la época para evitar que los osos dañaran a las colmenas.




Dejando el pueblo atrás, nos metemos entre los grandes robles albares y melojos de la dehesa..Dice el Libro de La Montería de Alfonso XI, escrito en el siglo XIV, "que La Dehesa del Colmenar y el Arroyo de las Huelgas y la Dehesa de La Hiruela es todo un monte; y es bueno de oso y de jabalí en verano y en invierno, en tiempo de la bellota..."




Un joven ratonero del año sale de un roble. Da varias vueltas en el cielo y desaparece entre los robles de la ladera.




Esta dehesa es una de las pocas que quedan en Madrid con grandes y viejos robles. Por decreto ley se prohibió su corta a matarrasa. Sólo se podía podar sus árboles, sin causarles grandes daños.




Por el monte se ven los restos de grandes tocones. De robles que se cortaron en su día por ciertas circunstancias.




La gestión forestal y económica que ha tenido la dehesa, la ha llevado a ser en la actualidad un monte casi exclusivo de robles albares y melojos, con algunas manchas pequeñas de abedules y otras especies atlánticas dispersas, como el acebo, el serbal de cazadores, el mostajo, el cerezo silvestre... Hace dos siglos también la poblaron las hayas y los tejos, pero en la actualidad estas especies ya no existen.




En el lecho húmedo de un arroyo, veo a un petirrojo buscando semillas y pequeños insectos. Es un pajarillo muy confiado, que no teme mi presencia.




En las umbrías, donde el calor del sol incide menos y la humedad del suelo aguanta más, los brezos y las jaras estepas son comunes por ahora. Cuando los robles se recuperen bien de las podas del pasado, estos arbustos morirán bajo su sombra.




En esta zona se ven manzanos silvestres de buen porte. Algunos todavía tienen las manzanas.




Con la humedad permanente del suelo, se desarrolla una pequeña mancha de abedules, con manzanos silvestres, sauces de montaña, espinos albares, cerezos silvestres...




Un zorzal charlo busca lombrices y gusanos entre el pasto y el suelo húmedo. Estas zonas son muy importantes para muchas aves, pues aquí encuentran alimento durante todo el año.




La gestión forestal de la dehesa, influenciada por el devenir de la historia, nos ha dejado un espacio forestal en regular estado de conservación, donde se aprecian importantes signos de recuperación natural, con el paso de los últimos treinta años. Entre los grandes robles se ven innumerables árboles jóvenes nacidos de fruto, de especies como el cerezo silvestre, roble albar, melojo, acebo, serbal de cazadores, abedul, avellano... 




En algunas zonas, en las ramas de los robles cuelgan grandes agallas. En su interior se desarrollan las larvas de una variedad de "avispilla", que fue la causante de estas. Muchas agallas van a ser un importante recurso para ciertas aves.




El sol tímido del invierno marca la frontera de la tarde. Apenas calienta. En dos horas se habrá puesto sobre las altas cumbres de las montañas.




En un corro de sauces, donde medra un manantial, escucho como alguien taladra la madera con su duro pico. Al acercarme un poco más,  veo en el tronco de un sauce a un pico picapinos, que picotea la corteza buscando insectos...




El histórico camino, por el que ya no se comunica nadie, está ahora al servicio del monte, para los guardas forestales y como senda ecológica, para las personas que vienen a visitar el bosque. 




En un arroyo que baja hasta el río, veo un helecho macho. Está verde, debido a la climatología que todavía impera en esta época del año. Lo normal es que estuviera amarillo.




En la actualidad, debido a la invasión que ha producido el visón americano en el río, la nutria se ha hecho muy escasa, y el desmán de los pirineos ha desaparecido por completo.




Por los árboles del río pasa una familia de trepadores azules. Uno de ellos se deja caer sobre una rama muerta que hay en la orilla, y se aproxima al agua para beber. Cuando termina, se va con su familia río abajo.




Debido a la humedad permanente que hay, son comunes los musgos de la variedad Polytrichum commune.




En la orilla del río me paro unos instantes para contemplar el panorama... La luz tenue y suave, el ambiente húmedo y fragante, el sonido del río... Crean una película con un sólo fotograma difícil de olvidar.




En un linar, cerca del pueblo, veo un bando pequeño de lavanderas blancas. Tienen el dormidero en un árbol que está dentro del pueblo.




Entre dos luces, acompañado por el canto de un mirlo, llego al pueblo por una de las callejas...




Entro al pueblo cuando el alumbrado público se está encendiendo... Aquí la vida tampoco se para...




La noche transforma el ambiente de las calles. Con el alumbrado público y la oscuridad ambiental, se ven de otra forma. Esta mañana hemos visto como era el pueblo al amanecer, con unas formas y colores, lleno de cantos de pájaros del medio urbano y del bosque. Ahora le vemos de noche, con un alumbrado público que le da otras formas y colores, donde se oyen las aves de la noche.




Después de un día lleno de vivencias y situaciones, por una de las calles principales me voy en busca del coche, mientras escucho la voz del cárabo, que viene desde los robles de la dehesa...

En unos días entraremos en el año nuevo, cargado de proyectos e ilusiones, con 365 días para vivirlos... Hasta el año que viene...