google-site-verification=W4JiPUkp_G2kZZVS-o62liN40WEVgPWgCCloRv-xIdc la luz del monte

martes, 15 de septiembre de 2015

EL FINAL DEL VERANO EN EL MONTE MEDITERRÁNEO DEL CENTRO DE LA PENÍNSULA.


Este verano ha sido el más seco y el más cálido del que se tiene constancia oficialmente en Madrid. Afortunadamente las tormentas han caído a finales de agosto, y han parado la sequía por el momento. Han evitado la catástrofe forestal que se presentaba...
Hoy vamos a visitar uno de los montes mediterráneos localizado cerca de la ciudad de Madrid, y vamos a ver cual es su situación en los últimos días de este verano que se acaba.



La mañana llega templada. En el cielo se aprecian algunas nubes dispersas. La luz clara nos deja ver muy bien el relieve que tiene el monte de encinas, enclavado en un valle de la campiña.




En el cielo planea la enorme silueta del buitre leonado. Estamos en un área importante de campeo, alimentación y dispersión de la especie.




Por esta zona del valle nos vamos a meter en el interior del monte. Vamos a ver como es y cual es su situación en estas fechas.




Estamos en un monte sobre arenas de clima continental, de inviernos muy fríos y secos; primaveras y otoños que apenas duran; y veranos largos, cálidos y secos. Un espacio forestal que ha tenido unos usos agroforestales diversos en los últimos mil años.




Entre las grandes encinas del monte vemos a un elegante ejemplar de gamo. Ya tiene limpias las cuernas. En un mes, más o menos, dará comienzo el celo. Las peleas entre los grandes machos por aparearse con las hembras.




Los escasos quejigos que habitan en la mancha, están cargados de abundantes bellotas. Durante el mes de octubre van a terminar de madurar, se van a  convertir en alimento para la numerosa fauna, o en un pequeño arbolito la próxima primavera.




Dentro del monte podemos apreciar grandes contrastes. Vemos verdes y grandes encinas, sobre suelos agostados y "calcinados" por el sol y el calor del verano.




Estamos en época de paso, de cambios en la meteorología y de la estación del año. Ahora por el monte están pasando miles de aves que van a invernar en África o en la Península Ibérica. Aves como el papamoscas gris de la fotografía, que ha nacido en un bosque templado y lluvioso.




En esta zona vemos las consecuencias de una tormenta de verano, que cayó en el monte hace unos cuantos años... Un rayo sesgó uno de los grandes brazos de la encina.




Entre las pequeñas hojas pinchudas de los enebros de la miera, van madurando las enebrinas. Frutos muy apreciados por la fauna, desde la garduña, el zorro, el ciervo, el gamo, y todo el tropel de pájaros de los bosques que van a invernar en el monte.




La supervivencia de estos ecosistemas forestales se basa en tres puntos principales. Que los árboles se encuentren en buen estado físico, al no haber sufrido podas abusivas en el pasado, y puedan retener el agua en su interior; que los acuíferos se hayan recargado bien durante las estaciones húmedas; y que las regulares tormentas del verano se produzcan en ciertos días de la estación.




El papamoscas cerrojillo es uno de los pájaros migratorios que más se hace notar por su comportamiento y canto. El enorme ejército de pequeños papamoscas que está pasando por la península, va a eliminar millones de insectos perjudiciales de los montes ibéricos. Esto supone un ahorro económico muy importante en insecticidas.




Al medio día el sol y el calor se dejan notar... Me paro unos instantes bajo la copa de una encina grande. La sombra que proyecta es fresca y muy agradable. A su lado el sol y el calor son inapreciables.




Después de pasar un verano seco, abrasador, que ha estado a punto de costarle la vida a las encinas, estas "se defienden" fructificando y dando una abundante cosecha de bellotas. Es increíble...




El final del verano marca el inicio de la vida para muchas especies que habitan en este ecosistema... Los grandes ciervos van abandonando el monte espeso y cerrado; se van dejando ver por las zonas más claras. Muy pronto, si caen las tormentas esperadas, comenzará la berrea. El juego de la vida para perpetuar la especie.




En el monte hay especies forestales que nos indican con el color de sus hojas, en que estación del año estamos. El espino blanco o majuelo es una de ellas.




Ahora los majuelos están cargados de abundantes frutos de agradable sabor. Otra especie forestal que se ha sacrificado durante el verano para perpetuar su especie, y para que no falte alimento a la fauna durante todo el otoño.




En esta zona del arroyo, entre unos espinos observo a otro pájaro insectívoro. Un colirrojo real macho, nacido posiblemente en el centro o norte de Europa, que va en su viaje migratorio hasta África tropical.




En estos días ya se aprecia la humedad en el ambiente al amanecer y a la puesta del sol. Ciertas especies como el erizo y el lirón careto rompen la estivación, y se les empieza a ver por el monte. Para ellos el otoño es su segunda primavera...




Posado en la rama grande de un chopo negro, descubro a un joven pico menor buscando insectos entre la corteza. Después de observarle durante un buen rato y hacerle algunas fotografías, le dejo.




En esta zona del arroyo crecen algunas zarzas. Ahora están cargadas con abundantes frutos maduros de agradable sabor.




La situación hídrica y ambiental está estabilizada. Si los temporales de lluvia se fijan en en centro durante varias semanas, todos los arroyos de la zona volverán a correr, y el suelo del monte se cubrirá de pasto nuevo y verde.




En un pequeño claro del arroyo observo a un conejo de monte... Ahora se lame y se limpia una de sus manos. El conejo es otro de los grandes supervivientes de este verano. Después de librar una lista larga de depredadores que viven gracias a él, ha tenido que soportar una enfermedad mortal, producida por el hombre, que ha dejado muy mermadas sus poblaciones. Me refiero a la mixomatosis.




Un año más, el monte mediterráneo asentado sobre arenas del centro de España, ha soportado los rigores extremos del verano ardiente mediterráneo. Un verano extremo, que las personas ancianas nunca habían conocido, por sus temperaturas y por haber comenzado a primeros de junio. 




Desde una ladera observo el paisaje de esta zona del monte. Veo grandes, medianas y pequeñas encinas, acompañadas por espesas jaras pringosas. También veo encinas muertas. Dos grandes encinas que murieron hace años, como consecuencia de una serie de factores negativos que han tenido a lo largo de su vida: Podas excesivas, sequías prolongadas, hongos, insectos parásitos... Una serie de factores negativos encadenados, que no las habrían matado si las encinas hubiesen estado bien físicamente, al haber recibido un uso racional por parte del hombre.




Posado en la rama alta de una encina muerta, observo a un alcaudón común. Un pequeño matador de estos montes que se alimenta de insectos y de pequeños vertebrados.
El también se marcha hasta el África tropical para pasar el invierno. Cuando vuelva por el monte el próximo año, todo estará verde... Será primavera.


martes, 1 de septiembre de 2015

EL BARRANCO DE LOS TEJOS.


Hoy vamos a visitar un barranco poco conocido, localizado en El Sistema Central, en las montañas de Madrid. Un barranco por el que corre un arroyo que nace en la cumbre de una montaña alta, cubierto de robles y otras especies forestales, en el que habitan seres vivos con más de mil años de edad...




Desde el pueblo, localizado en el fondo del valle, con las primeras luces del día camino hacia el barranco...




Por el camino veo pájaros de diversas especies y escucho sus cantos. En el tronco de un árbol caído, observo a un pinzón común macho.




A esta hora el paseo se hace ligero, pues no hace calor y el sol no molesta.




Llegando al barranco, podemos ver la importante mancha de robles que lo cubre. Una mancha en la que abundan los fresnos de flor, arces, robles albares, sauces de montaña, acebos, tejos...




En el cielo veo a la reina de la zona... Un águila real con más de 20 años de edad, que lleva muchos años criando en la zona.




Por esta zona me interno en el barranco. Una zona cubierta por grandes avellanos, sauces de montaña, acebos, robles y grandes hiedras que trepan por sus troncos.




En la orilla del arroyo veo a un pequeño duende de estos lugares, el escribano montesino. Un pájaro elegante de llamativos colores.




Las grandes y vistosas hojas del avellano, brillan como estrellas verdes en el techo del arroyo.




En esta zona de la ladera, cubierta por grandes avellanos, robles, arraclanes y sauces, también se nota la sequía que estamos padeciendo.




Sobre la vistosa flor de una centaurea, observo durante un buen rato a una mariposa endémica de la península, la mariposa medioluto ibérica.




Sólo, entre los variados árboles que acompañan al arroyo, aparece el primer tejo. Es un ejemplar que pasa sobradamente de los quinientos años...




En esta zona del barranco el fondo del arroyo se ensancha. La luz agradable del sol de la mañana, se cuela entre los árboles del monte y apenas ilumina su interior...




Posado sobre la rama muerta de un árbol, veo a un bonito y elegante colirrojo real. Estamos en época de paso...




Los grandes helechos machos crecen a la vera del arroyo, poniendo su punto de elegancia entre las grandes rocas.




Poco a poco, los grandes tejos centenarios van apareciendo entre los árboles del monte...




Un herrerillo capuchino pasa por los árboles del arroyo... Busca insectos entre las ramas carcomidas de los sauces.




En un recodo del arroyo, donde da bien el sol, abundan las zarzas y los rosales silvestres. En esta época ofrecen sus deliciosos frutos.




Llegamos a una zona donde el cauce del arroyo se estrecha, y se hace impracticable caminar por él.




Más arriba, un grupo de tejos de diferente edades cruzan sus grandes y largas ramas...




Algunos ejemplares tienen pequeños y vistosos frutos. Unos frutos que alimentan a los pájaros del bosque, y pueden ser mortales para el hombre.




Como ocurre en la mayoría de las ocasiones, la fauna nos ve antes. Posado en la rama seca de un fresno, un macho de pico picapinos te observa...




Protegido por grandes rocas, entre robles y grades avellanos descubrimos al decano de todos los tejos del barranco. Un ejemplar que pasa de los mil años. Un cronista irrepetible de la historia de estos montes.




Cerca, se ven pequeños y medianos tejos. Ejemplares que van a perpetuar la especie...




Caminando por el arroyo hacia su nacimiento, me encuentro con tres grandes y viejos ejemplares juntos. Si los observamos, veremos en sus formas que han sido muy afectados en el pasado por las grandes nevadas.




En el arroyo sorprendo a un joven mirlo común.




Aferrados a una peña grande que cae al arroyo, vemos una enorme mata de acebos.




Retirados del arroyo e integrados entre los robles, se ven varios ejemplares de tejos jóvenes.




Ahora pasa por la zona una familia de trepadores azules... Sus movimientos y sus cantos delatan su presencia.




Al llegar a este punto del arroyo, me detengo unos instantes para observar el panorama... Un tejo centenario junto a una enorme mata de avellano. Dos especies forestales eurosiberianas, que sólo habitan en climas templados muy húmedos.




El día está siendo muy variable... Tan pronto se cubre como sale el sol. Dentro del monte, las luces y las sombras lo confunden todo...




Una familia de mitos, compuesta por los padres y unos diez pollos, pasa por los sauces del arroyo buscando insectos entre las hojas y las cortezas de las ramas.




Metido en una zona honda del barranco, observo grandes sauces de montaña de considerables troncos, acompañados de grandes tejos.




Por el arroyo, las largas varas de las zarzas se meten en el agua, poniendo otro punto más de contraste en el paraje.




Un petirrojo, otro habitante de estos parajes, se baña en una zona del arroyo donde acuden algunos pájaros para beber...




Llegando casi a la cabecera del arroyo, descubro a otro elegante y monumental tejo. Ejemplares que despiertan hoy día la admiración y el respeto...
Hasta los años setenta del pasado siglo, estos ejemplares carecían de valor económico. Sólo valían para que los vaqueros de la zona se calentasen con ellos durante las estaciones frías, pues eran los únicos árboles que podían cortar y quemar para calentarse.




En la cabecera del arroyo se recorta la silueta de un tejo... Hasta aquí llego. El cielo está completamente cubierto y la tormenta está a punto de caer. Los relámpagos y los truenos llevan más de una hora alumbrando y retumbando en el barranco.




Las nubes son tan densas y grises que apenas dejan pasar la luz del sol. Son las 17,20 de la tarde y da la sensación de que la noche está a punto de meterse en el monte... Con las primeras gotas me marcho en dirección al pueblo, acompañado por la luz de los relámpagos y el sonido de los truenos...